"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 24 de junio de 2010

Ray Harryhausen: Corpus (II)

(Pincha para ver el Prólogo y la Parte I)

El siguiente trabajo de Ray (en 1964) parte de otro de los grandes de la ciencia ficción escrita, H.G. Wells, y adapta la novela Los primeros hombres en la luna –aunque en España el film se tituló La gran sorpresa–. Se trata de una divertida aventura en la que por una vez dejamos los mundos de épocas remotas más habituales en Harryhausen para participar en un viaje espacial en el que encontraremos selenitas, orugas de tamaño desmesurado, y una peculiar esfera voladora que hace las veces de vehículo lunar.

En 1966 las dos grandes “Hs” del cine fantástico unen sus fuerzas: nuestro hombre, y la Hammer Films, que para su película nº100 echa la casa por la ventana y decide abandonar sus habituales y lóbregos castillos para producir Hace un millón de años, una película prácticamente rodada en exteriores (Canarias) en la que dos clanes de hombres prehistóricos se enfrentan no sólo entre ellos, sino también con la temible fauna local y con terribles cataclismos. Ray sacrificó de buena gana sus conocimientos en Paleontología para poder unir temporalmente a seres humanos y dinosaurios en un buen número de secuencias de luchas entre unos y otros, y así, alosaurios, triceratops y pterodáctilos hubieron de conquistar el favor del público y rivalizar con la belleza y la exuberancia de Raquel Welch y Martine Beswick. El éxito del film hizo resurgir el interés por las aventuras prehistóricas y, durante los siguientes años, le seguirían títulos tan sugerentes como Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, Criaturas olvidadas del mundo, etc, etc.

Willis O´Brien había fallecido en 1962, mientras Ray estaba rodando Jasón y los Argonautas, y cuando este volvió a casa le entristeció mucho no haber podido despedirse de su amigo debidamente. Quizá como una deuda pendiente –y porque siempre había querido rodar alguna de las ideas de O´Brien que no se habían llevado a la pantalla, como la curiosa War Eagles–, a finales de los 60 Harryhausen retomó un viejo argumento de su maestro en el que unos vaqueros se enfrentaban a lazo a dinosaurios. La película acabó siendo El valle de Gwangi, en la que los componentes de un circo norteamericano descubrían un remoto paraje en México –en realidad, Cuenca– en el que, como en El mundo perdido de Arthur Conan Doyle, sobrevivían todavía especies prehistóricas. El grupo se obsesionaba con capturar vivo a un feroz alosaurio –Gwangi– y exponerlo en su espectáculo. En realidad era otra vuelta de tuerca a la vieja idea de King Kong y la película no funcionó muy bien en taquilla, parece ser que sobre todo por el desinterés en promocionarla por parte de Warner Bros. La cinta marcaría años después, sin embargo, la vida de cierto niño que ahora mismo está escribiendo este homenaje...


Las películas de Ray Harryhausen, como se ha visto, tuvieron una suerte dispar en taquilla: algunas fueron grandes éxitos, mientras otras pasaron ignoradas. La siguiente que Ray rodaría, en 1974, iba a ser una de sus más populares y provechosas, y volvía a retomar al antiguo héroe que ya en 1958 había protagonizado uno de los principales títulos de la filmografía de nuestro hombre: Simbad el marino surcaba de nuevo los mares en El viaje fantástico de Simbad. El argumento era de nuevo muy parecido al de muchas otras películas de Ray (¡mejor!), pero el catálogo de bestias amenazantes  era uno de los mejores de la obra harryhauseniana: los homúnculos, el mascarón de proa viviente o los protagonistas de dos escenas impagables: la estatua de la diosa Kali que se enfrentaba al grupo de Simbad, y la mítica lucha final entre el cíclope-centauro y el grifo (el combate entre criaturas se había convertido en clásico en casi todas las películas de Ray desde que el Ymir se enfrentara a un elefante en A 20 millones…). El propio Simbad, por cierto, había dejado de llevar el impecable tupé y el rostro afeitado de Kerwin Mathews (protagonista de Simbad y la princesa) para encarnarse en las formas de un más atlético, aguerrido y barbudo John Phillip Law, a quien acompañaba todo un icono erótico del fantástico como era Caroline Munro en el esplendor de su belleza. La cinta la dirigió además un clásico del género, Gordon Hessler.

Harryhausen y Schneer no se complicaron mucho para decidir cuál sería su próximo film: Simbad tendría una trilogía, y así, en 1977 estrenaron Simbad y el ojo del tigre que, a pesar de contar con un mayor presupuesto, no proporcionó las rentas de su antecesora, aunque tuvo un éxito destacable. El marino oriental adquiría en esta tercera parte un nuevo rostro: Patrick Wayne, el hijo del mítico John Wayne, aportaría su apuesto físico al personaje, secundado por una joven Jane Seymour y por otra hija de actor famoso, Taryn Power, cuyo padre era, por supuesto, Tyrone Power.

Pero hablemos de los “verdaderos” protagonistas del film (ja, ja…): los siempre encantadores personajillos de Harryhausen, que en este nuevo trabajo hicieron incesante aparición y fueron numerosos: tres diablillos invocados por la malvada hechicera de turno, una morsa y un avispón gigantes, un simpático mandril (animado, puesto que no se puede domesticar a estos simios), Minatón, el minotauro de latón, el impagable cavernícola Trog, y el dientes de sable que guarda el tesoro final, y que no está quizás  entre las mejores creaciones de nuestro ídolo, posiblemente por problemas de tiempo. Precisamente por esto último, Ray aceptaría por primera vez que alguien le ayudara con las miniaturas del proyecto: Janet Stevens y Tony McVey tuvieron el honor de esculpir algunas ellas para el film.

Por cierto, mucho antes que Spielberg en Indiana Jones y la Última Cruzada, Ray ya había decidido utilizar la centenaria ciudad de Petra como localización exótica y fantástica, aunque tuvo el buen gusto de disimularla un poco mejor que el director norteamericano por medio de fondos mate.


En 1981 Ray nos propone su último viaje a lugares remotos: recurriendo de nuevo a la siempre rica mitología griega, y en concreto a la historia de Perseo y Medusa, da forma a Furia de titanes, dirigida por Desmond Davis e interpretada por los prácticamente desconocidos Harry Hamlin y Judi Bowker, a los que apoyan un destacable elenco de secundarios que se llevó buena parte del presupuesto (16 millones de dólares, más que todas las anteriores películas de Ray juntas) y que encabezaban veteranos de la talla de Laurence Olivier, Claire Bloom o Burgess Meredith.

El catálogo de “hijos” de Ray fue notable, aunque sin duda los más destacable son los que aparecen en la magnífica secuencia de la Isla de los Muertos, guardada por el temible Dioskilos, el lobo de dos cabezas, y por la mortal Medusa, magistral momento de la película. No hay que olvidar tampoco la aparición de otras creaciones de Harryhausen como Pegaso, el caballo alado, los escorpiones y el buitre descomunales, el simpático búho mecánico Bubo, el malvado Calibos o el espantoso Kraken. Además, aparecen otros seres terroríficos representados por actores o por otros medios, como las Greas, el barquero Caronte o de nuevo Calibos, que en ocasiones es interpretado por Neil McArthy, espléndidamente maquillado por Colin Arthur.

El último largometraje de Ray Harryhausen fue recibido por los críticos contradictoriamente: mientras a algunos les gustó y alabaron el esforzado trabajo de Ray y sus colaboradores (Jim Danforth, Janet Stevens y Steve Archer –de nuevo el tiempo obligó al Maestro a buscar ayuda–), otros lo encontraron anticuado. Ciertamente, La guerra de las galaxias de George Lucas –irónicamente, un admirador de Harryhausen– había marcado un antes y un después en el cine fantástico y el modo de concebir y crear efectos especiales empezaba a cambiar. Tan sólo cuatro años después, la ILM introduciría el primer personaje creado por CGI en El secreto de la pirámide.

Después de considerar varios proyectos, principalmente la también mitológica Force of the Trojans y una nueva aventura de Simbad que le llevaría nada menos que a Marte –a lo largo de su carrera, Ray también barajó muchas ideas que acabarían llevándose a la pantalla como La guerra de los mundosEl alimento de los dioses, Conan, El Hobbit, El Señor de los Anillos, El Baron de Munchausen, Beowulf, etc, etc–, nuestro animador favorito decidió que había llegado el momento de retirarse del cine. Esto no iba a significar, precisamente, el final de su leyenda, como veremos en la próxima entrega

Las películas de Ray Harryhausen
1949- El gran gorila (Mighty Joe Young, Ernest B. Schoedsack)
1953- El monstruo de tiempos remotos (The Beast From 20.000 Fathoms, Bert I. Gordon)
1955- Surgió del fondo del mar (It Came From Beneath the Sea, Robert Gordon)
1956- The Animal World (Irwin Allen)
1956- La Tierra contra los platillos volantes (Earth vs. the Flying Saucers, Fred F. Sears)
1957- A 20 millones de millas de la Tierra (20 Millions Miles to Earth, Nathan Juran)
1958- Simbad y la princesa (The 7th Voyage of Sinbad, Nathan Juran)
1960- Los viajes de Gulliver (The Three Worlds of Gulliver, Jack Sher)
1961- La isla misteriosa (Mysterious Island, Cy Endfield)
1963- Jasón y los Argonautas (Jason and the Argonauts, Don Chaffey)
1964- La gran sorpresa (First Men in the Moon, Nathan Juran)
1966- Hace un millón de años (One Million Years B.C., Don Chaffey)
1969- El valle de Gwangi (The Valley of Gwangi, Jim O´Connolly)
1974- El viaje fantástico de Simbad (The Golden Voyage of Sinbad, Gordon Hessler)
1977- Simbad y el Ojo del Tigre (Sinbad and the Eye of the Tiger, Sam Wanamaker)
1981- Furia de titanes (Clash of the Titans, Desmond Davis)

2 comentarios:

  1. Una de las cosas que quiero hacer antes de morir, es verlas todas. Me lo apunto en mi ToDo personal.

    Furia de titanes es una de mis películas favoritas, tanto, que me niego a ver la nueva.

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  2. Pues son sólo 16, así que, ¿a qué esperas?

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