Película belga dirigida por Felix van Groeningen en 2012 y estrenada en España
este año a la que llego por mi afición a la música country. En realidad me
encuentro con un duro drama en el que la pareja que lidera una banda de este
estilo debe hacer frente a la enfermedad y posterior muerte de su hija pequeña
debido a la leucemia. Aunque aderezado con estupendas actuaciones de bluegrass, el film esgrime a lo largo de
su metraje fuertes críticas contra el freno a la ciencia médica por parte de
países y sociedades retrógrados y conservadores –principalmente EE.UU., que,
como bien observa el protagonista, prefiere dedicar su presupuesto a
desarrollar armamento–, así como contra la religión y las supersticiones que ésta
conlleva y que parecen tener tan poco sentido hoy en día. En ese aspecto, la
película me parece un estupendo alegato contra toda esa ignorancia o hipocresía,
aunque quizá esta denuncia no llegué a ser patente de una manera clara y
decidida para el espectador al centrarse la historia sobre todo en la relación
y en la tragedia de sus protagonistas, a los que interpretan los actores Johan Heldenbergh y Veerle
Baetens.
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