Decía hace unos días que aún tiene uno la suerte de poder felicitar sus aniversarios a veteranísimos actores y actrices del Hollywood clásico que aún nos acompañan, pero una tarea bastante más difícil es hacerlo a directores de cine de aquella etapa dorada. La razón parece bien simple: mientras que muchos de los primeros artistas mencionados eran bastante jóvenes en esos años, la mayoría de los segundos eran, obviamente, más mayores, lógica y evidente explicación de por qué casi ninguno de ellos permanece vivo en la actualidad.
Una notable excepción es Stanley Donen (13 de abril de 1924, Columbia, Carolina del Sur, EE.UU.), que cumple hoy 87 añazos, y que debutó tras la silla de director con tan solo 24 con Un día en Nueva York. Tras el reciente fallecimiento de Blake Edwards el pasado diciembre, y aunque no tengo un listado a mano ni un conocimiento exhaustivo y milimétrico de los directores más destacables del 7º Arte, me atrevería a proponer a este hombre como el más grande de entre ellos que aún sigue entre nosotros. Su filmografía está plagada de algunos de los musicales y comedias más legendarios de la Historia del Cine (Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos, Una cara con ángel, Indiscreta, Dos en la carretera...) además de thrillers tan estupendos como Charada o Arabesco y hasta extraños flirteos con la ciencia ficción como Saturno 3.
Su último largometraje fue Lío en Río en 1984. Después de este, sólo ha trabajado muy esporádicamente para la televisión y el vídeo. Como tantos otros geniales directores, nunca ha ganado ningún Oscar (aunque sí un montón de premios), aparte de la clásica estatuilla honorífica. Poco importa: ¿qué mejor palmarés que la filmografía prácticamente redonda y sin desperdicio que tiene este hombre?
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