Como ya adelanté en el homenaje que le dediqué en abril, Eddie Cochran –seguido muy de cerca por Scotty Moore, véase también– fue la figura definitiva que me lanzó al mundo de la guitarra rock. Parece totalmente lógico, pues, que las guitarras eléctricas de caja hayan sido desde aquellos comienzos la variante de este instrumento que más me atrae, y que el modelo concreto que el músico utilizó, la Gretsch 6120 Chet Atkins, sea desde hace más de dos décadas la guitarra de mis sueños. De momento todavía no he podido cumplir mi deseo de adquirirla, pero no por ello voy a dejar de contaros su crónica y la de su marca. Espero que os guste…
Siempre me han fascinado todas esas historias sobre emigrantes europeos que viajaron a Norteamérica a finales del siglo XIX en busca de un futuro mejor y, a base de esfuerzo y tesón, consiguieron levantar todo un imperio comercial. A uno le gustaría pensar que son todas ciertas; que es verdad que una persona humilde y honesta puede triunfar y progresar en la vida sin aprovecharse de nadie ni tener que renunciar a sus principios o prostituirse laboral o políticamente. La leyenda de Friedrich Gretsch, fundador de la marca de instrumentos musicales que lleva su nombre, empieza como todas estas entrañables odiseas que tan a menudo proliferan como ejemplo de que el American dream está al alcance de cualquiera.
De origen alemán, este pionero artesano comenzó fundando un pequeño taller en Brooklyn, Nueva York, en 1883. En sus primeros tiempos se construían en él principalmente instrumentos de percusión (y aún hoy en día, la marca sigue destacando en la fabricación de baterías). Sin embargo, sería su hijo, Fred Gretsch, Sr., quien transformaría el pequeño negocio en una gran compañía manufacturera e importadora que ya tenía relevancia internacional a finales de la I Guerra Mundial. De Fred sería también la visionaria idea de centrarse en la fabricación del instrumento que, ya entrado el siglo XX, empezaba a despuntar como el más solicitado en la música popular: la guitarra. Naturalmente, sería en el campo del jazz donde primero se empezaría a experimentar con el nuevo producto de la compañía –que ya en 1939 presentó su primer modelo con pastilla–, pero no sería hasta la década de los 50, con el nacimiento del rock and roll y un mayor auge de la industria musical y discográfica, cuando las guitarras Gretsch comenzaran a forjar su leyenda. Por entonces, la empresa ya había pasado a manos de los nietos del fundador original: William y Fred, Jr., siendo este último el verdadero impulsor de la época de mayor esplendor de la marca. En esos momentos, la guitarra ya se había comenzado a electrificar casi sistemáticamente, y pioneros como Leo Fender o Les Paul (consejero de la casa Gibson) estaban asombrando al mundo con sus modernos avances técnicos en dicho instrumento musical. La compañía Gretsch no iba a ser menos, y en la mencionada década llegó a ser una de las primeras empresas fabricantes de guitarras eléctricas de EE.UU., especializándose sobre todo en las guitarras “de caja” o “tipo jazz”, como se las conoce más vulgarmente, al haber sido este el primer estilo musical que empezó a explorarlas, aunque la casa también fabricaría numerosos modelos de guitarras sólidas, como la famosa serie “Jet”.
Gran parte de la difusión de las guitarras Gretsch se debió sin duda a la acertada asociación de la marca con el legendario pionero Chet Atkins, quien a partir de 1954 comienza a diseñar nuevos modelos para la marca como la 6136 White Falcon, la 6120 Chet Atkins, la 6122 Country Gentleman o la 6119 Tennessee Rose, introduciendo variantes y colores nunca antes vistos y accesorios como el clásico vibrato Bigsby. Al ser este genio del jazz y del country uno de los músicos más influyentes de la época en su país, muchos de sus admiradores –entre ellos pioneros del rock and roll como Eddie Cochran o Duane Eddy– comienzan a adquirir y a hacer populares los modelos de Chet. Artistas como el peculiar Bo Didley también exhiben guitarras de la marca como la Jupiter Thunderbird o la guitarra cuadrada que lleva el nombre del cantante, ambas diseñadas por él.
Algunos de los modelos de guitarras Gretsch más populares. De izq. a der.: la Country Gentleman, la Duo Jet, la Bo Didley y la White Falcon
En los 60, las guitarras Gretsch reciben el espaldarazo definitivo al ser utilizadas con frecuencia por George Harrison en los discos y conciertos de los Beatles. Sin embargo, la era de la psicodelia y del rock ácido va a acabar con el reinado de la marca, que es vencida por su eterna rival: la Fender. Por entonces, Fred, Jr. se ha jubilado y ha vendido la empresa a la Baldwin Music Company. Debido a una mala gestión y a otras circunstancias desastrosas como dos incendios en sus instalaciones, Gretsch deja de producir en 1980. Es el momento que esperaba Fred Gretsch III –hijo de William y biznieto, pues, del fundador–, para devolver de nuevo la marca a la familia y relanzarla con gran éxito, ayudado en parte por el revival del rockabilly de la década y por figuras de la talla de Brian Setzer (Stray Cats), Billy Gibbons (ZZ Top) o los ya mencionados George Harrison y Bo Didley, que prestan su nombre para diversos modelos y asesoran otros nuevos. Irónicamente, la marca Gretsch pertenece desde 2002 a Fender.
La Gretsch 6120 Chet Atkins fue creada, como ya se ha adelantado, en el año 1955 por el legendario guitarrista cuyo nombre ostenta. Debido a la relación de Atkins con la música country (aunque en realidad era un virtuoso que destacó en muchos estilos), se adornó a los primeros modelos de 6120 con diversos motivos “del Oeste”, como la cabeza de toro del clavijero y de las incrustaciones del mástil o la “G” del cuerpo, que imita las marcas a fuego con las que se señalan a las reses. Eddie Cochran la compró probablemente a finales de ese año, cuando formó equipo con el cantante Hank Cochran para fundar el dúo country The Cochran Brothers (en una de las fotografías más famosas de la pareja todavía se puede ver a Eddie con una Gibson ES175) Parece ser que sus padres le ayudaron a pagarla, y que el instrumento fue adquirido en el Bell Gardens Music Center, la tienda de música sita en el barrio de Los Angeles en que Eddie vivía.
Aunque todavía hay unas pocas fotografías en las que se puede observar la guitarra tal y como se ofrecía al público (dos pastillas Seymour Duncan Dynasonic y golpeador dorado), Eddie la modificó muy pronto, dejándola con el aspecto que veríamos en casi todas sus fotografías y películas, es decir: cambió la pastilla superior por una Seymour Duncan P-90 “Dog Ear” y el golpeador original por uno transparente. La casa Gretsch, además de ofrecer a sus clientes el modelo original, decidió hace pocos años crear también una variante modificada más o menos idéntica a la de Cochran (si exceptuamos el vibrato Bigsby, que en la antigua era dorado y fijo, y en la nueva versión plateado y plegable). Esta variante, con la referencia G6120W-1957 Chet Atkins Hollow Body, puede adquirirse actualmente por unos 2500 euros (aunque ha llegado a estar a casi 3000).
Este mismo año, y coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte de Eddie, Gretsch llegó a un acuerdo con su familia para tener acceso a la guitarra original del cantante, y tras un minucioso y delicado estudio, el luthier Stephen Stern realizó una réplica exacta de la original, que la marca ha lanzado en homenaje a la leyenda del rock and roll (ref: G6120EC Eddie Cochran Tribute). En la edición, limitada tan sólo a 50 copias, se incluye un estuche de guitarra y un cinturón que imitan los del mismísimo Eddie y toda una serie de parafernalia que incluye fotos, póster, tarjetas, un DVD y hasta la lista de la lavandería que el rockero llevaba en la caja. El PVP en EE.UU. es de 12.000 $. Una vez más, parece que se demuestra que la música sólo está al alcance de los ricos. Yo por mi parte, me conformo con el modelo barato. ¿Una colecta para ayudarme a cumplir mi sueño?
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