"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 21 de julio de 2013

Sabrina

Enésima revisitación que hago de este clásico de Billy Wilder de 1954. Sobra decir que, siendo fan de Audrey Hepburn, he visto todas sus películas varias veces, y las sigo viendo cuando me apetece volver a hacerlo, que es frecuentemente. Tras su fulgurante llegada a Hollywood con Vacaciones en Roma, Oscar incluido, las puertas de la Meca del Cine se le abrieron de par en par a la joven actriz inglesa, y así, para su segundo largometraje estadounidense –el primero que realmente rodó en el suelo americano– formó equipo, no sólo con el gran director austríaco, sino también con los legendarios Humphrey Bogart y William Holden. La Paramount se pudo jactar en la publicidad de la cinta de contar con un trío protagonista totalmente oscarizado. Esta película, a su vez, también le valdría una nueva nominación a Audrey junto a otras cinco en diversas categorías para sus compañeros de labores. Solamente la diseñadora de vestuario Edith Head se llevaría la estatuilla, y eso a pesar de que buena parte de los vestidos que luce la actriz en la cinta eran obra de Givenchy, quien a partir de entonces se convertiría en modista habitual y gran amigo de la estrella.


Coincido con la mayoría de fans de Wilder en que no es su mejor film; tampoco me parece el mejor de Audrey, aunque ella sí que me parece lo mejor de él. Probablemente, sin su encanto y su presencia la película estaría hoy en día considerada como un film mediocre o menos destacado, o en cualquier caso sería menos famosa. Se inaugura con Sabrina una reprochable tendencia que por desgracia se haría habitual en la filmografía inmediata de la actriz, y es el emparejarla con actores que la doblaban en edad y que podían perfectamente ser sus padres. Ver a un hombre mayor y decididamente feo –por mucho que él presumiera de haberse casado con la Bacall– como Humphrey Bogart cortejar a una bella jovencita como Audrey me parece inverosímil y hasta grotesco. Es algo que nunca me ha cuadrado por muchas veces que revisite el film y que me rechina y patina constantemente mientras lo veo, a pesar de mi admiración por el protagonista de Casablanca. Creo también que la hermosura natural de Audrey está desaprovechada en la mayoría de la cinta con maquillajes y ropas que la merman –la encuentro mucho más guapa cuando hace de “patito feo” al comienzo del film–. Mucho más adecuados me parecen Holden y buena parte del reparto secundario, entre ellos John Williams como el padre de Sabrina y el impagable Walter Hampden como el señor Larrabee. Sus escenas están invariablemente entre lo mejor de la cinta y son de lo poco que llega a eclipsar –sólo momentáneamente, claro– la presencia de Audrey Hepburn, al fin y al cabo, clara protagonista de una película hecha a su medida y para su lucimiento.

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