Llegué con cierto retraso a la saga Riddick
del director David Twohy y del actor Vin Diesel; no mucho, pero no vi la primera parte,
Pitch Black
(2000) hasta su edición en VHS. Me pareció una película sencilla, sin
excesivas pretensiones, pero entretenida. Sí que vi su continuación, Las crónicas de
Riddick (2004), en pantalla
grande, y quizá por eso consiguió calarme más. Se había invertido también un
mayor presupuesto en ella, lo que la hacía más vistosa, espectacular y variada
que la anterior. Hasta le encontré un regustillo a cómic setentero y ochentero
en la línea de Moebius, Bilal y compañía. No es que la película pasara a formar
parte de mi palmarés cinematográfico, pero me pareció más correcta e
interesante que la anterior.
Esperaba con ganas el estreno de la tercera
entrega, titulada simplemente Riddick,
el pasado viernes, no negaré que principalmente por la inclusión en su
plantilla de una de mis actrices fetiche, la normalmente televisiva Katee Sackhoff… Esta vez, no se puede decir que la
espera valiera demasiado la pena. Me encuentro con una película muy normalita,
del montón, escasamente original, aunque correctamente dirigida y visualmente
atractiva. El argumento es el que hemos visto cientos de veces: un grupo de
personas acorraladas en un espacio reducido y acosadas por una peligrosa
amenaza, normalmente una o varias criaturas alienígenas o sobrenaturales; es
una propuesta que siempre parece emocionante pero que muy a menudo acaba
decepcionando por lo repetitivo de su final, que apenas tiene variaciones. En
esta línea podríamos citar docenas de películas, incluso la primera de la
trilogía –de la que casi parece un remake– o ejemplos mucho más ilustres y clásicos
como Aliens o El enigma de otro mundo. Los personajes de la cinta pecan también
de reiterativos y poco carismáticos: mucho músculo, mucha bravuconería y mucha
testosterona y prepotencia que llegan a cansar. Ni siquiera la propia Katee se
salva de esto, por muy sexy y tentadora que aparezca en su papel de dura
mercenaria. La dimensión sobrehumana, casi invulnerable, del personaje
principal no creo que consiga atraer al espectador más maduro y exigente, y el
monótono Jordi Mollá no es precisamente uno
de los intérpretes cinematográficos que más me atraen (menos mal que al menos no
se dobla él mismo), aunque hay que admitir que tiene algún buen momento en la cinta
(como sus peleas con Sackhoff) porque no resulta el típico malo duro e
imperturbable, sino más bien un malo algo tontaina. En fin, que no tengo muy
claro, si hay una cuarta parte de la saga, cuáles serán mis intenciones
respecto a ella…
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