Siguiendo la cautivadora y azul estela de la sensual
mirada de Emily Blunt llego a esta Wild Target,
película dirigida por Jonathan Lynn que se
estrenó en países más avanzados que el nuestro hace ya más de tres años y que,
da toda la impresión, no llegará a los cines españoles. Es por ello que, con
cierta reticencia, recurro a su visionado en formato en pantalla televisiva.
Se trata de una nueva versión, coproducida
entre Gran Bretaña y Francia, de la película gala de 1993 Cible émouvante de Pierre Salvadori en la que a un flemático y
solitario asesino a sueldo de mediana edad, Victor Maynard, se le encarga
acabar con la vida de una joven ladrona y sinvergüenza (Blunt, por supuesto) que
ha estafado a un mafioso. Pero el hitman
terminará prendándose de la chica y las cosas, claro está, se complicarán
cuando él y un muchacho que acaba relacionándose con la pareja de manera
accidental tengan que huir de los secuaces del mafioso.
Aunque con elementos, pues, de thriller, estamos
en realidad ante una comedia negra tan simpática como inocua y con cierto aire
a cine clásico, cuya historia y factura me resultan correctas pero no especialmente
destacables. Mucho más digno de mención me parece el estupendo reparto, ya que
a mi nueva musa desde el año pasado se une un actor que me cae tan bien como Bill Nighy (Maynard), y al duo protagonista lo respaldan secundarios de la talla de la veterana Eileen Atkins como la madre del asesino, el
siempre efectivo Rupert Everett como el
mafioso estafado o el hoy muy de moda Martin
“Bilbo” Freeman en el papel de un competidor
de Maynard, además del joven Rupert Grint, popular por la saga de Harry Potter, de la que no soy seguidor. El carisma y la gracia de la mayoría del reparto dan color e interés
a una cinta que, de otra manera, hubiese calificado como mediocre.
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