De entre las películas que podríamos
considerar “menores”, “secundarias” o, simplemente, menos populares de Peter Cushing, esta The
Ghoul es una de las que más me gusta. Se estrenó en 1975, en una
época en la que el esplendor de la Hammer y de las compañías que siguieron su
estela ya empezaba a palidecer. Este largometraje en concreto fue producido por
la Tyburn Films de Kevin Francis, hijo del mítico Freddie
Francis, que dirige la película. Encontramos en la cinta muchos otros
nombres relacionados con la productora de los Carrera, además de los del actor
principal y del director, como son el del guionista Anthony Hinds, el del
director de fotografía John Wilcox o el de la actriz Veronica
Carlson, a quien acompañan en el reparto la no menos atractiva Alexandra Bastedo, un jovencísimo John Hurt y la más veterana Gwen Watford. Así que, aunque no estamos
exactamente ante una película “de la Hammer”, tiene mucho de su ambiente,
estética y, sí, encanto.
Menos conocidos que otros monstruos del cine,
la literatura y el folklore como puedan ser los vampiros, los zombies o los
hombres lobo, los ghouls son
criaturas que tienen su origen en la ancestral India y que, ya sean seres
humanoides o personas depravadas, invariablemente saquean tumbas y comen carne
humana. Hay uno en esta cinta, por supuesto; no creo que sorprenda a nadie al
avanzarlo. Pero los protagonistas, un grupo de jóvenes de clase alta de los
años 20 que llega accidentalmente a una solitaria mansión envuelta en niebla y
rodeada de pantanos, lo desconocen. Allí les reciben un educado y antiguo
pastor (Cushing), su sirvienta hindú (Watford) y su perturbado jardinero
(Hurt). Como es de esperar, hay un misterio, un horror y un drama ocultos en la
recóndita casa.
Aunque no suele estar considerada entre las
mejores del gran actor británico (su recepción en Inglaterra fue templada, y no
se estrenó comercialmente en países como EE.UU. o España en su momento), la cinta logra
atraparme por todos esos recursos y elementos tópicos del cuento gótico del que
soy ávido lector: el caserón perdido, el alma torturada que lo habita, el terrible secreto que guardan las paredes del
edificio... Además, por supuesto, de la siempre hechizante presencia de
Cushing, un hombre que a menudo me causa gran admiración por su porte y buen
hacer en la mayoría de sus trabajos. Hay, por cierto, una curiosa y conocida
anécdota sobre él y el rodaje de The
Ghoul, y es que, para la escena en que su personaje muestra una foto de su
fallecida esposa, el actor pidió usar una imagen de su verdadera mujer, Helen,
que había muerto unos años atrás. Cuentan que Cushing rompió a llorar durante el
rodaje de aquel fragmento, y que la productora decidió finalmente no incluir
esas imágenes en el montaje final. Aún así, es obvia la emoción nada fingida
del astro del terror al interpretar esos momentos en lo que sí se puede ver en
la cinta.
La película, para finalizar, se estrenó en
España, ya directamente para televisión y formatos domésticos, con títulos como
El resucitado o Necrófago. En 1976 se pudo ver brevemente en el Festival de Sitges, donde Peter Cushing fue honrado con el premio al mejor actor por su interpretación en la película.
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