Al pasar el otro día por un quiosco y ver este
cómic, no pude resistirme a comprarlo a pesar de que no soy lector habitual del
llamado “arte secuencial”. La razón es bien fácil de imaginar: inmediatamente
me retrotrajo a mis tiempos mozos, a muchísimos años atrás cuando lo leí por
primera vez. No estoy seguro de si llegué a tener entera la adaptación a la viñeta de La guerra de las galaxias –porque recuerdo
que Bruguera la publicó en varios volúmenes– y, de hecho, no estoy seguro de si
aún la conservo completa o parcialmente en algún lugar de mis estanterías, pero
sí recuerdo claramente haberla tenido en mis manos y lo mucho que en su momento
me llamaba la atención aquella curiosa portada con un Darth Vader verde y una
princesa Leia que no se parecía mucho a la de la película. Estas diferencias
iban a ser una constante en las páginas del cómic (ilustrado por Howard Chaykin
y Steve Leialoha), lo que se explica sin duda porque éste se confeccionó antes
de que se estrenara la película y partiendo de unas pocas imágenes y bocetos
(así, R2-D2 es mucho más grande, o los cazas TIE más rechonchos y con las alas
más cortas, entre otras cosas). Este método (preparar con antelación una
adaptación al cómic o novelada de un film) sigue efectuándose hoy día, pero
obviamente los recursos y el material gráfico de los que disponen dibujantes y escritores son
mucho más idóneos que aquellos disponibles hace cuatro décadas.
Yo estuve allí… Pertenezco a la primera generación
de Star Wars, aquella que disfrutó el
estreno de su primera entrega directamente en pantalla grande. Bien es cierto
que a los cines de mi pueblo la cinta de George Lucas no llegó hasta 1979 (era
lo que tenían los reestrenos de la época). Igualmente me entusiasmé, durante
aquellos últimos años de esa década, con parte de la popularidad que la
franquicia ya disfrutaba por aquel entonces. Recuerdos las figuras troqueladas
de Panrico, los cromos de Pacosa (curiosamente, nunca tuve el álbum, pero un
amigo me dio un buen montón que tenía repetidos), mi póster de Obi-Wan y el de Han
Solo y Chewbacca que tenía colgados en mi habitación y que salieron en el
Lecturas o alguna revista por el estilo y, por supuesto, los cómics de
Marvel/Bruguera, así como aprenderme los nombres, no sólo de los protagonistas, sino de casi todas las criaturas y naves del fim: los jawas, los incursores tusken, los banthas, los Alas-X e Y… El largometraje también me descubrió a dos de los actores que habrían de convertirse en imprescindibles en mi vida: Peter Cushing y Harrison Ford.
Es bien cierto que yo era muy jovencito por
entonces y con escaso poder adquisitivo, y que mi “momento Star Wars” iba a venir sobre todo unos años después con El retorno del jedi, pero la saga
galáctica ya me había atrapado en aquella mi primera década de vida. Y lo hizo
para siempre: hoy se estrena el séptimo episodio de la –innegablemente– longeva
epopeya estelar. Han pasado casi cuarenta años desde que Luke Skywalker, Han
Solo y la Princesa Leia fascinaron al mundo por primera vez; ha nacido una nueva
generación que ahora disfruta de las nuevas entregas con sus padres… Todo
parece indicar que Star Wars
presidirá las vidas de muchos de sus fans originales –y supongo que de los
posteriores– y que, seguramente, nos sobrevivirá. Me pregunto si los nietos y
bisnietos de aquella primera hornada setentera de admiradores de la franquicia
seguirán viendo nuevas aventuras de todos estos fantásticos personajes, quizá
en un formato técnico que ni siquiera podemos concebir hoy día. Apuesto a que sí...
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