Lo de que los marcianos estén emperrados en
conquistar la Tierra no es nada nuevo, y no hace falta más que remontarse a la
novela clásica de H.G. Wells La guerra de
los mundos, de 1898, o a las viejas y queridas películas de ciencia ficción
de los 50 (recordemos al abuelo de Alien, El
terror del espacio exterior, entre otros muchos precursores ilustres)
para encontrar ejemplos de sobra de historias –filmadas o escritas– con un
argumento casi igual o parecido al de Life.
Así pues, ¿qué tiene nuevo que ofrecernos este
último trabajo del sueco-chileno Daniel Espinosa? Pues, en principio, se diría que nada: la
historia de unos astronautas aislados en una nave o estación espacial y
acosados por una criatura monstruosa es un cliché del género fantástico que ha
pasado por mil encarnaciones en las últimas décadas. Y, sin embargo, salgo
bastante satisfecho de la película; logra entretenerme y tenerme medianamente
en vilo a pesar de lo predecible que podría parecer su desarrollo a priori. La
explicación la encuentro en una puesta en escena atinada, bien concebida y que
sabe aprovechar el suspense y la tensión que dominan el angosto espacio en el
que transcurre el film, así como en un reparto atractivo y meritorio del que,
por supuesto, para mí destacan el siempre eficaz Jake Gyllenhaal y Rebecca Ferguson,
esa suerte de reencarnación Ingrid Bergman que descubrí el pasado año (en este
enlace, mi presentación de la actriz) y a la que ya he añadido a mi larga
lista de musas del celuloide. Y, cómo no, está ese final que no desvelaré
y que me parece todo un acierto, que seguramente no hubiéramos visto si la
cinta la hubiese protagonizado alguno de estos actores tan poco arriesgados y
repetitivos como Tom Cruise y compañía.
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