Continuo mi “biografía musical” con esta segunda parte (primera aquí) en la que, como prometí, comienzo a relatar mi modesta pero esforzada trayectoria en grupos amateur, aventura que inicié nada menos que hace dos décadas. (Lo de entrecomillar el “en” del título viene porque mi permanencia en grupos durante todo ese lapso no ha sido, por desgracia, ininterrumpida, y porque la mayoría de proyectos han sido infructuosos.)
¿Montamos un grupo?
Mi primer concierto: con Outsiders, 11-11-1994 |
Tras unos pocos años (exactamente tres) rasgueando la guitarra como podía, parecía que el paso lógico era juntarse con más gente que tocara instrumentos e intentar sacar algo conjuntado. Efectivamente: la idea de intentar agrupar una formación de músicos aficionados ya estaba corroyéndome desde hacía tiempo. El primer proyecto nació un día que mi primo Quique J. M. me visitó: había comenzado a aprender a tocar la batería enseñado por un amigo, teníamos gustos musicales parecidos, y ganas de emprender la loca aventura de montar una banda de rock. Dicho y hecho, por medio de un compañero mío de clase que se había iniciado sin éxito en el último instrumento citado y quería venderlo, Quique se puso al frente del característico conjunto de tambores y platillos (que ya eran de tercera o cuarta mano), tras pagar la suma de 10.000 pesetas a su propietario original, y nos instalamos en la casa de su abuela, deshabitada desde hacía algún tiempo al haber fallecido la antigua ocupante. Pasamos allí tres meses con mucha ilusión, pocos medios y escasa formación. Compré una pastilla (¡también usada!) para amplificar mi guitarra acústica a través de un pequeño altavoz de magnetófono, e incluso llegamos a grabar en cinta de cassette algunos de nuestros “progresos”. Durante aquel lapso, invitamos a varios amigos –iniciados o interesados en tocar algún instrumento– a que se nos unieran en algunas sesiones, pero nada definitivo salió de aquellas visitas ocasionales: unos demostraron no tener verdadera pasión por formar parte de nuestra alocada empresa, otros tenían proyectos más sólidos. (Por cierto, teníamos previsto ponerle al grupo el curioso nombre de “1954”, porque nos parecía un año clave en la historia del rock and roll.) En junio, el padre de Quique consiguió alquilar la casa, y tuvimos que desalojarla de instrumentos y equipo. Irónicamente, para entonces ya había encargado mi primera guitarra eléctrica, Karen (véase primera parte)…
Conectados a “Klavija”
Tendríamos que esperar, por desgracia, casi dos años para poder retomar nuestra idea de formar un grupo, lapso que naturalmente aproveché para seguir aprendiendo por medio de libros y más libros de partituras que compraba en tiendas de música o pedía por correo. Dos hechos importantes se producen a principios de 1993: consigo comprarme por fin un amplificador para la guitarra eléctrica (véase de nuevo la primera parte), y nace una interesante iniciativa musical en mi localidad que nos va a proporcionar por fin la posibilidad de contar con un local de ensayo sin tener que pagar un precio exorbitante. Os lo cuento a continuación:
Homenaje a Elvis: con Long Road, 19-9-1997 |
En la primavera del mismo año se forma en mi localidad la Asociación Klavija con la intención de ayudar a los grupos jóvenes amateur a poder desarrollar su actividad artística y de proporcionarles un lugar asequible en el que poder ensayar. La iniciativa partió de varios músicos aficionados entre los que estaba yo mismo, así como del técnico de juventud del Ayuntamiento local, Miguel Á. M., cuyo apoyo fue providencial. Gracias a él, conseguimos que se nos cedieran los bajos del escenario del Triángulo Umbral de Puerto de Sagunto para ensayar (por el precio casi simbólico que representaba asociarse a Klavija), y en abril tomamos posesión de la habitación que nos había tocado a nosotros. Hablo de “nosotros” porque para entonces ya teníamos la base para un grupo: la conformaban, además de un servidor, mi primo Quique a la batería y el jovencísimo Miguel Á. Blay, hermano de un amigo, al que había logrado interesar por el proyecto y que llevaba algún tiempo tocando la guitarra acústica (que utilizaba con amplificador). Fue el comienzo de una aventura muy, muy larga que aún se extiende hasta hoy en día y que nos depararía mucho esfuerzo y sufrimiento, muchos chascos y desilusiones, pero también alguna que otra alegría, y que empiezo a contar en el siguiente párrafo. Podéis tomaros un respiro, mientras tanto…
Outsiders… ¿o no?
Ya con tres componentes, un equipo aceptable (Quique había comprado otra batería de segunda mano algo más moderna que la anterior) y con un local de ensayo, emprendimos la complicadísima tarea de completar el grupo. Nos faltaba lo principal para que todo cuajara, una voz, así como el que con el tiempo iba a demostrar ser el instrumento más escaso del panorama rock: el bajo. A lo largo de nuestro primer año en el local empezamos a poner anuncios buscando ambos músicos y a probar gente. Pronto descubriría lo sufrida que iba a ser esta misión, la variedad de personas que hay en el mundillo de la música amateur, y lo peculiares que estas pueden ser (¿debiera decir “podemos”?): ponerme a enumerar las desventuras, avatares y situaciones desconcertantes, casi “tragicómicas” que se dan probando músicos proporcionarían material para todo un libro y, de hecho, siempre he pensado que debiera haberlo escrito en lugar de luchar desesperadamente por tener un grupo. Seguramente me hubiera ido mejor y hasta puede que se hubiera convertido en un best-seller.
Por todo este “bestiario” variopinto de gente con la que he tenido mayor o menor contacto a través de mi “carrera” como músico rock amateur han pasado infinidad de individuos. La experiencia con algunos ha sido bastante frustrante, pero otros muchos han acabado convirtiéndose en amigos de por vida a pesar de los vaivenes del destino (aunque a algunos no los vea muy a menudo). Me centraré en recordar a estos últimos, y obviaré mencionar a los primeros y, a ser posible, evitaré cualquier nota triste o negativa (que las ha habido, y muchas) a lo largo de esta historia. Baste pues, mencionar, que finalmente, y tras unos meses, damos con Iván M. para que ocupe el puesto de cantante, y con él empezamos a desarrollar un repertorio de versiones. Consiste este principalmente en canciones de grupos de los 50 y los 60 como los Creedence, los Beatles, los Doors, y de solistas como Elvis Presley, Buddy Holly, Eddie Cochran, etc… A finales de ese año (1994), nos surge la posibilidad de nuestra primera actuación, promovida por una ONG (Cosala) y con el apoyo del Ayuntamiento, y con objeto de recaudar fondos para enviar ayuda a los refugiados saharauis. Marcelino M., amigo de Quique, se nos une a tiempo para conformar el grupo, que ya hemos bautizado, a iniciativa mía, como Outsiders, aunque más tarde descubriría que ya habían existido otros grupos extranjeros con ese nombre. La inspiración vino en parte de la película de Francis F. Coppola de 1983 que aquí conocimos como Rebeldes, así como en la sensación que teníamos de ser un poquito eso, alguien un tanto “fuera de lugar”, aunque es posible que el único outsider verdadero del grupo fuera yo (así me había calificado un antiguo y querido profesor mío de inglés).
Con Long Road: 7-8-1999 |
El primer –y único– concierto de Outsiders tuvo lugar el día 11 de noviembre de 1994 en un lugar clásico de mi localidad: el Centro Aragonés, auditorio que ya he reivindicado anteriormente (véase entrada) como escenario rock. Salió bastante bien para ser casi todos novatos (excepto Marcelino e Iván). No nos pusimos muy nerviosos, casi no nos equivocamos, precedimos a los grupos amigos Capellanes y Mandrake Root, y creo se lograron reunir los suficientes fondos para mandar un viejo camión con comida y enseres a África. Entre las canciones que tocamos estaban It´s So Easy (Buddy Holly), Lodi, Green River y The Midnight Special (Creecence), And I Love Her y Money (Beatles), Little Sister (Elvis), Love Street (Doors) y Walk Don´t Run (Ventures). Por cierto, que existen dos grabaciones en vídeo, ambas incompletas, de aquel evento.
Una larga carretera (Long Road v. 1)
Los días del grupo, por desgracia, estaban contados: Iván ya nos había manifestado su intención de dejarlo tras el concierto porque buscaba otro tipo diferente de música y quería componer temas propios. Marcelino no nos dijo nada, sino que simplemente desapareció. Outsiders quedó oficiosamente disuelto a principios de 1995, cuando Miguel Á. también se marchó en busca de nuevos horizontes, y Quique comenzó a tocar con otro grupo. Le sustituyó a la batería el que se iba a convertir en uno de mis más entrañables compinches en el “negocio” musical: Moisés G., al que conozco a través de un anuncio en una revista de los Beatles. Las cosas, sin embargo, no van muy bien ese año y pasamos grandes dificultades intentando buscar nuevos músicos. A mediados de 1996 entra en el grupo (aún sin nombre oficial) Ramón C. como segundo guitarra, y por medio de él conocemos al teclista de origen madrileño Román D., a la larga otro de mis grandes amigos en la música y fuera de ella. A finales del verano incluso conseguimos comprar un equipo de voces, al que acoplamos un viejo altavoz que tenía desde el año 91, cuando comencé mi primer intento de grupo. Mientras esperamos que aparezcan un bajista y un cantante (como veis, siempre los puestos más difíciles de ocupar), vamos haciendo nuestros pinitos como vocalistas. En la primavera de 1997 ocupa por fin un lugar tras el micrófono Carlos C. como voz principal. Poco después, Ramón decide cambiar la guitarra por el bajo, llenando por fin el hueco en la formación que tanto nos costaba tapar. El grupo acaba siendo bautizado como Long Road. El nombre está sacado de la canción The Long and Winding Road de los Beatles, aunque en realidad buscábamos más un nombre en la línea de Creedence Clearwater Revival y lo elegimos sobre todo por su brevedad y sonoridad, antes que por querer homenajear especialmente a los chicos de Liverpool. El repertorio siguió siendo parecido al de Outsiders, con la notable excepción de los Doors (nunca he vuelto a tocar en directo una canción suya) y con la inclusión de algunos temas de clásicos del soul como The Dock of the Bay (Otis Redding), The Dark End of the Street (James Carr) o What a Wonderful World (Sam Cooke).
Long Road se estrena en directo en junio del citado año. La excusa nos la da el propio Carlos C., que decide celebrar su cumpleaños en plan película americana –con piscina incluida– en su chalet de Picassent, y para el que reúne a un buen montón de asistentes. Por desgracia, Román D. ha comenzado a trabajar semanas antes y ha tenido que dejar el grupo, por lo que a última hora nos echa una mano un amigo componente de otro grupo, Alfredo A. de Mandrake Root, como guitarra rítmica. Después de casi dos años y medio sin tocar ante público en mi caso, considero que la actuación salió bastante aceptable, y hasta todos nos atrevimos también a hacer coros.
Penúltimo concierto de Long Road (2001) |
Poco después de este concierto entra a forma parte de Long Road como segundo guitarra otro de mis más entrañables compañeros de penurias en la música: Jose M. G., al que ya conocía desde hacía unos años gracias a otra de mis aficiones, la de los juegos de mesa. Esta será la formación definitiva de la primera etapa del grupo, que se extenderá hasta noviembre. A lo largo de esos seis meses, Long Road actúa en otros tantos conciertos de suerte desigual, aunque todas servirían para darnos experiencia y “rodaje”. Muchas de ellas se producen al amparo de la Asociación Cultural Reencuentro Años 60. Os cuento un poco su historia: Reencuentro Años 60 nace por iniciativa de varios aficionados a la música rock ya desde aquella década, y con la genial idea de recuperar a los grupos que en dicha época intentaban lo mismo que nosotros treinta años después: dignificar la música pop-rock, promoverla y, al fin y al cabo, disfrutar tocándola. La asociación nace en 1994 y en un principio está exclusivamente compuesta por grupos veteranos de la localidad, pero pronto acaba abriéndose a grupos más jóvenes con sonidos afines o incluso no tanto. En el año 96, Long Road se integra en sus filas, pues pensamos que nuestro repertorio de clásicos de los 50 y los 60 encajará perfectamente en la asociación. Sólo en parte estábamos en lo cierto, e intentaré explicarlo lo más brevemente: mi opinión es que, quizá debido a la situación política y cultural de la España de los 60, la música que se oía en ella no coincidían enteramente con la que se podía escuchar en el resto del mundo, mucho menos con la que, con la perspectiva, podríamos oír los nacidos en épocas posteriores. Finalmente se nos haría patente que nuestro repertorio podía no cuajar entre determinadas audiencias más mayores porque, a pesar de tocar música “de sus tiempos”, estas no la conocían y esperaban quizá un cancionero diferente. La selección de lugares en los que tocar –fiestas de barrio, asociaciones culturales…– no siempre nos pareció del todo acertada.
Aún con todo, pasamos grandes momentos con la asociación, hicimos grandes amigos y fue un honor tocar con leyendas de la música local. Incluso cumplí mi sueño de actuar en el escenario del “Casino Viejo” (la “Gerencia”) de mi pueblo, al que, en su época de esplendor, se habían subido muchos mitos de la música española, empezando por Nino Bravo. Con especial cariño recuerdo el homenaje que hicimos a Elvis Presley en septiembre de 1997 conmemorando los veinte años de su fallecimiento, y para el que sacamos un repertorio exclusivo. Fue un éxito de público (quizás el concierto con más gente para el que haya tocado nunca) y disfruté enormemente el listado de canciones, emulando a mi admirado Scotty Moore. Lo considero el mejor concierto de aquella primera formación de Long Road y uno de los mejores de mi vida.
Otro concierto que me gustaría mencionar de aquella época fue a principios de agosto, y en realidad, no llegó a hacerse: después de preparar escenario en instrumentación para tocar junto al mar en las fiestas de la Casa de Andalucía de la localidad, a última hora de la tarde estalla una tremenda tormenta que nos obliga a tapar rápidamente todo el equipo y a recoger lo que se puede rápidamente. Recuerdo a los componentes del grupo y a los técnicos de sonido luchando contra la lluvia sobre el escenario de madera, que crujía y se movía por la fuerza viento y que, junto a las lonas, vapuleadas también por Eolo, daban a uno al impresión de estar en un viejo barco de siglos atrás a punto de hundirse en el mar. Por fortuna, la nave aguantó en pie, y de hecho, la tormenta pasó y fue seguida de una hermosa noche de cielos despejados con infinidad de gente en la playa, pero el equipo de sonido se había mojado y era muy arriesgado usarlo en esas condiciones, por lo que, como he dicho, el concierto no se realizó para nuestra frustración.
Sin embargo, la primera formación de Long Road no iba a tener una vida muy larga. Podréis ser testigos de ello en la última parte, en pocos días si aún os quedan ganas... (3ª parte)
Me gusta lo bien que lo cuentas. Tienes una gran memoria y recuerdas los detalles de tu carrera musical amateur, además de que conservas carteles, imágenes y hasta el precio de los instrumentos. Estoy enganchado esta serie de artículos porque mi memoria es bastante mala y selectiva mientras que tú lo cuentas con todo lujo de detalles. Seguiré leyendo la próxima entrega.
ResponderEliminar¡Todavía podría contarlo con más detalles! Pero os acabaría aburriendo aún más...
ResponderEliminarMe viene bien haber escrito esto para el día en que mi memoria ya no me resulte tan fiable. Así constará por escrito...
He de decir que el concierto de C.O.S.A.L.A. fue el primer concierto al que asistí y también donde me hice mi primer cubata. He flipado leyendo el artículo, ese cartel solo estaba en mi mente hasta hoy! un abrazo.
ResponderEliminar¡Me alegra que te haya gustado! Igual aún me queda algún póster extra por ahí aparte del que yo me guardo....
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