Sin lugar a dudas uno de los grandes hitos
del cine fantástico –aunque es básicamente un drama con un pequeño elemento
irreal– además de una película absolutamente única en la Historia del 7º Arte,
principalmente por lo peculiarísimo de su reparto, ya que, para esta película
que relata la vida de los componentes de la troupe
de un circo, el mítico Tod Browning se
rodeó de toda una serie de fenómenos reales que hoy en día sería imposible
reunir, en parte porque podría considerarse “políticamente incorrecto” reclutar
y emplear a tales seres, en parte porque en estos tiempos, y gracias a los
avances de la medicina, es difícil que nazcan personas con esas deformidades y
taras o que éstas no puedan ser remediadas.
La trama principal de La
parada de los monstruos (Freaks,
1932) se centra en la relación del enanito Hans (Harry
Earles) con la bella y frívola trapecista Cleopatra (Olga Baclanova). Él está enamorado de ella, pero
ella lo ve como a un monstruo y juega con él para sacarle dinero y divertirse
con su amante, el hombre fuerte (Henry Victor).
Hans no ve la burla, pero sí el resto de sus compañeros y, como nos dice la
introducción del film, “Ofende a uno, y los ofenderás a todos”: esperad un
final tan previsible como impactante, a pesar de que fue suavizado por la
productora con escenas descartadas y otras adicionales.
Tan interesante como el propio film resulta
conocer las vidas y curiosidades de algunos de sus inolvidables protagonistas, como
el “hombre torso” Radian, que se afeitaba pese a carecer de brazos y piernas, Johnny
Eck, que nació con un problema de pelvis que no permitió a sus piernas
desarrollarse (las escondía y andaba con sus manos, dando la impresión de que
estaba cortado a nivel de la cintura), o los “pinheads” Schlitze (que era en
realidad un hombre al que vestían de mujer), Koo Koo y Pip & Zip, los
cuatro aquejados de microcefalia y retrasados mentales. Todos ellos eran
realmente fenómenos de feria y conocieron una vida triste y anódina en su mayoría
pese a haber alcanzado la inmortalidad participando en tan insigne largometraje
que, por cierto, no había vuelto a ver desde hacía casi veinte años.
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