Charles Chaplin ha ocupado
buena parte de mi tiempo libre en las últimas semanas. Aunque es un director al
que admiro desde hace muchísimos años, todavía no había abordado la lectura de
ninguna biografía larga del genio londinense. Este descuido quedó compensado
cuando, hace poco tiempo, encontré en la librería de mi barrio el libro que el
escritor Peter Ackroyd le había dedicado (editado originalmente en
2014 y, en nuestro país, por Edhasa este mismo año). No tenía ninguna
referencia de la obra, pero me pareció una buena excusa para profundizar al
menos un poco (pues no es un homenaje excesivamente extenso) en la vida del
célebre Charlot. Siempre se aprende algo de cualquier trabajo de este tipo, a
no ser que sea muy poco profesional. El de Ackroyd es un libro que presta
especial atención, sobre todo, a los primeros años de Chaplin en el cine; de
hecho, el actor británico realizó la gran mayoría de su obra antes de cumplir
los 30, esparciéndose cada vez más sus posteriores películas.
Entre las cosas que desconocía o conocía menos de
Chaplin, he quedado sorprendido por lo mujeriego que era y la suerte que
tenía con el género femenino y, sobre todo, de saber lo inmensamente popular
que fue a lo largo de todo el mundo desde que comenzara a hacer cortos en
Hollywood ya en los años diez; en mi ignorancia siempre pensé que su fama había
llegado algo después, con los largometrajes. Menos me sorprende saber que era
un maniático perfeccionista bastante tirano en los rodajes con sus
trabajadores.
Aprovecho también la excusa de la lectura de este
libro para terminar el ciclo de sus películas que comencé el pasado año: si en
aquella ocasión me centré en las sonoras, en esta ocasión abordo las de larga
duración mudas. Con la excepción de la tercera –que no recuerdo haber visto
antes– he disfrutado de todas ellas en varias ocasiones a lo largo de mi vida:
1920 El chico
1923 Una mujer de París
1925 La quimera del oro
1928 El circo
1931 Luces de la ciudad
1936 Tiempos modernos
Para rematar esta “vorágine chapliniana”, revisiono
también la película que sobre la vida del artista hiciera Richard Attenborough
en 1992, Chaplin, y la de Peter Bogdanovich de 2001 El maullido del gato,
basada en el suceso del yate Oneida en el que nuestro homenajeado estuvo
implicado. Robert Downey, Jr. y Eddie Izzard le dan vida, respectivamente, en
estas dos películas.
Mi gran deuda pendiente con Chaplin sigue siendo la
gran mayoría de cortometrajes que realizó entre 1914 y 1923, de los que sólo he
visto unos pocos y hace varias décadas. Lo apunto en tareas pendientes.
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