"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 30 de mayo de 2012

Viaje pixelado: Silent Hill

No sé si en un intento (supongo que fútil) por interesar a hipotéticos y escasos lectores por mis desvaríos o, simplemente, y en última instancia, por entretenerme a mí mismo, este año estoy probando nuevos formatos e ideas en el blog, principalmente el incluir entradas mucho más cortas pero más frecuentes en lugar de textos más largos y más separados en el tiempo. Hoy inauguro una nueva “sección” en la que quiero hablar de videojuegos y, es curioso, porque en realidad no soy especialmente aficionado a ellos, pero sí que hay algunos pocos que me gustan y divierten mucho. Además, es tan grande la relación que, cada vez más, tienen estos divertimentos informáticos con el cine que, en un blog dedicado principalmente al 7º Arte, creo que tampoco desentonan demasiado. Al fin y al cabo, hay ya muchos videojuegos que parecen casi películas, y hay también muchas películas que son adaptaciones de éstos.

Regreso
Un pueblo normal... si no fuese por la niebla y las criaturas
Y para empezar esta nueva serie, me parece que lo justo es que lo haga con un título –y su posterior saga– que fue decisivo en mi regreso a los juegos computerizados después de bastantes años ignorándolos. Efectivamente: allá por 1999 llevaba mucho tiempo sin recurrir a ellos: mi querido Spectrum se había quedado obsoleto y ya no se comercializaban productos para él; los recreativos eran casi un recuerdo del pasado, y los juegos tipo Sonic o Mario Bros que aparecían en las consolas del momento no me motivaban ni lo más mínimo. Hasta que un día probé un título de origen japonés publicado en el año citado por la empresa Konami que me descubrió que el mundo de los videojuegos estaba cambiando y que podía haber cosas totalmente diferentes a las que conocía y sorprendentemente fascinantes: se llamaba Silent Hill.

Fue un amigo que sí era aficionado a las consolas quien me enseñó por primera vez el juego en su Playstation 1. Es más, fue tan amable como para dejarme el aparato para que lo jugara yo en casa, y acabé tan subyugado por el videojuego y por las posibilidades que parecían ofrecer las modernas creaciones recreativas que no tardé mucho en adquirir mi propia PS1, y desde aquella fecha he tenido también las dos sucesoras de la máquina de Sony.

¿Un pueblo normal?
Cabeza pirámide, uno de los personajes clásicos de la saga
Silent Hill comienza con su protagonista (o sea, nuestro alter ego virtual) viajando en coche con su pequeña hija y teniendo un accidente cerca del lugar que da nombre al juego, aparentemente un tranquilo y típico pueblo medio de los Estados Unidos que parece sacado incluso de otra época. Cuando el protagonista despierta, su hija ha desaparecido y debe internarse en Silent Hill para buscarla, lo cuál sería fácil si no fuera porque el lugar parece prácticamente deshabitado, está constantemente envuelto en niebla, y lo transitan una serie de extrañas criaturas que tienden invariablemente a atacar. Por si esto fuera poco, cada cierto tiempo todo parece cambiar y el protagonista se ve trasladado a otra dimensión que se asemeja a una versión todavía más pesadillesca del propio Silent Hill. Efectivamente: al contrario que otros videojuegos de miedo (o survival horror, como se le llama en el mundillo a esta variante) más centrados en la acción y en los combates, Silent Hill es un juego de terror psicológico, en el que priman más una atmósfera desasosegante y enervante que necesariamente la violencia o la sangre. En este sentido, la saga de Konami prácticamente inauguró esta modalidad en la que creo que apenas tenía precedentes (Alone in the Dark podría ser lo más parecido).

Las siete continuaciones más o menos "oficiales"

Continuaciones y premisa general
El éxito de Silent Hill propició varias continuaciones, cinco “oficiales” (Silent Hill 2 y 3, The Room, Homecoming y Downpour) y dos especiales (la precuela Origins y Shattered Memories, una modernización del primer juego de la serie) tanto para PC como para las consolas de los últimos trece años (hay, además, otros títulos para otros soportes como la Vita o teléfonos móviles y variantes que en muchos casos sólo han aparecido en Japón). La premisa de todos ellos es similar: los personajes protagonistas (un camionero, una adolescente, un soldado…) llegan al pueblo casi siempre por azar e involuntariamente para, de repente, descubrir que no pueden salir de él. Se encuentran allí con otras personas, algunas en una situación similar, otras que parecen ser habitantes del lugar. Para regresar a sus vidas normales, deberán resolver algún intrincado misterio, a la vez que luchan o esquivan a seres grotescos y agresivos (como las clásicas enfermeras del hospital) e intentan mantener su cordura cuando se ven trasladados a la dantesca dimensión alternativa que parece inevitable en Silent Hill, en la que abundan hierros oxidados y retorcidos, objetos cubiertos con telas o plásticos, habitaciones sucias y decrépitas y los decorados más insólitos e irreales. Para afrontar esta colosal tarea, los héroes de cada episodio sólo disponen de unas pocas armas, botiquines para curarse, una linterna, y una radio cuya estática les avisa de la cercanía de criaturas.

Las enfermeras de Silent Hill, voluptuosas y grotescas a la vez
Aunque la mayoría de videojuegos de la saga no tienen relación directa entre ellos –aparte, claro está, de la propia aparición del pueblo– me gusta la idea que parece imperar en la saga de que Silent Hill es una especie de purgatorio: casi todos sus forzados visitantes cargan con algún drama personal y casi siempre se han visto implicados en alguna tragedia y relacionados de una forma u otra con alguna muerte. Así, en Silent Hill 2 manejamos a un hombre que parece haber perdido a su joven esposa tras una enfermedad, o en Silent Hill: Downpour somos un presidiario que ha matado al pedófilo que a su vez asesinó a su hijo. La ciudad de Silent Hill parece adaptarse a las mentes y a los traumas de los personajes que acaban en ella, e incluso puede interpretarse que son éstos los que la remodelan y dan forma en base a sus propias desgracias personales.

Edificios decrépitos y abandonados son habituales en la saga
Otra característica de la saga es la angustia y el pesimismo que la envuelve. Los videojuegos pueden hacerse hasta agradablemente “desagradables”; se disfruta pasándolo mal en ellos. La mayoría de las veces, los finales de todas sus partes son tan desafortunados como desconcertantes, y el jugador descubre junto con su personaje que los recuerdos que tenía de un incidente, o la forma en que lo veía, son falsos o erróneos. De todas maneras, en función de las decisiones morales que se toman en la partida y de otros baremos,  se puede llegar a finales muy diferentes.

Mención especial merece la curiosa banda sonora del también japonés Akira Yamaoka, nada convencional para una historia de terror y estructurada sobre guitarras eléctricas con distorsión y canciones pseudo-pop que ha acabado constituyéndose en un elemento indeslindable de la saga a pesar de lo inapropiada que puede parecer.

Otros medios
Toda una mitología ha crecido en torno a esta serie de juegos virtuales, incluyendo cómics, novelas, figuras y hasta una película, Silent Hill, dirigida por Christophe Gans en 2006 y con Radha Mitchell, Sean Bean y Laurie Holden a la cabeza del reparto. Adapta principalmente el primer videojuego de la saga, aunque incorpora elementos de otras entregas, y he de decir que a mí personalmente, no sé si porque le tengo mucho cariño a sus originales infográficos, no sólo me gustó bastante, sino que me parece una de las pocas versiones fílmicas de un videojuego que vale la pena. Este año, por fin, parece que se estrena su muy retrasada continuación, Silent Hill: Revelation, dirigida por Michael J. Bassett y en la que a Mitchell y Bean se unen Carrie-Ann Moss, Malcolm McDowell y Adelaide Clemens en lo que parece ser una versión en celuloide de Silent Hill 3.

Imagen del film con Laurie Holden y Radha Mitchell
Personalmente he jugado a todos los videojuegos de la saga que se han comercializado para Playstation 1, 2 y 3 (con la excepción de Shattered Memories, que salió para PS2 y que sólo comencé brevemente durante un período en que tuve la PS3 en reparaciones) y en general los he disfrutado bastante. Claro está que ninguno me ha marcado como el primero, porque fue eso, el primero, y que posiblemente éste y los dos siguientes títulos fueron también los mejores, pero, en general, me encanta pasear por ese pueblo misterioso, algo vetusto y hasta melancólico en el que no parece haber nadie salvo personajes raros, casi todas las casas están vacías y cerradas y presentan un aspecto olvidado y avejentado. Me encanta también reconocer sus ya clásicas calles (muchas de ellas con nombres de escritores de terror) y edificios (la prisión, el ayuntamiento, el intranquilizante hospital…) cuando vuelvo a visitarlo, e ir aprendiendo más sobre su siniestra y misteriosa historia, que se origina en un antiguo asentamiento indio, pasa luego a ser una población blanca en el siglo XVII, después colonia penal y prisión militar, sede de una intrigante secta y, finalmente, el moderno pueblo de hoy en día…

A veces también me pregunto si no vivimos ya en nuestro particular Silent Hill

No hay comentarios:

Publicar un comentario