Llevaba ya un tiempo sin ver películas de un
género que me gusta tanto como el western. Vuelvo, pues, a él, con The Return of
Frank James, dirigida por el gran Fritz
Lang en 1940, aunque he de admitir que ha sido la presencia de la
exquisita Gene Tierney el principal
aliciente para mí a la hora de decidirme por ver el film. De hecho, me he
propuesto poco a poco acabar de completar toda la filmografía de la actriz.
Este que revisamos fue, por cierto, su primer largometraje, cuando sólo contaba
con 19 años.
Los hermanos Ford asesinan cobardemente a
Jesse James. Su hermano Frank (Henry Fonda),
que vive pacíficamente dedicado a las labores de la granja, no está dispuesto a
dejar pasar por alto el crimen, que queda impune ante la ley, y vuelve a
empuñar el revolver. Acompañado por el joven Clem (un simpático y adolescente Jackie Cooper) y ayudado por su ex-oficial en la
guerra (Henry Hull) y una bella y decidida
periodista (Tierney), deberá enfrentarse al corrupto entramado que ha urdido la
muerte de Jesse, tras el cual se encuentra el dueño del ferrocarril local (Donald Meek, un secundario tan clásico como
entrañable).
Estamos ante uno de esos filmes del Hollywood
dorado que, más que por realismo o veracidad, destaca y deleita por esa
cualidad encantadora y ese tono de candidez tan típicos en las cintas de la
época y que hacen aflorar una sonrisa en el rostro del espectador durante buena
parte de su metraje: Frank James es todo un caballero elegante, educado y con
principios antes que un ladrón y un asesino, y hasta los malos se te hacen casi
simpáticos o inofensivos (a destacar la presencia de John
Carradine como Bob Ford). Esa agradable sensación es reforzada también
por la bonita y pionera fotografía en Technicolor. Impagable la secuencia del juicio...
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