Hace tiempo que llegué a la
conclusión de que, con una sola vida, no voy a poder ver todas las películas
que me gustaría ver. Mis asignaturas cinéfilas pendientes son muchas y no creo
que logre cumplirlas todas, pero, no obstante, intento aplicarme y ver largometrajes
todos los días. Entre todo este interminable material pendiente está, entre
otros, el perteneciente al cine clásico francés. Por supuesto, he visto cosas: algo de Renoir, algo
de Cocteau (me encanta La bella y la
bestia), varias de Jacques Tati, poco de Godard y mucho de Truffaut, aunque a estos dos últimos directores
los considero a caballo entre “modernos” y “clásicos” por pertenecer a una
generación más joven que la de los anteriores y por ser su obra relativamente
más reciente.
En estos días me he acercado a la
obra de Jacques
Demy (1931-1990), un director que me era casi desconocido, he visto
algunos de sus trabajos esenciales y he aprendido algo sobre él y su aportación al
7º Arte. Todo esto ha venido propiciado por la adquisición de un doble DVD (sí:
soy de los que todavía los compran) con Los paraguas de Cherburgo (1964) y Las señoritas de
Rochefort (1967) cuyo visionado he completado con Lola
(1961), que esta vez sólo he encontrado en internet y además con subtítulos en
inglés. Leo que las tres se consideran, en cierta manera, una “trilogía” de su
director, aunque no están exactamente concebidas como tal. Simplemente,
comparten personajes y anécdotas que se interrelacionan dentro y fuera de cada
“capítulo” y tienen importantes similitudes, sin lugar a duda la impronta
personal y artística de su creador: todas ellas transcurren en ciudades
costeras francesas, recurren al siempre efectivo tema de las relaciones amorosas como leitmotif y
dan gran protagonismo a la música. En este apartado, es el compositor Michel
Legrand el que colabora con Demy en las tres películas y las borda con su
aportación, confiriéndoles todavía más ese sentido de “trilogía” que ha acabado
aceptándose finalmente. Los paraguas…
y Las señoritas… son musicales,
mientras que Lola no pudo serlo por
falta de presupuesto.
De las tres películas, la que me
ha gustado más ha sido Los paraguas de
Cherburgo. Me ha encantado su música, la maravillosa dirección artística
–Demy juega con los colores del vestuario y el decorado y los combina o
contrasta creando un mundillo particular que se me antoja, una vez más, onírico
o de cuento, o, más apropiadamente “de cine”–, y su compleja sencillez –raramente
llegan a haber más de tres o cuatro personajes en una misma escena, y su trama
podría resumirse en muy pocas frases–. Por el contrario, Las señoritas de Rochefort, con mucho mayor presupuesto, más en la
línea del musical clásico norteamericano –Los
paraguas… es un melodrama cantado– se me ha llegado a hacer pesada en
determinados momentos –a pesar de la simpatía de muchos de sus personajes y de
la intervención del mismísimo Gene Kelly– por esa especie de “ruptura de la –falsa–
realidad” que siempre me produce este tipo de película cuando todos los actores
y figurantes en escena rompen a bailar y a cantar. Es algo que siempre me ha
costado asimilar, por muchos films de este tipo que vea. Su estética decididamente gay tampoco me llama, y no es homofobia: simplemente, es una estética con la que no me identifico y por la que no me siento atraído, como podría haberme pasado con, por ejemplo, una estética barroca, expresionista, feista o lo que fuese...
Supongo que ahora me toca ver Escuela de modelos, ya que leo que
también guarda similitudes con el resto de la trilogía y que en ella aparecen
claros guiños a Lola, empezando por
su actriz principal…
Debo confesarte que no he visto ninguna película de Jacques Demy y eso que le tengo ganas a las tres que aqui comentas, sobre todo porque me gustan mucho los musicales. A ver que día de estos me pongo a ello.
ResponderEliminar¡Pues entonces los dos tenemos asignaturas pendientes! ;)
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