Cuentan las crónicas que había nacido en Madrid y que su primera inclinación fue la tópica abogacía, que la contienda bélica de 1936-1939 interrumpió sus estudios originales e hizo que se iniciara casualmente en el teatro, y que tras el conflicto se decidió finalmente por la interpretación. En 1947 se estrena en el cine con en el film de Luis Lucía Dos cuentos para dos, y con ello comienza una carrera de más de sesenta años que sobrepasa los dos centenares de actuaciones en las pantallas grande y pequeña, y que le convierten en un rostro popular y habitual del cine español.
Aunque inevitablemente relacionado –suponemos que por circunstancias históricas y temporales–, con ese denostado subgénero que tuvo su apogeo en los 60 y los 70 y que se conoce como “españolada”, también estuvo presente en muchos de los grandes títulos del cine patrio, empezando por Bienvenido, Mr. Marshall y su extensa colaboración con Luis García Berlanga, que se extiende desde 1953 hasta 1999 y que incluye títulos como Calabuch, Los jueves, milagro, Plácido, ¡Vivan los novios!, Todos a la cárcel o París Tombuctú, y siguiendo por otros títulos también destacables como Muerte de un ciclista, Calle Mayor, Atraco a las tres, Extramuros, El año de las luces, El bosque animado, Amanece que no es poco, Madregilda o la más reciente ¿Y tú quién eres?. Lástima que se despidiera del cine con un producto tan poco digno como Campamento Flipy este mismo año, pero podemos aceptar esta participación como un homenaje a un actor inmenso y emblemático de la cinematografía hispana. En televisión su último papel había sido el del mismísimo Franco en 20-N: Los últimos días de Franco en 2008.
Tras el fallecimiento en años recientes de Agustín González (1930-2005). José Luis López Vázquez (1922-2009) –ambos en la foto con Alexandre– o Fernando Fernán Gómez (1921-2007), el cine español se queda bastante desamparado y huérfano en cuanto a actores clásicos. Que yo recuerde, sólo nos queda ya Alfredo Landa (77 años) de entre los más conocidos.
Uf, la muerte de Manuel Aleixandre me llena de pena. Es uno de esos actores que sentía como mío, como parte de mi cultura, como alguien al que he visto en muchas películas que me han hecho enamorarme del cine. Además siempre lo recordaré como un tipo que llevaba una vida personal humilde, que tenía una gran sabiduria como actor, que su presencia desprendía ternura y que me parece irremplazable.
ResponderEliminarCuando se va alguien así, como cuando se fue Fernán Gómez, de verdad que me siento muy triste. No quiero pecar de chovinismo pero me duele muchísimo más que cuando el fallecido es una gran estrella. Una star de Hollywood nunca podrá darme todo lo que me ha dado la castiza comicidad de D. Manuel Alexandre en las películas en las que he podido verle.
Él también era una gran estrella a su manera, sólo que no tuvo el respaldo de la pompa hollywoodiense...
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