Un pequeño local que, sin embargo, escondía la mayor oferta de películas en vídeo de la ciudad |
En estos días
toca decir adiós a un local emblemático de Puerto de Sagunto, prácticamente una
institución: el Videoclub Casablanca anunció
recientemente su cierre definitivo a finales de este mismo mes de enero de
2016. Su propietario, Ximo Ginés, se jubila tras 27 años al frente del
negocio. “El Casablanca” era algo más que un simple videoclub; al menos era
diferente a todos los demás videoclubes del pueblo, primero porque estaba
regentado por una persona a la que le gustaba el cine y que entendía de él.
Puede parecer irónico, pero yo mismo comprobé de primera mano y en numerosas
ocasiones que muchos propietarios o empleados de videoclubes no sabían
absolutamente nada de lo que vendían (o alquilaban). En una ocasión, incluso se
me llegó a ofrecer como alternativa a una película que yo buscaba otra cuyo
título rimaba con ella….
El panel de novedades siempre era el más visitado |
Años 80: llega
el vídeo doméstico
En la década de los 80 fue irrumpiendo
paulatinamente en los hogares españoles el vídeo doméstico (véase mi entrada
recordando aquellos tiempos) y con las cintas magnéticas en los formatos VHS, Beta y
2000 llegó también un nuevo tipo de establecimiento público: el
videoclub, un lugar en el que los afortunados propietarios de un moderno magnetoscopio
podían ir a comprar y alquilar películas para su flamante aparato. Los primeros
de estos comercios coincidieron casi siempre con tiendas de electrodomésticos,
la mayoría de las cuales hicieron un hueco en su superficie para ofrecer videocasetes
a sus clientes, pero hubo también empresarios que directamente inauguraron sus
propios negocios de alquiler de películas domésticas. Este fue el caso de
nuestro homenajeado quien, cansado de trabajar por cuenta ajena, decidió
emprender la aventura de la autonomía y montar uno de estos establecimientos en
el año 1989: su emplazamiento sería una calle clásica de la localidad, la Segorbe,
concretamente en su número 54. El local era en realidad una vieja planta baja
remodelada pero, cuidado: sus modestas dimensiones podían llevar a engaño,
porque acabaría teniendo la oferta más amplia y rica de películas para
visionado doméstico de la localidad, como veremos. Ximo lo bautizó con el título
de la legendaria película de Michael Curtiz que también dio nombre a muchos
cines españoles de otras épocas (sin ir más lejos, el que había en Sagunto
hasta los primeros 80).
Las películas "de punto rojo": de regalo con cualquier novedad |
Una amplia oferta
El Videoclub
Casablanca se concibió como un comercio familiar y amistoso en el que su gerente
conocía bien a sus clientes, sabía de sus gustos y siempre estaba dispuesto a
recomendar una u otra película en base a ello. Yo personalmente no tuve vídeo
hasta el mismo año de su inauguración, y los videoclubes a los que primero
acudí fueron aquellos inmediatamente más cercanos a mi casa: Centauro, Omar y el
que estaba en la calle Naranjo, cuyo nombre siento haber olvidado. No sé si
conocí el Casablanca porque pasé por su ubicación y me fijé en él, o porque
alguien me habló del local, pero comencé a ir en los primeros 90 y siguió
siendo mi videoclub preferido durante más dos décadas, aunque lo alterné
ocasionalmente con otros si no encontraba una película que buscaba o si decidía
ver alguna por la noche, horario en el cual sólo algunos de estos comercios
abrían en el pueblo. A menudo durante muchos años bajé hasta el Casablanca por
el simple placer de dar un paseo hasta allí y charrar un rato con Ximo, al
margen de la calidad o el interés que pudiera tener la película que luego me
llevara. Además, sus precios nunca tuvieron igual en la localidad –al menos,
que yo sepa–: el videoclub te ofrecía dos tipos de película: los estrenos, o
las de “punto rojo”, que ya llevaban un tiempo en alquiler. Las primeras
valían 200 pesetas, las segundas, 100, pero… esto era lo mejor: con cualquiera
de ellas te podías llevar otra película de punto rojo, lo que quiere decir que
podías optar a dos títulos por tan sólo veinte de los antiguos duros. Estos
precios subieron luego con la llegada de la moneda única a 1 y 2 euros, e
igualmente el Casablanca actualizó sus cintas magnéticas a discos DVD y –más
recientemente– Blu-Ray. Incluso llegó a tener videojuegos durante algún tiempo.
La pequeña habitación del fondo albergaba las películas clásicas y... también algunas más picaronas... |
Como ya avanzaba antes, las humildes dimensiones
del Videoclub Casablanca podían fácilmente llevar a engaño, pues si bien en
cantidad el negocio quizá no podía competir con otros locales del mismo ramo
mucho más grandes (como las enormes franquicias Weekend que abrieron algunos
años después), la oferta y la calidad que el Casablanca proporcionaba no tenía
probablemente igual en el pueblo: cualquier persona que buscara un tipo
de película algo menos conocida o comercial, o que deseara revisitar algún
clásico de antaño, sabía que aquel era prácticamente el único sitio en el que
iba a poder alquilarlo en muchos kilómetros a la redonda. Ximo no tenía a lo
mejor 8 o 10 copias de las novedades más recientes, pero en diversidad no había
quien compitiera con su comercio.
Peces grandes…
y pirañas
En lo relativo al cine, las películas y el arte
dramático en general, siempre me es inevitable recordar aquella metáfora del pez que es
devorado por otro pez más grande: el 7º Arte, en sus primeros momentos
de vida, destronó a la milenaria representación teatral como entretenimiento
favorito del espectador. Décadas después, la pequeña pantalla hizo peligrar a
la grande a medida que se implantaba en más y más hogares. Después llego el
vídeo, cuyo auge coincidió de manera nada casual con la muerte de muchos
locales de cine veteranos. Y en este nuestro siglo XXI ha llegado algo que
difícilmente hubiéramos podido prever hace unas pocas décadas, más que un pez
grande, todo
un banco de pirañas: internet, una forma de comunicación inmediata,
rápida y muy tentadora en la que algo indiscriminada y caóticamente se han
mezclado toda una serie de ofertas que ponen al alcance del usuario con pocos
prejuicios –y con el discutible pretexto de que “la cultura es gratis”– un método barato o directamente gratuito de
obtener una interminable serie de opciones: películas, música, videojuegos,
libros…
El Casablanca era prácticamente el único videoclub en el que se podían encontrar películas clásicas y de autor |
Ni qué decir tiene que es esta red de redes mundial la que, a su vez,
ha imposibilitado prácticamente el alquiler y venta de películas –y de discos,
y de libros, y de videojuegos, y de… – y ha dado el estocazo mortal
tanto a los videoclubes como a muchos otros tipos de comercio y de formas de
vida. Cuando hablas con muchas personas jóvenes al respecto de todas estas
cosas, te das cuenta de que ni siquiera conciben pagar por alguno de estos
divertimentos, de que en su vida han tenido que poner dinero para ver una
película o ni siquiera han ido al cine, algo que a mí personalmente me sume en
un tremenda tristeza por tratarse de una filosofía de vida tan diferente a la
mía, que he crecido yendo y amando el cine en pantalla grande. Son
decididamente malos tiempos para muchas cosas: el cine, los videoclubes, las
librerías, y tantas más, y nuestros sucesivos gobiernos no están precisamente
ayudando a aliviar todas estas heridas contra la cultura en sus muchas formas.
Ximo Ginés se jubila tras 27 años al frente de su negocio. Por sus manos han pasado miles y miles de películas |
Si he de ser
sincero, también tengo que admitir con pesar que en los últimos años yo mismo
fui dejando paulatinamente de ir al Casablanca: hacia el 2013-2014 toqué uno de
los baches personales más grande de mi vida. Tras varios años desempleado, mi
economía llegó a límites tan precarios que hasta los míseros 2 euros que costaba
alquilar una película me suponían a menudo un inmenso sacrificio. Y, además,
para mí la prioridad siempre ha sido y será el cine, así que, sintiéndolo
mucho, tuve que elegir dónde destinar mis escasos ahorros.
¡Feliz
jubilación!
Con el inminente cierre del Casablanca, creo que
sólo quedarán un par de videoclubes en Puerto de Sagunto (puedo dejarme
alguno). Visto y lo visto, y dicho lo dicho, no parece haber un futuro muy
esperanzador para este tipo de comercio. Nuestro amigo Ximo Ginés seguirá al
frente de su local hasta el 31 de enero, y hasta entonces estará liquidando su
amplio stock de películas en DVD y en Blu-Ray, por lo que, si cualquier lector
está interesado en esta oferta, puede pasarse por la ya citada calle Segorbe,
54 de Puerto de Sagunto o llamar al teléfono 96 2676145. Ni qué decir
tiene que yo ya estuve seleccionando algunas películas que me he llevado como
recuerdo del videoclub (¡y a riesgo de saturar mis pobladísimas estanterías!).
El letrero del videoclub pronto se apagará de manera definitiva... |
Por mi parte,
nada más queda que desearle a Ximo una feliz jubilación con muchísimas
más películas de las que disfrutar, agradecerle su gestión y amistad todos
estos años y desearle suerte con su proyecto del resucitado Cine Club
Nautilus, en donde todos los lunes varios aficionados al cine se reúnen
para ver algún clásico y comentarlo (más información en su página en este enlace de su página Facebook).
Si que es un lastima sí, el tiempo pasa para todos los sentidos dejando una huella impresa en la memoria de lo que fue. Al menos, si su jubilación se da por la edad, me alegro de que un cinéfilo como Ximo haya acabado su labor siguiendo el camino que le gustaba.
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