"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 30 de septiembre de 2012

También adiós a Herbert Lom

Y nos va a tocar terminar el mes con otra noticia triste, ya que me acabo de enterar de la muerte del actor Herbert Lom. Su larga carrera comenzó en su Checoslovaquia natal en 1937, aunque muy pronto se trasladó a Inglaterra, donde pasaría el resto de su vida. En el aún cercano 2004 trabajó por última vez para la (pequeña) pantalla en un telefilm de la serie sobre Miss Marple interpretada por Geraldine McEwan.

Fue eminentemente un actor secundario, y actuó a menudo en filmes de misterio y fantasía. Es por eso que yo le recuerdo sobre todo en películas como la versión de la Hammer de El fantasma de la Ópera (¡de niño me aterró!), La isla misteriosa de Ray Harryhausen (era el mismísimo Capitán Nemo), Refugio Macabro, una de aquellas cintas multi-historias tan habituales en la Amicus, y otros títulos como Ahora empiezan los gritos o hasta la más moderna La zona muerta. Pero Lom no se amedrentaba ante ningún tipo de personaje y así, los amantes del cine histórico-épico (entre los que también me encuentro) nunca le olvidaremos como Napoleón Bonaparte en Guerra y Paz de King Vidor, como el malvado Ben Yussuf en El Cid, ni en su intervención en la mítica Espartaco. En el apartado de la comedia será siempre recordado como el Inspector Dreyfus en la saga de la Pantera Rosa. También coincidió con Peter Sellers en la clásica El quintento de la muerte.

Herbert Lom fallecía el pasado jueves 27 a la avanzada edad de 95 años: los había cumplido el día 11 de este mismo mes. Por cierto, el nombre que le pusieron cuando nació en Praga (en aquel entonces, parte del Imperio Austro-Húngaro) fue Herbert Charles Angelo Kuchacevich ze Schluderpacheru. ¡Menos mal que se le ocurrió abreviarlo!

jueves, 27 de septiembre de 2012

Andy Williams

El pasado martes nos dejaba a los 84 años uno de los grandes crooners del siglo XX, Andy Williams. No he sido nunca un gran seguidor de él, pero sí admirador de algunas de sus versiones, como las que hizo de los respectivos temas principales de las películas Desayuno con diamantes y En una isla tranquila al sur (Theme From A Summer Place, que ya seleccioné en un artículo anterior). Quiero rendirle homenaje, por lo tanto, con este maravilloso Moon River que siempre consigue ponerme la carne de gallina y que evidentemente me remite de manera indeslindable a mi actriz favorita, la exquisita Audrey Hepburn.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Jane Eyre

Michael Fassbender y Mia Wasikowska protagonizan esta nueva versión
A pesar de mi predilección por la literatura inglesa del siglo XIX, nunca he leído a Charlotte Brontë (sí a su hermana Emily). Sí que he visto, sin embargo, varias adaptaciones de su novela más conocida, Jane Eyre, entre ellas el clásico de Robert Stevenson de 1941 interpretado por Joan Fontaine (y que aquí conocimos como Alma rebelde), o la protagonizada por Charlotte Gainsbourg y dirigida por Franco Zeffirelli en 1996. Esta nueva versión del año pasado se me escapó en su estreno cinematográfico, y ahora me hago con ella y la veo, al fin, aunque sea en el más pobre formato televisivo.

Es el segundo largometraje del director estadounidense de origen sueco-japonés Cary Fukunaga, y sin duda la ascendencia asiática de éste se adivina en la delicadeza y el lirismo -elementos muy habituales en el cine chino y nipón-, con que está fotografiado y narrado el film y en muchos otros aspectos. Transmite con acierto ese aire melancólico y algo trágico, a veces hasta fantástico, que parece inherente a la obra de las hermanas Brönte, a juzgar por lo que conozco de ellas (encuentro ciertas similitudes con Cumbres Borrascosas). El cada vez más de moda Michael Fassbender es el encargado de poner rostro esta vez al señor Rochester, y en papeles secundarios destacan Jamie Bell y la veterana e infalible Judi Dench (también aparece brevemente una debilidad mía como es Sophie Ward), pero la película está sin duda al servicio del lucimiento de la joven australiana Mia Wasikowska, una actriz en la que no había reparado hasta Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton (después la he visto también en Albert Nobbs) y a la que predigo un gran futuro en el cine porque apunta claramente maneras de convertirse en una gran profesional. Me ha fascinado su fotogenia y la fuerza que transmite en pantalla simplemente con esa mirada tan absorbente que tiene. Entre ella, y esa ambientación decimonónica y victoriana que tanto me gustan, he pasado dos horas de casi total embeleso viendo una historia que en realidad ya conocía y que, a priori, podría resultar aburrida y predecible cual comedia sentimental hollywoodiense (aunque, en este caso, se trate de un melodrama) ya que, como éstas, gira en torno a la dificultosa relación de dos personas (una modesta institutriz y su rico señor) que sabemos en todo momento que van a acabar juntas (una línea argumental, por cierto, muy típica también de la colega y precursora de Charlotte Brönte Jane Austen). 

martes, 25 de septiembre de 2012

Viaje pixelado: Aventuras gráficas de Microids

Mis primeras aventuras gráficas fueron a través de adaptaciones a PS1
Un debate habitual que tenemos mis amigos y yo es sobre en qué plataforma se disfruta más un videojuego: si en consola, o en ordenador. Yo soy partidario de la primera opción, principalmente por una razón tan sencilla como la comodidad: cuando juego con la Playstation 3, lo hago placenteramente sentado en un sillón del comedor, con el mando en mi regazo, y con un gran televisor de alta definición; el PC, por el contrario, me resulta mucho más incómodo tanto por la situación física en la que lo tengo, como por el engorro que para mí supone estar manejando ratón y teclado. Por esta razón, prefiero claramente la consola para los juegos de acción. No obstante, hay ciertos tipos de juegos que sí que disfruto bastante en el ordenador, principalmente las aventuras gráficas, y sobre estas, concretamente aquellas en primera persona producidas por la casa francesa Microids (incluyo en ella también las de Wannadoo, Cryo y Kheops Studios, marcas absorbidas por o asociadas con la primera de una forma u otra) se centra esta nueva entrega de Viaje pixelado.

Curiosamente, los primeros títulos de este tipo a los que jugué (si exceptuamos algunos arcaicos precursores en Spectrum) fueron en Playstation 1. Se trataba, evidentemente, de adaptaciones de las versiones originales de ordenador a la consola, en general aceptables, aunque quizá con el inconveniente de que el movimiento del cursor pudiera ser algo más lento con el mando. Posteriormente he seguido jugando a algunos ya en PC. Entre todos ellos están la trilogía de Drácula, Necronomicón, Amerzone, Louvre o El secreto del Nautilus, siendo aquellos de ambientación terrorífica los que más he disfrutado. También he jugado a otros en tercera persona, como los maravillosos Syberia I y II, Druuna: Morbus Gravis o Still Life, pero será en el primer grupo en el que me centraré en esta ocasión.

Para aquellos que puedan no conocer la mecánica básica y el funcionamiento de este tipo de juegos, intentaré resumirlos brevemente: se presentan, como he dicho, desde la perspectiva de primera persona; esto quiere decir que el jugador ve el entorno de la aventura desde el punto de vista de los propios ojos del personaje; no vemos una figura que nos represente, que sería tercera persona. La partida, el avance a través del mundo que nos plantea el juego, se muestra por pantallas. Por ejemplo, estamos delante de una casa, queremos pasar a través de su puerta, pinchamos con el ratón, y vemos una nueva pantalla en la que ya estamos en el vestíbulo de esa casa. Y precisamente un elemento esencial en estos juegos es pues ese puntero o ratón, que podemos mover por toda la escena (como si fuera nuestra mirada) en busca de objetos que coger, pistas que investigar o lugares a los que acceder. En función de esto, y cuando se pasa por el lugar adecuado, este puntero cambia su forma según la acción que podamos hacer, normalmente una flecha señalando una dirección en la que podamos seguir, una lupa para estudiar algún detalle, una rueda de mecanismo para poner en marcha algún artilugio o interactuar con el entorno (abrir la puerta que antes hemos mencionado, por ejemplo) son los iconos más comunes y prácticamente estándares en las aventuras gráficas.

Decorados suntuosos y elegantes, sugerentes paisajes, y personajes con los que actuar ambientan los juegos de Microids

Por lo expuesto, se puede deducir que los gráficos de este tipo de juegos no presentan mucha “acción” ni muchas animaciones en pantalla: todo lo más, algún pequeño detalle como un gesto repetitivo de un personaje, la luz oscilante de una antorcha o de un farol, la niebla que oculta intermitentemente la luna o cosas similares. Pese a ello, pese a esta “monotonía gráfica” que puede parecer poco sugerente, a mí estos juegos consiguen resultarme muy envolventes, sobre todo por su apartado sonoro, al que contribuyen no sólo la música que los adorna sino determinados efectos como el crepitar de una llama, el sonido de algún pájaro, el agua fluyendo en un río, etc, etc. Ha habido momentos en que me he sentido fascinado jugando a ellos, totalmente absorto y creyéndome “dentro” de esos paisajes con que los ilustran sus diseñadores.

El indispensable inventario de toda aventura gráfica
Otros dos elementos habituales en las aventuras gráficas de Microids son las conversaciones con los personajes y los puzzles. Las primeras, por lo general, nos dan alguna pista sobre qué camino seguir, aunque a veces son completamente banales. No son normalmente decisivas como ocurre en algunos juegos de rol, en los que las respuestas o preguntas que hagamos a los secundarios pueden decidir el transcurso de la partida y el devenir de los acontecimientos, así como despertar la simpatía o la antipatía de esos personajes por nosotros. Los puzzles se presentan de muchas formas, tanto visuales como con palabras: montar una máquina o un objeto roto, deducir de unas frases una combinación, etc, etc. En algunos casos, pueden ser todo un desafío a la capacidad deductiva y los conocimientos de los jugadores. También es habitual encontrarnos con un menú en el que guardaremos los documentos y pruebas que encontremos, y que suele incluir además un inventario para almacenar objetos que nos serán útiles posteriormente en nuestra aventura.

El último de estos juegos que he disfrutado este mismo año –lo encontré saldado en un centro comercial– ha sido Drácula 3: La senda del dragón y me lo he pasado verdaderamente bien con él. Tiene una historia fantásticamente ambientada en un pueblecito rumano unos años después de la I Guerra Mundial y me han encantado algunos de los personajes con los que el protagonista –un sacerdote– interactúa y muchos de los cuidadosos detalles históricos a los que recurre: no sólo los referentes al propio Vlad Tepes: hasta se llega a mencionar a la Sociedad Thule e incluso, indirectamente, al mismísimo Adolf Hitler. Eso sí: admito que algunos enigmas eran endiabladamente complicados y tuve que valerme del reprochable recurso de consultarlos en guías de internet… Reconozco mi ineficacia…

Espero poder jugar a nuevas aventuras gráficas de este tipo en el futuro, aunque no son mi prioridad ni mi preferencia en cuanto a videojuegos (insisto en que prefiero los de acción en consola). Se anuncia una cuarta entrega del conde vampiro, y no he jugado a ninguno de la serie sobre la Isla Misteriosa. Eso sí: como no consiga actualizar mi ordenador, no sé si el que tengo tendrá capacidad para reproducir juegos más actuales…

lunes, 24 de septiembre de 2012

A solas con Emily Blunt

No vayáis a creer, por el título de esta entrada, que he tenido un encuentro íntimo y personal con la encantadora Emily Blunt; ¡que más quisiera yo! Lo que pasa es que anoche se me ocurrió ir al cine a ver la última de sus películas que se ha estrenado en España, Eternamente comprometidos, y me encontré con que era el único espectador en toda la sala… Lo más chocante es que, hace unos cuantos domingos, el pasado 20 de mayo, me ocurrió una situación similar, en el mismo sitio, precisamente con otra película de la actriz inglesa: La pesca de salmón en Yemen, y a principios de este mes acudí a verla en El amigo de mi hermana a los Cines Babel de Valencia y sólo habíamos dos personas (aquello me pareció más comprensible, ya que son salas de VOS), así que, no sé si es que Emily acarrea una maldición con respecto al público –nadie lo diría, a juzgar por el ritmo al que estrena nuevos trabajos–, el embeleso que personalmente siento por esa deliciosa mirada somnolienta y esos grandes ojos azules que tiene no es algo muy generalizado o, simplemente, ayer fue un día especialmente malo para las salas de mi localidad (la verdad es que apenas vi gente en el vestíbulo ni en el pasillo: se nota que se ha acabado el verano).

Pero, más que hablar de mi admiración por Emily Blunt o de la taquilla que puedan recaudar sus películas, el motivo principal de redactar este artículo es una breve reflexión sobre una circunstancia tan triste e impensable hace dos o tres lustros como es que en una sala de cine haya únicamente un solo espectador. Y es desolador, la verdad. Yo estoy muy a gusto en el cine sin los habituales “espectadores-comentaristas” que se pasan toda la proyección hablando y consiguen amargártela, o sin el típico pesado que no para de encender el móvil y desconcentrarte de la acción de la pantalla, pero me duele en el alma la situación por las propias salas de cine, por lo poco bueno que todo esto presagia. En concreto, esta ha sido la quinta vez que he estado como único espectador en el local cinematográfico de mi ciudad, los Alucine, desde que se abrieron en 1998: la primera fue exactamente una tarde del jueves 23 de marzo de 2006; lo recuerdo perfectamente porque era mi cumpleaños y, a la pesadumbre normal que me suele traer ese día, se unió aquella circunstancia entonces novedosa de no tener compañía alguna en el cine. La película era del –para algunos– traumático Terrence Malick: El nuevo mundo. Curiosamente, tan sólo una semana antes había estado viendo Orgullo y prejuicio, de Joe Wright y, a modo de augurio, sólo éramos dos personas en la sala.

Cinco películas para mí solo.... 

La segunda ocasión en que tuve una sala de cine enteramente a mi disposición –mal que me pesara– fue sobre año y medio después, a finales de 2007, y el film esta vez fue Bee Movie. La ausencia casi total de personal la achaqué a que volvía a ser domingo por la noche –en los últimos años, me he acostumbrado a ir ese día y a esa hora– y se trataba de una película dirigida principalmente a un público infantil. Mucho más me sorprendió que me volviera a ocurrir similar episodio a principios de 2011 con Los próximos tres días, tercera de las cinco películas que he presenciado solo en los Alucine, si sumamos las dos que, desafortunadamente, se han sucedido este año en un período de tan sólo cuatro meses…

Y por cierto, por si alguien quiere saber lo que me pareció el film en el que tuve por segunda vez a Emily Blunt enteramente a mi disposición –ya adelanto que no suelo ir a ver películas de este estilo– diré que lo encontré un poquito menos pueril y deplorable que otras comedias sentimentales que he visto, a pesar de un lamentable comienzo y similar final. Hay momentos divertidos e ideas interesantes en la cinta –como la presión que familia y amigos ejercen sobre las parejas para que legalicen sus matrimonios, o el simple hecho de que deban pasar por este trámite que no demuestra para nada que se quieran más que si no lo hacen– que el director, Nicholas Stoller, esquiva más que resuelve, y la presencia de Emily Blunt compensa algunas escenas más nimias o aburridas pero, por desgracia, no todas ellas (no ayuda mucho su compañero, el inexpresivo Jason Segel). Tampoco me arrepiento de haberla visto, dada mi fascinación por la londinense, pero sí que me apena sobremanera las circunstancias en las que lo hice: en una sala de cine prácticamente desierta y con casi todos sus asientos vacíos.

Post scríptum:
A título más personal que otra cosa, voy a ir añadiendo a este artículo nuevas ocasiones en las que me vuelva a suceder la situación de encontrarme solo en el cine. Espero que la lista no se haga muy larga....
-6-1-2013: El hombre de las sombras
-18-3-2013: Jack el caza gigantes
-29-9-2013: Thérèse Desqueyroux (Cines Babel, Valencia)
-2-3-2014: El poder del dinero
-23-3-2014: Non-Stop
-14-12-2014: Magia a la luz de la luna
-17-4-2016: El secreto de una obsesión
-15-5-2016: Triple 9
-5-6-2016: Un médico en la campiña
-23-11-2016: Un  traidor como los nuestros
-24-9-2017: Churchill (Kinépolis Valencia)
-1-5-2018: 7 días en Entebe
-11-11-2018: Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte

viernes, 21 de septiembre de 2012

Retorno a Hill House

Tranquilos que, de momento, no se va a estrenar una secuela del clásico de Robert Wise La casa encantada (bastante daño hizo ya Jan de Bont con su remake). Soy yo el que os propone volver a recorrer virtualmente la siniestra mansión, a todos aquellos que admiréis esta película tanto como yo, de un modo muy especial: se trata de un completísimo estudio online (eso sí, en inglés) que uno de los concursantes de El Juego (véase la entrada de la semana pasada al respecto) me dio a conocer (gracias, Zelig).

Este es el enlace:
¡Mis sinceras felicitaciones a su autor!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Anónimos populares: Julianna Margulies

No han sido muchos mis encuentros cinéfilos o televisivos con Julianna Margulies, pero es una actriz que raramente me ha dejado indiferente cuando he podido ver alguno de sus trabajos. Su especial belleza de rasgos que se me antojan helénicos, su porte elegante, esa mirada que parece transmitir una gran fortaleza interior, cualidades todas que la hacen ideal para papeles de mujeres de clase alta, elegantes y de carácter, siempre me llaman la atención y consiguen fascinarme.

Si hubiera estado más atento a la caja boba –cosa que, por lo demás, no me interesa demasiado– probablemente la hubiera descubierto antes de lo que lo hice, con la serie Urgencias, como casi todo el mundo, que comenzó a emitirse en 1994 y se extendió a lo largo de quince temporadas. En su lugar, la descubrí algo más tarde a través de un pequeño ramillete de largometrajes y telefilmes, los primeros de los cuales, he de admitir, los repesqué ya en vídeo. Las mini-series Las brumas de Avalon (2001) y Hitler: El reinado del mal (2003) son los trabajos que más me han gustado de ella. En el apartado cinematográfico, la recuerdo principalmente de tres títulos de registro variado como son el melodrama de ambientación bélica Camino al paraíso (1997), la comedia Darwin Awards, muertes de risa (2006) y la irregular cinta de terror Ghost Ship (2002).

Julianna, que debutó en el cine en 1991 con una película que seguramente prefiera olvidar (Buscando justicia, con Steven Seagal) sigue trabajando principalmente en la pequeña pantalla, en series como Los soprano, Canterbury´s Law o la más reciente La buena esposa. Como todavía le tengo más aversión a la emisión televisiva ahora que hace veinte años, no me prodigo, por desgracia, en visionar los trabajos de la actriz. El tener que esclavizarme con una programación es superior a mí, y mira que lo siento, porque es una mujer que, incluso a su edad (nació un 8 de junio de 1966 en Spring Valley, Nueva York, EE.UU.), sigue transmitiendo mucho encanto y atractivo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

EL JUEGO de es.rec.cine

A principios de este año, un amigo “bloguero” (Xalons, de C de Cine) me invitó a participar con su equipo en una competición cinéfila por internet de título EL JUEGO de es.re.cine que previamente desconocía y que lleva realizándose –con alguna interrupción ocasional– desde 2004 (aquí podéis ver las diez ediciones que ha tenido en estos ocho años). Se origina, a su vez, de una versión francesa que la precedió.

De una manera muy resumida, EL JUEGO consiste en adivinar una serie de películas a lo largo de varias semanas partiendo de fotogramas de éstas, en algunos casos fragmentos de vídeo o incluso de audio. El equipo que más puntos logra al final del concurso recibe como premio la diversión y el placer de organizar la siguiente edición, no hay ninguna recompensa material ni en metálico.

Descubrir las películas de cada semana se puede logar de varias maneras: la más simple será reconocerlas a primera vista, pero esto no siempre ocurre. En los demás casos, hay diversos medios para buscarlas por internet como a través de palabras clave en IMDB, mediante descripciones del fotograma, por temática, etc, etc. En este rastreo a veces desesperante está la verdadera diversión de participar en EL JUEGO. Puede parecer una labor aburrida, pero os aseguro que al final engancha y no puedes descansar hasta que das con esa película que se te está resistiendo, y que algunas veces descubres finalmente que hasta conocías y habías visto.

En la décima edición del concurso, la pasada primavera, el equipo del que formo parte, Los Fancinerosos, tuvo la suerte de resultar vencedor. Como ganadores, nos ha correspondido preparar la nueva entrega del concurso, que comienza precisamente mañana viernes 14 de septiembre y acabará el 26 de octubre. Si os apetece jugar, ya sea como individuos, ya sea formando equipo con otros amigos a los que les guste el cine, podéis inscribiros escribiendo al e-mail: fancinerososjuego@gmail.com. En este enlace tenéis la página del concurso, reglamento y detalles.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Teri Hatcher

Dulce y sensual como Lois Lane
Hubo una época de mi vida en que estuve prendadísimo de Teri Hatcher; o, más concretamente, debiera decir que lo estuve de su personaje en la serie Lois y Clark: las nuevas aventuras de Superman, que se rodó entre los años 1993 y 1997 y tuvo un total de 87 episodios. Como casi siempre, llegué tarde a ella. Sí que recuerdo cuando comenzó a emitirla TVE, creo que al principio los viernes por la noche, y también que me llamó la atención la belleza y la sensualidad de su protagonista femenina pero, no siendo muy televisivo ni amigo de esclavizarme con horarios concretos, no me decidí a verla hasta algún tiempo después, cuando lógicamente la trama del serial estaba ya algo avanzada. Posteriormente, a través de reposiciones, conseguí ver las temporadas que se me habían pasado y ya me enganché a la serie hasta el final. Recuerdo que, exactamente en el año 1996, la emitían sobre las seis de la tarde y, como yo estaba trabajando, programaba todos los días el vídeo para poder ver el episodio. Posteriormente, llegaba a casa y, cenando, disfrutaba con esa Lois Lane que Teri y los guionistas de la serie supieron innovar y adaptar a los tiempos que entonces corrían. Era una Lois Lane femenina, dulce, atractiva, pero también audaz y decidida, algo tozuda y, en cualquier caso, encantadora. Hasta la voz con que la doblaron aquí –la de Marta Tamarit– reforzaba ese aire tan cautivador del personaje. No me fue muy difícil identificarme con Clark Kent (Dean Cain) durante los muchos episodios en que el pobre bebía los vientos por Lois sin poder hacer nada para no comprometer su famosa identidad secreta: yo me encontraba igual de embelesado que él por su compañera, y la serie perdió un poco de interés para mí cuando finalmente ella conoció el secreto del que acabaría siendo su marido y se perdió ese recurso tan manido como efectivo en las historias que es la “tensión sexual no resuelta”.

En el telefilm de 2001 Jane acorralada
Durante aquellos años me interesé por conocer otros trabajos de Teri Hatcher, y no fue fácil, porque hasta entonces había sido (y sigue siéndolo a día de hoy) una actriz principalmente de la pequeña pantalla, e internet no estaba tan al alcance de todos como en la actualidad. Compraba algunas de las revistas en las que salían reportajes o entrevistas con ella (muy pocas) y conseguí ver algunos de sus papeles en largometrajes como Noches de fuego o Muerte bajo el agua en televisión, no sé si antes, después o a la vez que Lois & Clark. Me enteré que la actriz llevaba desde los veintiún años como profesional (nació el 8 de diciembre de 1964 en Palo Alto, California, EE.UU.) y que había comenzado en series como Vacaciones en el Mar o Capitolio, y hasta había intervenido en mayor o menor medida en otras como McGyver –donde tuvo un papel recurrente–, Star Trek: La nueva generación o Juzgado de guardia, en la que es muy posible que la viera por primera vez, ya que es el único de los espacios citados al que fui asiduo.

En cualquier caso, siendo ya consciente de su nombre y de su trabajo, durante la segunda mitad de los 90 sigo con más interés sus actuaciones: Prisioneros del cielo y Dos días en el valle se me escapan en cine, pero consigo verlas en VHS. Fuego en la piel y el telefilm Desde que os fuisteis los adquiero también en este ya caducado formato magnético. Recibo con gran alegría la noticia de que Teri va a participar en una película de James Bond, El mañana nunca muere, aunque me desilusiona saber que, debido a su embarazo, su papel se recorta finalmente en el film. Guardo dos buenos recuerdos de esta cinta: ver por primera vez a Teri en pantalla grande, y ser la primera vez que acudí a los entonces recién inaugurados cines Alucine de mi localidad (enero de 1998). Tristemente, nunca he vuelto a ver a la actriz en una sala cinematográfica por una razón u otra: Spy Kids fue una película que no me llamaba nada, sobre todo por su pésimo protagonista, Antonio Banderas. Otros largometrajes posteriores de Teri creo que no han llegado a cines españoles o lo han hecho muy de soslayo, si exceptuamos la divertida Los mundos de Coraline, en donde dobla a la madre –o a las madres– de la muchachita protagonista. Como la vi en castellano, no pude apreciar la intervención de la actriz a la que homenajeo. De la última década recuerdo haber visto en vídeo Momentum, rodada también para la pequeña pantalla.

Madurita pero todavía atractiva a sus cuarenta y muchos
Debido a mi nefasta relación con las emisiones televisivas y mi preferencia por las películas, no he seguido el trabajo de Teri Hatcher en la popular Mujeres desesperadas ni en la actual Diseñando a Jane, pero me alegra ver que sigue gozando de éxito y que no le falta trabajo. Echo de menos, eso sí, que no intervenga más en largometrajes para cine. Sí que me encantó ver su aparición en uno de los episodios de Smallville, donde, en un simpatiquísimo guiño, hacía de madre de la Lois Lane de la serie, Erica Durance.

Nunca he vuelto a ver Lois & Clark desde los 90. Creo que no los disfrutaría tanto como lo hice en su momento. Seguramente me abrumaría la nostalgia al ver que han transcurrido ya quince años desde que acabó de rodarse, y me chocarían también mucho la estética de fotografía, vestuarios y efectos especiales que parece que se quedan obsoletos cada vez más rápidamente con las innovaciones tecnológicas y cambios de moda y criterios constantes de los últimos años. No descarto hacerlo en un futuro, pero, habiendo tantas cosas por ver y no teniendo tiempo para todas, prefiero dedicarlo a series y películas nuevas (lo que no quiere decir recientes cronológicamente, sino que yo no haya visto aún). La Lois  Lane de Teri Hatcher siempre tendrá un hueco en mi corazoncito poblado no sólo por monstruitos o aventureros, sin también por bellas e intrépidas heroínas como ella.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Anastasia

Insatisfecho mi hambre de Ingrid Bergman con el visionado de tan “sólo” Casablanca y Luz que agoniza –posiblemente mis dos películas favoritas de la actriz– decido extender mi homenaje hasta conformar una de esas tan de moda trilogías, y así, a comienzos de esta semana, revisito otro de sus grandes papeles: el de Anastasia, dirigida por Anatole Litvak en 1956 y basada en la obra teatral de Marcelle Maurette, a su vez inspirada en la figura real de Anna Anderson, la más notable de las muchas impostoras que pretendieron ser la legítima hija del Zar de Rusia Nicolás II.

Anna Koreff (Bergman) es una mujer mentalmente inestable, amnésica y que vive prácticamente en la indigencia y de un asilo a otro. En algún momento dice ser la Gran Duquesa Anastasia y esta afirmación, junto con su claro parecido físico, brinda la ocasión a los aprovechados General Bounine (Yul Brynner), Boris (Akim Tamiroff) y Piotr (Sacha Pitoëff) de retomar un plan que ya han realizado anteriormente sin éxito: intentar hacer pasar a Anna por la desaparecida Gran Duquesa, lo que les puede reportar a ellos y a otro serie de expatriados rusos una gran suma de dinero. Anna accede, en parte obligada, en parte confundida sobre su propia identidad y deseando esclarecerla. Deberá someterse a una extenuante preparación para estar al tanto sobre todos los detalles de la vida de la verdadera Anastasia para, como prueba final, someterse al dictamen y juicio de algunas de las personas que la conocieron, como la propia abuela (Helen Hayes) y el primo de la desaparecida (Ivan Desny). Pero Anna acabará sorprendiendo a todos mostrando conocimientos y características propias de la persona que dice ser. ¿Es la auténtica Anastasia? Poco importa. La trama nunca lo decide claramente, y el verdadero disfrute del film es ver a la sublime Ingrid en una de sus más destacables interpretaciones como la confundida Anna Koreff; de hecho, tan admirado fue su trabajo en la cinta que le valió su segundo Oscar.

El trío protagonista: Hayes, Brynner, Bergman

Después de haber sido una de las “novias de América” y pasar más tarde a ser repudiada por su país adoptivo debido a su relación ilícita con Roberto Rossellini, la exquisita sueca “volvía” a EE.UU. por la puerta grande con este largometraje curiosamente dirigido e interpretado en sus papeles principales por rusos, y entrecomillo “volvía” ya que no regresó físicamente a él hasta años después, pero sí retomó su relación con Hollywood, cuyos estudios produjeron esta película rodada en Francia e Inglaterra.

Por cierto, hace pocos años se demostró de manera definitiva que la verdadera Gran Duquesa Anastasia fue asesinada con el resto de su familia en 1918. Durante casi un siglo, el misterio de su paradero ha dado lugar a multitud de películas, obras de teatro y novelas, y ha alimentado las esperanzas de muchos monárquicos rusos y las carteras de otros tantos astutos personajes…

Casablanca

Como parte de mi homenaje personal a Ingrid Bergman con motivo de su aniversario, el pasado 29 de agosto no pude resistirme a ver de nuevo el que es sin duda su largometraje más conocido, Casablanca, dirigido por Michael Curtiz en 1942. Pese a ser otra de mis grandes películas favoritas, llevaba muchos años sin verla; incluso había olvidado algunos planos.

La primera vez que vi Casablanca fue estando en el instituto, e inmediatamente quedé fascinado por ella. Además de gustarme la historia del film, por aquella época también estaba interesándome mucho por acontecimientos históricos como la II Guerra Mundial o la Guerra Civil Española, ambos con repercusión en él, y mi cinefagia se acrecentaba a pasos más agigantados que nunca. La obra maestra de Curtiz me iba a marcar de por vida, y serían muchas las veces que la vería con posterioridad. Fue posiblemente también mi primer encuentro con la que pronto se convertiría en una de las actrices esenciales de mi panteón particular, aunque por la misma época vería también su último trabajo, la miniserie Una mujer llamada Golda, en TVE.

¿Se puede reunir a un plantel más inolvidable?

Resumir el argumento de Casablanca me parece innecesario: cualquier persona que se precie de tener un mínimo amor por el 7º Arte debería haberla visto y conocerlo. Me parece una de las historias de amor más bonitas que ha contado el cine, aunque el “chico” no se quede con la “chica” (lo mismo ocurre con otra de mis cintas predilectas, Vacaciones en Roma). Para mí, más que una película, es ya un mito más grande que la vida. Me resulta curioso leer que tiene detractores, porque yo la encuentro perfecta. Me encanta toda su plantilla, desde el trío protagonista (completado por Humphrey Bogart y Paul Henreid) hasta el villano nazi recreado por el gran Conrad Veidt, pasando por el entrañable sinvergüenza del policía Louis (magnífico Claude Rains), los inolvidables secundarios Peter Lorre y Sydney Greenstreet, habituales en muchas películas de Bogart, o el mucho menos recordado Dooley Wilson, el legendario pianista Sam.

Imagino que aquí en España no tendremos la suerte de verla reestrenada en pantalla grande, como se ha hecho en EE.UU. con motivo de su 70 aniversario. Nos puede consolar, al menos, hacerse con alguna de las ediciones especiales que se han comercializado en DVD.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Orgullo y pasión (En recuerdo de Carlos Larrañaga)

Este caluroso mes de agosto parece que se ha empeñado en llevarse a algunos de los actores más clásicos de la televisión y el cine españoles: comenzó con Sancho Gracia el pasado día 8, y acaba con Carlos Larrañaga, que falleció el pasado jueves 30.

Con este último artista me pasa lo que con muchos otros de sus colegas nacionales: no me considero fan de él, ni he seguido su carrera, pero sí son los suyos un nombre y un rostro que conozco de toda la vida, un personaje que ha sido constante en ella. Lo recuerdo ya desde aquel episodio tan estrambótico de –precisamente– Curro Jiménez titulado La batalla del vino de Jerez, posiblemente la primera vez que viera al actor en acción, y con mucha más nitidez en Los gozos y las sombras, de 1982, dándole una paliza a Eusebio Poncela. Le vi también en Goya o La huella del crimen y, ya más casualmente, en Tristeza de amor pero, como de más mayor no he sido demasiado televisivo, no puedo decir que siguiera sus andanzas en la pequeña pantalla en los últimos veinte años, a pesar de la popularidad de sus trabajos en series como Farmacia de Guardia o Señor alcalde. Sin embargo, y seguramente porque me gustan mucho más las películas que las series, a Carlos le recuerdo sobre todo por su pequeña intervención en un largometraje que me gusta mucho, Orgullo y pasión, rodado por Stanley Kramer en nuestro país en 1957, y en la que, recién salido de la adolescencia, compartía escenas con leyendas del celuloide como Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra. Rememorando este largometraje de inspiración histórica, quiero rendir mi particular tributo a aquel hombre de porte siempre tan distinguido y perfecta dicción que fue Carlos Larrañaga.

Un jovencísimo Carlos Larrañaga junto al trío protagonista del film

El argumento de este largometraje (de título original The Pride and the Passion y basado en la novela The Gun del escritor inglés C.S. Forester), nos traslada a la Guerra de la Independencia Española. El ejército de la nación, puesto en retirada por los invasores franceses, debe abandonar un gigantesco y poderoso cañón, único en el mundo. Inglaterra envía a un emisario (Grant) para que lo recupere y evite que caiga en manos de las tropas de Napoleón. Para ello, necesitará la ayuda de un cuantioso grupo de guerrilleros que lidera Miguel (Sinatra), al que acompaña la exuberante Juana (Loren), pero los españoles sólo cederán el arma (con un valor simbólico casi mayor que el militar) si antes el oficial inglés (que es el único que sabe manejarla) les acompaña a Ávila y les ayuda a asaltar las murallas. Para lograr este fin, el mal organizado pero valiente contingente deberá transportar el pesado cañón durante centenares de kilómetros a la vez que esquivan al enemigo galo. Carlos Larrañaga es uno de los hombres principales de Miguel y hasta comparte toda una secuencia mano a mano con Cary Grant.

Simpática, emotiva, divertida, ingenua si queréis, Orgullo y pasión se rodó en nuestro país en aquellos tiempos (últimos 50 y primeros 60), en que sus baratos costes de rodaje lo hacían ideal para muchos directores y productores extranjeros y Samuel Bronston y compañía lo escogerían para sus inolvidables películas épicas e históricas, con todas aquellas fascinantes y asombrosas escenas repletas de cientos de extras… nada de CGI aquí reproduciendo soldaditos.

Esto... ¿dónde está aquí Mallorca?

Eso sí: una advertencia a todos los adalides y paladines de la rigurosidad histórica o geográfica en las películas: no os esforcéis en buscarlas en esta. Ya sólo ver el mapa de España que tienen los franceses en su despacho desconcierta sobremanera por la extraña situación de sus ciudades y por aquellas que resalta. No hablemos ya de ese recorrido impagable que los protagonistas hacen llevando el cañón desde Cantabria hasta Ávila pasando por la Ciudad Encantada de Cuenca, los molinos de La Mancha y otros varios lugares pintorescos y monumentos típicos de España. Es fácil suponer que este catálogo turístico le sería impuesto a la producción a cambio de las facilidades para el rodaje del film, al igual que el presentar al pueblo español como arrojado, orgulloso y valiente… Y ese Frank Sinatra –de quien cuentan las crónicas que estuvo insoportable durante su estancia  en el país– representando al típico campesino de la península, ja, ja…