Seguramente por su parecido con el término “segundón” se tiende a asimilar la palabra “secundario” –concretamente, referida a un actor– de un modo peyorativo, idea totalmente errónea, ya que hay y ha habido grandes secundarios en la historia del Cine, artistas que incluso durante toda su carrera han trabajado únicamente en este puesto y no por ello han dejado de bordar sus papeles e incluso han robado el protagonismo a las estrellas de muchas cintas en las que han trabajado. (Los norteamericanos utilizan el término “supporting actor”: actor de reparto, o, literalmente, “actor de apoyo”, quizá preferible.)
En este nuevo homenaje he querido recordar a algunos actores y actrices memorables que nunca o casi nunca trabajaron en roles principales y, sin embargo, cada uno a su manera, dejaron una huella indeleble en las páginas del 7º Arte. Es una selección, por supuesto, personal, y sin profundizar excesivamente en mi casting mental; simplemente los primeros que me vienen a la cabeza (los que vaya recordando posteriormente quizá aparezcan en una continuación). Algunos me parecen notables por sus grandes papeles, otros simplemente me son simpáticos o entrañables por su tesón y por su perpetuidad en películas que me han gustado.
Margaret Dumont
Actriz emblemática de la adolescencia del arte cinematográfico, inolvidable para cualquier cinéfilo por sus repetidos papeles como viuda –o solterona– adinerada objeto de los tejemanejes del pícaro Groucho Marx en las películas que este realizó con sus hermanos. Él mismo decía que Margaret era “el quinto hermano Marx” (en realidad debiera haber sido el sexto, puesto que los Marx eran cinco, pero Gummo nunca apareció en las películas con los demás).
Esta robusta y alta actriz nació en Nueva York, EE.UU., en el ya lejano año de 1882 y se llamaba en realidad Daisy Juliette Baker. Se inició en el cine mudo en pequeños papeles tras su paso por el teatro, y en 1929 ya se las tuvo que ver con los Hermanos Marx en Los cuatro cocos. Sería la primera de sus siete intervenciones cinematográficas con los encantadores truhanes Groucho, Harpo, Chico y, ocasionalmente, el “hermano bueno”, Zeppo (las otras serían: El conflicto de los Marx, Sopa de ganso, Una noche en la ópera, Un día en las carreras, Una tarde en el circo y Tienda de locos). Siguió en el cine el resto de su vida, interviniendo en clásicos como Escuela de sirenas (1944), pero sin lugar a dudas Margaret será siempre recordada por sus comedias con los Marx. Curiosamente, falleció muy poco después de reencontrarse con Groucho en el show televisivo norteamericano The Hollywood Palace en 1965.
Indiscutiblemente esta legendaria actriz de rasgos severos (nacida como Frances Margaret Anderson-Anderson en Adelaide, Australia, en 1897) pasará a la historia del cine como la siniestra ama de llaves de Rebeca (1940, en la fotografía izq., aterrando a la pobre Joan Fontaine), el primer film americano de Alfred Hitchock y, en general, por sus papeles de personaje frío, intrigante e incluso malvado: la tía de Laura en la película homónima de Otto Preminger de 1944, la déspota tutora de Martha Ivers en El extraño amor de Martha Ivers (1948) e incluso la tirana Reina Herodias en Salomé (1953), entre otros muchos avatares.
Fue una reputada actriz de teatro especializada en papeles trágicos desde los 17 años, y no debutó en el cine hasta ser treintañera. Durante el resto de su vida seguiría alternando las tablas con las cámaras del cine y de la televisión, interviniendo en películas como Los diez mandamientos, La gata sobre el tejado de zinc, El ceniciento (donde, por supuesto, era la madrastra de Jerry Lewis), Un hombre llamado caballo e, incluso, en sus últimos tiempos, apareció en Star Trek 3: En busca de Spock. Trabajó hasta casi los 90 años, y su último papel fue en la serie Santa Barbara. Precisamente fallecería en esta localidad californiana en 1992.
Walter Brennan
Sin lugar a dudas uno de los grandes –grandísimos– secundarios de la Historia del Cine y, de hecho, el actor de reparto con más Óscars en su haber: tres. A Walter Andrew Brennan, nacido en Massachusetts, EE.UU. en 1894 lo recordaremos siempre en su típico papel de simpático vejete (aunque en realidad era más joven que los personajes que interpretaba) comparsa de estrellas como Gary Cooper, John Wayne o Humphrey Bogart.
Brennan debutó en el cine mudo ya en 1925, y durante muchos años intervino en infinidad de películas de todos los géneros representando pequeños papeles, aunque no fue prácticamente hasta que ganó su primer Óscar por su personaje en Rivales (1936) que los directores comenzaron a fijarse en él y su prestigio empezó a crecer. En los años siguientes consiguió dos estatuillas más por Kentucky (1938) y el clásico El forastero (1940), siendo nominado un año después también por su intervención en El sargento York.
Fue un habitual en las películas de Howard Hawks y William Wyler y eterno compinche de Gary Cooper en un montón de filmes (estuvo con él, además de en los títulos ya citados, en otros tan conocidos como Juan Nadie, o El orgullo de los yanquis), y también acompañó a otros grandes como Bogart (Tener y no tener, inolvidable su personaje preguntado a todo el mundo aquello de “¿Alguna vez te ha picado una abeja muerta?”), James Stewart (Tierras lejanas), Kirk Douglas (Camino de la horca) o John Wayne (entre otras: Dakota, Río Rojo, o la mítica Río Bravo, quizá uno de los mejores y más entrañables papeles de Brennan).
Seguiría en activo hasta casi el año de su muerte en 1974, interviniendo en muchísimas películas ya históricas de entre las que es imposible hacer una selección, pero entre las que destacan muchos westerns como Pasión de los fuertes o La conquista del Oeste y thrillers como Conspiración de silencio o El premio, además de todas las que ya se han repasado. También grabó varios discos de country.
Curiosamente, y contrastando con su habitual personaje amigable, Walter Brennan fue en vida, al igual que su colega John Wayne, un hombre muy conservador e intolerante, pero, si hemos de juzgar a un artista por su arte y no por su persona, su legado al 7º Arte es invaluable.
Probablemente el paradigma del eterno actor secundario, de rostro fácilmente identificable pero cuyo nombre quizá no sea tan conocido. A lo largo de los años 50, 60, 70 y 80 intervino en infinidad de películas y series, especialmente de aventuras, históricas, fantásticas y de intriga.
Este londinense nacido en 1920 se inició en el teatro shakespeareriano al terminar la II Guerra Mundial, y diez años después ante las cámaras televisivas, precisamente como el rey griego Menelao, un adelanto de los papeles históricos y mitológicos que presidirían buena parte de su carrera. A lo largo de los 50 alternará televisión y cine, reincidiendo en historias de corte clásico como El Conde de Montecristo, El Tulipán Negro, Nicholas Nickleby o varios encuentros con el personaje de Robin Hood, aunque también aparece en largometrajes como Ricardo III de Laurence Olivier (1955) o La batalla del Río de la Plata (1956), pero seguramente serán los 60 y primeros 70 los que proporcionarán a Wilmer mayor proyección internacional al intervenir en superproducciones hollywoodienses como El Cid (1961, fotografía superior, con Charlton Heston), Cleopatra (1964), La caída del Imperio Romano (1964), Kartum (1966), Patton (1970) o Cromwell (1970), amén de otras películas económicamente más modestas pero igualmente destacables como Jasón y los Argonautas (1963) o Vampiros enamorados (1970, aka Las amantes del vampiro) para la Hammer.
En el género detectivesco le encontramos interpretando en dos ocasiones a Nayland Smith enfrentándose a Christopher Lee en Las novias de Fú-Manchú (1966) y La venganza de Fú-Manchú, en varias entregas de la saga de La Pantera Rosa y, como colofón, como el mismísimo Sherlock Holmes en la primera temporada de las serie que la BBC dedicó al personaje a mediados de los 60 (rol en el que sería relevado por Peter Cushing). En los 70 todavía se reencontrará varias veces con el investigador de Arthur Conan Doyle.
Algunas de sus más destacables intervenciones de sus últimos años en activo podrían ser las de Marco Antonio y Cleopatra (1973), El viaje fantástico de Simbad (1974), Octopussy (1983) o El caballero verde (1984), su último papel para el cine y donde vuelve a coincidir con Cushing. En 1986 se retira de la interpretación tras intervenir en la serie francesa Les aventuriers du Nouveau-Monde, dedicándose en su jubilación a pintar y a escribir su autobiografía, Stage Whisper, que publicó el pasado año.
Seguramente casi todo el mundo cite los nombres de Christopher Lee y Peter Cushing como los actores más habituales del cine de la Hammer y del género de terror inglés en general, pero en realidad fue este actor nacido en Porstmouth, Inglaterra, en 1913 el intérprete que intervino en más películas de la mítica productora británica: nada menos que veinticinco. Prácticamente en todos los clásicos de la compañía de los Carreras podemos ver el rostro amable de ojos saltones de Ripper en pequeños papeles que van desde saqueador de tumbas, pueblerino o delincuente de poca monta hasta policía o clérigo: Quatermass 2 (1957), La venganza de Frankenstein, El hombre que engañó a la muerte, La Momia (las tres de 1959), Las novias de Drácula (1960), La maldición del hombre lobo (1961), El capitán Clegg, El Fantasma de la Ópera (ambas 1962), La maldición de los zombies, El reptil, Rasputín (todas 1966)… y así hasta las dos decenas y media de colaboraciones hammerianas del actor.
Intervino también en otras películas del género fantástico para rivales de la Hammer como la Amicus (El jardín de las torturas, 1967) o la Tygon (El esqueleto prehistórico, 1973), así como en infinidad de series hasta su retirada definitiva en 1992 tras un papel-homenaje en Revenge of Billy the Kid.
Michael George Ripper falleció en junio de 2000, dejando un respetable historial de más de doscientas intervenciones en cine y televisión y uno de los más entrañables legados a los seguidores del género fantástico. Su biografía puede leerse en Michael Ripper Unmasked, de Derek Pykett, publicado por la editorial especializada Midnight Marquee Press.
Dick Miller es sin duda al cine norteamericano de bajo presupuesto y a la American International lo que Michael Ripper a su equivalente británico y a la Hammer : habitual secundario en infinidad de películas de Roger Corman y allegados, se le puede ver en intervenciones de diversa envergadura en la mayoría de títulos clásicos de la productora estadounidense entre finales de los 50 y principios de los 60. Posteriormente ha quedado como un personaje icónico del cine de serie B yanqui, y muchos de los directores que sin duda crecieron viendo sus actuaciones, como Steven Spielberg, James Cameron, Joe Dante o Quentin Tarantino le han homenajeado con pequeños papeles en sus propios trabajos.
Militar y boxeador antes que actor, bajito pero de físico rotundo y mandíbula cuadrada, Richard Miller nació en el impopular barrio del Bronx, Nueva York, EE.UU., en 1928. A mediados de los cincuenta inició relación artística con el mítico productor y director Roger Corman, asociación que se prodigaría a lo largo de once años desde Conquistaron el mundo (1956) hasta El viaje (1967). Miller, como ya se ha dicho, se convertiría en habitual personaje secundario de muchas de las más memorables películas de Corman, incluidas Not of this Earth (1957), La pequeña tienda de los horrores (1960), El entierro prematuro (1962), El hombre con rayos X en los ojos o El terror (ambas de 1963), aunque sin lugar a dudas una de las colaboraciones más recomendables del tándem, tan disparatada como simpática, es Un cubo de sangre (1959), uno de los pocos roles principales que Dick ha interpretado a lo largo de su carrera.
Constituido en una pequeña leyenda viviente del fantástico, Miller continúa activo a día de hoy a sus más de 80 años y es habitual en las películas de muchos directores recientes como los ya citados hace dos párrafos, que han rendido tributo al actor haciéndole intervenir en muchos de sus filmes: lo podemos ver en Piraña, 1941, Aullidos, Terminator, Gremlins y su secuela (el célebre vecino paranoico), ¡Jo, que noche!, El chip prodigioso o Matinee, amén de en un montón de series como V, Lois & Clark, Star Trek: Espacio profundo nueve, Urgencias, o doblando voz en dibujos animados como Batman o La Liga de la Justicia. A día de hoy, su última intervención ha sido el pasado 2009 en The Hole de Joe Dante, director con el que trabaja habitualmente y del que se diría es intérprete fetiche.
La de Miller, como la de Michael Ripper, parece ser una de estas carreras generalmente desconocida y en la sombra pero encomiable y asombrosa que se extiende ya a más de ciento setenta intervenciones.
Este articulo esta muy bien. Felicidades.
ResponderEliminar¡Pues gracias! Espero que te haya hecho interesarte por el trabajo de alguno de estos artistas...
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