Después del pequeño fiasco que me
pareció El filo del mañana ando un
poco decepcionado con Emily Blunt. Más aún después de ver hace unos días
una película que rodó hace diez años en su Inglaterra natal a las órdenes del
polaco Pawel Pawlikowski, My Summer of Love, que para mí está a
años luz de ventaja con respecto al primer título citado. Y este disgustillo viene porque la
considero una actriz hasta ahora diversa, creativa y arriesgada capaz de
embarcarse en proyectos más comprometidos e interesantes que el film de ciencia
ficción que nos ofreció este año acompañada de un actor del que previamente
había renegado (lo que puede el dinero…) Películas suyas con menos presupuesto y
muchos más sencillas como Sunshine
Cleaning, Wild Target o La pesca del salmón en Yemén demuestran la versatilidad de Emily y
su capacidad para abordar personajes y registros variados que le permiten lucirse más como profesional de la interpretación y asumo que realizarse además como artista y persona.
En el segundo largometraje de su
carrera –el que reseño aquí– la señorita Blunt encarna a Tamsin, una chica de clase
alta que entabla una amistad bastante íntima con Mona (Natalie Press), otra joven de la localidad durante ese verano al que alude el título. Mientras la primera
se toma dicha relación como un pasatiempo, la segunda lo asume de una forma mucho
más seria. Phil (Paddy Considine) completa el triángulo interpretativo como
el hermano de Mona, un expresidiario antaño violento que se ha convertido al
cristianismo y convoca reuniones religiosas en su casa.
My Summer of Love es una película de propuesta sencilla, con bonitas y soleadas
escenas al aire libre y una destacable selección de canciones adornándola en la
que ya se ve que la entonces principiante Emily Blunt tenía por delante una
carrera muy prometedora (hay incluso un par de escenas en las que ella misma toca el
chelo, y otra en la que también demuestra sus cualidades como amazona). Esperemos que no acabe totalmente corrompida por ese star system
hollywoodiense que tan bien la ha recibido y que no termine con una filmografía tan
mediocre y olvidable como la de tantos otros actores extranjeros que han
acabado perdiéndose artísticamente hablando en el cine de EE.UU. Sirva como
ejemplo una compatriota suya de la que una vez también fui admirador, Kate
Beckinsale.
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