"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Orgullo y pasión (En recuerdo de Carlos Larrañaga)

Este caluroso mes de agosto parece que se ha empeñado en llevarse a algunos de los actores más clásicos de la televisión y el cine españoles: comenzó con Sancho Gracia el pasado día 8, y acaba con Carlos Larrañaga, que falleció el pasado jueves 30.

Con este último artista me pasa lo que con muchos otros de sus colegas nacionales: no me considero fan de él, ni he seguido su carrera, pero sí son los suyos un nombre y un rostro que conozco de toda la vida, un personaje que ha sido constante en ella. Lo recuerdo ya desde aquel episodio tan estrambótico de –precisamente– Curro Jiménez titulado La batalla del vino de Jerez, posiblemente la primera vez que viera al actor en acción, y con mucha más nitidez en Los gozos y las sombras, de 1982, dándole una paliza a Eusebio Poncela. Le vi también en Goya o La huella del crimen y, ya más casualmente, en Tristeza de amor pero, como de más mayor no he sido demasiado televisivo, no puedo decir que siguiera sus andanzas en la pequeña pantalla en los últimos veinte años, a pesar de la popularidad de sus trabajos en series como Farmacia de Guardia o Señor alcalde. Sin embargo, y seguramente porque me gustan mucho más las películas que las series, a Carlos le recuerdo sobre todo por su pequeña intervención en un largometraje que me gusta mucho, Orgullo y pasión, rodado por Stanley Kramer en nuestro país en 1957, y en la que, recién salido de la adolescencia, compartía escenas con leyendas del celuloide como Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra. Rememorando este largometraje de inspiración histórica, quiero rendir mi particular tributo a aquel hombre de porte siempre tan distinguido y perfecta dicción que fue Carlos Larrañaga.

Un jovencísimo Carlos Larrañaga junto al trío protagonista del film

El argumento de este largometraje (de título original The Pride and the Passion y basado en la novela The Gun del escritor inglés C.S. Forester), nos traslada a la Guerra de la Independencia Española. El ejército de la nación, puesto en retirada por los invasores franceses, debe abandonar un gigantesco y poderoso cañón, único en el mundo. Inglaterra envía a un emisario (Grant) para que lo recupere y evite que caiga en manos de las tropas de Napoleón. Para ello, necesitará la ayuda de un cuantioso grupo de guerrilleros que lidera Miguel (Sinatra), al que acompaña la exuberante Juana (Loren), pero los españoles sólo cederán el arma (con un valor simbólico casi mayor que el militar) si antes el oficial inglés (que es el único que sabe manejarla) les acompaña a Ávila y les ayuda a asaltar las murallas. Para lograr este fin, el mal organizado pero valiente contingente deberá transportar el pesado cañón durante centenares de kilómetros a la vez que esquivan al enemigo galo. Carlos Larrañaga es uno de los hombres principales de Miguel y hasta comparte toda una secuencia mano a mano con Cary Grant.

Simpática, emotiva, divertida, ingenua si queréis, Orgullo y pasión se rodó en nuestro país en aquellos tiempos (últimos 50 y primeros 60), en que sus baratos costes de rodaje lo hacían ideal para muchos directores y productores extranjeros y Samuel Bronston y compañía lo escogerían para sus inolvidables películas épicas e históricas, con todas aquellas fascinantes y asombrosas escenas repletas de cientos de extras… nada de CGI aquí reproduciendo soldaditos.

Esto... ¿dónde está aquí Mallorca?

Eso sí: una advertencia a todos los adalides y paladines de la rigurosidad histórica o geográfica en las películas: no os esforcéis en buscarlas en esta. Ya sólo ver el mapa de España que tienen los franceses en su despacho desconcierta sobremanera por la extraña situación de sus ciudades y por aquellas que resalta. No hablemos ya de ese recorrido impagable que los protagonistas hacen llevando el cañón desde Cantabria hasta Ávila pasando por la Ciudad Encantada de Cuenca, los molinos de La Mancha y otros varios lugares pintorescos y monumentos típicos de España. Es fácil suponer que este catálogo turístico le sería impuesto a la producción a cambio de las facilidades para el rodaje del film, al igual que el presentar al pueblo español como arrojado, orgulloso y valiente… Y ese Frank Sinatra –de quien cuentan las crónicas que estuvo insoportable durante su estancia  en el país– representando al típico campesino de la península, ja, ja…

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