Película cuyo estreno cinematográfico se me
escapó en su momento (1999) pese a mi interés por verla en pantalla grande, y
que rescaté en su versión VHS. La revisiono ahora después de más de una década,
permaneciendo prácticamente intacta la buena sensación que me dejó la primera
vez.
Está basada en la novela en verso Eugenio Onegin de Aleksandr Pushkin,
escrita a principios del siglo XIX, y nos presenta al personaje que le da
título, un joven ruso rico y ocioso que un buen día hereda la finca de un viejo
tío. En sus lindes entabla relación con el poeta Vladimir Lensky, quien a su
vez le presenta a la familia Larina, compuesta por una viuda y sus dos jóvenes
hijas: Olga (prometida de Vladimir) y Tatyana, joven inteligente y cultivada
adelantada a su tiempo que se siente atraída de inmediato por el recién
llegado. Y es en esta relación entre los dos personajes en la que se va a
centrar principalmente la película que, como está mandado en toda obra romántica,
entrañará amores apasionados, sentimientos exacerbados, existencias desdichadas,
duelos y muerte...
Además de mi afición al siglo XIX, una época
que me atrae mucho literaria y cinematográficamente, de esta película me
convence también y me subyuga la pareja protagonista, un actor –Ralph Fiennes– por el que siempre he sentido
admiración, y una actriz –Liv Tyler– que está
irresistible en su papel de la ingenua y desafortunada Tatyana. Les secundan,
entre otros, Lena Heady, Toby Stephens y Martin
Donovan. La directora es Martha Fiennes,
hermana de Ralph, mientras que la música la compone el hermano de ambos,
Magnus. Todo queda en familia.
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