"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

viernes, 28 de mayo de 2010

Recreativos, marcianos y comecocos

No sé exactamente la razón, pero me levanté esta semana con el recuerdo de los “recreativos” de los 80 y el descubrimiento de los primeros juegos electrónicos, y me ha entrado el antojo de escribir sobre todo ello. Se trata más de un “ejercicio de memoria” del que quiero dejar constancia escrita casi a título personal, pero igualmente confío en que más de uno de vosotros comparta conmigo recuerdos similares y encuentre momentos de agradable  nostalgia en mi crónica.

Ciertamente no soy un gran fan de los vídeo-juegos en la actualidad, pero sí fui un auténtico forofo durante algunos años de mi vida. En los primeros 80 frecuenté a menudo los muchos recreativos que había en mi pueblo: salones repletos de billares, pinballs o “máquinas de petaca”, como se las llamaba antes, futbolines y, por supuesto, juegos electrónicos.

Mis primeros recuerdos de estos sitios (no podía faltar esta frase) parten de 1979-80, cuando empezaron a aparecer aquí las máquinas de vídeo-juegos. Dos de los lugares más antiguos a los que recuerdo haber hecho “incursiones” (era toda una aventura entrar a ellos en aquella época, ya que eran frecuentados por gente de muy mala calaña) fueron los Játiva (en la plaza 1 de mayo) y otro local que estaba situado junto a mi colegio, Begoña, y que posteriormente pasó a ser el Luem, y es en la actualidad otro bar cuyo nombre desconozco. También me vienen a la memoria otros recreativos arcaicos situados en la avenida Camp de Morvedre, a la altura de donde se planta la Falla Eduardo Merello, aunque estos creo que desaparecieron pronto y sólo recuerdo haber entrado a comprarme chucherías, puesto que también hacían las veces de quiosco.

Pong (1972) y Red Dead Redemption (2010): casi cuatro décadas de evolución tecnológica. ¿Se nota?

Creo que la primera máquina recreativa a la que jugué fue el celebre Pong, el rudimentario tenis en blanco y negro que consistía en dos palitos que hacían las veces de raquetas y un pequeño cuadrado que imitaba a la pelota, pero pronto estos ingenios empezaron a hacerse más sofisticados y a acaparar temáticas que me atraían más que la deportiva: apareció el famoso Space Invaders, en el cual afrontabas con una nave que sólo se movía en horizontal a un montón de “marcianitos” que bajaban hacia ti inexorablemente y se empeñaban en destruir las cuatro casas que te protegían. Este juego seguía siendo en B/N, pero un cristal –o plástico– con varias bandas de colores creaban la ilusión de que los extraterrestres eran verdes, naranjas o amarillos conforme se acercaban hacia ti. Por la misma época surgió el menos rudimentario Asteroids, también sin color, en el que te enfrentabas con una navecita de forma triangular a un montón de peligrosos aerolitos descontrolados que amenazaban con chocar contra ti, y que se iban descomponiendo en trozos más pequeños conforme les disparabas…

Resulta curioso constatar una vez más cómo, cuando eres niño o muy joven, todo te asombra y maravilla y, por desgracia, conforme creces pierdes el interés y la fascinación por la mayoría de las cosas. En aquella época, el vídeo-juego más simple me dejaba boquiabierto, mientras que ahora la mayoría de ellos, con todos sus asombrosos avances tecnológicos y su pasmoso realismo, no consiguen causar en mí el efecto de sus “abuelos”

A medida que avanzaban los primeros 80, las máquinas de vídeo-juegos o arcades –esos impresionantes “armarios” que hoy en día se han reducido hasta ocupar el tamaño de una caja de zapatos– empezaban a copar todos los salones recreativos y a desplazar a billares y futbolines, e incluso prácticamente cualquier bar tenía una, con lo cual la oferta para alguien deseoso de disfrutar esas sensaciones computerizadas era amplísima. Hicieron su aparición títulos ya clásicos como el Galaxian (al fin y al cabo, una variante del Space Invaders, pero ahora con colorines y con esos simpáticos marcianos que parecían moscas), el mítico Pacman o “Comecocos”, el Phoenix, el Moon Cresta o el no menos legendario Donkey Kong, donde aparecía por primera vez el personaje del fontanero Mario, y que conocería una secuela protagonizada por el hijo del famoso simio. Uno ya empezaba a quedarse con términos como “Game Over”, “Insert Coin”, “Press Start” o “High Score”.

La época en la que manejé más joysticks y pulsé más botones de disparo fue quizá en mi último año de EGB y el primero del instituto. Por entonces ya controlaba todos los recreativos locales, los frecuentaba a menudo y estaba al tanto de todas las máquinas nuevas que llegaban a ellos o a los bares de la localidad. Fui un asiduo de los Anabel, sitos en la avenida 9 de octubre, junto a la antigua Discos Rama (cito las ubicaciones locales para los paisanos que tengan la amabilidad de leerme), pero también visitaba con frecuencia los San Luis (en la calle Rey San Luis), Palmereta (en la calle del mismo nombre, claro), los Cuenca, en la llamada “calle del Vicio” (no precisamente por los vídeo-juegos), los ya citados Játiva (que posteriormente tuvieron a sus hermanos Játiva 2 en la avenida Hispanidad, aunque estos ya los pillé más de refilón) o los de la plaza Ibérica, cuyo nombre no recuerdo.  Los últimos que creo que se abrieron fueron los Alfa (en Teodoro Llorente), que estaban en activo en los primeros 90 y que nunca visité, y los Estadium, en la avenida Mediterráneo (que se cerraron hace relativamente poco), y que tampoco frecuenté mucho, porque ya había pasado mi época de fervor lúdico-informático cuando aparecieron. De Sagunto recuerdo especialmente los Cortijo, junto al ayuntamiento -a los que nos llegábamos a acercar en bicicleta-, aunque conocí al menos tres más en la calle Los Huertos, al final de Doctor Palos y a un par de calles de los Cortijo

Cuando viajaba con mis amigos o familiares  tampoco perdía ocasión de descubrir nuevos recreativos y diferentes máquinas y de echar alguna monedita en estas. En los primeros tiempos, cuando los juegos electrónicos de mi ciudad eran todavía contados, quedé obviamente embelesado al visitar salones de Valencia o de Barcelona (visité Montjuich en 1980 y la oferta lúdica era, evidentemente, espectacular y vastísima con respecto a la de mi pueblo). Como también veraneaba en Altura (Castellón), la villa de mis antecesores, estaba al tanto de las máquinas de los alrededores. Allí no hubo propiamente recreativos hasta cuando prácticamente dejé de ir (finales de los 80), pero sí varios bares con sus maquinitas. Esto me trae a la memoria un curioso artefacto sito en el bar de la Glorieta que consistía en una ametralladora (creo que sin cañón) y una especie de diorama en el que aparecían soldaditos a los que debías dispararle. Esto era todo físico, no virtual. En la cercana Segorbe sí que recuerdo haber frecuentado más a menudo un salón en la calle Fray Luis Amigó.

Algunos otros vídeo-juegos que recuerdo de aquella época son Popeye, Q-Bert, Frogger (la rana que intentaba cruzar el río y la carretera), Bagman, Lady Bug, Pengo (me encantaba este, en el que ibas empujando bloques de hielo con un pingüino para matar a los malos), Hunchback, Pole Position, Rally X (el de los cochecitos que recogían banderas y tiraban humo) y, por supuesto, el mítico Defender. Durante una temporada en mi primer año de instituto acabábamos la clase del viernes por la tarde y nos íbamos varios compañeros a jugar por equipos a los Recreativos Anabel: unos eran pilotos, y otros artilleros (ese era mi puesto). ¿Recordáis aquella máquina en la que manejabas una bola y tres botones e intentabas que un montón de misiles no destruyeran tus bases? Creo que se llamaba, apropiadamente, Missile Attack, y su originalidad radicaba en que no controlabas un joystick, sino la mencionada pieza esférica, con la que manejabas el punto de mira al que disparaban tus bases…

Con el tiempo, fui dejando de ser asiduo a los recreativos, y las últimas veces que recuerdo haber jugado en ellos a vídeo-juegos fueron en los primeros 90. En 1991, realizaba un cursillo en Valencia y visitaba con mis compañeros un local cercano en los descansos. Allí jugué a menudo a uno de hombres prehistóricos que era para dos jugadores llamado Caveman Ninja y hasta al Moonwalker de Michael Jackson. En 1992 o 93 jugaría a uno de los primeros vídeo-juegos de los Simpsons en un bar de Sagunto y, aunque es posible que aún disfrutara  algún otro posteriormente, es el último que me viene a la memoria ahora mismo.

Me imagino que es fácil dilucidar la razón principal por la que abandoné este hábito de frecuentar salones recreativos, y la explicaré con el debido detalle en la continuación de este artículo próximamente. Una pista: era un cacharrito pequeño y negro, con muchas teclas, y con un logotipo que era rojo, amarillo, verde y azul….

(Por favor, no dejéis de enviarme vuestras propias vivencias “recreativas” y los títulos de vuestros arcades favoritos)

TERMINOLOGÍA ESENCIAL RECREATIVA
-Abuelo: un señor mayor (al menos para nosotros, que éramos niños) que se encargaba de la conservación de los recreativos, y principalmente de proporcionarte cambio para que jugaras a las maquinitas. Recuerdo que el encargado de los Anabel escribió en un papel que colgó en la puerta de su oficina: Me llamo Miguel, no “abuelo”.
-Tanque: cada una de las vidas con las que normalmente contabas en los vídeo-juegos. Solían ser tres, y te daban más si alcanzabas determinadas puntuaciones. Nótese que no era necesario que llevaras un vehículo blindado con orugas para que se le aplicara esta denominación: un coche, una nave, una persona o un mono eran invariablemente “tanques”
-Moneda de 25 ptas: los ya desaparecidos cinco duros fueron el precio estándar de las partidas durante muchos años. Después llegaron a bajar (hasta cosas como 10 ptas, o dos partidas por 25) y, por supuesto, a subir.
-El listo: siempre había un tipo en los recreativos que parecía vivir allí. Se conocía todas las máquinas, se las había pasado, y se ofrecía rápidamente a darte consejo sobre cómo sortear cualquier obstáculo en los juegos o incluso a pasártelos él mismo.
-El chulo: típico macarra “pseudo-Vaquilla” que también solía estar presente en estos locales. Con el transcurso de los años, esta raza remanente de la España setentera fue desapareciendo de los recreativos, que irónicamente se convirtieron en cónclaves de la pijería local.

3 comentarios:

  1. Por supuesto, en mi infancia y juventud, también fueron importantes los videojuegos de las recreativas. Sobre todo fui asiduo en Sagunto a los "Cortijo" que tu mencionas y a otros que estaban en la Avenida Sants de la Pedra, cerca del colegio José Romeu.

    Allí jugué a prácticamente todos los que mencionas y los primeros también fueron esos que recuerdas: Pong, Invaders, Pacman, Galaxians, Phoenix,...Las recreativas, el billar, los futbolines, el ping pong, ¡de allí no había quién me sacara!. Meno mal que también hacía mucho deporte para compensar tantas horas pegado a las maquinitas y rodeado de los tipos de peor calaña del pueblo, jejeje.

    En el Puerto de Sagunto no recuerdo haber jugado en los recreativos. En mi caso, veraneaba en Canet, en la playa de Almardá, y allí también jugué mucho en verano a las recreativas de los bares.

    Ya veo que eres un nostálgico. Eso está bien, hay que hacer funcionar la memoria y la tuya está muy fresca porque recuerdas muchos datos concretos sobre esa época. En mi caso, mi memoria no es tan buena.

    Todos esos videojuegos los he vuelto a jugar con los emuladores en el PC. Es una gozada poder tenerlos en el ordenador y volver a disfrutar de su adicción. Ah, y no quiero olvidarme de algo: ¡yo también fui un fanático del Spectrum", :)

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  2. Lo cierto es que suelo ser un nostálgico "ajeno": me resultan entrañables momentos y anécdotas de otras épocas que no viví, pero hasta que creé este blog no me había dado por componer mis propias "memorias". Es un ejercicio que encuentro divertido.
    Lo del Spectrum viene en la próxima entrega... :D

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  3. Las primera máquinas que jugué yo eran de 5 y 10 ptas. Pero fue poco tiempo, en seguida subieron a 25 ptas, también es cierto que eran juegos mejores.

    La verdad es que tu descripción de los recreativos es universal. En mi caso lo que se reunían en la puerta eran las pandillas, las locales y las que venían a buscar gresca.

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