A la directora gala Diane
Bertrand le tenemos que agradecer que descubriera para la gran pantalla
a la deliciosa Olga Kurylenko: la ucraniana
residía en Francia, donde comenzó su carrera como modelo, cuando en 2005 tuvo la
oportunidad de interpretar su primer largometraje para cine, L’annulaire (“El anular”), basado en una
novela de la japonesa Yoko Ogawa. Poco después
llegarían Paris, je t’aime, donde yo
personalmente descubrí a la actriz, y el salto a Hollywood y a la fama
internacional, sobre todo tras convertirse en chica Bond en Quantum of Solace.
Película narrada con gran sensibilidad y que
sabe aprovechar y explotar como quizá no lo ha hecho ninguna otra la sensualidad de su
protagonista, nos cuenta la historia de Iris, una joven que comienza a trabajar
como secretaria en una extraño laboratorio situado en una vieja finca en la que
su director (Marc Barbé) confecciona y
almacena “especímenes”, en realidad recuerdos y objetos preservados de los
clientes que acuden a solicitar los servicios de este peculiar personaje.
Se trata de una especie de cuento fantástico
en el que, curiosamente, para mí sobran el par de escenas de sexo que tiene y
que pienso que rompen el encanto de la historia. Aunque me lo paso muy bien con
películas como Centurión, Oblivion, o la entrega de James Bond
antes citada, creo que este es con diferencia el mejor papel que he visto
interpretar a Olga Kurylenko.
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