Más de tres años después de su
aparición a nivel mundial llegaba efímeramente a los cines españoles, en
estreno limitado, La partícula de Dios de Tony Krantz el
pasado mes de abril, y yo la repesco ahora que aparece en formato doméstico. Se
trata de un thriller entretenido con más que obvia influencia de los clichés
del cine negro clásico en el que un (duro, por supuesto) detective privado debe
buscar, por encargo de un boxeador ex-convicto, a una stripper con la que éste
ha mantenido correspondencia sentimental en prisión. En la investigación acaban
entremezclándose policías corruptos, diamantes robados, y hasta un científico
de mente privilegiada y un excéntrico millonario que aportan al argumento del film
–con el apoyo de una fotografía de aire casi onírico o fantástico– un elemento
pseudo-místico. Un atractivo reparto de secundarios entre los que figuran Sam
Elliot, Thomas Kretschmann, Delroy Lindo, Bill Duke o William Fitchner, así
como el irresistible reclamo de Sienna Guillory
consiguen compensarme el protagonismo de un actor que me parece tan poco carismático e interesante como Antonio Banderas. Además, he visto la versión
doblada y el malagueño gana bastante con una voz con mucha mejor dicción que la
suya.
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