No han sido muchos mis encuentros cinéfilos o
televisivos con Julianna
Margulies, pero es una actriz que raramente me ha dejado indiferente cuando he podido ver alguno de sus
trabajos. Su especial belleza de rasgos que se me antojan helénicos, su porte
elegante, esa mirada que parece transmitir una gran fortaleza interior,
cualidades todas que la hacen ideal para papeles de mujeres de clase
alta, elegantes y de carácter, siempre me llaman la atención y consiguen fascinarme.
Si hubiera estado más atento a la caja boba
–cosa que, por lo demás, no me interesa demasiado– probablemente la hubiera
descubierto antes de lo que lo hice, con la serie Urgencias, como casi todo el
mundo, que comenzó a emitirse en 1994 y
se extendió a lo largo de quince temporadas. En su lugar, la descubrí algo más
tarde a través de un pequeño ramillete de largometrajes y telefilmes, los primeros de los
cuales, he de admitir, los repesqué ya en vídeo. Las mini-series Las brumas de
Avalon (2001) y Hitler: El reinado del mal (2003) son los
trabajos que más me han gustado de ella. En el apartado cinematográfico, la
recuerdo principalmente de tres títulos de registro variado como son el
melodrama de ambientación bélica Camino
al paraíso (1997), la comedia Darwin Awards, muertes de risa (2006) y la irregular cinta de terror Ghost Ship
(2002).
Julianna, que debutó en el cine en 1991 con
una película que seguramente prefiera olvidar (Buscando justicia, con Steven
Seagal) sigue trabajando principalmente en la pequeña pantalla, en series como Los soprano,
Canterbury´s
Law o la más reciente La buena esposa. Como todavía le tengo más
aversión a la emisión televisiva ahora que hace veinte años, no me prodigo, por
desgracia, en visionar los trabajos de la actriz. El tener que esclavizarme con
una programación es superior a mí, y mira que lo siento, porque es una mujer
que, incluso a su edad (nació un 8 de junio de 1966 en Spring Valley, Nueva
York, EE.UU.), sigue transmitiendo mucho encanto y atractivo.
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