"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 10 de junio de 2014

Dos de Ingrid

En estas últimas semanas he abordado por fin una tarea que llevo demorando más tiempo del deseado: intentar completar el visionado de la filmografía de Ingrid Bergman. No es moco de pavo, ya que aún me quedaba más de la mitad hasta hace poco, pero he avanzando bastante. Estas son dos de entre todas esas películas suyas que tenía pendientes que más me han llamado la atención en estos días. Quedan más por ver…

Un pequeño pueblo que ha conocido días mejores espera la llegada de una oriunda del lugar (Ingrid Bergman) que se marchó hace tiempo. Ahora es una viuda millonaria y sus paisanos esperan que se interese por levantar la maltrecha economía de la localidad. ¿Parece un remake de Bienvenido, Mr. Marshall? Para nada: lo cierto es que con La visita del rencor (1964), su director, Bernhard Wicki, nos ofrece un melodrama de duros matices bastante más oscuro que el clásico español, ya que, al poco de comenzar la película, descubrimos que la acaudalada mujer fue prácticamente expulsada del pueblo tras quedarse embarazada de su antiguo amante (Anthony Quinn), que la despechó para poder labrarse así un futuro. La propuesta que la millonaria hace a los demás a cambio de una generosa donación es que muera este hombre. A partir de ese momento, la paranoia está asegurada y la tensión va en aumento mientras el sentenciado empieza a dudar sobre las intenciones de sus conciudadanos…

No me digas adiós, que vi seguida de la anterior, nos propone un tono bien diferente: estamos ante una comedia dramática ambientada en el siempre eficaz y atractivo París en el que una madura decoradora (Ingrid) es cortejada por un joven quince años menor que ella (Anthony Perkins). La mujer tiene una pareja más o menos estable y de su edad, el apuesto Roger (Yves Montand), pero este la engaña constantemente y no acaba de formalizar su relación. ¿Cuál es el hombre que más le conviene? La dirigió Anatole Litvak en 1961.

Dulce y encantadora o fría y maquinadora: son sólo dos muestras de la variedad de registros y de las inmensas dotes interpretativas, de entre su cerca de medio centenar de largometrajes, de aquella mujer extraordinaria que fue Ingrid Bergman, el regalo más grande que Suecia ha hecho al mundo.

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