"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

viernes, 4 de mayo de 2012

¡Cumpleaños de Audrey!

Pese a tratarse de mi actriz favorita de todos los tiempos (seguida muy de cerca, como siempre he admitido, por mi también adoradísima Ingrid Bergman), nunca he dedicado un post especialmente largo a Audrey Hepburn. Tan sólo algún recordatorio de sus aniversarios, la reseña de algún libro y cosas similares. La razón principal es porque, se ha escrito tantísimo sobre ella, que no creo que yo pueda aportar nada original aparte de mis propias experiencias. En este 4 de mayo en que hubiera cumplido 83 años de seguir con nosotros, voy a aprovechar para contaros y recordar un poco como conocí a la niña de mis ojos del Cine…

Dos road movies
La primera película que creo haber visto de Audrey Hepburn es precisamente una de las que están consideradas menos interesantes de ella, y se trata de Mansiones verdes, de la que tengo el lejano y vago recuerdo de su pase por televisión un sábado por la tarde en los primeros 80. Más claro tengo el visionado de My Fair Lady algún tiempo después, una Nochebuena o Nochevieja a las tantas de la mañana, y repetida a la tarde siguiente, si no me equivoco. Finalmente, me suena bastante haber visto también por aquellas fechas (primera mitad de la década citada) Charada porque, cuando la vi de nuevo años después, recordaba claramente el clímax en el teatro.

Cuento un último y divertido recuerdo de Audrey de por aquellos tiempos, que ya he comentado en alguna otra ocasión, y es que en mi añorado Cine Oma, donde ofrecían aquellos programas dobles tan entrañables como inverosímiles, combinaron una vez Dos en la carretera con una de las dos primeras partes de Mad Max (me inclino a creer que la segunda). Al fin y al cabo, algo tenían en común las dos películas, ¿no? Por cierto, no acudí a ver esa sesión, pero sí di por hecho que el primero de los títulos era también un film reciente, y asumí que Audrey debía ser la hija de Katherine Hepburn

Una princesa de verdad, y no de las que tenemos por aquí...
Prendado de la Princesa Ana
Supongo que no es hasta que mi adolescencia avanza un poco más y comienzo a descubrir más y más cine clásico cuando veo una película que se convierte en esencial e imprescindible en mi vida: Vacaciones en Roma, en la que me enamoré perdidamente y para siempre de su irresistible protagonista. A día de hoy, sigue siendo mi película favorita de Audrey Hepburn, y una de las más firmes candidatas a llevarme a una isla desierta si sólo pudiera hacerme acompañar por un largometraje.

A finales de los 80, por supuesto, ya tengo una clara conciencia de quién es la actriz. Conozco algo de su historia y voy viendo más películas suyas, incluida, claro está, Desayuno con diamantes. En el cine veo de estreno el que sería su último trabajo, Always (Para siempre), e incluso asisto al reestreno en pantalla grande de Charada y Robin y Marian, la primera sobre 1988-89 en los Cines Albatros, durante mi breve etapa universitaria en Valencia, la segunda en los Aragón en 1991, aprovechando que estaba en la capital del Turia haciendo un cursillo. Creo que estas son las tres únicas películas de Audrey que he tenido el placer de ver en salas de cine.

Adiós…
Un 20 de enero de 1993 me sorprende y entristece la noticia de su temprana muerte a los 63 años. Tengo el recuerdo perenne de haber ido ese mismo día a Valencia a comprarme un amplificador para mi guitarra (además, conservo la factura) y, como ya conté en otra entrada sobre mi trayectoria musical, siempre le tuve mucho cariño a aquel artefacto porque en cierta manera lo relacionaba con mi actriz favorita. Por desgracia, me fue robado en 1999. Tengo también el recuerdo de la noticia en el telediario, en donde la describían como “un ángel bueno”, un calificativo muy usado con ella que me parece exagerado y hasta cursi, pero ya no estoy tan seguro de si eso lo vi el mismo día 20 o fue al siguiente, ya que creo que Audrey falleció por la noche….

Mi colección de VHSs y DVDs de Audrey

¿Quién dijo “fetichismo”?
En la segunda mitad de los 90, a la vez que voy consiguiendo las pocas películas suyas que me faltan, comienzo a interesarme por conocer más su historia. Hasta entonces no había querido saber mucho de ella porque a veces prefiero el misterio y el encanto de la idealización de un personaje que el conocer detalles de su vida que pueden hacer que se rompa ese hechizo y esa admiración que siento por él. Precisamente en una de las primeras incursiones que hice en internet descubrí un libro cuyo título no me molestaré en citar que firmaba alguien que decía ser un hijo secreto de Audrey que ella habría dado en adopción cuando era adolescente. El oportunista escritor destrozaba por completo el mito de Audrey Hepburn y sacaba los trapos más sucios que se pueden sacar de una persona, incluyendo algunas afirmaciones inverosímiles y descabelladas. He de reconocer que, en un primer momento, me afectó mucho la lectura de aquella reseña pero finalmente llegué a la conclusión de que aquello no podía ser más que una farsa, por lo demás, fácilmente probable. Por supuesto, nunca adquirí ni leí ese libro, pero sí que tengo otros muchos de Audrey, siendo los que recuerdo con más cariño los dos primeros que encontré de ella, y que me descubrieron muchas cosas nuevas: Cara de ángel de José I. Cuenta y Juan Tejero y Audrey Style de Pamela Clark Keogh. Desde entonces he reunido alrededor de una quincena de volúmenes sobre la actriz, tanto biografías más o menos detalladas como colecciones de fotografías, portadas y pósters. Admito que muchos de ellos –sobre todo los más recientes– son poco menos que un moderno “timo de la estampita” que ofrecen escasa lectura y muchas –y maravillosas– imágenes. También tengo, por supuesto, toda su filmografía “canónica” en VHS y en DVD (bueno, en este último formato me falta Todos rieron, que no ha salido en español). Y de sus películas pre-Vacaciones en Roma, en las que tiene breves apariciones, me faltan sólo unas pocas. Audrey es la única actriz con la que me permito ese tipo de fetichismos (de Ingrid Bergman, por ejemplo, sólo tengo tres libros, y de su filmografía, más extensa, aún me quedan unas cuantas películas por ver).

Mis libros de Audrey. ¿Debería visitar a un psiquiatra?

He visto todas las películas de Audrey varias veces. Después de Vacaciones en Roma, mi favorita es sin lugar a dudas Charada, que me parece una obra maestra totalmente redonda. También me gusta mucho Robin y Marian –a pesar de que aleja a la actriz de sus habituales entornos glamourosos– por ese bellísimo componente melancólico del que considero la mejor película sobre el mito de Robin Hood. En realidad, creo que el único film de ella que encuentro algo aburrido es Lazos de sangre. Hasta me gusta Historia de una monja a pesar de tratar una temática que me horroriza y que me pone los pelos de punta (y eso que no es de terror). Ah: también tengo el telefilm The Audrey Hepburn Story, en el que Jennifer Love-Hewitt la interpretó con más entusiasmo y cariño que buen tino.

El negocio “Audrey Hepburn”
A Desayuno con diamantes, sin embargo, he acabado cogiéndole un poquito de “manía” por lo que saturan con ella y con sus imágenes por todos los lados. Aún siendo un innegable clásicazo del cine, el papel de Audrey en ella no es mi favorito de la actriz (¡y no me gusta con mechas rubias!), y me cansa un poquito bastante todo ese merchandising que hay sobre el film –y sobre la actriz en general– en las tiendas. Por llegar, me llega hasta indignar que se vendan bolsos, camisetas, cuadros… de Audrey Hepburn a gente que no sabe ni quién es o que sólo ha visto una o dos películas, pero que decora su comedor con una imagen de ella porque queda chic o in o cool o como se diga. Los culpables de todo este “mafioseo” no son otros más que los propios hijos de la actriz, pero al menos me consuela que se lleven ellos las ganancias a que lo haga gente ajena a ella. Lo que siempre me he preguntado es qué pensaría la propia Audrey de este negocio en el que se ha convertido y al que estoy seguro se hubiera negado, conocida su humildad y modestia, a no ser que fuera con fines benéficos.

Tampoco puedo dejar de mencionar ese exagerado “lavado de cara” que le han hecho a la artista en las biografías que aparecen en los últimos tiempos, en las que hasta se esquiva un dato tan conocido como su idilio con William Holden. Parece que nos quieren vender a una mujer perfecta, inmaculada y casi virginal, más cercana a los personajes que interpretaba en sus primeras películas que a la verdadera Audrey de carne y hueso, con sus fallos, manías e imperfecciones, como tenemos todos y como creo que debe recordársele.

I ♥ Audrey! (¿os habíais dado cuenta?)
Audrey es para mí a la vez un ideal, un sueño, una musa, un fantasma y una quimera, una alegría, un imposible y una de las cosas más cercanas a la divinidad que hay en mi vida. Defiendo mi apasionada afirmación: téngase en cuenta que soy ateo y no tengo la suerte de creer en dioses o ángeles, y pienso que en esta vida tan vacía y con tan poco sentido uno tiene que dejarse engañar por algo para seguir adelante. Algunos prefieren la religión, el deporte o la política; mis mentiras favoritas son la Princesa Ana, Sabrina Fairchild, Jo Stockton, Ariane Chavasse, Regina Lampert, Eliza Dolittle y casi todos los personajes interpretados y sublimados por Audrey Kathleen Ruston, Hepburn para los cinéfilos.

(Quiero dedicar este artículo a  mis amigos Ramón y Mari Ángeles, que contraen nupcias precisamente hoy. Que lo hagan en el mismo día en que nació la que para mí es la actriz más maravillosa del mundo sólo puedo interpretarlo como señal de un futuro próspero y dichoso. ¡Enhorabuena y que comáis muchas perdices!)

5 comentarios:

  1. Gracias! Te dedicamos nuestras perdices!

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  2. Muy bonito e interesante artículo. En mi casa Vacaciones en Roma también ocupa un lugar preferente.

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  3. ¡Gracias! ¡Un placer y una sorpresa recibir un comentario tuyo!

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  4. Te he leído mucha cosas. Sobre todo lo que escribes sobre las actrices. Me gustó el dedicado a Jean Seberg, en cuya tumba estuve al visitar el cementerio de Montparnasse.

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  5. Es que si no comentáis nada, yo no tengo forma de saber si alguien lee mis desvaríos. ¡No os cortéis, aunque sea para contradecirme! ;)

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