"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

lunes, 19 de marzo de 2012

Tres décadas, tres películas (2): 1992

Love Remembered: primer encuentro
Si comentaba en la anterior entrada de esta serie, dedicada a Blade Runner, que en los 80 me encandilaba con casi cualquier película que veía en el cine, y cada año tenía al menos un título o dos que se convertían en esenciales en mi filmoteca, en los 90 me pasó todo lo contrario: lógicamente, conforme fui haciéndome mayor, me volví más selectivo y más difícil de sorprender por argumentos, historias y esquemas reiterativos que ya había aprendido a reconocer, y muy pocos largometrajes consiguieron hechizarme como lo hizo en aquella década Drácula de Bram Stoker, para mí, “Drácula de Francis Ford Coppola”, pues fue este director norteamericano el que nos trajo esta joya del Cine a las pantallas hace ya casi cuatro lustros: un 13 de noviembre de 1992. En España tuvimos que esperar más de dos meses, hasta el siguiente 15 de enero, para poder verla, y ese mismo día estaba yo con varios amigos a las puertas del desaparecido Cine Rex de Valencia, listo para disfrutarla en la primera sesión. Quedé absolutamente embelesado, fascinado y enamorado de la película, y a día de hoy no he perdido nada de la admiración que me produjo en aquel momento. Tan absolutamente seducido me quedé por ella, que a la siguiente semana decidí volver al Rex a verla, y sólo un pequeño percance automovilístico (se fastidió una ventanilla del coche en el que íbamos al cine) nos obligó a demorar el segundo visionado una semana más. Después aún la volvería a ver al menos en dos ocasiones más en los cines de mi pueblo (en el Oma y en el Parque Victoria), además de innumerables veces en formato doméstico (tengo incluso dos versiones diferentes en DVD).

La primera vez que tuve noticias del film fue el verano anterior a su estreno, cuando me informó de él un compañero con el que realizaba un cursillo. Aunque admiraba mucho a Coppola y me gustaban sus películas, no estaba muy seguro de si se podía hacer una nueva versión de Drácula que aportara algo interesante y original. Había crecido viendo los clásicos de la Hammer, los de la Universal y mil y una variantes del mito vampírico, no hablemos ya de su vertiente literaria. Drácula fue precisamente una novela que me marcó en mi juventud y que considero esencial en mi vida, aunque una segunda lectura precisamente con motivo de la película de Coppola me resultó algo más decepcionante (quiero volver a leerla algún día).

Anciano decrépito, criatura monstruosa, caballero  elegante: algunas de las mil caras de Gary Oldman en el film.

Reparto
Winona Ryder: ¿demasiado frágil?
Conforme se acercaba el estreno del film fui haciéndome con algo de información. Apenas conocía a Gary Oldman, pero empecé a interesarme por él y llegué a ver El clan de los irlandeses antes que Drácula y me llamó mucho la atención su desquiciado personaje en esa película. Sí que conocía, por supuesto, a Winona Ryder, que ya me había hecho tilín desde Bitelchús, a Anthony Hopkins y a varios de los actores secundarios de la cinta. A partir de esta adaptación de la obra de Stoker me convertí en un fan del actor protagonista y seguí su carrera con interés durante muchos años. Me encantó como Beethoven en Amor inmortal y como Sid Vicious en Sid y Nancy, así como en sus respectivos papeles en Doble juego, El profesionalAmor a quemarropa o JFK, aunque me decepcionó sin embargo cuando quedó casi encasillado en aburridos estereotipos “de malo” en filmes como Air Force One, Perdidos en el espacio o El quinto elemento a finales de lo 90. Aunque prácticamente sólo lo encontramos como secundario en los últimos años (lo que me parece un desperdicio de su talento) me alegra verle recuperado artísticamente en películas como Bosque de sombras, El topo o la serie Batman.

Winona Ryder, sin embargo, y a pesar de que había seguido su carrera reciente (Gran bola de fuego, Eduardo Manostijeras…) con interés, no me acabó de convencer. Me parecía demasiado frágil y minúscula físicamente para el personaje que representaba. Acabé perdiendo el interés por su trayectoria artística, aunque me gustó su papel el pasado año en Cisne negro. También encuentro un grandísimo contraste entre el inmenso trabajo de Oldman en Drácula con el de la mayoría de secundarios: las escenas que le enfrentan al rígido Keanu Reeves dejan a este último a la altura del betún; Anthony Hopkins para mí arruina el personaje de Van Helsing (y es que uno es muy fan de Peter Cushing), y toda esa caterva de personajillos de fondo (Cary Elwes como Lord Godalming, Bill Campbell como Morris, etc) me parecen un poco “de bulto” en la película. Solamente los personajes de Richard E. Grant (Dr. Seward), Sadie Frost (Lucy) y Tom Waits (Renfield) me parecen destacables entre todo el reparto principal.

¿Una versión fiel?
Impresionante Oldman y limitadísimo Reeves en las fascinantes secuencias del castillo
Presumían Coppola y el guionista de la película, James V. Hart, de haber dado forma a la versión más fiel a la novela de Stoker que se había llevado a la pantalla hasta aquel momento, y esto no es para nada cierto. Para empezar, la película relaciona claramente el Drácula literario con su original histórico, Vlad Tepes, abriéndose con varias escenas –por lo demás, maravillosas– que nos lo muestran como paladín de la Cristiandad enfrentándose a los turcos, y renegando posteriormente de Dios al morir su amada. Durante el resto del film, ese Drácula intrigante, malévolo y demoníaco que nos describe Stoker, y que, de hecho, está casi ausente en toda la novela, se nos muestra por el contrario como un alma en pena que carga con una terrible maldición. Vemos al “monstruo” llorar al recordar la pérdida de su esposa siglos atrás e incluso ser tierno y compasivo con ella al reencontrársela reencarnada en la maestra Mina Harker (otra licencia de Hart, aunque es una lectura que siempre se puede extraer de la novela). En resumen: el film está dulcificado con una preciosa historia de amor que, por supuesto, lo transforma de una simple película de terror a un melodrama gótico difícil de encasillar en un solo género concreto. El Drácula de Coppola es un ser con muchos matices en el que se alternan bondad y maldad, sufrimiento, castigo y redención, odio y amor. Como siempre he dicho, para mí Gary Oldman compuso en la película revisada el Drácula más completo y complejo, a años luz de las limitadas interpretaciones de Christopher Lee y de Bela Lugosi –y que conste que tengo mucho cariño a estos dos entrañables actores, a los que conozco de mucho antes que a Oldman–.

Más genios
Sadie Frost como Lucy: de lo poco destacable en
un reparto de anodinos secundarios
Además de un gran director, un gran actor y un espléndido guión, Drácula tiene para mí toda una serie de aciertos y de soberbios artistas trabajando en ella: el primero es Roman Coppola, hijo de Francis y encargado de los efectos especiales del film. De acuerdo con su padre, Roman se decidió por sencillos efectos tradicionales para el film, prescindiendo de ordenadores. Como resultado de ello tenemos secuencias tan simples como fascinantes como aquella en la que vemos que la sombra de Drácula tiene vida propia, los fundidos entre planos  a través de diversos elementos o el fantasmal movimiento de personajes y vehículos valiéndose de metraje rodado al revés y reproducido en sentido contrario/normal. Mención destacada merecen también la diseñadora del magnífico vestuario Eiko Ishioka y el maquillaje de Greg Cannon, Michèle Burke y Matthew  M. Mungle, quienes transforman a Gary Oldman en un Drácula anciano y en criaturas con forma de murciélago y lobo humanos. Toda este cuidadísimo aspecto visual, la estupenda dirección artística de Thomas E. Sanders y Garrett Lewis junto al acierto de rodar la película íntegramente en decorados (lo que para mí contribuye a reforzar ese aspecto onírico y fantástico que tiene) hacen de Drácula una maravilla visual, un regalo para el ojo con todos esos colores, sombras, fundidos y piruetas ópticas varias.

Mención aparte merece para mí la magnifica partitura del compositor polaco Wojciech Kilar, habitual colaborador de Polanski al que descubrí con este largometraje y que me reveló una nueva forma de acompañar musicalmente los fotogramas de la pantalla que contrastaba enormemente con la de los habituales John Williams, Jerry Goldsmith o Maurice Jarre con los que había crecido. Me parece imposible haber encontrado a un músico cuya obra, siniestra, ominosa, oscura, pero a la vez sensual, evocadora y melancólica, pudiera encajar mejor en el film de Coppola. No he seguido exhaustivamente su posterior carrera, pero sí que tengo algunas de sus partituras, como las de La novena puerta o La muerte y la doncella, que también me gustan mucho.

Conclusión
La recóndita Transilvania, donde encontraremos “... muchas cosas extrañas 
No sé qué más decir de esta película aparte de repe-tirme: maravillosa, mara-villosa y maravillosa. Al contrario de lo que yo esperaba, Coppola supo reinventar el mito del conde vampiro siendo a la vez respetuoso con muchas de las anteriores versiones fílmicas (se pueden encontrar guiños a casi todas las más clásicas a lo largo de todo el metraje). Siempre estaré prendado de esta película y me encanta revisitarla de vez en cuando, aunque en un televisor no proporcione todo el potencial imaginativo y de ensueño que tiene. Me fascina toda la secuencia del castillo, cuando Jonathan Harker llega y descubre que las leyes de la física no existen en él (las gotas que “caen” hacia arriba, la ya mencionada sombra de Drácula, puertas que se abren solas…), los diálogos entre él y el Conde, cuando rememora tiempos pasados, la seducción de las novias, así como el inicio del film y la lucha contra los turcos mostrada con sombras que resaltan contra un sangriento crepúsculo entre otros muchos momentos. ¿Qué más?: también me gusta mucho que se destaque algo que la gente parece haber olvidado, quizá precisamente por culpa del cine: que el vampiro clásico, el de la literatura gótica/romántica, no se desintegra por la luz del día e incluso actúa normalmente bajo el sol (véanse si no, además de la novela de Stoker, las obras de Polidori, Le Fanu o Gautier, entre otras).

Las irresistibles Novias, con una aún desconocida Monica Belluci
Aunque no soy de los que se pasan las películas buscando errores, en este Drácula sí que me llamaron la atención algunos divertidos fallos de raccord muy evidentes desde el primer visionado, como cuando Morris se sienta con su sombrero en la mano, y después se levanta y lo había chafado, o cuando Van Helsing está curando a una Lucy postrada en cama y, en plano y contraplano de ambos personajes, vemos a la chica con un pecho descubierto y tapado alternativamente varia veces. Son anécdotas que siempre recuerdo de la cinta, aunque insisto en que no le doy especial importancia a estos detalles ni me paso toda la proyección de un largometraje rastreándolos.

Para finalizar, por afán de completismo, y para aquellos que gusten de seguir los premios obtenidos por las películas, decir que este Drácula de Bram Stoker recibió los correspondientes Oscars al vestuario, el maquillaje y los efectos de sonido, además de estar nominada también a la dirección artística, aunque el mejor premio que pudieron ganar Coppola y su equipo por esta obra maestra fue quizá la legión de admiradores que sigue teniendo después de dos décadas y las muchas personas que quedamos marcadas para siempre por ella.

Yo soy… nada… sin vida, sin alma, odiado y temido. Estoy muerto para todo el mundo... yo soy el monstruo al que los hombres vivos matarían. Yo soy… Drácula.

5 comentarios:

  1. Muy buen artículo, verdaderamente impresionante como has reflejado el amor que tienes por esta película.

    En mi caso, me gusta, la vi en su estreno y un par de veces en televisión. Tengo el DVD y mi opinión coincide con algunas de tus apreciaciones: la genial interpretación de Gary Oldman, la brillantez de los efectos especiales tradicionales, el ambientazo de la banda sonora y sobre todo, los diferentes aspectos del conde vampírico que resaltas en el pie con el que comentas un grupo de fotogramas.

    Lo que pasa es que no es mi película preferida sobre Drácula. La versión de Terence Fisher para la Hammer, me impresionó desde su primer visionado y todavía hoy, la considero una de mis películas de vampiros preferida y difícil de desbancar por otras. No obstante, Coppola hizo un excelente film que después de leer tus líneas, me apetece volver a revisionar cualquier día de estos.

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  2. Me encanta la Hammer y mi actor favorito es Peter Cushing, pero creo que el Drácula de C. Lee es demasiado simple y plano en comparación con todos los matices que tiene el de Oldman. Ya no comparo las dos películas propiamente -ambas me encantan- sino la forma de interpretar al personaje de ambos actores, y creo que Oldman -aunque parece que es un sacrilegio arremeter contra el cine clásico- es mucho mejor que Lee.

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  3. Sólo puedo decir que a mí también me gustó mucho esta película. Excelente artículo.

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  4. Ya somos dos.. tres... cuatro... ¡creo que unos cuantos miles en todo el mundo!

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