"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 9 de mayo de 2010

Tres décadas, tres actores

Como ya confesaba en mi homenaje a Eddie Cochran el pasado mes, mi mitomanía se ramifica y extiende para albergar a numerosas personalidades artísticas, casi invariablemente cinematográficas y  musicales. También comentaba que no me interesa generalmente establecer competiciones entre mis ídolos, ni escalafones ni prioridades de ningún tipo: el hecho es que me gusta y puedo disfrutar del trabajo de todos estos artistas, por lo que no necesito realizar ninguna selección entre todos ellos. No obstante, es bien cierto que siempre hay algunos que “te marcan” más, tienen una especial relevancia en tu vida, e inevitablemente tienden a sobresalir de entre los demás aunque sea por un pequeño margen. Este nuevo artículo pretende rendir tributo a los tres actores modernos cuya carrera seguí con mayor interés en cada una de las tres décadas pasadas, más o menos el tiempo que llevo frecuentando cines.

Los 80: Harrison Ford
Habiendo participado en ocho de mis películas favoritas (la trilogía original de La guerra de las galaxias, la saga de Indiana Jones y Blade Runner) era inevitable que este actor ya icónico, nacido en Chicago el 13 de julio de 1942, se convirtiera en mi predilecto durante mis años mozos. Para un pre-adolescente, ¿quién podía haber más chulo y vacilón que Han Solo? A Harrison, ciertamente, lo descubrí con este personaje, cuando con diez años vi el clásico de ciencia ficción que le haría famoso en el mundo entero. Durante los siguientes años seguiría su carrera con interés: El rabino y el pistolero, Apocalypse Now (ambas de 1979) o, por supuesto, El imperio contraataca (1980), son algunas de las primeras películas suyas que vi. Después llegaría otro título imprescindible, En busca del Arca Perdida (1981), y al año siguiente la mítica Blade Runner, seguida otro año después por el final de la trilogía de George Lucas, El retorno del Jedi. Harrison ya se había convertido en mi actor fetiche de aquella época.

Intentando desencasillarse de tanto héroe intrépido, Ford nos ofreció nuevos registros durante el resto de la década de los 80: se pasó al thriller en Único testigo (1985, por la que fue nominado al Oscar) y Frenético (1988), flirteó con la comedia en  Armas de mujer (también 1988) y nos ofreció papeles de gran carga dramática como el que hizo para La costa de los mosquitos (su película favorita, 1986).

De izq. a der.: La calle del adiós, En busca del Arca Perdida, Blade Runner, Único testigo, Morning Glory. Abajo: todavía un galán a sus casi 70 años, y presumiendo de novia guapa

En los 90 perdí bastante interés por la carrera de este actor, aunque nunca dejé de ver sus películas por tradición y encariñamiento. Para entonces, Harrison era claramente una de las estrellas más reputadas y solventes de Hollywood, se conformaba con un solo film al año, y sus papeles se adaptaban más o menos al estereotipo que todo el público nos habíamos hecho de él. En definitiva, se convirtió en un actor poco arriesgado y por tanto artísticamente limitado. Concluyó la trilogía de Jack Ryan (que había empezado Alec Baldwin), realizó algunos remakes (el de la serie El fugitivo, 1993, y la innecesaria Sabrina y sus amores, 1995), y en los siguientes años alternó películas cuanto menos entretenidas como La sombra del diablo (1997), Seis días y siete noches (1998) o Firewall (2006) con otras para mí bastante más olvidables como Air Force One (1997), Lo que la verdad esconde (2000, en la que, por una vez, nos sorprendió haciendo de malo) o Hollywood, Departamento de Homicidios (2003).

La última película suya que he visto hasta el momento fue la cuarta entrega de Indiana Jones en 2008, que no hizo sino recuperarme y confirmarme a uno de los héroes de mi juventud, y de la cual salí absolutamente encandilado y reafirmando mi admiración por Harrison Ford, que en mi opinión recuperó al personaje muy dignamente.

Los 90: Gary Oldman
No me interesé por este actor inglés (nacido en Londres el 21 de marzo de 1958) hasta que supe que iba a ser el nuevo Drácula en la película que estaba preparando Francis Ford Coppola. Antes de verle como el famoso aristócrata vampiro lo hice en El clan de los irlandeses, donde ya nos presentaba al típico personaje desquiciado con el que tanto se prodigaría. Fue la primera de sus películas que disfruté, y me gustó su papel. Después llegaría por fin Drácula, y desde su estreno en 1992 sigo fascinado por esta indiscutible obra maestra de Francis Ford Coppola. Pese a mis reticencias iniciales con respecto a una nueva película del ya manido personaje de Bram Stoker, me quedé enamorado del film y Oldman me sorprendió con sus mil avatares como viejo conde, joven príncipe, lobo, murciélago, etc, etc. A día de hoy, y con el permiso de mi también admirado Christopher Lee, creo que el de Gary es el Drácula más completo y complejo que se ha llevado a la pantalla.

De izq. a der.: como Sid Vicious, Drácula, Beethoven, Zorg y el Comisario Gordon

A partir de ahí fui testigo de la variedad de registros y de la capacidad de transformación de la que era capaz este actor de gestos a veces histriónicos pero siempre sorprendente. Algunos de sus papeles que más me gustan son el del policía con problemas de Doble juego (1993, impagables sus escenas con Lena Olin haciendo de asesina psicópata), el de Beethoven en Amor inmortal (1994) y, por supuesto, el policía drogadicto de El profesional (1994), en la que aterraba a mi adorada Natalie Portman y conseguía salir airoso de un rol que rayaba bastante en el cliché del ya tan manido malo hollywoodiense. Para entonces Gary se había erigido en un nuevo Hombre de las Mil caras ofreciendo a su público una galería de pintorescos personajes que incluían al lamentable Sid Vicious (Sid y Nancy, 1986), al infame Lee Harvey Oswald (JFK, 1991), al pérfido alcaide de una prisión en Homicidio en primer grado (1995) e incluso a un reverendo puritano en La letra escarlata (1995).

Sin embargo, a pesar de su amplitud interpretativa, y quizá por lo problemático de su personalidad, Hollywood se empeñó en negar al actor más papeles protagonistas y en encasillarlo casi invariablemente como villano, y así, a finales de los 90 le pudimos ver repetir prácticamente el mismo rol en El quinto elemento (1997), Air Force One (1997, donde coincidió con Harrison Ford) y el remake de Perdidos en el espacio (1998, para el cual ni se molestó en cambiar de look con respecto a la anterior). Desde entonces lo hemos encontrado en infinidad de producciones, pero casi siempre en roles secundarios, incluidas sus intervenciones en las sagas de Harry Potter o Batman (como el comisario Gordon). En 1997 incluso llegó a dirigir un largometraje: Los golpes de la vida, interesante drama semi-autobiográfico que no tuvo mucha repercusión.

Izq.: tonteando con Natalie Portman en El profesional. Der.: con Winona Ryder en 2008: Drácula y Mina se reencuentran dieciséis años después.

A Gary lo vi recientemente en El libro de Eli, en un personaje no muy diferente a aquel al que nos tiene acostumbrados en la mayoría de sus últimos filmes hollywoodienses. Esperemos que alguien nos lo recupere pronto en uno de esos papeles principales más profundos con los que nos solía encandilar en los primeros 90.

Los 2000: Geoffrey Rush
Rush es la prueba viviente de que fotogenia y belleza física no tienen necesariamente que ir cogidos de la mano: el actor se me antoja un hombre de apariencia vulgar, diríase que hasta feo, sin embargo, en la pantalla se crece de una manera sorprendente e impone su presencia y buen hacer más allá de toda discusión.

Como no ando demasiado interesado en los tejemanejes de Hollywood ni intento estar actualizado respecto a sus novedades y estrenos más que lo justo, no supe del Oscar que a este actor le concedió la Academia por su interpretación en Shine (1996) en su momento. Le descubrí más tarde en su papel del implacable inspector Javert en la adaptación de Los miserables de Victor Hugo que Bille August realizó en 1998 y quedé fascinado por el imponente y magnífico duelo que realizó con otro actor inmenso: Liam Neeson.

De izq. a der.: en Los miserables como el Inspector Javert, en House on Haunted Hill (¿Vincent Price redivivo?), en Quills como el Marqués de Sade

Poco después, recuerdo que una propicia noche en la que había niebla, acudí a ver el remake de House on Haunted Hill (1999), en el que Geoffrey Rush retomaba el papel que mi muy admirado Vincent Price interpretó en la original. La película no hubiera pasado de ser otra vulgar cinta comercial de terror made in USA si no hubiese sido por la formidable recreación de Rush, que clavó de manera tan perfecta los gestos de Price que había momentos en que creía estar viendo a este último redivivo en la pantalla (no en vano, su personaje se llamaba Stephen H. Price). El siguiente film suyo que disfruté fue Quills (2000), y era ya imposible no dejarse cautivar por este monstruo de la actuación después de verlo como el Marqués de Sade…

De izq. a der.: como Peter Sellers, el Capitán Barbossa y Leon Trotsky

Desde entonces he intentado ver todas sus películas, ya sea en cine o en DVD, y Geoffrey nunca me ha decepcionado con su gran capacidad de transformación y adaptación a los personajes más variopintos: ha sido el empresario teatral Philip Henslowe en Shakespeare in love (1998), Sir Francis Walsingham en Elizabeth y su continuación (1998 y 2006), Leon Trotsky en Frida (2002) y un excepcional Peter Sellers en Llámame Peter (2004), entre otros muchos avatares (también le vi por fin como el pianista esquizofrénico David Helffgott en Shine y, sí: es el típico papel de tarado que tanto gusta en Hollywood, pero Geoffrey está genial). Curiosamente, la mayoría del público le reconocerá antes como el Capitán Barbossa de la trilogía de Piratas del Caribe, una saga que quizá no esté a la altura de la calidad interpretativa del actor, pero de la que es para mí lo mejor (no es de extrañar que recuperaran su papel, ampliado, para la tercera entrega).

De Rush hay que lamentar, como en el caso de Gary Oldman, que últimamente no se le concedan más papeles protagonistas y se le relegue a tantos secundarios. Vamos a ver si la cosa cambia y podemos disfrutar de otra gran interpretación de este actor que, no lo he apuntado, pero nació en la ciudad de Toowoomba, Australia, el 6 de julio de 1951, y por cierto, sobrevivió prácticamente como intérprete y director teatral hasta que su suerte empezó a cambiar cuando ya era cuarentón largo…

No quiero acabar este tributo sin mencionar a otros actores más o menos recientes de cuyo trabajo he disfrutado también en las últimas décadas. Algunos de ellos son: Jeff Bridges, Dennis Quaid, el ya adelantado Liam Nelson, Clive Owen, Ed Harris, Ralph Fiennes, Tim Roth, Edward Norton, Kurt Russell, Stellan Skarsgard, Mickey Rourke, Brad Pitt, Gerard Butler, Johnny Depp o Russell Crowe, entre otros. Aunque ahora andan algo perdidos o despistados, o simplemente han dejado de interesarme, en su momento también presté atención las carreras de gente como Matt Dillon, Val Kilmer, Nicolas Cage, Javier Bardem o Tom Berenger y, aunque me pueda avergonzar confesarlo, en tiempos pretéritos llegué a pasármelo bien con algunos títulos de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y hasta del impresentable Mel Gibson.

4 comentarios:

  1. Yo sin duda, me quedo con Ford. Que sea el heroe" macarra" junto al pusisisismo Luke, y que sea el arqueologo chachi molon que a todos los arqueologos nos gustaria ser, creo que influye jeje

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  2. Bueno, yo me quedo con los tres y con muchos más; no son exclusivos. Te hubiera dicho que para mí el momento de Harrison Ford ya pasó, pero después de la última de Indiana Jones, me ha demostrado que aún me podía sorprender...

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  3. Para mi Harrison Ford siempre fue el héroe duro y tierno capaz de grandes aventuras y románticos momentos, aunque tengo que reconocer que últimamente (a excepcion de Indiana) no se ha prodigado mucho en esos términos.

    Absolutamente deacuerdo en que el Drácula de Oldman ha sido el mejor (lo de Christopher Lee me pilla un poco lejos) para mi y gracias al él me emocioné y lloré con una película sorprendente en mi historial de cine.

    De Rush poco más que añadir, genial en Quills y poco aprovechado en el presente.

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  4. Christopher Lee no está tan lejos, mujer. Su Drácula es un clásico del cine y hay que verlo. Cuando quieras te la presto. Por cierto, atentos a mi artículo del próximo 27 de mayo...

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