"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 30 de septiembre de 2010

Tony Curtis: y sigue la cuenta

No esperaba tener que acabar el mes con otra entrada más, y menos aún para dar una mala noticia, pero así va a ser: confeccionaba en el homenaje a Kirk Douglas hace unas semanas una lista de actores clásicos de Hollywood que aún seguían vivos, y en el breve lapso transcurrido desde entonces hemos perdido a dos de los incluidos: Kevin McCarthy y, ahora, Tony Curtis, que nos dejó ayer mismo.

Nunca fue uno de mis actores preferidos, pero como aficionado al cine clásico he visto muchas de sus películas y es uno de esos rostros totalmente familiares con los que he crecido. Entre aquellos de sus trabajos que más recuerdo citaría Winchester 73 (1950), El gran Houdini (1953), Coraza negra (1954), Los vikingos (1958), Fugitivos (1958), Con faldas y a lo loco (1959) -cómo no-, Operación Pacífico (1959), Espartaco (1960), Taras Bulba (1962), Encuentro en París (1964), La carrera del siglo (1968), El estrangulador de Boston (1968) o El espejo roto (1980), pero estos son sólo algunos de los más de cien largometrajes en los que trabajó desde 1949 hasta la actualidad que demuestran su enorme versatilidad.

Nacido en el neoyorkino barrio del Bronx un 3 de junio de 1925, se llamaba en realidad Bernard Schwartz, y del primero de sus seis matrimonios -con la actriz Janet Leigh- nacería su hija Jamie Lee Curtis, digna continuadora de la labor actoral de sus dos famosos progenitores. Siempre se ha dicho que su peinado inspiró a Elvis Presley, quien al comienzo de su carrera decidió tintarse el cabello de negro.

martes, 28 de septiembre de 2010

29-S: Tú mismo...

Llevo ya varios días oyendo todo tipo de explicaciones, excusas y justificaciones por parte de la gente para no apoyar la huelga de mañana convocada por los sindicatos nacionales. Mi postura al respecto es bien fácil de tomar: como desempleado que soy desde hace tiempo, os aseguro que no voy a tener que ir a trabajar ni mañana, ni hoy, ni ayer. No siempre ha sido así, y en otros momentos en los que me encontraba trabajando sí que he tenido ocasión de respaldar huelgas y lo he hecho (incluso con un contrato de 10 días con una ETT).

Puedo entender que la decisión de secundar o no la huelga para otras personas no sea tan fácil: una vez se ha caído en lo que yo llamo irónicamente “la trampa de la vida”, es decir: te has casado, has tenido hijos, tienes empleo fijo y te has endeudado e hipotecado por muchos años (supongo que sarna con gusto no pica), jugarse el puesto de trabajo no debe ser una opción fácil de escoger. Sin embargo, ya que me he puesto a recordar expresiones típicas del castellano, añadiré otra: “Pan para hoy, hambre para mañana”. Así de sencillo lo veo yo: si no nos plantamos algún día (sea cuando propongan los chaqueteros sindicatos o en otra ocasión), si no decimos “basta” alguna vez, los políticos y los empresarios nos seguirán toreando, chuleando y esclavizando tanto tiempo como quieran. Si no nos concienciamos y exigimos nuestros derechos, si creemos el bulo de que “todos somos de clase media” aunque cobremos un sueldo de 1500 o 2000 euros con suerte, luego no podremos quejarnos cuando nos reduzcan el salario, nos tiren a la calle o se recrudezcan más y más las condiciones de trabajo. A lo mejor acudiendo mañana al trabajo cobraremos a final de mes pero, ¿quién nos dice que no nos rescindirán el contrato a final de año?

Eso sí: para que estas cosas funcionen, para que nuestros gobernantes se den cuenta de que estamos hartos, hemos de hacerlo todos juntos. Si sólo unas pocas personas de una empresa no van a trabajar mañana, seguramente quedarán en el punto de mira de los jefes y tendrán grandes posibilidades de perder su puesto, pero si lo hacen todos los trabajadores, los dueños no podrán tomar esa decisión. ¿O acaso van a tirarlos a todos? Como decía Paul McCartney en Let It Be, “Cuando los descorazonados del mundo se pongan de acuerdo, habrá un cambio”, sólo que esta vez, no deberíamos “dejarlo estar”.

La elección de algo como la huelga de mañana es, desde luego, personal, y queda a la conciencia de cada uno, por eso, como decía en el título de esta entrada: Tú mismo, pero mira las cosas con la perspectiva adecuada y no pongas pretextos que sólo te satisfacen a ti

El estado se hizo para el hombre, y no el hombre para el estado. Es decir, el estado debe ser nuestro sirviente y no nosotros sus esclavos. (Albert Einstein)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Dark Shadows: vampiros sesenteros

Suelo decir medio en broma que soy un “nostálgico ajeno”: a menudo leo o escucho algo sobre cosas o momentos que no he vivido y me parece echarlos de menos como si lo hubiera hecho. Me pasa, por ejemplo, cuando oigo hablar sobre todas esas series fantásticas y de aventuras que poblaban la pequeña pantalla norteamericana en los años 60 a gente que las disfrutó en aquella época; clásicos como Land of the Giants, Voyage to the Bottom of the Sea, The Time Tunnel, Lost in Space, The Outer Limits o The Twilight Zone, algunas de las cuales sí que hemos podido ver por estos lares “repescadas” con aquel entrañable doblaje mexicano de los 70, o incluso en nuevas versiones, como es el caso de The Outer Limits o de Lost in Space, una de las muchas series de televisión que se han convertido en película en los últimos años. En unas pocas ocasiones –por ejemplo, The Twilight Zone– hemos tenido incluso la suerte de gozar de la oportuna edición en DVD de al menos parte de sus capítulos (hay muchas más de estas series editadas en los EE.UU., pero quizá porque aquí no tienen la misma popularidad, no han aparecido en versión nacional).

Precisamente una de estas leyendas catódicas que nunca he podido ver pero me llama muchísimoo la atención es Dark Shadows, una soap opera que Dan Curtis dirigió entre los años 1966 y 1971 y que, a razón de un capítulo casi diario, alcanzó la friolera de ¡1225 episodios! Su historia es muy curiosa, y cuenta como, emitida por la ABC norteamericana, empezó siendo simplemente una serie de misterio, hasta que paulatinamente comenzaron a introducirse elementos fantásticos en ella, idea que culminó con la llegada del personaje más conocido del espacio televisivo: el vampiro Barnabas Collins, que aparecería en casi seiscientos episodios y cuya inclusión aumentó en gran medida la audiencia e hizo Dark Shadows  tremendamente popular entre el público americano. A partir de ahí, toda suerte de criaturas y mitos del fantástico empezaron a pulular la serie: fantasmas, hombres lobo, zombies, viajes en el tiempo, dimensiones paralelas y referencias a todas las obras clásicas de la literatura de terror y de misterio. Tal fue su éxito que incluso propició dos películas para la gran pantalla: House of the Dark Shadows (1970) y Night of the Dark Shadows (1971), y su director, acabó prácticamente encasillado –o especializado–, en la realización y producción de cine terrorífico (por aquella época incluso rodó una versión de Drácula con el impresionante Jack Palance), aunque también participó en otras producciones ajenas al género como la popular serie Vientos de guerra y su continuación.

Además de Jonathan Frid como Barnabas, intervinieron en Dark Shadows un buen plantel de actores que encabezaba la veterana Joan Bennett, dándose la curiosa anécdota de que la mayoría de ellos realizaría varios papeles diferentes a la lo largo de la serie. Sin duda este hecho, sumado a la rapidez con que se debía rodar –todos los días y en directo– dieron lugar a más de una situación divertida y a otros tantos errores en la continuidad de la historia que seguramente hoy se contemplan con igual benevolencia o más que en la época del estreno de la serie.

En 1991 y con el beneplácito del mismo Dan Curtis (quien dirigió dos de los episodios) se estrenó el remake televisivo producido por la MGM Television. Para interpretar al carismático vampiro protagonista se eligieron los angulosos rasgos de Ben Cross, mientras que su partenaire femenina fue interpretada por la sensual Joanna Going. La legendaria Jean Simmons en el rol que en la primera versión interpretara Joan Bennet, y todo un icono del fantástico como es Barbara Steele fueron los principales intérpretes del reparto secundario. Por desgracia, tras lo que parecía un buen comienzo con una audiencia destacable, y tras una primera temporada de trece episodios, la serie fue cancelada, dejando a los telespectadores con todos los misterios de la historia a medio resolver. La razón que se ha dado para este abrupto final de la producción es la Guerra del Golfo, que comenzó en aquel año, y que obligó a las cadenas televisivas estadounidenses a reestructurar su programación, provocando cierto caos entre los seguidores de la nueva versión de Dark Shadows al modificar su horario continuamente.

En España tuvimos ocasión por aquella época de ver la oportuna versión doblada, y esta vez sí que la seguí al completo, quedándome tan perplejo como los televidentes yanquis cuando se quedó sin continuación. Creo recordar que la hacían la noche entre el viernes y el sábado en TVE, a eso de la una de la madrugada, momento muy apropiado para una producción de este tipo. Guardo un buen recuerdo de aquel visionado, y una nueva y reciente revisitación de la serie no me lo ha borrado y, aunque puedo encontrar cierta estética dentro de ella algo desfasada (determinados aspectos de la fotografía; la ropa y el pelo de las chicas….) me ha seguido gustando. Por cierto, que la he encontrado en internet como  “Vampiros”, pero juraría que en televisión se estrenó con un título más similar al original, “Sombras oscuras” o algo así… ¿Alguien puede confirmármelo?

Actualmente tanto la serie original como el remake han sido reeditados en DVD, aunque creo que no en nuestro país. Curiosamente casi todos los episodios de la primera versión se han recuperado: sólo se ha perdido uno, el 1219, que ha sido reconstruido a partir de una grabación del sonido e imágenes fijas de otros capítulos.

En 2004 se realizó un episodio piloto para una posible tercera versión de la serie producida por Warner Bros y con Alec Newman y Marley Shelton en los principales papeles, pero nunca llegó a emitirse (sólo se proyectó en un festival). En la actualidad, Tim Burton y su inseparable Johnny Depp andan detrás de un posible remake cinematográfico que parece que marcha viento en popa y que podría estrenarse en los próximos años. Veremos que tal está el versátil actor como Barnabas Collins…

* Enlaces de interés:
-http://www.collinwood.net/: completísima web sobre la serie con guía de episodios, biografías, noticias, etc. Eso sí, en inglés. Dark Shadows tiene toda una legión de seguidores allende los mares e incluso se realizan convenciones en torno a ella.
-http://jonathanfrid.com/: web oficial del actor que dio vida al primera Barnabas Collins y su simpática entrada  en el Dark Shadows Festival de Tarrytown, NY, en 2007.
-La cabecera del programa original... ¡Que miedo!

sábado, 25 de septiembre de 2010

Sienna Guillory: delicia británica

¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?

Solemos pensar en los filósofos como sesudos señores que pasan la mayor parte del día mirando al infinito e intentando descubrir los secretos de la existencia, pero el danés Soren Kierkegaard también tenía intereses más terrenales y alcanzables. Suya es esta famosa frase que, desde luego, no dedicó a la actriz Sienna Guillory, pero que podría estar perfectamente pensada para ella.

Y es que me resulta imposible no quedarme embelesado con la mirada entre coqueta y tímida que tiene esta inglesa, con su cara de niña buena que no ha roto nunca un plato (aunque en su currículum escolar consta que la expulsaron por robar, no creáis), con esos pómulos bellamente pronunciados, con sus sensuales labios “de pato”, con la finura de sus rasgos faciales  en general y con su esbelto y atractivo cuello. Ya sabéis que tengo cierta propensión a los amoríos cinematográficos, y Sienna tiene una parte de mi corazón cinéfilo desde hace años.

La descubrí en los tiempos en que aún veía televisión, cuando una noche emitieron el telefilm Una chica como tú (2000). Me quedé en el acto con su nombre y fue imposible olvidarla. Desde entonces, he intentado seguir su carrera, algo que sólo he conseguido a medias, ya que buena parte de su filmografía consta de películas europeas independientes, telefilmes y series de televisión, material al que no siempre me es fácil acceder. Sus trabajos más conocidos –los rodados en EE.UU.– sí que he podido verlos en cine, y algunos otros a través de la oportuna edición en DVD e incluso en la pequeña pantalla.

Y es curioso, Sienna ya lleva diecisiete años como actriz profesional, pero parece que la popularidad se le resiste, quizá porque no le hace ascos a ningún desafío e igual trabaja con un director desconocido que interviene en blockbusters hollywoodienses…

Nació en Kettering, en el condado inglés de Northamptonshire, un 16 de marzo de 1975. Es hija de la modelo Tina Thompson y del músico Isaac Guillory, y tiene sangre cubana, turca, española, norteamericana e inglesa en sus venas: tengo clarísimo que la mezcla de etnias da fructíferos resultados… Fue modelo antes que actriz y cuenta que llegó al cine un poco de casualidad. Curiosamente una de las cualidades que le ayudaron a iniciarse ante las cámaras fue su habilidad como amazona: precisamente su primer papel fue en el telefilm Riders (“Jinetes”), en 1993. A partir de ahí intervino en varias producciones de su país como Puesto (2000), Bésame o mátame (2000), Café de noche (2001) o Superstition (2001) antes de dar el salto a Hollywood con La máquina del tiempo (2002). Su personaje en la película  tiene un papel secundario pero totalmente relevante para la historia: es la prometida del protagonista, y está encantadora como elegante dama decimonónica.

Tras su primera aventura americana, Sienna volvió a su país natal para rodar, entre otras producciones, el telefilm Helena de Troya (2003), donde, evidentemente, da vida al personaje del título, y regresó entonces a los EE.UU. para intervenir en el largometraje por el que quizás más la reconozca el gran público: compartió cartel con Milla Jovovich en la segunda parte de la saga fílmica Resident Evil, dando vida al personaje del vídeo-juego Jill Valentine, ocasión para la que se tiñó de morena. No tengo una gran opinión de la franquicia dirigida por Paul W. Anderson, pero sin duda la presencia de Sienna en Resident Evil: Apocalpsis (2004) convierte para mí esta secuela en el más interesante de sus capítulos (por cierto, no pudo intervenir en la tercera parte  por estar rodando otra película, y tiene un pequeño cameo en la última, lo que hace pensar que podría volver a aparecer en futuras continuaciones).

Más recientemente la hemos podido ver de guerrera elfa (¿quién mejor que ella, con ese rostro tan especial que tiene?) en la fallida Eragon (2006, precisamente la película que le impidió participar en Resident Evil: Extinction), en la producción española El corazón de la tierra (2007), en Corazón de tinta (2008) y hasta ha intervenido en la serie C.S.I. este mismo año. La verdad es que me tengo que poner las pilas, porque me cuesta bastante seguir la carrera de esta chica por las razones antes expuestas y por lo prolífica que es…

Afincada desde hace pocos años en Los Ángeles, espero que Sienna acabe obteniendo un mayor reconocimiento (tiene tantas o más cualidades que muchas actrices más famosas) sin tener que llegar a “venderse” tanto como otra compatriota suya de la que también fui gran admirador hasta que se instaló definitivamente en el cine norteamericano y se dedicó en exclusiva a filmes comerciales: Kate Beckinsale. 

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Y 50 años de “El tiempo en sus manos”

Mi anterior entrada sobre Lady Halcón ha dado pie a esta de hoy: si el largometraje de Richard Donner celebraba este año sus bodas de platas, ¿cuál de entre mis películas favoritas alcanzaba el presente 2010 la respetable edad de medio siglo? No tuve que devanarme mucho los sesos, porque de inmediato acudió a mi mente el clásico de George Pal El tiempo en sus manos (The Time Machine), adaptación de la novela de H.G. Wells que se estrenó, pues, en 1960.

La película de Pal fue una de las muchas que descubrí en televisión durante aquellas ya lejanas tardes de fin de semana en las que las dos únicas cadenas que había en España hasta finales de los 80 nos ofrecían infinidad de títulos “antiguos” de fantasía y aventuras, todo un lujo del que creo que ya no se disfruta hoy (hace mucho que me desvinculé del medio televisivo) y que enriqueció las fronteras culturales e imaginativas de los niños y jóvenes de entonces que estábamos ávidos por conocer más y más cine. Ni que decir tiene que El tiempo en sus manos me hechizó desde su primer visionado y el sortilegio sigue activo hasta el día de hoy. Es una de esas cintas que me gusta revisitar de vez en cuando, y de los primeros títulos que me compré cuando me pasé al DVD.

El director
George Pal (1908-1980) es sin duda uno de los pilares del cine fantástico de los 50 y 60, especialmente en su vertiente de ficción científica pues, además de legarnos este clásico, produjo otros hitos como Con destino a la Luna (1950), Cuando los mundos chocan  (1951) o La guerra de los mundos (1953)… ahí es nada. Su carrera como director transcurrió principalmente en la animación (recordemos los famosos Puppetoons, en los que trabajó un novel Ray Harryhausen), y no fue hasta los últimos años 50 cuando cogió personalmente la silla de dirección y nos ofreció los filmes El pequeño gigante (1958), El continente perdido (1961), El maravilloso mundo de los hermanos Grimm (1962), Las 7 caras del Dr. Lao (1964) y el que hoy revisamos.

El tiempo en sus manos es, que yo sepa, la primera adaptación al cine del libro de H.G. Wells La máquina del tiempo (1895), por lo menos la primera oficial. Por supuesto, la versión fílmica tiene ciertas “licencias artísticas”: pequeñas o medianas diferencias con su original literario, que la hacen menos profunda y politizada a cambio de añadir elementos más propios del cine de entretenimiento, como un más aguerrido protagonista, un romance con la chica de turno, etc, etc. La novela la leí hace casi treinta años y no recuerdo todas esas diferencias con exactitud, pero si no nos ponemos muy puristas y entendemos que hablamos de una conversión de un medio a otro, ni que decir tiene que la película es muy entretenida. Si no, no estaría dedicándole este tributo, ¿verdad?


La historia
La acción comienza exactamente el 5 de enero de 1900. El inventor H.G. Wells (George) ha convocado a varios amigos para narrarles los resultados de su viaje en el tiempo. A través de un flashback sabemos que los ha reunido la anterior Nochevieja, y les ha hecho una demostración con una versión en miniatura de su prototipo de máquina del tiempo pero, aunque esta desaparece antes los ojos de todos, la teoría del viajero sobre la cuarta dimensión provoca escepticismo entre los reunidos.


George decide entonces probar la máquina a tamaño real y comienza a viajar a través del siglo XX. Idealista y pacifista, está convencido de que se encontrará con una sociedad perfecta que habrá superado todos sus prejuicios y fobias, pero tan sólo consigue tropezarse con tres sucesivas guerras mundiales a lo largo de cincuenta años. Decepcionado, decide viajar mucho más adelante, hasta el año 802701, donde en un principio cree encontrar un edén lleno de florida vegetación y fastuosos frutos. Pronto descubrirá que no es así, y que la raza humana se ha dividido en dos especies diferentes: los bellos, indefensos, indolentes y hedonistas eloi, que viven en el exterior y no tienen más preocupación que disfrutar la vida, y los brutales y grotescos morlocks, que moran en el subsuelo y tienen en los eloi el ganado que crían para luego alimentarse de ellos.

El viajero conseguirá finalmente que los eloi se liberen del yugo de la opresión morlock y sembrará la semilla de la motivación entre ellos. También tendrá ocasión de enamorarse de una joven de la primer raza citada, Weena.


Tras una nueva lucha con los morlocks para recuperar su máquina, George volverá a su propio tiempo para narrar a sus amigos sus peripecias (en la novela todavía viaja más adelante hasta presenciar extraños seres y un sol eterno). Una vez más recibido con incredulidad, el inventor decidirá volver al futuro, supuestamente para educar y ayudar a los eloi.

El reparto
Para el papel principal del viajero del tiempo (en la novela no tiene nombre, en el largometraje toma el del escritor de aquella) se escogió al fornido y viril Rod Taylor, elección que podría parecer desacertada para un científico al que asumimos metido en su laboratorio noche y día y enfrascado en sus tareas. Aún con todo, Rod ha acabado siendo más recordado por El tiempo en sus manos que por su largo historial en papeles de militar y de hombre de acción. La de Pal, quizá junto con Los pájaros, es sin duda la obra por la que el australiano pasará a la Historia del Cine. De todos modos, ha demostrado a lo largo de su carrera ser un intérprete multiterreno (por cierto, fue una alegría verle interpretando al mismísimo Churchill en Malditos bastardos).

La jovencísima Yvette Mimieux (tenía 18 años cuando se estrenó la película) tan sólo había realizado unos pocos papeles en filmes para adolescentes y en series de TV cuando Pal la contrató para su adaptación de La máquina del tiempo, y creo que se puede decir también que esta será la película por la que más se le recuerde en la posteridad. Coincidiría de nuevo con Pal en la ya comentada El maravilloso mundo de los hermanos Grimm (1962), y con Taylor en El ultimo tren a Katanga (1968). De cara aniñada y de figura menuda, aunque no exenta de sexualidad, a Yvette le correspondió, por supuesto, el papel de la dulce eloi Weena.

El papel secundario más importante corrió a cargo de Alan Young, que interpreta tanto al mejor amigo del viajero del tiempo, David Filby, como al hijo de este, James, cuando el protagonista avanza a través de las décadas. Precisamente la amistad entre David y George constituye una de las sub-tramas más enternecedoras del film, y hasta dio lugar a una entrañable continuación pseudo-oficial de este en un pequeño sketch en el que intervenían Young y Rod Taylor que forma parte del documental Time Machine: The Journey Back, dirigido por Clyde Lucas en 1993 que puede encontrarse en la edición española en DVD de El tiempo en sus manos y en el que también participa Whitt Bissell, otro miembro del reparto original.

Los efectos especiales
El tiempo en sus manos fue una de las siete producciones de George Pal que la Academia de Hollywood juzgó dignas del Óscar a los Efectos Especiales. Sin lugar a dudas, a muchas personas que carezcan de la perspectiva adecuada y menos concesivas e imaginativas les parecerán hoy en día obsoletos, y si bien admito que, efectivamente, parte de estos pueden haber quedado anticuados (se delatan con facilidad las miniaturas del Londres destruido o las de los pozos de ventilación que dan a la caverna de los Morlocks, así como los fondos pintados dentro de esta última), hay otros que para mí siguen perfectamente vigentes: el sencillo truco de la cámara rápida cuando vemos al viajero observar desde su máquina consumirse una vela o brotar flores en cuestión de segundos, deslizarse velozmente un caracol o los cambios de ropa del maniquí de la tienda que hay frente a la casa del inventor constituyen para mí uno de los momentos más bonitos de la película, a pesar de lo mucho que se haya podido repetir esta simple técnica en las décadas posteriores al estreno del film de Pal.

Elemento esencial en la película es la propia máquina del tiempo, prácticamente un personaje por derecho propio. El curioso y exótico artefacto bellamente diseñado parece una mezcla entre un sofá, un trineo y un coche de choque, y tiene toda una historia propia posterior al estreno del film que puede conocerse en el citado documental de Clyde Lucas.    

Íntimamente unida a los efectos especiales hay que mencionar la dirección artística del film, pudiendo destacar de ella la decoración de la casa de George y la habitación de los anillos parlantes o los fondos mate de Londres y del exterior de la sala donde comen los eloi que, aunque claramente dibujados, dan a las escenas que transcurren en ambas localizaciones un efecto onírico y evocador.

Por último, y en lo relativo al maquillaje, es imposible no mencionar a esos personajillos ya entrañables que son los morlocks, todo un icono del cine fantástico añejo. La caracterización de los actores estuvo bastante lograda, y cualquier defecto que puedan tener los disfraces se disimula al mostrarnos el director a estos seres siempre en movimiento o en la semi-oscuridad.

El remake
En 2002 pudimos asistir al estreno del remake del film, dirigido por Simon Wells (bisnieto de H.G.) y no tan indigno como otras revisitaciones de viejos clásicos. Es una versión todavía más libre de la novela en la que los morlocks son criaturas bestiales, violentas y muy veloces lideradas por un ser más humanizado que interpretó Jeremy Irons. El papel del inventor, que aquí se llama Alexander Hartdegen, recayó con acierto en Guy Pearce, mientras que el personaje de Weena deja de existir y es sustituido por el de Mara (Samantha Mumba). Los eloi son, de hecho, en este film, una raza mestiza que poco tiene que ver con los ideados por H.G. Wells. También aparecen en el largometraje la siempre exquisita Sienna Guillory como la prometida del inventor -y la razón por la que este se embarca en el viaje temporal- y el mismísimo Alan Young en un simpático cameo.

Como con Lady Halcón, lamentar que no se haya editado una edición especial de la película para conmemorar tan marcada fecha. Los tres protagonistas principales siguen con nosotros y hubiese sido estupendo verlos juntos de nuevo rememorando el rodaje: Rod Taylor tiene en la actualidad 80 años, Yvette Mimieux 68 y Alan Young 91 y todavía activo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

¡Felicidades, Sophia!

Sophia Loren es sin duda uno de los últimos grandes mitos femeninos del cine que nos quedan y, es curioso, aunque nunca la he considerado entre mis principales actrices favoritas, repasando su filmografía me doy cuenta de que sí está en muchas de mis películas predilectas, razón por la cual voy a tener que considerar situarla en un lugar más destacable en mi panteón particular.

Nacida Sofia Villani Scicolone en Roma, Italia, tal día como hoy de 1934, contaba que de pequeña era un patito feo y delgaducho al que apodaban “palillo”. La pubertad, sin duda, debió de cambiarla bastante, pues para entonces ya estaba presentándose a concursos de belleza y trabajando como modelo. Su futuro marido, el productor Carlo Ponti, fue quien la descubrió y la inició en el cine. Comenzó, naturalmente, en películas italianas en los primeros 50, pero no tardó en dar el salto a Hollywood y en convertirse en una de las grandes estrellas cinematográficas de todos los tiempos. Alterna desde entonces sus trabajos entre Europa y Norteamérica, y sigue activa a día de hoy (el año pasado la pudimos ver en Nine, y este mismo ha intervenido en el telefilm La mia casa è piena di specchi).

La verdad es que me quedan bastantes de sus casi cien trabajos por ver, incluido el que le dio su único Óscar, Dos mujeres (Vittorio de Sica, 1960) –una película cuyo visionado he pospuesto varias veces porque su temática me parece desagradable–. Entre los largometrajes de ella que he visto, me quedo sobre todo con algunas de sus películas históricas: Orgullo y pasión (Stanley Kramer, 1957), rodada en nuestro país y ambientada en la Guerra de la Independencia, El Cid (1961),  donde hace de una bellísima Jimena, y La caída del Imperio Romano (1964), junto a mi admirado Stephen Boyd (ambas realizadas por Anthony Mann también en suelo español), así como con el thriller hitchcockiano Arabesco (Stanley Donen, 1966) y, por supuesto, con la última comedia del maestro Chaplin, La condesa de Hong Kong (1967). Una curiosidad: se interpretó a sí misma y a su propia madre en el telefilm biográfico que adaptaba su libro Sophia Loren: Her Own Story, mientras que su paisana Sonia Aquino la encarnó en la película sobre la vida de Peter Sellers Llámame Peter (2004).

domingo, 19 de septiembre de 2010

25 aniversario de “Lady Halcón”

Como ya comentaba en mi entrada de abril Los cines de mi vida, la de los 80 fue la década en la que más disfruté y más intensamente viví el cine. Por entonces era un adolescente, y estaba descubriendo y consolidando mi amor por el 7º Arte y hasta la película más nimia y simple me podía dejar boquiabierto. En aquella época era totalmente habitual que todos los años tuviera al menos una “gran película”, un título que me marcó entonces y que, en muchos casos, ha pervivido como un clásico esencial en mi filmoteca. Ahora, por el contrario, puede haber uno o dos largometrajes en toda una década que verdaderamente me subyuguen; es la cuestionable suerte de afrontar las cosas con esa ingenuidad que vamos perdiendo conforme nos hacemos mayores, nuestro bagaje cultural crece, y nuestro criterio selectivo se vuelve más exigente. Por desgracia,  casi todo deja de sorprendernos como antes lo hacía, y es por ello que me hacen realmente feliz las poquísimas ocasiones en las que, en la actualidad, logro vivir una película con tanto entusiasmo como lo hacía hace veintitantos años.

Normalmente no suelo dedicar entradas a un solo largometraje, pero ese número tan redondo y oportuno como es “25” me ha parecido una excusa ideal para recuperar uno de esos títulos legendarios que disfruté en mi juventud. Efectivamente: en 1985 el director Richard Donner nos ofrecía Lady Halcón (Ladyhawke), una película de aventuras medievales que me fascinó desde su estreno. Sólo ya en el cine llegué a verla varias veces, y en sus posteriores ediciones en VHS y DVD la he ido revisitando a menudo. Por fortuna, para mí la cinta ha envejecido bastante bien y sigue teniendo momentos realmente bonitos y memorables.

La historia
Lady Halcón transcurre en la Edad Media y nos narra la trágica historia de amor entre Isabeau d´Anjou y Etienne Navarre, una dama noble y el capitán de la guardia de la ciudad italiana de Aquila. Lo que parece ser un futuro prometedor para la pareja se trunca cuando el poderoso obispo de la urbe, protector de Isabeau y secretamente enamorado de ella, descubre la relación y hace un pacto con el Diablo para que nadie pueda tener a la mujer que ama. Debido al sortilegio, la bella muchacha se transforma en un halcón durante las horas de sol, mientras que su amante Etienne toma la forma de un lobo durante la noche. De esta manera, la pareja nunca puede coincidir en su forma humana para consolidar su amor: “Siempre juntos, y eternamente separados”, como rezaba el eslogan de la película.

Tras dos años sufriendo la maldición y errando por el país con su mujer-pájaro, Etienne se entera de que un prisionero de las mazmorras de Aquila ha logrado la increíble hazaña de escapar de ellas. Se trata de Phillipe Gaston “el ratón”, un ladronzuelo de poca monta, y el ex-capitán requerirá su ayuda para poder entrar en la inexpugnable ciudad y llevar a cabo su plan de matar al pérfido prelado, pues con ello cree que terminará con la maldición. Sin embargo, otro personaje entra en juego: el monje Imperius, originalmente confesor de Isabeau y culpable de haber puesto en conocimiento del obispo el amor de esta y de Navarre. Terriblemente arrepentido por su desliz de  fatales consecuencias y viviendo en la actualidad como un ermitaño, Imperius intentará convencer al hombre-lobo de que la solución a su problema vendrá de otra forma…
  
El rodaje
Richard Donner, quien ya había aportado al género fantástico títulos como La profecía o Superman, realizó el film durante 1984 sobre un guión de Edward Khmara, Michael Thomas, Tom Mankiewicz y David Peoples. La productora fue Lauren Shuler, quien en los meses siguientes acabaría casándose con el director. El rodaje transcurrió en su totalidad en Italia, prácticamente en los mismos exteriores donde acaece la historia, destacando las bellísimas y evocadoras edificaciones del Castello Estense y Torrechiara o las ruinas de Rocca di Calascio. Los interiores, por supuesto, se crearon en la mítica Cinecittà. Para los papeles principales se eligió al actor holandés Rutger Hauer (Etienne), que estaba comenzando a triunfar en el cine americano sobre todo a partir de su intervención en Blade Runner, a una todavía semi-desconocida Michelle Pfeiffer (Isabeau) y, encabezando el reparto pese a ser su miembro más joven, a Mathew Broderick (Phillipe), entonces de moda gracias a Juegos de guerra. El cartel fue completado con dos veteranos actores británicos: John Wood como el Obispo de Aquila y el entrañable Leo McKern como Imperius. En papeles de menor importancia aparecían el escocés Ken Hucthinson como el nuevo capitán de la guardia Marquet, y un todavía bastante novel Alfred Molina como el cazador Cezar.

Estrenada en 1985, la película no fue un gran éxito de taquilla, aunque recibió los Oscars relativos a Sonido y Efectos de Sonido. Con el tiempo, sin embargo, se ha convertido en uno de esos “cult films” para muchos aficionados.

Lo mejor
-Una de las historias más bonitas y originales del cine fantástico de los 80. Cuando casi todos los demás directores se empeñaban en llevarnos al futuro para presenciar batallas galácticas, mundos apocalípticos o, simplemente, para montar en monopatines voladores, Richard Donner viajó hacia atrás en el tiempo y situó su historia en el siglo XIII, cambiando los sofisticados diseños de naves espaciales por las siluetas de los vetustos y más románticos castillos del medioevo.
-Michelle Pfeiffer en todo su esplendor. La actriz comenzaba a ser conocida sobre todo a partir de El precio del poder, pero su mejor momento artístico aún habría de llegar en los años posteriores a Lady Halcón. Sin embargo, creo que fue en el film de Richard Donner donde muchos caímos bajo su influjo. En mi caso, desde luego, fue mi actriz fetiche de los 80 y primeros 90. La película que revisamos y Cuando llega la noche fueron las primeras que vi de ella. Gradualmente fui perdiendo interés por su carrera, aunque sigo viendo algunos de sus trabajos. Además, me decepcionó mucho saber que su belleza no era del todo natural, soy así de tonto…
-Los sencillos efectos especiales. Fuese por cuestión de presupuesto, o puramente intencionado, Donner decidió sugerir más que mostrar las transformaciones de los protagonistas en sus respectivos animales a través de pequeños detalles como los ojos, rayos de sol que les iluminaban, etc. Impagable la escena en la que, tumbados en un foso, Etienne e Isabeau pueden verse durante una instante después de más de dos años (podéis verla aquí). Sin lugar a dudas los directores de hoy en día, ayudados por la infografía y los animatronics, nos saturarían con detalladas y grotescas metamorfosis que nunca tendrían el misterio y el encanto de las del film original.
-Los paisajes que aparecen en el film. Ninguna pantalla verde o azul podrá igualar jamás la belleza de la naturaleza...

Lo regular
-Siempre me ha costado ver a Rutger Hauer haciendo de noble caballero. Me da la impresión de que, de un momento a otro, le van a empezar a brillar los ojos y va a empezar a decir todo eso de “He visto cosas que vosotros no creeríais”. Y es que el primer papel en el que vi al holandés fue, desde luego, el del replicante Roy Batty en Blade Runner, y por la misma época de Lady Halcón vi también Carretera al infierno, así que veo más a Hauer como malo que como bueno. Y la verdad es que no voy mal encaminado: Donner propuso inicialmente al actor el papel de Marquet, mientras que Etienne Navarre debía ser originalmente Kurt Russell. Cuando este último se descolgó del proyecto, Rutger, que se había interesado por el rol protagonista, acabo consiguiéndolo.
-También Mathew Broderick se me indigesta en determinados momentos. Y es que considero que el típico papel de “gracioso” dentro de una historia seria hay que saber tratarlo con cuidado y comedimiento, porque puede quitarle precisamente toda su profundidad y dramatismo. Por suerte, aunque algo desmedido al comienzo de la película, el personaje de Phillipe Gaston va ganando interés a medida que esta avanza y él se involucra en la tragedia de los amantes.
-La fotografía, aún siendo obra del prestigioso Vittorio Storaro, me resulta algo falsa y artificial en algunas escenas –sobre todo en los planos generales de exteriores– rodadas con esa lente tan típica de los anuncios de coches con una franja roja en su parte superior. Menos mal que el famoso fotógrafo nos compensa luego con los bellísimos juegos de luces de las transformaciones que ya he mencionado anteriormente.
-No entiendo mucho de la Edad Media, y menos aún de la ropa que se llevaba en ella, pero el vestuario del film me parece a menudo demasiado pulcro y “aséptico” para la época en la que se ambienta la historia. La guardia del obispo va en todo momento impecable y los cascos de esta y de Navarre se me antojan más ideales para jugar a fútbo americano...

Lo peor
-A Lady Halcón se le criticó mucho en su momento una misma cosa, algo que chocó a todo el mundo y que creo que sigue haciéndolo a quienes la ven en la actualidad: y es que el director Richard Donner –él es el culpable– se empeñó en tener a Alan Parsons en la banda sonora. Parsons acabó realizando las labores de ingeniero de sonido y productor, y fue su colega Andrew Powell el creador de la música. Sabiendo la trayectoria que ambos autores seguían, el resultado fue una partitura que alterna temas en una línea más clásica con orquesta con otros con instrumentación rock y así, mientras Navarre cabalga por las llanuras italianas o combate a sus enemigos, oímos sonar bajos eléctricos, sintetizadores, guitarras con distorsión y baterías. Fue sin duda un gran error por parte de Donner el no dotar a su película de una orquestación más estándar.
Powell se excusaba en la reedición de la BSO en formato CD haciendo ver que buena parte de esta estaba grabada con orquesta, y es cierto que varias de esas piezas compensan el desliz de las registradas con instrumentos eléctricos: cortes como Phillipe Describes Isabeau, She Was Sad at First –en las que imperan el piano, la guitarra y la sección de cuerdas–, los eclesiásticos coros de Bishop´s Procession o el simpático baile medieval titulado Wedding Music.
En defensa de Parsons y Powell hay que decir que otras películas posteriores a Lady Halcón e igualmente ambientadas en siglos pasados también nos han sorprendido incluyendo música rock durante su transcurso, tal es el caso de Destino de caballero, Plunkett & McLean o María Antonieta.

¿Y un remake?
Aunque no soy especialmente amigo de los remakes, creo que Lady Halcón es una de mis pocas películas favoritas que, vistos los defectos expuestos que le encuentro, y en manos de un buen director, considero podría llegar a tener un remake digno. Os voy a pedir que me permitáis fantasear con que el reparto de esta supuesta nueva versión si estuviera en mis manos y pudiera elegir entre actores conocidos del momento. Esta sería mi decisión, pero admito sugerencias:

-Etienne: creo que hay pocos intérpretes varones hoy en día que transmitan verdadera masculinidad en el cine. Hay actores encomiables como pueden ser Johnny Depp o Leonardo DiCaprio, pero se me antojan de rostro demasiado aniñado para que consigan hacerme creer que son bravos y sufridos guerreros. Una excepción y mi elección entre los actores reconocidos de la actualidad sería casi con seguridad Clive Owen. Como alternativa consideraría a Gerard Butler, siempre que pueda deshacerse de esa vena humorística suya que ya parece inevitable en todos sus últimos personajes. Finalmente, si hubiéramos de buscar a un sustituto actual para Rutger Hauer, rubio, con ojos azules y con cara de malo, ¿qué tal el agente 007 Daniel Craig?

-Isabeau: difícil elección una digna rival de Michelle Pfeiffer, ¿verdad? Sin embargo, yo creo tenerlo bastante claro: para mí, la nueva Lady Halcón sería Alexa Davalos, una joven actriz que empieza a despuntar y que creo que merece encontrar su hueco en el cine actual. Una excelente alternativa podría ser Keri Russell, que por el parecido con Alexa bien podría ser su hermana. Lo único malo es que Keri se nos hace ya mayor para el papel, y por edad Alexa está más cerca de Pfeiffer cuando rodó la película. Se me ocurre una tercera opción, pero con esta ya no puedo ser demasiado objetivo, y es que me pirro por la británica Sienna Guillory….

-Phillipe: no tengo tan clara la alternativa moderna para este personaje, pero pienso que Shia LaBeouf podría ser una opción. Lo veo bien en el papel de graciosillo. Aunque quizá por su físico más escuchimizado podríamos considerar a Thomas Sangster. También se me ocurre que, ahora que está tan de moda cambiar el sexo de los personajes en los remakes, la diminuta Ellen Page podría ser una digna “ratoncita” sustituta de Mathew Broderick.

-El obispo: aquí sí que no me resisto a incluir a uno de mis grandes actores favoritos: el personaje se lo daría sin titubeos a mi admiradísimo Geoffrey Rush.

-Imperius: otro papel que tengo muy claro quién debería hacerlo: y es que me parece que nadie mejor que el mismísimo Rutger Hauer para aparecer en el remake como el sufrido ermitaño. ¿No sería un guiño muy simpático?

Por cierto, si no aparece de aquí a final de año, da la impresión de que no se van a decidir a ofrecernos una edición especial de la película en DVD coincidiendo con un aniversario tan significativo. Una pena teniendo en cuenta que casi todo el reparto y sus creadores están vivos y sería una delicia verlos rememorando el rodaje y las anécdotas del film.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Claude Chabrol/Eric Rohmer: con mis disculpas

No tengo reparos en admitir que, al contrario de lo que parece estar de moda entre cinéfilos, siempre he sido más admirador del cine norteamericano que del europeo, sobre todo si hablamos de cine clásico. También es cierto que la mayoría de grandes películas clásicas de Hollywood están interpretadas, escritas y dirigidas por europeos: quizá esa asociación del capital estadounidense y del talento del Viejo Continente es lo que les da esa genialidad y las hace tan especiales…

He de hacer notar, además, que me resulta más difícil ver en las salas de mi localidad cine de los países vecinos  al nuestro –e incluso españolas– simplemente porque no lo traen (conste que el último estreno que he visto ha sido Lope, siempre hay excepciones). Como no vivo en una capital con gran oferta cinematográfica y cada vez soy más sedentario y menos dado a los viajes, muchas veces tengo que relegar el visionado de estas películas directamente a su edición en DVD, formato en el que suelo saldar parte de mi deuda con el cine que descuido en la pantalla grande.

No mentiré pues diciendo que era un gran admirador de Claude Chabrol: ni siquiera supe de su muerte a los 80 años hasta ayer (gracias, Ethan), tres días después del suceso, y he visto muy pocas películas suyas. No obstante, sí que es un director al que conozco desde hace muchos años y, por supuesto, soy consciente de su admirable trayectoria y de su trascendencia en el cine, es por ello que me creo obligado a cuanto menos dar cuenta de su pérdida en el blog. Esto me da además la excusa perfecta para pagar una deuda pendiente con Eric Rohmer, otro legendario cineasta galo que nos dejó el 11 de enero con casi 90 años, suceso del que también me enteré algunos días después y no di forma de entrada por la vergüenza del despiste y porque, como con Chabrol, tampoco he sido especialmente seguidor de su obra.

No dejo de reconocer que ambos han sido, aún con mi relativo desinterés por sus respectivas carreras, dos grandes pilares del cine francés y una gran pérdida para el 7º Arte acaecida en tan sólo ocho meses. Que descansen en paz, y mis disculpas por no haberles prestado mayor atención. Afortunadamente, es una falta que puedo reparar, pues su legado, por suerte, lo tendremos conservado para siempre.

martes, 14 de septiembre de 2010

Kevin McCarthy, out

Hace tan sólo nueve días, y a propósito de mi tributo a Kirk Douglas, enumeraba a algunos de los más veteranos actores de cine que aún seguían con nosotros, y entre ellos estaba Kevin McCarthy (n. Seattle, Washington, 15-2-1914). Lamentablemente, ya podemos borrarlo de la lista: este pasado 11 de septiembre se nos fue con la respetabilísima edad de 96 años, y lo más sorprendente y encomiable es que todavía seguía en activo en el campo de la interpretación: la película Drawback de este mismo año será su despedida del cine; su llegada fue en 1944 con un pequeño papel en Cita en los cielos y, entre una y otra película, más de doscientos trabajos antes las cámaras. Ahí es nada...

No fue un actor cuya carrera siguiera personalmente con especial interés, pero tiene un buen montón de títulos dignos de mencionar a lo largo de sus casi siete décadas de trayectoria, entre otros: La muerte de un viajante (1951) –que le valió una nominación a los Óscars–, Noche de pesadilla (1956), Vidas rebeldes (1961), Soltero en apuros (1962), Nido de águilas (1963), El premio (1963), My Tutor (1983) o Causa justa (1995), aunque los amantes del fantástico lo recordaremos sobre todo como el hombre que intentó frenar La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), título mítico del cine de ciencia ficción que le ganó para siempre una alta consideración dentro de este género, hasta el punto de que muchos directores posteriores del cine imaginativo se ocuparon en utilizarlo como icono y reclamo en sus largometrajes, sirvan como ejemplo el remake de la citada película, La invasión de los ultracuerpos (1978) o varios de los trabajos de Joe Dante como Piraña (1978), El chip prodigioso (1987) o Matinee (1993), amén de otras cintas de inferior calidad que ni me molestaré en citar.

En televisión participó prácticamente en todas las series clásicas de los últimos sesenta años, entre ellas El fugitivo, La dimensión desconocida, La hora de Alfred Hicthcock, Mision: imposible, Hawai 5-0, Vacaciones en el mar o la inevitable Se ha escrito un crimen. Descanse en paz, que bien se lo ha ganado tras muchos años dedicados a su profesión.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Elvis Calling

Lo que da de sí una idea sencilla: la portada del primer LP de Elvis Presley, aparecido en marzo de 1956 y titulado simplemente con el nombre del cantante, fue compuesta con una fotografía en B/N –algo atípico incluso en aquella época para un álbum de una compañía importante como era RCA– sacada de un concierto en directo del artista. Nada de poses ni montajes: el 31 de julio de 1955, el chico de Tupelo actuaba con sus inseparables Scotty Moore y Bill Black en Fort Homer W. Hesterly un edificio de Tampa, Florida, que hacía las veces de arsenal y cuartel militar y de centro social de la ciudad para conciertos, mítines, etc, cuando su mánager, el Coronel Parker, contrató al fotógrafo local William V. Robertson para que realizara varias fotografías del evento, y una de ellas –conocida popularmente como la “fotografía de la amigdala”­– fue utilizada para el larga duración de Elvis unos meses más tarde, previamente recortada.

Conocida la tiranía de Parker, no es de extrañar que el autor de la famosa instantánea se mantuviera en el olvido durante décadas: seguramente le pagaría cuatro duros por el trabajo y, por supuesto, no le debió ceder los derechos de las imágenes. Mucha más suerte tuvo su colega William “Popsie” Randolph, autor de las cuatro fotografías de la contraportada del disco que muestran a Elvis grabando en el estudio, que sí llegó a ver su nombre en la funda del LP, honor que ni los propios músicos de Elvis recibían. Esto dio lugar a la confusión de que él era también el que captó la imagen de la portada, error que no se corrigió hasta hace pocos años.

La fotografía de Robertson, pues, en la que podemos atisbar al contrabajista Bill Black apenas distinguible, se completó con una maquetación casi minimalista: la palabra “ELVIS” en rosa cruza verticalmente el margen izquierdo de la cubierta del LP; el apellido “PRESLEY”, en verde, aparece en horizontal en la parte inferior. Arriba a la derecha encontramos el logotipo y nombre de la compañía –utilizando también los colores del título del disco–, la referencia de este, LPM-1254, y la característica frase “A "New Ortophonic" High Fidelity Recording”. En posteriores ediciones el logotipo aparecería de forma más discreta, con las letras simplemente en blanco sobre el fondo negro, e incluso en otras versiones ni siquiera lo encontramos.

En 1979 los miembros del grupo punk The Clash decidieron rescatar el diseño del viejo LP para su tercer disco, el popular London Calling, sólo que ahora con el bajista Paul Simonon aprestándose a golpear su bajo contra el suelo. Las dos palabras del título del disco se dispusieron y colorearon de idéntica manera al de Presley aparecido veintitrés años antes. Fue el primero de los muchos guiños que se hicieron al álbum debut de Elvis, aunque quizá hay que reconocer que en algunos sectores es incluso más conocida la portada del trabajo de The Clash que la original (la hilarante cubierta del “single del gaitero” de Siniestro Total es una de las muchas que remiten claramente a ella). La razón es fácil aducirla a la obvia mayor difusión de la música rock a nivel mundial en el año 79 que cuando apareció el vinilo de Elvis a mediados de los 50. Recordemos que en países como el nuestro ni siquiera se editó en su momento. Desde entonces, decenas de artistas musicales, e incluso diseñadores de otros campos, no han podido resistirse a imitar la idea que el anónimo maquetador de la RCA tuviera hace ya cincuenta y cuatro años. 

* Más información (en inglés):