En anteriores ocasiones ya he dejado constancia de mi ilimitada admiración y respeto por todos esos señores que, amparados por una caprichosa ley que invariablemente tiende a beneficiar a los que más tienen y a perjudicar a los desgraciados, se preocupan por inventarse impuestos y tasas de las más variada índole para poder sacar al ciudadano hasta la última gota de su sangre bajo los más estúpidos pretextos. (Véanse las anteriores entregas de esta serie aquí y aquí).
En concreto, en la segunda parte de la serie –creo que adecuadamente titulada El latrocinio legalizado, porque esto es lo que me parece que es– di a conocer la nueva organización de la aduana española, tal y como empezó a funcionar el pasado mayo. Resumiendo: ha sido centralizada en Madrid y, en lugar de pagar los aranceles que sus agentes consideran adecuados cuando el cartero te trae un paquete de fuera de la CE, como ocurría antes, se inicia ahora un tedioso proceso en el que, primero, se te informa mediante una carta que debes devolver firmada y acompañada de la factura o justificante de compra; segundo: se te envía un presupuesto con la cantidad que debes ingresar en concepto de derechos y demás invenciones; tercero: una vez ingresado el pago, el paquete es finalmente remitido a tu domicilio.
Hasta el momento, esta fastidiosa rutina venía a suponer un total de una semana en la que debías estar esperando la entrega. Sin embargo, con la última compra que hice a EE.UU., este trámite se convirtió en toda una epopeya que para mí no hace sino demostrar la ineptitud, desidia, desinterés y desconsideración que este “servicio” aduanero tiene con sus clientes/víctimas. En la imagen adjunta (pinchar para agrandarla) tenéis fidedigna cuenta de los 31 días que he tardado en recibir el pedido, parte del cual era un regalo de reyes que, evidentemente, no ha podido ser entregado a tiempo: el día 19 de diciembre llega a España el paquete. El día 20 consta como que se me ha enviado el aviso oportuno para que remita la factura y se haga la estimación de su recargo, sin embargo, éste no me llega hasta el 3 de enero. El mismo día remito por internet la documentación exigida, recibiendo dos días después un mail diciendo que no pueden abrir el documento pdf que contiene la factura de la compra. Vuelvo a remitirlo con un formato diferente, y cinco días después me vuelve a llegar el mismo aviso, haciéndose obvio que ni han mirado mi último mail. Nuevo reenvío y, finalmente, se me remite el presupuesto a abonar el día 12 de enero, y el cual pago de inmediato, nuevamente vía internet. Ocho días después se me envía por fin el paquete, que recibo, como podéis ver, el día 20 de enero. En total: 31 días de retraso desde que pisara suelo español. No está mal.
Para más inri, la caja me llega en un estado lamentable, totalmente destrozada y pegada con tiras de celo a todas luces en la misma aduana. El contenido interior, por fortuna, sólo ha recibido algunos golpes y no parece demasiado dañado. Puestos al habla telefónica con el servicio de Correos –ya que el de aduanas, ADT Postales/Speedtrans (atención a la ironía de su nombre: “Speed”), no ofrece servicio al cliente ni teléfono de contacto– pregunto sobre la manera de poner una reclamación y me empiezan a dar las más absurdas y ridículas excusas, como que eso no depende de ellos (cuando Speedtrans es una filial o subcontrata de Correos) o que la reclamación la debe de poner el remitente. Finalmente, me he de dar por vencido al advertir que uno ha dado con esa implacable Línea Maginot que es la burocracia y los agentes de atención al cliente y sus organigramas repletos de líneas “GOSUB”… Como siempre, el ciudadano, la persona de a pie, es la que sale perdiendo en todo este lamentable proceso, tanto económica como moral y anímicamente.
Tengo que decir también que, a lo largo de toda la odisea, ya he remitido dos correos y he llamado por teléfono para ver qué pasa con este aviso, consiguiendo con ello simplemente confirmar lo que he dicho al principio: la desidia y el poco respeto que se tiene por el “cliente” en estos servicios, por no decir la simple ineptitud de los trabajadores de éstos, seguramente muy tranquilos con sus puestos de trabajo fijos. Me pregunto si alguna vez podremos cambiar todo esto, si la gente llegará a concienciarse de que están abusando de nosotros y de que no tienen derecho a robarnos de esta manera… Difícil tarea en un mundo de personas engañadas con mentiras y falsas ilusiones e hipnotizadas con las más variadas tonterías…
Esta todo el mundo igual. El nuevo sistema con Speedtrans esta sacando de las casillas a todo el mundo. Lo único que van a conseguir es que se acaben las compras al extranjero a pequeña escala.
ResponderEliminarSí, van yo ya sé de varios que han dejado de comprar fuera... Un absoluto abuso de entre los muchos a los que estamos sometidos...
ResponderEliminarDemasiados abusos ya.
ResponderEliminarAbsurdo me parecía lo de las aduanas, pero ahora simplemente me parece un robo a gran escala (uno más) y con toda la desfachatez del mundo. Además, parece que gestionado de manera, por lo menos, ineficaz. Menuda situación kafkiana para poder recibir un paquete.
No me voy a poner a hablar de correos o compañias privadas de envío y sus precios desmesurados, calculados en base a volúmenes y mierdas varias... puaj!!
Vivímos desangrados por un sistema que nos debería poner las cosas un poco más fáciles... digo yo
Sí, deberían estar a nuestro servicio, que al fin y al cabo les damos de comer -y muy bien-. Ahora ya tengo otro paquete parado más de una semana y sin ninguna noticia al respecto. A ver si me toca hace la cuarta parte del artículo...
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