Es algo que tengo claro desde
hace muchísimos años y que he denunciado incontables veces. Tampoco creo que
haga falta ser muy observador para darse cuenta de ello: hemos convertido a Audrey Hepburn en un mero objeto de
merchandising, ignorando por completo a la persona y a la actriz que hubo
detrás de las imágenes. No sólo pasa con ella y tampoco es nada nuevo: algo parecido se puede decir de Charles Chaplin, Marilyn Monroe, John Lennon o Ernesto Che
Guevara –entre otros–, cuyos pósters adornan por igual habitaciones y establecimientos de
gente que apenas conoce nada de ellos ni de su legado. Se han convertido en
meros ornamentos que resultan cool, in, chic
o como quiera que se diga ahora. Y lo peor en el caso de la primera artista
citada es que, detrás de toda esta maniobra comercial, están posiblemente sus
propios hijos, que han concedido licencias para todos esos cuadros, tazas,
bolsos, camisetas y libros (cada vez más) insulsos que circulan sobre ella.
Siempre me resulta inevitable pensar que la propia Audrey Hepburn, de seguir
hoy en día con vida, seguramente no hubiera permitido toda esta frivolización
de su persona e imagen.
La verdad es que hoy no pensaba
conmemorar el 23 aniversario de la muerte de Audrey, pero este artículo
aparecido en Vanity Fair ha hecho que
me picara el gusanillo y me han entrado ganas de comentarlo y, con esa excusa, confeccionar
una nueva entrada en el blog. Parece que, siempre que se
construye un mito y éste alcanza la cumbre, toca desmontarlo de una o de otra manera –o de varias a la vez–. No obstante,
tengo que mostrarme parcialmente de acuerdo con las reflexiones de la
redactora, aunque no coincido en que Desayuno
con diamantes –que, de todas maneras, nunca ha estado entre mis películas
favoritas de la actriz– haya envejecido mal. Muy al contrario, creo que el
tiempo la ha convertido en más que un clásico del Cine.
* Artículo sobre Audrey Hepburn en Vanity Fair.
Ya son 23 años sin Audrey... |
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