"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 29 de agosto de 2010

Ingrid Bergman, 29-8-1915 / 29-8-1982

Todavía no he tenido ocasión de hablar en este blog de una de mis grandísimas actrices favoritas, la única para mí casi a la misma altura, en mi panteón particular, de mi adorada Audrey Hepburn. Y, puesto que a menudo utilizo fechas de aniversarios de nacimientos o fallecimientos como pretexto para recordar a algunos actores, la de hoy, 29 de agosto, me viene más que perfecta para traer a colación a la mítica sueca: y es que Ingrid nació y murió el mismo día, aunque con sesenta y siete años de diferencia.

Nacida en Estocolmo en 1915, y huérfana desde joven, se inició en el teatro y en el cine siendo adolescente. Su primer papel fue en la película de 1932 Landskamp, aunque su gran momento llegó con Intermezzo de Gustaf Molander cuatro años más tarde. Su trabajo en ella llamó la atención de los cazatalentos de Hollywood hasta el punto de que decidieron “importarla” para hacer el oportuno remake en 1939, y a raíz de ello, Ingrid se instaló en los Estados Unidos y comenzó una fulgurante carrera que la llevó a convertirse en una de las actrices más admiradas del país y de medio mundo.

Si bien su vida profesional estuvo plagada de éxitos y alegrías durante esa época (últimos treinta y toda la década de los cuarenta), la personal y sentimental fue algo más azarosa y agridulce: casada desde bien joven con un médico sueco y madre de una niña, descuidó bastante a su familia en favor de su carrera artística, y en 1949 escandalizó a la mojigata sociedad estadounidense de la época –que, seguramente, había caído en el error de confundir a la actriz con sus impecables personajes– al iniciar una relación con el director italiano Roberto Rossellini estando todavía casada con su primer marido. A raíz de esto, Ingrid se instaló en el país del realizador, con quien tendría un niño y dos niñas gemelas y rodaría cinco largometrajes muy bien considerados entre la cinefilia más “selectiva”, aunque no están personalmente entre mis favoritos. Las infidelidades de Rossellini pusieron pronto fin al matrimonio e Ingrid volvería a su primer país adoptivo, Estados Unidos, por la puerta grande, transcurriendo entre éste y Europa el resto de su carrera.

Enferma de cáncer desde los años 70 (le habían sido extirpados ambos pechos), y con un brazo medio inútil, su último gran papel fue el de la primera ministra israelita Golda Meir para el telefilm británico de 1982 Una mujer llamada Golda, por el que recibió un Emmy a título póstumo, ya que moriría ese mismo año en Inglaterra. Cuatro años antes había trabajado para el cine en su postrera película,  Sonata de otoño, con su paisano Ingmar Bergman. Suerte que nos dejó a su hija Isabella quien, aunque no ha tenido una carrera tan exitosa, ha heredado gran parte de la belleza y del encanto de su madre.

Por cierto, me he dejado conscientemente mi selección filmográfica de Ingrid para el final porque me gustan muchísimas películas suyas y me resulta difícil priorizar alguna, pero empezaremos, por supuesto, por la legendaria Casablanca (1942) seguida de Luz que agoniza (1944), El extraño caso del doctor Jekyll (1941), ¿Por quién doblan las campanas? (1943), sus tres trabajos con mi director preferido, Alfred Hitchcock: Recuerda (1945), Encadenados (1946) y Atormentada (1949) o Anastasia (1956). Claro que también me gustan Arco de triunfo (1948), Indiscreta (1958), El albergue de la sexta felicidad (1958) Asesinato en el Orient Express (1974)… por favor, ¡no me hagáis elegir! (A los fans de Rossellini: os prometo que volveré a dar una oportunidad a los trabajos de Ingrid con él; quizá cuando los vi era demasiado joven para valorarlos debidamente).

Un par de curiosidades para acabar: es una de las actrices con más Oscars (tres), y el cantante y guitarrista Chuck Berry le puso su nombre a una de sus hijas en homenaje a la intérprete sueca. Aprovecho también para recomendaros el excelente libro de Donal Spotto Notorius. La vida de Ingrid Bergman, publicado por T&B Editores.

miércoles, 25 de agosto de 2010

80 añazos de Sean Connery

Aunque con su nombre actualmente enturbiado por su supuesta implicación en el “Caso Malaya”, no vamos a dejar de felicitar su octogésimo cumpleaños a todo un icono del cine como es Sean Connery, el mítico agente James Bond 007, y de tomar este aniversario como excusa para un breve repaso a su biografía y su filmografía.

Nacido como Thomas Sean Connery en Edimburgo, Escocia, en el seno de una familia humilde, pasó por los más diversos empleos y ocupaciones antes de decidirse por la actuación a los veintitrés años. Con sus antecedentes como futbolista y culturista, su porte fornido y su metro ochenta y nueve de altura, parece que no tardaron en llegarle las oportunidades, y ya a partir de 1954 y durante toda esa década participaría en pequeños papeles, principalmente en la televisión, medio al que renunciaría muchos años después.

No es, sin embargo, hasta 1962 cuando Sean alcanza renombre internacional con el personaje por el que pasará a la historia del cine: el del mítico agente del MI6 James Bond, con licencia 00 para matar. En realidad, el espía de Ian Fleming ya había sido encarnado con anterioridad por el actor norteamericano Barry Nelson, el verdadero primer James Bond, en una adaptación televisiva de la novela Casino Royale para la serie Climax! en 1954, pero la primera película del personaje para la gran pantalla, Agente 007 contra el Doctor No, descubre al público no lector tanto a la creación de Fleming como al actor que lo encarna, y al que hoy homenajeamos.

Hay un par de datos curiosos sobre las primeras películas de James Bond dignos de mencionar: uno es que Connery no lo interpreta en la secuencia inicial, cuando le vemos disparar a través del cañón de un arma, al menos hasta Operación Trueno; la segunda es la divertida anécdota de que Sean ya había empezado a perder el cabello desde joven y hubo de emplear peluquín en todas sus apariciones como el agente secreto.

El éxito de Doctor No inicia una productiva franquicia comercial que, como todo el mundo sabe, se extiende hasta la actualidad, con veintidós filmes oficiales del personaje rodados y un total de ocho actores habiéndole dado vida. Sean protagonizaría siete de ellos: el ya mencionado Dr. No, Desde Rusia con amor (1963), Goldfinger (1964) –sin lugar a dudas un hito dentro de la saga–, el también adelantado Operación Trueno (1965), Sólo se vive dos veces (1967) y, tras un pequeño paréntesis en el que fue sustituido por George Lazenby en Al servicio secreto de su majestad (1969), volvió a retomar al personaje para Diamantes para la eternidad (1971). A partir de ahí, le cedería la licencia para matar a su colega Roger Moore, pero aún se permitiría volver una última vez en 1983 en Nunca digas nunca jamás.

Por supuesto, la carrera interpretativa de Connery no se limitaría a James Bond: Hollywood pronto le incluye en su plantilla de actores importados, y ya en los 60 lo encontramos en producciones como El día más largo (1962), Marnie, la ladrona (1964), a las órdenes del genial Hitchcock, o incluso en el western Shalako (1968), enfrentándose a mi admirado Stephen Boyd (actor que, según la leyenda, fue un firme candidato al papel de James Bond).

Los 70 son para mí la época de mayor esplendor artístico de nuestro hombre, destacando sobre todo en dramas históricos como El viento y el león (1975), donde da vida al líder berebere Mulai Ahmed el Raisuni, la clásica El hombre que pudo reinar (1975) o una de mis favoritas de entre su repertorio: Robin y Marian (1976), en la que encarna a un crepuscular Robin Hood en la que considero es una de las mejores películas del personaje, con nada menos que mi adorada Audrey Hepburn como pareja. También lo encontramos en otros géneros como el bélico (la pseudo-documental Un puente lejano, 1977), el detectivesco (formando parte de un destacable elenco en Asesinato en el Orient Express, 1974) y hasta en el fantástico (la peculiar Zardoz, 1974), género en el que reincide posteriormente con Los héroes del tiempo (1981) y Atmósfera cero (1981), versión futurista de Solo ante el peligro.

Tras hacer de monje detective en la adaptación de la novela El nombre de la rosa (1986) y de espadachín milenario en Los inmortales (1986), interviene como el veterano policía Malone en Los intocables de Eliot Ness en 1987, lo que le supone un Oscar de la Academia hollywoodiense y, en poco tiempo, un claro encasillamiento definitivo en filmes comerciales norteamericanos.

En 1989 participa en uno de los papeles más recordados de su madurez, dando vida al padre del mismísimo Indiana Jones en Indiana Jones y la última cruzada, un simpático guiño al actor y a su personaje más famoso, ya que el arqueólogo del látigo está parcialmente inspirado en James Bond. Connery aportó sin duda caché a la que para mí es la película más endeble de la saga de aventuras de Lucas y Spielberg.

Como ya he adelantado, los últimos años de carrera de Sean –quien se retiró en 2003–, han sido sobre todo en producciones muy comerciales que personalmente encuentro de discutible interés, mayoritariamente de acción y con frecuencia en papeles un tanto inadecuados para un hombre de su edad. En esta lista de películas yo incluiría: Los inmortales II y Robin Hood, príncipe de los ladrones (ambas de 1991), Sol naciente (1993), El primer caballero (1995), La roca (1996), Los vengadores (1998, él mismo reniega de la ella) o La trampa (1999); aunque también en ese período nos ha ofrecido cosas más interesantes como La casa Rusia, La caza del Octubre Rojo (ambas de 1990), Dragonheart (1996, poniendo voz al dragón Draco), Jugando con el corazón (1998) o Educando a Forrester (2000)

Su última aparición en la gran pantalla no fue muy destacable, y de nuevo encarnó a un veterano pero totalmente en forma Allan Quatermain en la pésima adaptación del cómic de Alan Moore y Kevin O´Neill La liga de los caballeros extraordinarios, que para más inri se tituló en España La liga de los hombres extraordinarios, no respetando la concordancia con el tebeo previamente traducido. Desde entonces, Sean vive felizmente retirado con su esposa en Las Bahamas, habiendo interrumpido su descanso solamente para poner voz a dos películas de animación y un vídeo-juego y para presentar su autobiografía que, siendo el empedernido patriota que es, tituló Being a Scot (Ser un escocés).

Ni siquiera los hermanos Wachowski (para su saga Matrix) ni George Lucas y Steven Spielberg (para Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal) han conseguido convencerle para que vuelva a actuar aunque, ahora que se baraja la posibilidad de una quinta aventura del arqueólogo del sombrero stetson, parece que el mencionado tándem de productor y director están sopesando de nuevo la idea de rescatar a Sean para la franquicia. Tendremos que esperar para que este rumor se confirme o se descarte...

lunes, 23 de agosto de 2010

It´s Summertime...

Y no es que la vida sea tan tranquila y sencilla como nos dice la vieja canción, pero aún con todo, tengo muy claro que es mi época del año favorita. Quizá porque soy un poco lagarto y necesito el sol, o a lo mejor porque todavía pervive en mí el niño que una vez fui y de alguna forma asocio la calurosa estación con las añoradas y felices vacaciones estivales de otros tiempos pasados. Por el contrario, contra más mayor me hago se me hacen más detestables el frío, la lluvia, el mal tiempo y los tristes días de invierno en los que anochece antes de las seis de la tarde. Si en otra vida me reencarno, creo que voy a considerar seriamente la posibilidad de hacerlo en oso para así poder evitar esta última estación.

Debido, pues, a esta predilección mía por el verano, siempre me resulta muy evocador y atractivo todo aquello que haga referencia a él: películas, libros, discos… Y en concreto en este último campo, la música –obviamente uno de los más recurridos del blog–, no son precisamente pocas las composiciones que se han escrito en torno al astro rey, a la playa y al mar veraniego como inspiración (recordad que ya en el siglo XVIII Vivaldi escribió Las cuatro estaciones).

Mi propuesta en esta nueva entrada es una pequeña selección de algunas de las muchas canciones de jazz, pop y rock de los últimos ochenta años que se centran en el verano para disfrutar los últimos días que nos quedan de este. Eso sí: muy ligerita y tranquila –con unas pocas excepciones–, ideal para escuchar sentado a la sombra tomándose algo fresco. Mis disculpas a Georgie Dann por no incluirle. (Pinchad sobre el título o el artista cuando se proponen varias versiones para escuchar el tema.)

Summertime: era casi obligatorio comenzar por esta canción, sin lugar a dudas una de las más antiguas dedicadas al verano que se conservan grabadas, así como probablemente la más versioneada de todas las dedicadas a esta estación. Fue compuesta por George Gershwin en 1933 mientras trabajaba con su hermano Ira y el escritor  DuBose Heyward en la adaptación musical de la novela de este último, Porgy, que se estrenó dos años después como Porgy & Bess, y que nos narra la vida de diversos personajes de raza negra en la Carolina del Sur de los años 20. Se inspira tanto en el jazz de la época como en sonidos africanos y en una nana ucraniana.

Por tratarse de una canción de sus características y de su popularidad, va a ser la única de la selección de la que propondré tres versiones, algunas de las cuales no respetarán el orden cronológico que me he propuesto seguir en esta antología: la de la legendaria Billie Holiday (1936), grabada poco después del estreno de la ópera y presumiblemente la más parecida en esencia a la original, aunque adaptada al jazz; la de mi admirado Sam Cooke (1961), imposible resistirse a la hermosísima voz de este hombre, y la original versión de Janis Joplin (1968), obviamente amoldada a los sonidos del rock ácido de la época en la que triunfaba la cantante. Resulta difícil imaginarse a un niño durmiendo con ese solo de guitarra eléctrica que irrumpe estruendosamente en la canción…

Summertime Blues: un viejo conocido del blog, el rockero Eddie Cochran (véase), compuso el que sería su mayor éxito en vida y en su país (nº8 en septiembre de 1958) junto a su manager Jerry Capehart, y su visión del verano no pareció ser tan óptima como la de George Gershwin: adelanto de la futura canción-protesta tan de moda en los años sesenta, el sencillo tema de Eddie deja constancia de las dificultades de los jóvenes de su generación al no ser seriamente considerados por padres, políticos y jefes…

Constituido hoy en día como uno de los grandes temas del rock and roll de los 50 y versioneado por decenas de grupos, resulta irónico que el prematuro virtuosismo de Cochran con la guitarra no se pueda apreciar en la canción, ya que en ella no nos regaló ninguno de sus solos, sino simplemente un sencillo riff de tres acordes que, siendo el pionero que era en las técnicas de estudio, sobregrabó con una acústica. 

A Summer Place: me encanta el título original de esta película dirigida por Delmer Daves en 1959. Y es que, ¿ya lo he dicho?: todo lo que lleva la palabra “verano” me resulta tremendamente evocador y sugerente. Titulada en nuestro país En una isla tranquila, al sur, su tema principal se hizo muy famoso en su momento tanto en su formato instrumental como vocal. El legendario Max Steiner fue el artífice de la partitura del film, mientras que Mack Discant escribió la letra de la canción principal. Muchos artistas de los primeros 60 grabarían su correspondiente versión, siendo quizá la orquestada por Percy Faith y la cantada por Andy Williams las más populares.

Our Summer Song: aunque Roy Orbison es uno de mis cantantes favoritos, esta canción no consta entre mis predilectas de él, ni tampoco entre sus más conocidas. La incluyo, pues, por afán de completismo y por la gran consideración que le tengo al artista tejano.

Estaba incluida en su segundo LP para Monument, Crying (1962), lógicamente “sepultada” entre éxitos como Running Scared, Love Hurts o la propia Crying. Como es habitual en las composiciones de Orbison, la tristeza, el desamor y la soledad protagonizan también esta balada.

Your Summer Dream: Con la Iglesia hemos topado…Buscar canciones que hablen sobre el verano en el repertorio de los Beach Boys es como… ir a la playa a buscar granos de arena. Cito LP – canción/es, año: Surfin´ SafariSummertime Blues, 1962; Surfer GirlYour Summer Dream, 1963; Shut Down Volume 2Keep an Eye on Summer, 1964; All Summer LongAll Summer Long, 1964; Summer Days (And Summer Nights!!)Summer Means New Love, 1965; Keepin' the Summer AliveKeepin' the Summer Alive, 1980; Summer in ParadiseHot Fun in the Summertime, Summer of Love,  Slow Summer Dancin' (One Summer Night), Summer in Paradise, 1992. 

Para no saturaros demasiado, he seleccionado la que más me gusta de todas ellas, Your Summer Dream, una balada con la siempre melancólica voz de ese genio a menudo menospreciado que es Brian Wilson.

In Summer: Durante los últimos 50 y primeros 60, el promotor inglés Larry Parnes destacó por su “escudería” de cantantes de pop y de rock: jóvenes valores a los que apadrinó, promocionó y, en muchas ocasiones, dio “nombre de guerra”. Fue el caso de Ronald William Wycherley, conocido entre sus fans como Billy Fury, que en aquellos años tuvo varios éxitos como el que os presentamos aquí, nº5 en Inglaterra en 1963. Aunque aceptado como uno de los primeros rockers ingleses, personalmente lo considero más próximo al pop, y como muestra esta canción un tanto light adornada por violines y un aniñado coro femenino que repasa todos los tópicos del verano adolescente: tomar el sol, ir de parranda con los amigos, ligar con las chicas, etc… Una visión bastante diferente de la de Eddie Cochran, a quien por cierto conocería cuando el americano visitó el Reino Unido en su última gira.

Summer Holiday: otra película de sugestivo título con su correspondiente canción homónima. La protagonizó Cliff Richard en el apogeo de su éxito y su título se tradujo en nuestro país con bastante correción: Vacaciones de verano. Grabó el tema con sus inseparables Shadows (véase entrada) aunque, eso sí: Cliff ya había abandonado sus comienzos más rockeros y empezaba su etapa más pop, género que parece que estuvo más aceptado durante los primeros 60. Una canción simpática que, en la siempre agradable voz del artista británico, fue nº1 en su país.

Y si queréis ver la secuencia de la película en la que sale la canción: http://www.youtube.com/watch?v=Gbajf_rHzys  (atención a la aparición de los Shadows en bicicleta).

Summer´s Almost Gone: canción del famoso cuarteto norteamericano The Doors que por desgracia pronto nos tocará entonar. Fue incluida en el tercer álbum del grupo –para mí, uno de los mejores–, Waiting for the Sun (1968) y, aunque no es uno de sus temas más conocidos, es un bonito mid-tempo en el que sobresalen una vez más la sensualidad vocal de Jim Morrison, los originales arreglos pianísticos de inspiración barroca de Ray Manzarek y el sobrio dominio de la slide guitar de Robby Krieger. De noche nos bañaremos en el sonriente mar, y la mañana nos encontrará tranquilos y despreocupados, pero, ¿dónde estaremos cuando se haya ido el verano?.... Yo me arriesgaría a decir que en otoño…

Indian Summer: es bien conocida por los aficionados al grupo de Venice, California, The Doors la fascinación que su cantante, Jim Morrison, sentía por la cultura nativa de su país, y en ella se inspira, aunque sea someramente, esta canción compuesta para su primer LP, pero que no aparecería finalmente hasta el penúltimo, Morrison Hotel (1970). En su estructura sencilla y en su hipnótica, casi trancística cadencia es fácil descubrir similitudes con su popular The End

In the Summertime: poca suerte tuvo el grupo de Ashford, Inglaterra, Mungo Jerry después de sus primeros éxitos iniciales entre 1970-71, y entre los que destaca su tema más conocido, In the Summertime, nº1 en su país y gran éxito en medio mundo que mezcla ritmos caribeños con un simpático piano eléctrico en el más puro estilo honky-tonk. De nuevo una canción desenfadada que, en contraposición al pesimismo y al misticismo de los recién visitados Doors, recupera esa visión idealizada y afable de la estación que homenajeamos.

Atención al divertidísimo vídeo-clip, al tío de la botella y a la moda de llevar las botas vaqueras por fuera de los pantalones, recuperada por las féminas en años recientes. Por cierto, su cantante, Ray Dorset, sigue en activo, aunque con menos patillas.

Días de verano: ya os imagino llevándoos las manos a la cabeza, poniendo el grito en el cielo e incluso recogiendo piedras para lapidarme al ver mi última canción seleccionada. Es bien cierto que escucho poca música actual y casi nada en castellano, pero las composiciones de la mañica Eva Amaral son una insólita excepción. He de admitir que encuentro algunas de sus canciones bonitas, bien cantadas, y con un gusto bastante inusual y deseable en el desolado panorama del pop español (¡si hasta conoce la rima asonante!).

Además, esta canción aparecida en 2005 es uno de esos muchos temas que uno egocéntricamente pensaría que fueron escritos para él mismo, pues, como insisto en mi serie “Las cosas que se cantan por amor”, uno cree ver en muchas canciones sobre dicho sentimiento sus propias vivencias reflejadas. Y es que todos sufrimos o disfrutamos las alegrías y reveses del amor de manera parecida. Desde esos días de verano, yo también siento que esta vida no es justa, pero, ¿qué le vamos a hacer?

Bueno, amigos: aunque se quedan muchas más canciones sin sacar de la jukebox, ahí va esa selección, como os he dicho bastante tranquilita para escuchar a la hora de la siesta. Disfrutad lo que queda del verano, que yo por desgracia no voy a poder...

martes, 17 de agosto de 2010

Felicitamos a Maureen O´Hara en su 90 cumpleaños

Una de las pelirrojas más emblemáticas del Hollywood clásico alcanza hoy la respetable edad de nueve décadas: Maureen O´Hara, cuyo verdadero apellido es Fitzsimmons, nació tal día como hoy de 1920 en Dublín, Irlanda. Hija de padre futbolista y madre cantante, heredó de ellos el interés tanto por el deporte como por el arte, y a los dieciocho años ya había debutado en la pantalla en un pequeño papel en la película Kicking the Moon Around de Walter Forde. Fue, sin embargo, su encuentro con el actor Charles Laughton, quien sin duda quedó prendado de la figura alta y esbelta de la joven y de sus ojos azules y su hermosa melena de color de fuego, el que le permitió entrar en el cine por todo lo alto acompañando a su padrino, nada menos que de la mano de Alfred Hitchcock en La posada de Jamaica y, ya en el mismísmo Hollywood, en Esmeralda, la zíngara, ambas de 1939.

A partir de ahí, y hasta su retiro sesenta y un años después, se comprime una de estas carreras artísticas repletas de tantos grandes títulos que es imposible destacar uno sobre otro: ¡Que verde era mi valle! (1941), El cisne negro (1942), Esta tierra es mía (1943), Simbad el marino (1947), De ilusión también se vive (1947), Río Grande (1950), la legendaria El hombre tranquilo (1953), Escrito bajo el sol (1957), Nuestro hombre en La Habana (1959), Una dama entre vaqueros (1966)... y así hasta casi setenta intervenciones entre la pantalla grande y la pequeña, destacando sobre todo en westerns y películas de aventuras, aunque esta actriz supo plantarle cara prácticamente a todos los géneros.

Retirada del cine desde 2000 tras el telefilm El último baile, hace seis años publicó su autobiografía, Tis Herlsef, y vive en la actualidad en las Islas Vírgenes, aunque viaja de vez en cuando a EE.UU. y a su Irlanda natal.

Es toda una alegría comprobar que algunas de las actrices más legendarias del cine nos acompañan todavía a pesar de su veterana edad. Aparte de Maureen, me vienen a la memoria otras como Olivia de Havilland (94 años) y su hermana Joan Fontaine (una de mis favoritas, a punto de cumplir 93 años), Esther Williams (89), Eleanor Parker (88), Doris Day (88), Rhonda Fleming (87), Eva Marie Saint (otra de mis preferidas, 86), la legendaria Lauren Bacall (86 en septiembre), Irene Papas (84) o Julie Harris (84), así como algunas más jovencitas como Vera Miles (81), Carroll Baker (79), Elizabeth Taylor (78), Kim Novak (77), Joan Collins (77), Shirley MacLaine (76), Sophia Loren (cumplirá 76 el próximo mes),  o Julie Andrews (75). Son sin duda el último reducto de una época de encanto y glamour ya muy lejana...

lunes, 16 de agosto de 2010

Elvis, ese desconocido

Hoy 16 de agosto, la mansión Graceland en Memphis, Tennessee, EE.UU. se llenará de fieles seguidores que veneran a Elvis Presley con una devoción casi religiosa para conmemorar su triste fallecimiento en esta misma fecha hace ya treinta y tres años. Por el contrario, su entidad artística y su legado musical seguirán prácticamente ignorados, desconocidos o incluso denostados por otro medio mundo.

Y es que da la impresión de que con Elvis no hay término medio: mientras unas personas lo adoran ciegamente hasta situarlo en las esferas de la divinidad, hay gente que se obceca a toda costa en descalificarlo y desmitificarlo con idéntica ceguera simplemente porque sí. Es curioso: nadie, sea fan o no de ellos, pone en duda la valía artística y la trascendencia musical de gente como, pongamos por caso, Freddy Mercury o Michael Jackson (yo tampoco), pero contra Elvis Presley sus detractores se empeñan obstinados en esgrimir una serie de argumentos muchas veces poco estudiados y con escaso fundamento.

En países como el nuestro, la causa del desinterés que hay por la figura del cantante de Mississippi me parece que tienen una explicación clara que nos obliga a remitirnos a cuestiones históricas, sociales y políticas de la España de hace unas décadas: Elvis pasó prácticamente ignorado en la piel de toro durante su época de mayor esplendor, al igual que la mayoría de los pioneros de la música rock de los 50. Simplemente, la España de entonces, que todavía arrastraba el enorme retraso cultural que habían causado los tres aciagos años de guerra civil, no estaba preparada para este estilo musical. (El primer éxito de Presley aquí fue It´s Now or Never en 1960, cuando el cantante ya llevaba seis años triunfando y, dato a considerar: cuando comenzó su época más pop y “formal”)

No fue prácticamente hasta la irrupción de los Beatles en 1962 que el mercado discográfico nacional comenzó a abrirse a estilos más modernos que las coplas y boleros habituales aquí hasta entonces. A partir del triunfo internacional de los de Liverpool, los discos de rock y pop empezaron a entrar España con más frecuencia, aunque tampoco de una manera escandalosa. Por desgracia, toda la historia del rock anterior ya había pasado prácticamente desapercibida y, aunque se recuperaron algunos trabajos de los primeros rockers (más habitualmente a través de versiones en castellano hechas por grupos como los Teen Tops y los Llopis), el mal ya estaba hecho, y algo que he comprobado hablando con mucha gente que era joven en la España de los 60, es que consideran que la música rock nació en ella, y prácticamente con el grupo de Lennon y McCartney. Habrían de pasar más veinte años para que los 80 trajeran el revival por el rock añejo de tres décadas atrás y por fin empezaran a tener una modesta cantidad de adeptos aquí artistas como Carl Perkins, Chuck Berry, Eddie Cochran, Gene Vincent o Buddy Holly. Aún así, ni entonces ni ahora han podido competir con grupos y cantantes que ya se consolidaron en España en su momento correspondiente, a la cabeza de ellos, por supuesto, los Beatles y los Rolling Stones.

Personalmente a mí me ha fascinado la leyenda de Elvis Presley desde que empecé a interesarme por él en mi adolescencia, con todos sus pros y sus contras, con lo bueno y con lo malo, con sus grandes canciones y con el mucho material olvidable que grabó. Me resulta apasionante la historia de un muchacho humilde y tímido que amaba la música y que acabó erigiéndose en paradigma del american dream, consiguiendo salir de la pobreza y convirtiéndose en multimillonario, incluso aunque esa nueva condición económica y su fama acabaran transformándole en poco menos que un monstruo desquiciado y drogadicto con los años. Me encantan sus primeras actuaciones en los siempre evocadores años 50, cuando este joven cambió la música. Porque eso es lo que hizo, y lo razonaré unos párrafos más abajo. Alguien de la talla del compositor Leonard Berstein dijo de él que fue “la mayor fuerza cultural del siglo XX”, mientras que John Lennon diría que “antes de Elvis no había nada”, aserción un tanto exagerada pero que tiene su sentido si aceptamos lo que expongo en el siguiente epígrafe.

Mi forma de conmemorar este aniversario de su muerte va a ser, intentando mantenerme en la postura más objetiva que me sea posible, rebatir algunos de los “argumentos” habituales con que se ataca a Elvis desdeñosa y hasta míseramente con tal de no admitir su estatus que a estas alturas es ya de leyenda y de icono cultural.

Elvis no inventó el rock and roll
Por supuesto que no. Ningún movimiento artístico aparece de la noche a la mañana ni suele ser creado por una sola persona. Sí que es cierto, sin embargo, que hay “portavoces” o claros representantes de estas corrientes artísticas, y en el caso de la música rock, Elvis fue la persona que la descubrió a la gran mayoría del mundo. Él mismo dijo que había tenido suerte por estar en el momento y el lugar adecuados, y así fue: el rock and roll se había empezado a gestar ya en los años 40 sobre todo por medio de artistas negros de rhythm & blues, pero el racismo imperante en la Norteamérica de la época había hecho que esta música no pudiera salir de los limitados circuitos musicales y discográficos en los que se estaba desarrollando.

Como comenté en mi artículo “Memphis, Tennessee, tal día como hoy de 1954”, el visionario productor Sam Phillips tenía clara la viabilidad artística y comercial de este estilo todavía un tanto bastardo, pero igualmente era consciente de que una persona de raza negra de ninguna manera lograría abrirse paso en las listas y mercados discográficos blancos que dominaban EE.UU. a principios de los 50. Él sabía que la forma de hacer llegar el rock and roll a la gran mayoría de sus paisanos era a través de un cantante blanco “con voz negra”, y Elvis fue el diamante en bruto que Phillips buscaba y encontró aquel verano de 1954 cuando lo juntó con Scotty Moore y Bill Black y grabaron su versión de That´s All Right.

Gracias al tremendo triunfo mediático de Elvis Presley cuando fichó con la RCA y empezó a editar discos para ella, el camino de muchos otros cantantes del estilo se abrió, ya que todas las discográficas importantes estadounidenses se pusieron a buscar a sus propios cantantes de rock and roll para aprovechar el recién descubierto filón. Gente como Chuck Berry, Bo Diddley o Little Richard, aunque hubieran podido empezar a grabar rock and roll antes que Elvis, consiguieron hacer llegar sus creaciones a audiencias blancas (aunque con barreras y prejuicios) y a triunfar entre ellas. Otros cantantes darían un cambio radical a sus músicas tras quedar deslumbrados por el sonido de Presley, entre ellos pioneros de la talla de Eddie Cochran o Buddy Holly. Por último, la proyección internacional de Elvis marcó y cambió también muchos mercados discográficos de otros países de los que, siguiendo la estela del “Flash de Memphis”, saldrían estrellas como Cliff Richard, Vince Taylor o Lennon y McCartney en Inglaterra, Johnny Halliday en Francia, o Adriano Celentano en Italia, por poner sólo unos pocos ejemplos.

Elvis no es el Rey
Pues claro que no: el Rey es Don Juan Carlos, lo pone en las monedas… Bromas aparte, no me imagino a la aristocracia en un movimiento tan anárquico como el rock and roll. ¿Qué significa ser “el Rey”? ¿Que era el mejor? ¿Que lo inventó todo? En cualquier caso, puedo aceptar que como “Rey del rock and roll” se entienda a Elvis como la persona que lo descubrió al mundo o que le dio un especial énfasis, o como su más claro y conocido representante y ejemplo. A este respecto, me remito al punto anterior para no repetirme.

Elvis copiaba a los negros
Bueno, algunos van más lejos en su agresividad anti-presleyana y utilizan el verbo “robaba”. Elvis copiaba a los negros, sí, señores. Pero lo hacía porque la música de esta raza era la música que admiraba, aquella con la que había crecido y la que llevaba dentro. La de Elvis era pues una imitación sincera, entregada y respetuosa, no era un robo malicioso con el fin de aprovecharse de sus inspiradores, muchas veces desconocidos para el gran público por las circunstancias políticas y culturales de la sociedad norteamericana de los 50 ya expuestas algo más arriba. El mismo Little Richard aceptaba y respetaba las versiones que de sus temas hacía su colega blanco –mientras que no tragaba otras como las de Pat Boone– porque decía que Elvis “entendía su música”. Por otro lado, parece algo totalmente natural en este arte –y supongo que en otras disciplinas artísticas– que se empiece emulando a alguien, versioneando a la gente que te ha influenciado, al menos hasta que uno encuentra su propio camino: el mismo Beethoven comenzó tocando piezas de Mozart, y los Beatles haciendo lo propio con Elvis Presley.

Por otro lado, no se debe olvidar que Elvis y sus padres pertenecían a un extracto social tan paupérrimo que era conocido como white trash (“basura blanca”), al que lo único que distinguía de muchas familias negras era precisamente el color de su piel. Por eso, el futuro cantante de rock se crío en constante contacto con gente de color y se codeó con ellos a menudo y se embebió de sus tradiciones y de su música, hasta el punto de que, ya adolescente, era un habitual de la famosa Beale Street de Memphis, en la que tocaban muchos de los cantantes de blues y r´n´b famosos de la ciudad y alrededores, y cuyo moda “afeminada” y llamativa imitaba también Elvis para sorpresa y escándalo de algunos de sus conciudadanos más respetables. A todo ello hay que sumar el estilo vocal del cantante y el “color” de su voz para darnos cuenta de que Elvis, al menos en su interior… era negro, al igual que su música.

Finalmente, matizar de nuevo lo que ya he comentado antes: al descubrir los sonidos negros a una gran parte de la sociedad blanca estadounidense, Elvis abrió caminos y rompió barreras que hasta entonces estaban cerrados y bajadas, dando pie a que mucho artistas de color pudieran lanzarse al estrellato que durante muchos años les había sido injustamente negado.

Elvis estaba gordo y vestía lentejuelas
Este es una de las “razones anti-Elvis” que más me divierten… Juzgar a un artista por su apariencia o su ropa… Entonces, ¿qué deberíamos comentar sobre el look “repipi” de los primeros Beatles?, ¿sobre el aspecto zarrapastroso de los Sex Pistols?, ¿qué decir de las mutilaciones faciales a las que se sometió Michael Jackson? Y además, precisamente en un mundo como el del rock, donde llamar la atención y “dar la nota” está a la orden del día…

En sus últimos años, Elvis se convirtió en una figura trágica y caricaturesca. Descuidó su salud y su alimentación y mentalmente acabó bastante desequilibrado como consecuencia de toda las medicación que alegremente se automadministraba. En algunos conciertos ni se acordaba de las letras e incluso hubo de interrumpirlos por problemas intestinales. Aun con todo, su voz seguía siendo capaz de emocionar y poner los pelos de punta en interpretaciones como la famosa versión de Unchained Melody que cantó en directo acompañándose del piano ya con un pie en la tumba, gordo, feo y sudoroso. Y en lo referente a discos todavía nos dejó cosas como Moody Blue, Promised Land, It´s Only Love, Way Down o Burning Love, entre otras de sus últimas grabaciones.

En cuanto a esos chocantes trajes repletos de pedrería y lentejuelas, incluso algunos adornados con capitas, que el cantante empezó a exhibir también en sus últimos tiempos, ¿eran horteras? Desde luego, vistos a día de hoy lo son, pero en la época que el glam rock triunfaba y muchos otros cantantes como David Bowie, Gary Glitter o los Slade lucían una colorida y llamativa ropa similar a la de Elvis –o incluso más ridícula–, la indumentaria de nuestro homenajeado no parecía tan fuera de lugar (menos mal que, por lo menos, no se puso taconazos). Y con el circo musical que hay hoy en día, igual hasta pasaría aún más desapercibida o, mejor aún, le ayudaría a vender más discos.

Aunque es evidente que el look de un artista de rock es difícil de deslindar de su música, al final es esta la que se debe valorar y juzgar, y no el aspecto ni la vestimenta del que la interpreta. Ya sé que, hoy en día, los vídeo-clips hacen poco para ayudar a que sea así...

Elvis fue un montaje comercial
Ni el mejor cantante del mundo conseguiría llegar a ninguna parte, por mucho talento que tuviera, sin el apoyo promocional adecuado. Probablemente lo conocerían sus familiares y amigos y poco más. El marketing es pues una herramienta indispensable para desarrollar una carrera comercial exitosa y hacer llegar un producto –en este caso, discos– al gran público. Y es bien cierto que Elvis tuvo uno de los mejores: su discográfica, la RCA, era la más poderosa de Norteamérica en los años 50, y no escatimó en gastos para promocionar a la mina de oro que el Coronel Parker les había traído. Y creo que esta metáfora es perfecta para comparar a nuestro artista: Elvis era oro sin pulir, un muchacho que, como hemos visto, creció empapándose de música y con una talento casi innato para interpretarla. Baste escuchar las sesiones en Sun, donde se supone que ni él ni sus músicos tenían ninguna “presión comercial” y eran más o menos libres de escoger el repertorio que les gustaba, para verificar que Elvis llevaba la música en sus venas. No fue pues un “geyperman” al que le pusieron una guitarra y le dijeron lo que debía hacer. Sí es bien cierto, sin embargo, que la RCA intentó suavizar el estilo de Elvis casi desde el principio, orientando parte de su repertorio hacia un sonido más pop y edulcorado. Sin lugar a dudas, Elvis tocó fondo en ese sentido durante la primera mitad de los 60 con las muchas lamentables canciones que grabó para sus películas de ese período. A menudo se le oyó protestar de los repertorios que le entregaban, pero nunca dejó de registrarlos. Menos mal que, después de ocho años actuando en filmes que ni a él le gustaban, por fin retomó las riendas de su carrera –aunque brevemente– y se rebeló contra su mánager, el ya mencionado Parker, para regresar a sus raíces negras y transformar lo que iba a ser un programa navideño en el famoso Comeback Special.

Así pues, Elvis se dejó “comercializar” durante buena parte de su carrera, pero hay una cosa innegable en él, y es que siempre puso todo su corazón en aquello que grababa. Lo que cantaba, aunque fuera mediocre o incluso decididamente malo, lo cantaba con el alma y con profesionalidad, y ese el gran talento de Elvis Presley: su amor y su entrega por la música, y una voz que está más allá de toda discusión entre las mejores de la historia del rock por derecho propio. (Por cierto, a día de hoy sí que tienen montado un buen emporio comercial a costa de él las mismas personas que le dejaron consumirse.)

Bueno, amigos, aquí acaba mi disertación “presleyana”, que como siempre se ha extendido más de lo que me proponía, y este es el epílogo o moraleja, o al menos la reivindicación que me proponía con ella: por favor, dejad aparte prejuicios y obstinaciones y juzgad la figura de Elvis Presley con equidad y objetividad, y valorad a este hombre como lo que indiscutiblemente fue: un cantante excepcional que cambió la historia de la música.

miércoles, 11 de agosto de 2010

2010 (1984): el futuro que no llegó

Si hacemos caso a las películas y las novelas, en este año que transcurre la segunda misión tripulada a Júpiter enviada por el hombre debería estar llegando a su destino. Por lo menos, así lo vaticinaba el legendario Arthur C. Clarke en su novela de 1982 2010: Odisea dos, adaptada a la pantalla tan sólo un par de años después de su publicación. El film, dirigido por Peter Hyams y con un interesante reparto encabezado por Roy Scheider, Helen Mirren y John Lithgow resultó entretenido aún a sabiendas de que de ninguna manera iba a poder estar a la altura de su precedente, la ya emblemática 2001, una odisea del espacio, dirigida por Stanley Kubrick en 1968 y hoy en día obra clave del cine de ciencia ficción.

En realidad no es mi intención revisar ninguna de estas dos cintas necesariamente, sino constatar el irónico hecho de cómo los adelantos y progresos científicos augurados por muchos escritores y guionistas del siglo XX (e incluso del XIX) no se han hecho realidad ni de lejos llegadas y pasadas las fechas en las que, según estos autores, deberían estar ya con nosotros.

Os propongo repasar una divertida “cronología falsa” de acontecimientos e inventos “futuros” expuestos en algunas películas y novelas que no llegaron ni se cumplieron en los años previstos. Entre corchetes anoto las fuentes literarias y cinematográficas cuando no las menciono directamente en el texto principal.

El futuro que caducó
1985 Veinticinco años parece ser el margen que el director Kurt Maezig estimó necesario para que la humanidad desarrollará la suficiente tecnología como para llegar a Venus en su película de 1960 First Spaceship on Venus, en la cual la nave tripulada Cosmostrator consigue alcanzar dicho planeta en esa fecha. [Los astronautas, Stanislaw Lem, 1951]
1996 Un virus liberado por el Ejército de los 12 monos acaba con la mayoría de la humanidad y obliga al resto de esta a vivir bajo tierra. El presidiario John Cole, tras otros dos viajes en el tiempo a épocas equivocadas, llega del futuro para intentar encontrar una cura [12 monos, Terry Gilliam, 1995]
1997 Exactamente el 29 de agosto de ese año, la red informática Skynet inicia su ataque contra el hombre, desencadenando una guerra atómica que acaba casi totalmente con éste. Los pocos supervivientes deberán pasarse las próximas décadas enfrentándose al temible ejército de máquinas creadas por el avanzadísimo ordenador [Terminator 3: La rebelión de las máquinas, Jonathan Mostow, 2003]
-El ex-soldado “Snake” Plissken es obligado a internarse en un Nueva York convertido en prisión para los criminales más peligrosos con la misión de rescatar al presidente de los EE.UU. [1997, Rescate en Nueva York, John Carpenter, 1981]
-Con el fin de buscar una solución al problema de la superpoblación mundial, el doctor John Robinson, con su familia y otros tripulantes, aborda el Jupiter II rumbo a Alpha Centauri. Un sabotaje hace que la nave se desvíe de su camino y se inicie la serie de TV Perdidos en el espacio  (1965-1968)
-5 de noviembre: en una Inglaterra dominada por un gobierno tiránico como resultado de un conflicto nuclear, el enmascarado conocido como “V” comienza su particular venganza contra sus opresores… Remember, remember, the fifht of November…. [V de Vendetta, novela gráfica de Alan Moore/David Lloyd, 1982-88; película dirigida por James McTeigue en 2005, en la que cambia la cronología con respecto al cómic]
1999 En el último año del siglo XX comenzaban las correrías espaciales de los habitantes de la Base Lunar Alfa, asentada obviamente en nuestro satélite, sólo que con éste desviado de su órbita y errando por el cosmos. [Espacio 1999, serie emitida entre 1975-1977]
2000 El 23 de agosto, un terremoto separa Los Ángeles del continente americano. La recién nacida isla se convierte en una colonia penal bajo el mandato del nuevo Presidente de EE.UU. [2013: Rescate en L.A., John Carpenter, 1996]
2001 Los geniales Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke ya habían situado en esta fecha a la humanidad en las inmediaciones de Júpiter, planeta al que se aproxima la nave Discovery 1 antes de que su misión sea saboteada por el ordenador HAL 9000. Ni nos hemos acercado… [El centinela, Arthur C. Clarke, 1968 > 2001, una odisea del espacio, Stanley Kubrick, 1968]
-Aproximadamente en el mismo año hemos de situar el vuelo al planeta rojo de la expedición americana de Flight to Mars, película dirigida por Lesley Selander en 1951, según el eslogan de su colorido póster, en el que se podía leer algo así como “De aquí a cincuenta años”.
2009 Una extraña infección comienza a transformar a los seres humanos en vampiros. En una década, el 95% de la población mundial se alimentará de la sangre del 5% restante… [Daybreakers, Michael y Peter Spierig, 2009]
2010 La nave rusa Leonov llega a la órbita de Júpiter con una tripulación mixta soviético-estadounidense con el fin de averiguar qué le ocurrió a la Discovery 1. [2010: Odisea dos, Arthur C. Clarke, 1982 > 2010: El año que hicimos contacto, Peter Hyams, 1984]

Y en la década que comenzamos…
2013 Snake Plissken es obligado a internarse en la isla penitenciaria de Los Ángeles para rescatar a la hija del presidente de los EE.UU. [2013: Rescate en L.A., John Carpenter, 1996]
-Otro futuro post-apocalíptico con la sociedad norteamericana repartida en bandas enfrentadas inspira los hechos de la novela The Postman (David Brin, 1985) y su adaptación al cine, Mensajero del futuro, 1997.
2015 Marty McFly llega a este año con el Delorean desde 1985 para intentar resolver los problemas de su familia. ¿Tendremos monopatines voladores en un lustro? [Regreso al futuro II, Robert Zemeckis, 1989]
2017 La empresa VSI pone a disposición de sus clientes a los “sustitutos”: imitaciones cibernéticas rejuvenecidas de quienes los usan, llevando las personas originales una vida virtual desde casa con su mente implantada en los cuerpos mecánicos. [Los sustitutos, Jonathan Mostow, 2009]
2018 Con el propósito de eliminarla de una vez por todas, Skynet tiende una trampa a la resistencia humana haciéndole creer que pueden destruirla por medio de una falsa debilidad. [Terminator: Salvation, Joseph McGinty Nichol, 2009]
2019 En una sociedad súper-poblada con una atmósfera cargada de gases y polución que ocultan el sol, los “replicantes” Nexus 6, androides prácticamente humanos creados para misiones peligrosas en el espacio y otras tareas, acaban revelándose contra sus creadores. El ex-policía Rick Deckard debe “retirar” a algunos de los más peligrosos. De aquí a nueve años podremos tener a nuestra propia Daryl Hannah. [¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick, 1968 > Blade Runner, Ridley Scott, 1982]
-El vampiro hematólogo Edward Dalton busca una alternativa a la sangre humana para que sus congéneres no acaben con la exigua población original del planeta. Encontrará fortuitamente una cura gracias a Lionel “Elvis” Cormac. [Daybreakers, Michael y Peter Spierig, 2009]

Como véis, parece que aún estamos algo lejos tecnológicamente para alcanzar muchas de las metas científicas que estos escritores y directores dieron por hechas en las obras revisadas. No es extraño que un servidor figure entre los escépticos que ponen en duda la veracidad de los viajes tripulados a la Luna supuestamente enviados por los EE.UU. en los 60 y los 70; después de ver lo que les pasó al Challenger y al Columbia… En el lado positivo, hay que alegrarse de que tampoco se hayan cumplido las predicciones sobre futuros apocalípticos, cataclismos nucleares, virus e invasiones alienígenas…

No he querido ser demasiado exhaustivo con esta selección y he incluido sólo aquellas películas y libros en las que se menciona una fecha clara. Igualmente me he limitado a aquellas obras que transcurren más o menos “en nuestra época”, dejándome conscientemente a autores clasicos como H.G. Wells, Jules Verne o Arthur C. Doyle, cuyos trabajos se ambientan mayoritariamente en los años en que fueron escritas. Por la misma razón he descartado muchas películas de los años 50 –e incluso de tiempos posteriores– de las que se sobreentiende que transcurren también en el mismo momento cronológico en que se rodaron y he intentado atenerme a las que “anticipan” en años venideros los sucesos que narran. En cuanto a las muchas novelas de futuros “distópicos” como Un mundo feliz o 1984… no me atrevería a afirmar con seguridad que no han acabado cumpliéndose en cierta manera, razón por la cual también las he eludido. Por supuesto, me habré dejado muchas, bien por olvido, bien por simple desconocimiento: no dejéis de recordármelas o descubrírmelas para ir ampliando la cronología. 

lunes, 9 de agosto de 2010

Estirón de orejas a Audrey Tautou

Bueno, para que veáis que no sólo me fijo en actrices octogenarias de tiempos pasados y quitarnos un poco el disgusto del fallecimiento de Patricia Neal, voy a cambiar de tercio y felicitar a una artista joven, guapa y de moda que alcanza hoy su trigésimo cuarto cumpleaños: Audrey Justine Tautou (nacida en Beaumont, Puy-de-Dôme, Francia) es quizá la única actriz-fetiche que tengo en la actualidad después de mi adorada Natalie Portman, y por lo tanto la única tras ésta cuya filmografía intento seguir fielmente.

Creo que, como casi todo el mundo, a Audrey la descubrí en Amelie (dirigida por Jean Pierre Jeunet en 2001), y el flechazo fue instantáneo. Su álter ego en el film era un sueño absoluto y, de hecho, hasta el momento es para mí su mejor película y creo que ninguna anterior ni posterior de las que ha rodado ha logrado igualarla. Aún así, como ya he dicho, he intentado ver casi todos sus trabajos, entre ellos la interesante Negocios ocultos (2002), Sólo te tengo a ti (2002), irregular pero curiosa por el contraste entre su personaje en esta cinta y el que la hizo internacionalmente famosa, la entretenida pero repetitiva Largo domingo de noviazgo (2004), básicamente un remedo de Amelie que la reunía con el mismo director, El código Da Vinci (2006), su única incursión hollywoodiense hasta el momento de la que ella es sin duda lo mejor, la agridulce pero divertida Un engaño de lujo (2006), o la sencilla Juntos, nada más (2007). Su biopic sobre Coco Chanel el año pasado ha sido mi último encuentro con esta deliciosa francesa y he de admitir con tristeza que me pareció una película aburrida y con poco sentido. Aún así, no he perdido la fe en la señorita Tautou y espero ansioso sus nuevos largometrajes.

Se la compara a menudo con mi actriz favorita de todos los tiempos, Audrey Hepburn y, aunque comparte con ella el nombre, una belleza especial y ciertas características físicas (incluida una extremada delgadez, algo que no me parece precisamente loable), ni qué decir tiene que para mí la protagonista de Vacaciones en Roma es única e incomparable. Esto no quita que su moderna tocaya, aun de figura bajita y menuda, sea también una mujer con una clase y un encanto destacables que se adivinan forjados por algo más que la simple hermosura física. Que fácil sería perderse en esos enormes ojos tan, tan negros...

Nos dejó Patricia Neal

La actriz norteamericana Patricia Neal (nacida en Packard, Kentucky el 20 de enero de 1926, y cuyo verdadero nombre era Patsy Louise) se marchó ayer al Paraíso del Celuloide, sumándose a una larga lista de artistas clásicas que nos han dejado en los últimos meses, y que encabezan dos mitos de la talla de Jennifer Jones o Jean Simmons.

Mrs. Neal quizá no logró la notoriedad de las otras dos actrices, pero protagonizó un buen puñado de clásicos imperecederos como Alma en tinieblas (1949), La flota silenciosa (1951), Un rostro en la multitud (1957), El más salvaje entre mil (1963), que le valió un Óscar, o Una historia de tres extraños (1968), por la que fue nominada al mismo premio. No diré que fui un fiel seguidor de su carrera, pero sí que dos películas de su currículum constan entre mis favoritas: Ultimátum a la Tierra (1951), cuyo papel heredaría Jennifer Connelly en el prescindible remake de 2008, y Desayuno con diamantes (1961), de cuyo reparto principal sólo nos queda ya el incombustible Mickey Rooney. Me hace gracia que siempre la presenten en este largometraje como “la señora madura” a la que le saca dinero el personaje de George Peppard, cuando en realidad sólo tenía dos años más que él y tres más que Audrey Hepburn...

Cuentan las crónicas que su vida personal conoció momentos trágicos, perdiendo a uno de sus hijos a temprana edad, resultando otro gravemente dañado en un accidente, y sufriendo ella  varios derrames cerebrales cuando tenía treinta y siete años que le obligaron a aprender a hablar y caminar de nuevo. Afortunadamente, se recuperó de ellos con admirable tesón y continuó su carrera hasta prácticamente el fin de sus días. La última vez que la vi en la pantalla grande fue dando vida al personaje que da título a Cookie´s Fortune (1999), pero todavía el mismo año pasado intervino en un pequeño papel en la película Flying By. Como siempre, nos quedará echar mano de nuestra videoteca para recordar otra vida dedicada al arte de la interpretación...

viernes, 6 de agosto de 2010

De profesión: titiritero (20 años sin Jim Henson)


No creáis que se me despistó el aniversario de la muerte de Jim Henson el pasado 16 de mayo. Simplemente por aquel entonces no tenía muy claro cómo rendir tributo debidamente a este personaje tan singular del cine y de la televisión y decidí posponer mi homenaje para cuando estuviese más inspirado. Esta misma semana acabo de revisionar dos de sus clásicos, Cristal Oscuro (1982) y Dentro del laberinto (1986) y, aunque sigo sin saber muy bien cómo aproximarme a una leyenda de estas características por las razones que expondré a continuación, he creído oportuno el momento de escribir algunas palabras sobre él en el blog.

Y es que la de James Maury Henson (Greenville, Mississippi, EE.UU., 24-9-1936) se me antoja una personalidad similar a la de Ray Harryhausen (véase entrada): un hombre con una carrera y un legado artístico únicos que a su manera impuso nuevas formas de entender la animación –en este caso, de marionetas– al que no se le puede clasificar con un par de adjetivos porque fue también, como el genio del stop-motion, un mago y un forjador de sueños.

He de admitir que me conciencié del trabajo de Henson relativamente tarde (al contrario que del de su amigo y colaborador Frank Oz). En realidad lo conocía desde bien pequeño, puesto que ya en mi infancia era un fiel seguidor de Barrio Sésamo y, algo después, de El show de los Teleñecos. Sin embargo, es obvio que por aquella época yo era demasiado niño para retener el nombre de un artista, incluso quizá para darme cuenta de que a Epi, Blas o El monstruo de las galletas los movían personas… Curiosamente, en mi adolescencia ignoré bastante a Jim: falta imperdonable, no llegué a ver ninguna de sus dos películas clásicas de los 80 en el cine, y lo haría más tarde vía vídeo/TV sin resultar muy impresionado por ninguna de las dos la primera vez que las vi. Con respecto a Cristal Oscuro, y puesto que por la época de su estreno acudía invariablemente a ver casi todas las películas de género fantástico que se proyectaban en mi localidad, la explicación más lógica que se me ocurre es que se me pudo pasar mientras veraneaba y estaba fuera de la ciudad; en lo referente a Dentro del laberinto, creo que me negué a verla porque me parecía una película “para chicas” y porque la presencia física y musical de David Bowie se me hacía por aquel entonces desagradable, a pesar del encantador reclamo que ya representaba Jennifer Connelly con sólo 14 añitos... (hoy en día mi concepto del Sr.  Bowie ha cambiado bastante y siento un gran respeto por él, aunque su estilo musical sigue sin ser de mi predilección). Tampoco presté mucha atención a las series Los Fraggles o El Cuentacuentos cuando se emitieron (sí que recuerdo ver Los Pequeñecos) porque ya había perdido entonces mayoritariamente mi interés por aquellos programas que a esas alturas consideraba “infantiles”.

Así pues, algo muy atípico en mí: no tengo claro en qué momento de mi vida conocí verdaderamente el nombre de Jim Henson y empecé a interesarme por sus trabajos, cuándo asocié todo el material que había visto de él, y esa fue otra de las razones por las que pospuse este artículo. Eso sí: ya en los 90 recuerdo haberme hecho la colección de películas de los Teleñecos en vídeo. Hoy en día volver a ver Cristal Oscuro y Dentro del laberinto ha sido una experiencia bonita y entrañable, sin lugar a dudas magnificada y sublimada por ese halo de nostalgia que sólo da el paso del tiempo, ya que ambos filmes me han remitido directamente a la época en que más disfruté el cine en mi vida: mi adolescencia. Además… ¿he mencionado lo adorable que está Jennifer Connelly en el segundo título? Entonces y ahora me siguen perdiendo sus encandiladores ojos verdes…

Una neumonía que no se supo detectar a tiempo se nos llevó a este hombre encantador con aspecto de hippie cuando sólo tenía 53 años, en 1990. Por fortuna, es cuantiosa su herencia cultural e interminable el tesoro que nos dejó, y su hijo Brian, ayudado por varios de sus hermanos, continúa ampliándolos con nuevas películas y series: se prepara una continuación de Cristal Oscuro, otra aventura cinematográfica de los Teleñecos y un largometraje de los Fraggles para los próximos años.

Más sobre Jim Henson:
* Un breve repaso a su vida y carrera (en inglés).