"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Jane Eyre

Michael Fassbender y Mia Wasikowska protagonizan esta nueva versión
A pesar de mi predilección por la literatura inglesa del siglo XIX, nunca he leído a Charlotte Brontë (sí a su hermana Emily). Sí que he visto, sin embargo, varias adaptaciones de su novela más conocida, Jane Eyre, entre ellas el clásico de Robert Stevenson de 1941 interpretado por Joan Fontaine (y que aquí conocimos como Alma rebelde), o la protagonizada por Charlotte Gainsbourg y dirigida por Franco Zeffirelli en 1996. Esta nueva versión del año pasado se me escapó en su estreno cinematográfico, y ahora me hago con ella y la veo, al fin, aunque sea en el más pobre formato televisivo.

Es el segundo largometraje del director estadounidense de origen sueco-japonés Cary Fukunaga, y sin duda la ascendencia asiática de éste se adivina en la delicadeza y el lirismo -elementos muy habituales en el cine chino y nipón-, con que está fotografiado y narrado el film y en muchos otros aspectos. Transmite con acierto ese aire melancólico y algo trágico, a veces hasta fantástico, que parece inherente a la obra de las hermanas Brönte, a juzgar por lo que conozco de ellas (encuentro ciertas similitudes con Cumbres Borrascosas). El cada vez más de moda Michael Fassbender es el encargado de poner rostro esta vez al señor Rochester, y en papeles secundarios destacan Jamie Bell y la veterana e infalible Judi Dench (también aparece brevemente una debilidad mía como es Sophie Ward), pero la película está sin duda al servicio del lucimiento de la joven australiana Mia Wasikowska, una actriz en la que no había reparado hasta Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton (después la he visto también en Albert Nobbs) y a la que predigo un gran futuro en el cine porque apunta claramente maneras de convertirse en una gran profesional. Me ha fascinado su fotogenia y la fuerza que transmite en pantalla simplemente con esa mirada tan absorbente que tiene. Entre ella, y esa ambientación decimonónica y victoriana que tanto me gustan, he pasado dos horas de casi total embeleso viendo una historia que en realidad ya conocía y que, a priori, podría resultar aburrida y predecible cual comedia sentimental hollywoodiense (aunque, en este caso, se trate de un melodrama) ya que, como éstas, gira en torno a la dificultosa relación de dos personas (una modesta institutriz y su rico señor) que sabemos en todo momento que van a acabar juntas (una línea argumental, por cierto, muy típica también de la colega y precursora de Charlotte Brönte Jane Austen). 

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