En estos últimos días he tenido ocasión de disfrutar
de dos películas algo diferentes y cuyos estrenos originales están bastantes
distanciados en el tiempo, pero que tienen en común su ambientación en suelo
italiano y su registro cómico, ligero e incluso naif. Utilizo ese vínculo como excusa para rellenar al menos un par
de párrafos en este mi espacio cibernético que últimamente tengo tan
descuidado…
En Bajo el sol de
la Toscana (Under the
Tuscan Sun, 2003) me reencuentro con uno de mis grandes amores de juventud,
la siempre encantadora Diane Lane, a la que
he de admitir que no le sigo el rastro fielmente en los últimos años (la verdad
es que mi último encuentro en cine con ella, Rastro oculto, fue toda una decepción). Interpreta a la escritora
real Frances Mayes, en cuyas vivencias
plasmadas en novela se basa este segundo y, de momento, último largometraje de
la estadounidense Audrey Wells. Frances es
una mujer recién divorciada que un buen día, a raíz de un viaje a Italia,
decide quedarse a vivir en el país y comprar y restaurar un viejo caserón. En
un tono idílico y casi bucólico, con una
fotografía colorista y casi de postal, la película nos cuenta los primeros
meses de la protagonista en la región de la Toscana y sus relaciones con toda
una serie de personajes a cada cual más simpático: los albañiles polacos que restauran
su casa, una veterana actriz de cine, el abogado que gestiona los trámites de
su adquisición, etc, etc. Es, como ya he adelantado antes –y no encuentro mejor
definición– una comedia liviana, agradable, casi capriana, que en algún momento
amenaza con volverse cursi pero que se deja ver hasta el final y en la que, por
supuesto, destaca una Diane Lane maravillosa en uno de sus papeles más graciosos.
Nada menos que cincuenta y dos años
retrocedemos para hablar ahora del clásico de Vittorio
de Sica Milagro en Milán, estrenada,
pues, en 1951. El neorrealismo italiano es una de mis muchas asignaturas cinematográficas
pendientes. He visto unas cuantas películas de este período, alguna de
Rossellini (Stromboli) y otras también
de Sica (Ladrón de bicicletas y Umberto D.). A pesar de que es una
cinematografía que me atrae, aún me quedan por ver muchos títulos esenciales de
aquella corriente europea de mediados del siglo XX.
Es curioso que, pese a la etiqueta de “neorrealismo”,
Miracolo a Milano sea una fábula
fantástica que presenta la pobreza y la miseria de la Italia de posguerra bajo
un prisma benévolo y optimista. Su protagonista es el simpático Totó (Francesco Golisano), un niño que nace en un campo
de coliflores y es acogido por una anciana. Tras el fallecimiento de esta y su
paso por un orfanato, Totó, ya muchacho, acaba en un campamento de chabolas repleto
de pintorescos y divertidos indigentes a los que ayudará a organizar la
instalación y a los que intentará hacerles la vida más alegre y llevadera.
Inolvidable e impagable ese final que no revelaré para quienes deseen ver la
cinta. Es una película que se puede calificar fácilmente con un adjetivo obvio
y sencillo: entrañable.
Hola.
ResponderEliminarHe visto más de una vez "Bajo el sol de la Toscana" porque me gusta la peli y también el lugar donde se desarrolla pero no he visto nunca "Milagro en Milán" y ahora puede ser una buena ocasión para verla.
Además, seguro que te va sonar mucho la imagen final ;)
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