"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 27 de mayo de 2010

Trío terrorífico

Ellos siempre bromeaban sobre la simpática coincidencia. Y es que tres de los actores más importantes de la historia del cine de terror fueron a nacer casi el mismo día, aunque en diferentes años: Vincent Price vino al mundo el 27 de mayo de 1911, Peter Cushing el 26 del mismo mes, pero dos años después, y Christopher Lee lo haría de nuevo un 27 de mayo, ya en 1922. Y es curioso: las vidas y las carreras de los tres intérpretes transcurrieron de manera paralela y coincidieron en muchos aspectos: se iniciaron en el cine dramático e histórico, fueron una pieza importante en el renacer del género terrorífico,  conocieron algunos períodos de oscuridad artística y, finalmente, renacieron en momentos y películas clave para el fantástico. Además, los tres se distinguieron siempre por su tremenda humanidad y su gran caballerosidad, cualidades que contrastaban enormemente con los personajes y monstruos malévolos que representaron en la gran pantalla…

Vincent Leonard Price Jr. nació en St. Louis, Missouri, EE.UU. y se interesó por la actuación desde joven. Su elegante porte, su metro noventa y tres de altura y su cuidada elocución pronto le abrieron las puertas del joven Hollywood, y así, en 1938 se estrenó en la gran pantalla con un pequeño papel en Service de Luxe de Robert Wade. Durante su primera década como actor profesional, Price se movió principalmente en los ámbitos del cine histórico, del drama y del thriller, sobre todo en papeles secundarios, pero también en algunos protagonistas como la excelente El castillo de Dragonwyck (1946). En los 40 también intervino en títulos ya clásicos como Laura o Que el cielo la juzgue (coincidiendo con la sublime Gene Tierney en los tres últimos filmes citados), aunque ya desde el principio de su carrera comenzó su flirteo con el cine fantástico en el que acabaría reinando, siendo El hombre invisible vuelve (1940) su tercera intervención cinematográfica. También formaría equipo con otros dos “monstruos” del género, Boris Karloff y Basil Rathbone, en la destacable La torre de Londres (la publicidad de la película resaltaba la altura de los tres intérpretes: Karloff, 1,80; Rathbone, 1, 83; Price, 1,93).

Los siguientes años vieron al actor reincidiendo en thrillers, algún que otro western y varios títulos de aventuras, destacando su papel de Cardenal Richelieu en el clásico de George Sydney Los tres mosqueteros (1948). Sin embargo, en los primeros 50 la carrera de nuestro hombre peligró claramente cuando fue puesto en el punto de mira del infame senador McCarthy y su terrible caza de brujas. Aunque consiguió salir más o menos airoso de las acusaciones, nunca recuperó totalmente el estatus artístico que tenía antes, y las puertas de los grandes estudios empezaron a cerrársele. Curiosamente, esto llevaría al comienzo  de una asociación casi de por vida con el cine de bajo presupuesto que acabaría encumbrándole como una de las estrellas del género fantástico más grandes de todos los tiempos, y cuyo comienzo podemos situar más o menos a partir de Los crímenes del museo de cera (1953), remake de la película de 1933 Los crímenes del museo, que aprovechaba la entonces naciente moda del 3D para impactar al público con el horrendo maquillaje que lucía el actor. Cinco años después nos legaría otro hito del fantástico: La Mosca, dirigida por Kurt Neumann, donde Price logró imponer su presencia y brillo escénico incluso por encima del protagonista principal, David Hedison.

Como el mismísimo Diablo en La historia de la humanidad; excepcional como Roderick Usher en La caída de la Casa Usher; divertidísimo como Cabeza de Huevo en la serie de TV Batman; como el infame Dr. Phibes en la fotografía de más abajo.

A comienzos de los 60 el siempre astuto Roger Corman, sin duda inspirado por el éxito de los filmes góticos de la Hammer protagonizados por Peter Cushing y Christopher Lee, decide hacer la versión americana de estos, y toma como fuente los cuentos del escritor romántico norteamericano por excelencia: Edgar Alan Poe. Esto da comienzo a la formación de un extraordinario equipo con Vincent Price, quien protagonizará durante los siguientes años nada menos que siete títulos indispensables inspirados en los cuentos del mencionado autor, amén de varios filmes de temática y estética afines con otros directores. En la segunda mitad de los 60, la leyenda de Price como actor de terror ya está establecida, y durante el resto de su vida, para bien o para mal, ya no podrá quitársela. Así, durante los siguientes años interviene en infinidad de películas de dicho género –unas memorables, otras indignas de él– recreando invariablemente a doctores locos, genios del mal y los más variopintos personajes torturados, sin olvidar también su destacable participación en teatro, televisión y hasta en la música (colaboraciones con gente tan pintoresca como Alice Cooper o Michael Jackson: de Price era la famosa carcajada de Thriller). Vincent fue también todo un entendido en cocina y en pintura, siendo autor de varios libros sobre ambas disciplinas.

Este gran artista se va a despedir de la pantalla grande con otro clásico del fantástico, como no podía ser menos: el siempre interesante Tim Burton, quien en 1982 ya había homenajeado al actor en uno de sus primeros cortos –una joya de la animación titulada precisamente Vincent sobre un niño que soñaba ser como, claro, Vincent Price, y narrado precisamente por este–, le ofrece su último papel para el cine en el personaje del entrañable y bondadoso inventor de Eduardo Manostijeras (1990), rol que la delicada salud de Price obliga a recortar. El 25 de octubre de 1993, en un mes fatídico para el cine en el que, en el breve período de seis días, también perderíamos a Federico Fellini y a River Phoenix, nos deja para siempre esta leyenda del Fantástico.


Peter Wilton Cushing vino al mundo en Kenley, en el condado inglés de Surrey y, por supuesto, se sintió llamado por las artes escénicas a temprana edad. Tras los tradicionales comienzos en el teatro, emprendió la aventura de Hollywood con los escasos ahorros de que disponía. Su padre le pagó el billete de ida en barco, pero le advirtió que el de vuelta debería ganárselo él con su trabajo (esta entrañable anécdota dio título a la indispensable entrevista televisiva a Cushing de 1989 Peter Cushing: A One-Way Ticket to Hollywood).

El actor en ciernes llega por fin a la Meca del Cine, no sin pasar pocas vicisitudes, y va afianzando su carrera con pequeños papeles y con la ayuda de amigos como el matrimonio de actores Louis Hayward y Ida Lupino. Sin embargo, el comienzo de la II Guerra Mundial y la entrada en el conflicto de su país obligan al joven intérprete a regresar a su hogar. Aunque no puede participar de manera directa en combate debido a una lesión, decide hacerlo como mejor sabe: actuando para las tropas. Será precisamente en el teatro donde conocerá a su futura esposa, Helen Beck.

La posguerra se presenta difícil para el matrimonio Cushing, y el cine británico parece resistírsele a Peter: solamente logra intervenir en esta época en la adaptación de Hamlet llevada a cabo por el gran Laurence Olivier, con quien había trabado amistad (y en donde, según la leyenda, coincide por primera vez con Christopher Lee, aunque sin llegar a conocerse). Sin embargo, va a ser la pequeña pantalla la que va a dar a nuestro amigo la oportunidad que le había negado la grande: durante la primera mitad de los 50, el actor desarrolla una formidable y meteórica carrera en la televisión que le lleva a ser uno de los rostros más populares de Inglaterra, destacando sobre todo su participación en la versión catódica de 1984 de George Orwell.

Es precisamente esta creciente fama la que hace que la pequeña productora Hammer Films se fije en él y le proponga el papel principal de su próxima película, que va a marcar un antes y un después en la historia del cine de terror: La maldición de Frankenstein (1957). Es el comienzo de una larga y fructífera relación con la compañía cinematográfica, con el competente director Terence Fisher y con el que va a ser su compañero de reparto: el ya mencionado Christopher Lee. Aunque ambos habían participado anteriormente en otras películas como Moulin Rouge de John Huston (1952), es en esta adaptación del clásico de Mary Shelley donde por fin traban una amistad de por vida que les llevará a colaborar nada menos que en veintidós filmes.

Los tres personajes más populares de Peter Cushing: el Barón Frankenstein, Sherlock Holmes y el cazavampiros Abraham Van Helsing. Más abajo, como el Grand Moff Tarkin en La guerra de las galaxias.

El enorme éxito de la película lleva a la Hammer Films a adentrarse todavía más en el mundo del terror gótico, y así, durante los siguientes años, la compañía revisitará prácticamente todos los mitos del género, casi siempre con los que son ya sus actores fetiches, Cushing y Lee, unas veces juntos y otras por separado, siendo Drácula (1958), La Momia (1959) o El perro de los Baskerville (1959) algunos de los títulos posteriores más destacables en los que los dos amigos colaborarán. Precisamente el Barón Frankenstein, Van Helsing y Sherlock Holmes serán tres de los papeles más recordados de Cushing, que los retomará varias veces a lo largo de su carrera.

En los primeros 60, el nombre de Peter Cushing ya se relaciona casi invariablemente con el género fantástico, y a este pertenece la gran mayoría de películas que el actor rodará durante la década: vuelve a ser Van Helsing en el clásico Las novias de Drácula, desarrolla magistralmente el personaje de Frankenstein en seis continuaciones más, hace del Doctor Who en dos adaptaciones cinematográficas de la serie televisiva, y participa en otros filmes de ciencia ficción como Radiaciones en la noche (1967) o SOS: el mundo en peligro (1966), así como en varias producciones de la Amicus, la principal competidora de la Hammer, especializada en películas compuestas por varias historias cortas de terror como Dr. Terror (1965) o El jardín de las torturas (1967). También retoma el rol de Sherlock Holmes para la BBC en 16 episodios durante 1968. Su especialización en personajes del fantástico y del misterio no le impide alternarlos con otros de carácter histórico, dramático o de aventuras, como los de la películas La espada del bosque de Sherwood (1960, donde hace de Sheriff de Nottingham), La bahía de los contrabandistas (1961), Sombras de sospecha (1961, último trabajo de Gary Cooper) o La diosa de fuego (1965, adaptación de la novela de H. Ridder Haggard), entre otros.

En 1971 se produce un tristísimo suceso en la vida de Peter: su esposa Helen fallece tras una larga enfermedad, sumiendo al actor en una terrible depresión. La forma de combatirla: trabajar sin descanso, lo que le lleva, junto a un evidente declive físico, a participar en infinidad de largometrajes durante esa década y la siguiente, no todos ellos a la altura de una estrella como él. Interpreta a dos de sus personajes más famosos por última vez en Frankenstein y el monstruo del infierno (1974) y Kung-Fu contra los 7 Vampiros de Oro (1974, su postrera intervención como Van Helsing) e interviene en clásicos menores como Las amantes del vampiro (1970, tcc Vampiros enamorados), Pánico en el transiberiano (1972), El resucitado (1975) o La leyenda del hombre lobo (1975).

Sin embargo, la Historia del Cine aún le tiene reservado a Cushing un papel inmortal que nos lo descubrirá a una nueva generación de aficionados al 7º Arte: y es que, cuando George Lucas prepara su película La guerra de las galaxias (1977), busca dar a la cinta un cierto caché asegurándose la intervención de dos actores británicos consagrados: Alec Guinnes y, por supuesto, nuestro hombre, que interpretará en el clásico de ciencia ficción al temible Grand Moff Tarkin.

El resto de la filmografía de Cushing desde que rueda esa cinta hasta que se retira del cine nueve años después no es especialmente destacable, si exceptuamos su última intervención como Sherlock Holmes para la película de televisión Las máscaras de la muerte (1984) y La casa de las sombras del pasado (1982), sobre la que más tarde hablaremos. En 1986 aporta su siempre elegante presencia a la irregular Biggles, el viajero del tiempo, y decide jubilarse. Tres años después es nombrado Oficial del Imperio Británico. Fallecerá un triste 11 de agosto de 1994, a los 81 años.


A pesar de ser un gran fan tanto de Peter Cushing como de Vincent Price desde joven, me costó mucho más reconocer la valía y la entidad artística de Christopher Frank Carandini Lee. Por supuesto, lo conozco de hace largos años (imposible no hacerlo siendo admirador de Cushing), pero no conseguía encontrarle la gracia a sus primeros papeles como monstruo (la criatura de Frankenstein, Drácula, La Momia…) que me parecían muy hieráticos y carentes de profundidad (¡por no hablar de diálogo!). No fue hasta épocas relativamente más recientes que cobré clara conciencia del tremendo legado de este intérprete británico que es hoy día el último de los grandes actores de terror vivo; por desgracia, una casta de artistas especializados que ya no se repetirá jamás, y de la que fueron destacables precedentes de Lee mitos como Boris Karloff, Bela Lugosi o Lon Chaney Sr. y Jr.

Este londinense descendiente de la aristocracia italiana sirvió a la Fuerza Aérea de su país antes de encaminar sus pasos hacia la interpretación al acabar la II Guerra Mundial. Fueron años de incesante y desesperante deambular de una producción a otra, obstaculizados curiosamente por el exótico físico de Lee, que encajaba más con el estereotipo latino que con el inglés y cuya tremenda altura (1,96) parecía ser una traba para muchos directores. Ya había trabajado en más de cuarenta producciones antes de llegar al papel que cambiaría su vida en La maldición de Frankenstein, principalmente británicas y europeas, pero también en algunas norteamericanas como El capitán Horatio Hornblower (1951) o El temible burlón (1952). En aquella época, Lee incidiría a menudo en los papeles de marinero o pirata y en el de militar, aunque también trabajaría en thrillers y en películas históricas.

Christopher Lee como Drácula en Los ritos satánicos de Drácula, Scaramanga en El hombre de la pistola de oro, y el Conde Dooku en El ataque de los clones. Más abajo, como Saruman en la trilogía de El Señor de los Anillos y con Johnny Depp en el estreno de Alicia en el País de las Maravillas en febrero de 2010.

Sin embargo, y tal y como hemos visto en los casos de Price y Cushing, su descubrimiento masivo iba a venir de la mano del género de terror, y como ocurrió con el último actor mencionado, a partir de su triunfo internacional con Drácula, la carrera de este actor se vería indeslindablemente vinculada al fantástico. Repetiría el rol del conde vampiro hasta casi acabar detestándolo y sin querer oír hablar de él (en seis ocasiones para la Hammer entre 1958 y 1973, otra vez para Jesús Franco en El conde Drácula, de 1970, y el mismo año en la comedia de Jerry Lewis One More Time, además de interpretar al Drácula histórico), pero también sería el odioso Fu-Manchú en cinco películas, el Dr. Jekyll y su alter ego Mr. Hyde en El monstruo (1971), Rasputín en la cinta homónima de 1966 y toda una suerte de personajes malévolos a lo largo de los siguientes años para cuya caracterización tuvo que aguantar los más penosos procesos de maquillaje y prótesis. En otras ocasiones cambió de tornas y fue él quien le plantó cara al Mal, por ejemplo en Las dos caras del Dr. Jekyll (1960), La novia del diablo (1968) o La leyenda de Vandorf (1964), en donde por una vez era él quien le tenía que parar los pies a un descontrolado Peter Cushing. Por cierto que, al igual que su buen amigo, la carrera de Lee también transcurriría estrechamente relacionada con el personaje de Sherlock Holmes: interpretaría él mismo al mítico detective en la coproducción germano-británica El collar de la muerte (1962) y en dos películas televisivas treinta años después, y trabajaría en distintos papeles en El perro de los Baskerville (1959, como Henry Baskerville) y La vida privada de Sherlock Homes (1970, como Mycroft Holmes).

Las décadas de los 70 y 80 supusieron una época de semi-oscuridad para Lee, participando en infinidad de producciones malas o irregulares casi siempre ligadas al género que le había hecho famoso, el fantástico, y que lo utilizaban como reclamo para compensar con su legendaria presencia la mediocridad de estas películas. Algunas notables excepciones durante el período acotado fueron sin duda su participación como el malvado Scaramanga en El hombre de la pistola de oro (1974, por cierto, que al actor le gusta siempre recordar que Ian Flemyng era familiar suyo), Aeropuerto 77 (1977) o como Rocherfort en la “trilogía de los mosqueteros” de Richard Lester (1973,74 y 89), así como sus intervenciones televisivas en series como Pabellones lejanos (1984) o El joven Indiana Jones (1992), entre otras.

Por suerte, y a diferencia de su buen amigo Peter o de Vincent Price, la carrera de Lee en su vejez iba a conocer un último empujón que lo relanzaría de nuevo y lo consagraría como leyenda viviente del fantástico, al recuperar su figura varios directores notables del mencionado género como Peter Jackson, Tim Burton, o George Lucas, quienes lo incluirían en varias de sus producciones más importantes y populares: el primero le ficharía como Saruman para la trilogía de El Señor de los Anillos (2001-02-03), Lucas le daría el papel del Conde Dooku en las nuevas entregas de La guerra de las galaxias (2002 y 2005, ¿es casual la similitud del nombre con la del personaje vampiro que le dio fama internacional?), y Burton lo ha hecho prácticamente fijo en sus últimos títulos, habiendo aparecido en Sleepy Hollow (1999, junto a otro clásico de la Hammer, Michael Gough), Charlie y la fábrica de chocolate y La novia cadáver (ambas de 2005) o Alicia en el país de las maravillas (2010), en estas dos últimas poniendo voz a personajes animados.

Este invaluable monstruo del cine nos cumple hoy pues la respetable edad de 88 años, y ha sido el único del trío que revisamos en alcanzarla y en poder disfrutar de su legado claramente reconocido y apreciado. Por suerte para los cinéfilos, continúa prodigándose en el cine, ostentando el récord de ser el actor vivo con la filmografía  más extensa (supera ya las doscientas cincuenta películas). Por cierto, es además un consumado cantante de ópera y ha publicado varios discos, en 2001 fue nombrado Comandante de la Orden del Imperio Británico por sus méritos artísticos, y el año pasado nada menos que Sir.  Tiene hasta una web oficial: http://www.christopherleeweb.com/. (Una nota personal sobre Lee y es que, cuando en 1995 vino a la Mostra de Valencia, me dispuse raudo a ir a verle, pero debido a la lamentable desinformación de la televisión autonómica de la comunidad, que equivocó el día en su teletexto, perdí la oportunidad: la conferencia era el viernes, cuando ellos la anunciaron el sábado. Será para siempre una de las grandes frustraciones de mi vida no haber podido ver a la última leyenda viva del cine de terror).

Juntos
Solamente en dos ocasiones intervinieron nuestros actores en una misma película: la primera fue en La carrera de la muerte en 1969, aunque en realidad  no llegaron a  coincidir en ninguna escena del film y, de hecho, la aparición en él de Peter Cushing es casi inexistente. Fue un intento un poco forzado por parte del director Gordon Hessler y del productor Louis M. Heyward de unir a las tres estrellas en un mismo largometraje. Mucho más interesante es La casa de las sombras del pasado (1982), un telefilm que no sólo reunió a nuestro trío, sino también al veterano John Carradine. A pesar de estar considerada una obra menor en la filmografía de los tres actores, a mí me parece una película entrañable, simpática y, desde luego, toda una joya para los admiradores de estas leyendas.

Por su parte, Christopher Lee y Vincent Price coincidieron en La caja oblonga en 1968, mientras que Price y Cushing lo hicieron en El retorno del Dr. Phibes (1972, en la que el artista inglés también tienen un papel exiguo) y Casa de locos (1974), y Cushing y Lee… pues como se ha adelantado, protagonizaron juntos nada menos que veintidós películas, algunas de ellas absolutos clásicos del cine de terror (podéis verlas todas al final de esta página: http://www.cinefania.com/terroruniversal/index.php?id=149)

Un hombre que limita sus intereses limita su vida” (Vincent Price)

2 comentarios:

  1. Uffff, muy buena entrada sobre tres de mis actores favoritos del cine fantástico. Sobre todo me considero fan del cine que interpretaron Peter Cushing y Christopher Lee en la Hammer. Toda la revisitación que se hizo en la productora británica sobre los clásicos de terror rodados antes por la Universal, me siguen pareciendo grandes películas.

    No sé si sabes que hace poco ha salido un libro sobre estos dos actores míticos. Te pongo un enlace que he encontrado de la FNAC.

    http://libros.fnac.es/a300178/Juan-M-Corral-Christopher-Lee-et-Peter-Cushing?PID=5&Mn=-1&Ra=-1&To=0&Nu=1&Fr=0

    Del cine interpretado por Vincent Price no puedo olvidar que pude ver en un cine de Sagunto (no recuerdo cual) una sesión de "Los crimenes del museo de cera" en 3D.

    ResponderEliminar
  2. Tengo varios libros sobre Peter Cushing, incluidas sus dos auto-biografías y el que tú mencionas. Sin embargo, debo decirte que este último se me atrangantó y he interrumpido su lectura por el momento. Creo que el autor pretender ser demasiado exhaustivo con los datos y al libro le falta fluidez.
    De Vincent Price tengo "Vincent Price: el terror a cara descubierta", de J.M. Serrano, también pulicado por de T & B Editores, y un tanto escueto, por el contrario.

    ResponderEliminar