Ya confesé en un escrito anterior (The Midnight Special, de vuelta a los orígenes del blues) mi fascinación por toda esa imaginería que impregna gran parte de las letras de la música blues –y, por extensión, del rock– que tiene su lejano origen en la misteriosa África y que cobra forma en un buen montón de canciones que hacen referencia al hoodoo –variante mestiza americana de la ancestral magia del continente negro–, y a toda una serie de rituales y elementos que la acompañan, empezando por los omnipresentes mojo, amuletos típicos de esta práctica. Sortilegios, supersticiones y lo sobrenatural y lo esotérico reinciden en todas estas composiciones que ya empiezan a hacer su aparición en grabaciones tan antiguas como Louisiana Hoodoo Blues que la pionera del género Ma Rainey registra nada menos que en 1925.
Paralelamente a la evolución del blues y a la de sus grabaciones van surgiendo músicos que alimentan esta impresión mágica, ultraterrena y hasta a veces demoníaca que acompaña a algunas canciones del estilo: ya entre los primeros bluesmen encontramos leyendas como la de Robert Johnson, de quien se decía que había vendido su alma al diablo en un cruce de caminos para ser un guitarrista excepcional, y en los 50, cuando la cultura blues está más que implantada en la sociedad afroamericana, aparecen personajes de la talla (nunca mejor dicho: medía casi dos metros y pesaba 140 kilos) de Howlin´ Wolf, artista carismático y fascinante de impresionante aspecto y de voz áspera, cruda y hasta primigenia. De él se popularizó la historia de que un cadáver resucitado le había enseñado a tocar la guitarra (o afinado, según otras versiones), y le había puesto su sugestivo nombre artístico. Mano a mano con el letrista y contrabajista Willie Dixon, el Lobo Aullador nos dejaría un sinfín de trabajos esenciales que han sido versionados una y otra vez, aunque en general no tocó demasiado el tópico de la magia y la superstición si exceptuamos cosas como I Ain´t Superstitious. Por su parte, su principal antagonista de sello (Chess Records), Muddy Waters, hacía suya por la misma época la canción de Ann Cole Got My Mojo Working, que sí incidía más claramente en la temática que nos ocupa, mientras que Johnny Otis, leyenda del r´n´b a pesar de ser blanco, grabó en aquella década la también muy revisitada Castin´ My Spell, y pioneros del rock como Chuck Berry o Bo Diddley también mencionaban el hoodoo en algunas de sus composiciones.
No menos llamativo fue en la época Screamin´ Jay Hawkins, estrambótico cantante de blues y rhythm & blues que aparecía en el escenario con toda una serie de parafernalia canibal y saliendo de un ataúd, y cuya canción más famosa, I Put a Spell on You, recalcaba el carácter sobrenatural del a veces hilarante personaje que se había creado para sus actuaciones (no olvidemos tampoco la menos conocida e igualmente fantasmagórica I Hear Voices).
En realidad me estoy valiendo de todos estos originales músicos para dar entrada a uno de los grupos blancos de rock de finales de los 60 que más bebieron de toda esta mitología del blues negro y se empaparon de toda esta tradición: maldiciones, gafes, accidentes, pantanos del profundo sur de los EE.UU. y hasta el mismísimo demonio están presentes en buena parte de las canciones de una de mis formaciones favoritas, Creedence Clearwater Revival, entre ellas, algunos de sus mayores éxitos.
Ya en su primer LP de 1967 –titulado simplemente con el nombre del grupo– los hermanos John y Tom Fogerty, junto con el bajista Stu Cook y el batería Doug Clifford incluyeron precisamente una versión de I Put a Spell on You que sería uno de los primeros éxitos de la banda californiana, pero la primera canción “sobrenatural” que encontramos escrita por ellos mismos, también dentro de este disco, es Walk on Water, rescatada de los tiempos en que todavía se llamaban The Golliwogs. En ella se le aparece al protagonista un hombre que camina sobre el agua y que le insta a que le siga, a pesar de que el primero no quiere. ¿Es una referencia al mismísimo Jesús, o podemos interpretarlo como alguno de los diabólicos personajes que poblaran las posteriores creacioes del grupo?
En cualquier caso, el siguiente trabajo de la banda, Bayou Country (1969) –para un servidor, el primer LP auténticamente “Creedence”–, nos presenta por fin un par de temas que remiten sin equívoco a los artistas de color con que presentábamos el artículo, y en especial, a Howlin´ Wolf, del que el estilo vocal del cantante John Fogerty es clarísimo heredero: The Graveyard Train es el tema de los Creedence que más claramente recuerda a las grabaciones del gigantesco bluesman.
Se trata, sin embargo, de uno de los temas menos conocidos del grupo; una curiosa semi-improvisación relativamente monótona que no cambia de tono en sus más de ocho minutos, pero al que la voz, la armónica y la guitarra de John confieren su interés. La composición, por derecho la primera canción “de miedo” del grupo, nos habla de un macabro tren que carga los cuerpos de tres decenas de cadáveres y al que espera el protagonista, quien, a la manera de todas esas historias de terror de la literatura romántica, descubre que es el próximo pasajero.
Mucho más interesante y popular es la canción que abre el LP, la mítica Born on the Bayou, que si bien se mantiene más en la línea “bucólica” también característica del repertorio de los CCR (Green River, Proud Mary…) deja entrever algo del elemento sobrenatural y siniestro que analizamos en ese misterioso pantano en el que el protagonista recuerda a “su viejo perro de caza persiguiendo una aparición”. No es extraño que el director Jim Wynorski decidiera utilizarla para su adaptación al cine del comic La cosa del pantano.
Green River, tercer LP de nuestros muchachos y segundo de los tres que sacarían en 1969 es el que contiene más canciones “de miedo”; de nuevo un trío: Tombstone Shadow, Bad Moon Rising y Sinister Purpose. La primera es una de mis favoritas de la banda, aunque quizá no consta tampoco entre las más recordadas: un sencillo blues-rock de estructura tradicional y en Sol en el que el protagonista se ve constantemente perseguido por esa “sombra de una lápida” que titula la canción; no importa los amuletos que compre, los consejos de un gitano, ni todas las precauciones que tome…
Parecida temática trata uno de los grandes hitos del grupo, la ya adelantada Bad Moon Rising, que se embebe del rockabilly cincuentero para advertirnos que está surgiendo una luna siniestra que no presagia nada bueno: terremotos, rayos, huracanes, ríos desbordados… mejor que no salgas esta noche, o estás destinado a perder la vida... (Y, si Born on the Bayou servía como banda sonora a la Cosa del Pantano, no es nada sorprendente que Bad Moon Rising sea una habitual en películas de hombres lobo y de terror en general…)
Sinister Purpose, por último, ya lo dice todo con su título: su funesto protagonista te ofrece libertad, riqueza, sabiduría e inmortalidad si le sigues y le miras a los ojos… La interpretación exacta de la canción habría que preguntársela a su compositor, el genial John Fogerty, pero apostar porque es el Diablo sería ir bastante sobre seguro…
El último larga duración del grupo para el 69, Willie & the Poor Boys, no contenía ninguna canción que podamos enclavar en la línea que estamos revisando, aunque sí podemos citar de pasada It Came Out of the Sky, donde un simple labriego ve caer un platillo volante, experiencia que tampoco debe ser precisamente divertida. Como veis, el tío John también le daba a la ciencia ficción en sus canciones.
Cosmo´s Factory, publicado en 1970 y para mí el final de la “etapa de oro” de los Creedence junto a los tres álbumes del año anterior, sólo nos lega un tema “terrorífico”, aunque quizá uno de los mejores del grupo (era el favorito de Tom): se trata de Run Through the Jungle, otra composición elegantemente estructurada en torno a un único acorde, Re, en la que “el diablo anda suelto” y Satán ordena disparar a doscientos millones de cañones. No nos llevemos a equívoco: aunque la podemos oír en muchas películas sobre Vietnam, el mismo John explicó que es un alegato contra la gratuidad con la que se conceden armas en su país y la enorme cantidad de estas que abunda entre los civiles. Si Charlton Heston le hubiera oído…
Pendulum (1970), penúltimo LP de Creedence y ya una clara variación de su estilo más sencillo y básico al incluir saxos y órganos en la mayoría de sus canciones, no añadiría ninguna canción más a nuestro estudio de temas siniestros, y en Mardi Gras, de 1972, lo más terrorífico sería que John dejara cantar a los rebelados Stu y Doug. No es de extrañar que el grupo se disolviera tras ello.
En su carrera en solitario, John no olvidaría su fascinación por lo sobrenatural y macabro: su tercer LP sin los demás Creedence se titularía precisamente Hoodoo, y contenía canciones con títulos tan sugerentes como You Got The Magic, Hoodoo Man o Evil Thing. Por suerte o por desgracia, este álbum de 1976 nunca llegó a ver la luz por decisión del mismo Fogerty y su discográfica de entonces, Asylum, y sólo se puede encontrar en formato bootleg. En otros discos posteriores del artista podemos encontrar canciones como The Old Man Down the Road (Centerfield, 1985), Eye of the Zombie (en el LP de idéntico nombre, 1986), Premonition (directo homónimo de 1998), Wicked Old Witch (Deja Vu (All Over Again), 2004), Long Dark Night (Revival, 2007) y hasta Haunted House (The Blue Ridge Rangers Rides Again, 2009, su último trabajo hasta la fecha).
* Selección musical:
-Spoonful (Howlin´ Wolf): el hechizo del Lobo
-I Put a Spell on You: el show de Screamin´ Jay Hawkins en todo su delirio.
-The Graveyard Train (CCR): John Fogerty meets Howlin´ Wolf
-Tombstone Shadow (CCR). En directo.
Me quedo con el tema de Hawkins..... está peor que yo mismo.......
ResponderEliminarEra todo un personaje... Por cierto, se le puede ver en películas como "Mystery Train" e incluso la española "Perdita Durango".
ResponderEliminar