Bombardeo de Guernica, 1937 |
Hace hoy setenta y cinco años se iniciaba uno de los episodios más tristes y detestables de la historia de este país: la Guerra Civil Española. No me detendré a identificar a “buenos” y “malos” de este conflicto porque, aunque por supuesto tengo mi postura con respecto a él, es posible que en una guerra no haya ni lo uno ni lo otro, o todos sean buenos, o todos sean malos, o simplemente dependa del punto de vista. Al final, el resultado de una contienda bélica es siempre el mismo: el pueblo sufre y muere y paga las consecuencias de las decisiones de sus dirigentes durante mucho tiempo, los listos y aprovechados se enriquecen y posicionan, y las naciones afectadas –incluso las vencedoras– ven su progreso retraerse y su avance económico, social y cultural congelarse durante años. Me gustaría poder decir que, después de tantísimas décadas, estamos más civilizados, pero soy pesimista con respecto a ello: ahí tenemos los interminables conflictos de Oriente Medio, el más reciente de Libia o incluso otros en países supuestamente más avanzados como Georgia hace apenas un par de años. Y todos ellos respaldados por las grandes –y menos grandes– potencias mundiales bajo la endeble excusa de la libertad y la democracia y otras memeces similares.
Ojalá llegue el día en que los seres humanos podamos resolver nuestras diferencias políticas, religiosas, ideológicas, etc, mediante el diálogo, el respeto y el acuerdo, y no con la fuerza bruta. Será el día en que podremos decir que somos verdaderamente eso: hombres, y no animales. Que no vuelva a suceder nunca, ni aquí ni en ningún otro sitio, lo que sucedió aquel 17 de julio, lejano ya en la Historia, pero cercano en los corazones de muchas personas…
“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran.” (Paul Valéry)
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