"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

lunes, 31 de diciembre de 2012

25 aniversario de La princesa prometida

Aprovechando la excusa de su 25 aniversario este mismo 2012, pretendía dedicar un extenso artículo homenaje a una película que, en el momento de su estreno, disfruté muchísimo: La princesa prometida (The Princess Bride) de Rob Reiner. Mi falta de motivación para bloggear en estos últimos meses ha provocado que este escrito se posponga de manera indefinida y, a punto de terminar el año, quiero al menos dejar constancia de mi intención de recordar este largometraje basado en la novela homónima de William Goldman de 1973. Como con tantas otras historias que me encandilaron en las salas de proyección, de esta cinta llegué hasta a comprarme la novela cuando apareció en castellano algún tiempo después e incluso el LP con la banda sonora. La he vuelto a ver en repetidas ocasiones a lo largo de mi vida, la última ya en DVD, y he de admitir con cierto pesar que esa vez no la disfruté tanto como antaño. Casi todos mis “grandes éxitos” cinematográficos de los 80 han llegado hasta la actualidad significando para mí lo mismo que significaron en su momento, la magia se ha mantenido, pero no ha sido así con la obra de Reiner. Algunos de los elementos de ella que más me rechinan revisitándola hoy día son la interpretación del inexpresivo Cary Elwes y la algo desacertada música de Mark Knopfler a base de sintetizadores y guitarra eléctrica, instrumentos que encuentro fuera de lugar en una película ambientada en la Edad Media (¡a pesar de que tenía el disco!)… Lo mejor de la cinta, además de la propia historia, me sigue pareciendo Robin Wright, una mujer que, a lo largo de estas dos décadas y media, ha demostrado ser una actriz solvente, entregada y con un destacable gusto para elegir papeles de personajes complejos y con carácter sin dejarse esclavizar por los encasillamientos hollywoodienses.

Recientemente, todo el reparto original –menos el malogrado André Le Giant, que por desgracia falleció en 1993– se reunió para conmemorar el aniversario del film. Ver las fotos de todos los protagonistas fue muy emotivo, y aquí reproduzco una de ellas, aunque probablemente todos las hayáis visto ya en internet…


75 años de la Batalla de Teruel

He retomado la lectura de La Guerra Civil Española del escritor británico Antony Beevor después de dejarla aparcada durante algún tiempo (tengo la dichosa costumbre de alternar varios libros a la vez) y justo anoche llegaba a la parte que trata la terrible Batalla de Teruel, de la que se cumplen ahora exactamente 75 años. En la Navidad de 1937, los turolenses y los soldados de ambos bandos destinados al conflicto padecían su Stalingrado particular, luchando los últimos calle por calle y casa por casa por una ciudad cuyo valor era más simbólico que estratégico, y sufriendo todos el hambre y las terribles temperaturas de 20º bajo cero. El enfrentamiento de casi tres meses se saldó con más de 100.000 bajas sólo entre los militares.

Las guerras constituyen la excusa perfecta para que asesinos, ladrones y violadores campen a sus anchas y den rienda suelta a sus deplorables instintos sin temor a castigo alguno, incluso en muchos casos alentados a cometer todo tipo de crímenes. Y no estoy hablando sólo de delincuentes menores metidos a soldados rasos: también de altos cargos militares y de políticos poderosos cuya perversión, falta de moralidad y de escrúpulos nadie cuestiona en esos momentos trágicos y violentos, quizá so pena de sufrir mortales reprimendas…

A estas alturas, todavía sigo sin entender cómo alguien puede justificar el golpe de estado de los generales Sanjurjo, Mola y Franco que dejaría un país destrozado física, moral, cultural e ideológicamente durante décadas. Y con secuelas que aún duran…

jueves, 27 de diciembre de 2012

Los miserables

Dos señoras entraban ayer a la sala de cine en la que se proyectaba Los miserables de Tom Hooper afirmando con aquiescencia y total seguridad: “sí, sí: es una historia de amor”. Como se pasaron las más de dos horas y media que dura el largometraje hablando y riendo sin ningún pudor, miramiento o preocupación por estar molestando al resto de espectadores, supongo que salieron del recinto cinematográfico siendo tan ignorantes como lo eran cuando entraron en él. Porque la inmortal novela de Víctor Hugo no es “una historia de amor”. Hay una historia de amor al final, con una relevancia menos que  secundaria, hay una historia de amor maternal, una paternal, y otra bastante más difícil de intuir en las adaptaciones fílmicas si no se ha leído el libro. Pero Los miserables es una historia de odio, de castigo y redención, de infortunio y desgracia, de bondad y de mezquindad, de compasión y de vileza, de piedad y de deber, de ideales y revolución –esas revoluciones concebidas por nobles principios que suelen ser acalladas por la violencia de la tiranía o, lo que es peor, por la desidia e indiferencia del pueblo esclavo– es, en resumen, una historia con todos los matices, sentimientos e ideas que sólo un movimiento tan complejo como el Romanticismo podría aglutinar –a  pesar de que transcurre, y fue concebida, cuando aquel movimiento cultural y social ya empezaba a ser un recuerdo–.


Admito que dudé si ir a ver esta nueva adaptación del clásico de Hugo –adaptación, a su vez, de la versión musical puesta en escena por Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg por primera vez en 1980–, en parte por ser precisamente eso: una película musical –no es un género que me atraiga precisamente–, y en parte porque me siento fascinado por la versión de la misma historia que ya realizara el sueco Bille August en 1998 y que ya reseñé hace unos meses (véase aquí) y dudaba que la de Hooper fuera a superarla. En esto último no me he equivocado: creo que no lo hace, a pesar de tratarse de una estupenda superproducción que a todas luces cuenta con más inversión que su antecesora y que tiene imágenes arrebatadoras, un buen plantel artístico y es incluso más fiel a su fuente literaria (los odiosos Thénardier aparecen durante toda la  cinta, conocemos el final del protagonista...) Simplemente, para mí ni Hugh Jackman tiene el carisma de Liam Neeson como Jean Valjean, ni Russell Crowe –al que considero, no obstante, un buen actor– puede estar a la altura del impresionante Javert de Geoffrey Rush. También me convence más Claire Danes como Cossette que Amanda Seyfried, así como la más desarrollada relación de este último personaje con el revolucionario Marius (Hans Matheson en la versión del 98, Eddie Redmayne en la de 2012). No obstante, esta nueva adaptación de Los miserables tiene momentos verdaderamente emocionantes y desgarradores. Me cautiva especialmente la interpretación de Anne Hathaway como la desdichada Fantine. Es curioso, porque es una actriz que nunca me ha llamado especialmente la atención, pero que aquí encuentro subyugante (imposible permanecer impasible ante su versión de I Dreamed a Dream). También me merece especial simpatía la Éponine que aquí encarna la cantante Samantha Barks porque me resulta fácil identificarme con esos personajes que, dentro de un triángulo amoroso, constituyen el vértice roto que acaba deslindándose de la figura geométrica sin que a nadie parezca importarle. El suyo sí que es un verdadero amor romántico, igual que lo es su muerte, y no ese que se obcecan en vendernos en las películas hollywoodienses que protagonizan Jennifer Aniston y toda esa suerte de actrices (y actores) que se empeñan en desencaminar, confundir y engañar al espectador sobre lo que es de verdad el Romanticismo…


En resumen, creo que hay tantas ideas, sentimientos y sensaciones en Los miserables de Tom Hooper que es difícil que nadie salga de su proyección indiferente y sin identificarse al menos con alguno de ellos. La siempre solvente alianza entre imágenes y música la hace todavía más cautivadora y ayuda a embriagar fácilmente al espectador. Tan sólo he de lamentar el despiste que con respecto a la imagen central siempre suponen los inevitables subtítulos de las canciones, y eso que yo tengo la suerte de entender un poquito el inglés…

jueves, 20 de diciembre de 2012

El Hobbit: Un viaje inesperado

Sin lugar a dudas la película que más ganas tenía de ver este año, claramente porque esperaba revivir las emociones y el deleite que me proporcionó la trilogía de El Señor de los Anillos. He conseguido mi propósito y las casi tres horas de duración de El Hobbit: Un viaje inesperado se me han pasado en un santiamén de lo entretenida y cautivadora que me ha resultado. Es más: me he quedado con ganas de que durara aún más. El hecho de que esta precuela de la obra magna de Tolkien vuelva a estar dirigida por Peter Jackson, mantenga la misma estética y recupere lugares y personajes de su predecesor fílmico/ continuación literaria y hasta conserve al mismo compositor de la banda sonora (Howard Shore) ayuda, por supuesto, a convencerme y a lograr mi empeño en trasladarme once años atrás en el tiempo.

Mucho ha costado de llegar a las pantallas este largometraje: diversos retrasos en el rodaje, cambio de director (inicialmente iba a ser Guillermo del Toro)… pero, al final, esta novela de J.R.R. Tolkien publicada por primera vez en 1937 se plasma en imágenes. Es un libro que, pese a su orientación claramente infantil, considero más redondo y sólido que el artificialmente alargado El Señor de los Anillos, algo que ya comenté en una entrada anterior sobre La Comunida del Anillo (véase) y mi iniciación en la obra del autor sudafricano. Jackson anunciaba recientemente que los dos capítulos iniciales de esta nueva saga se convertirían finalmente en tres: Un viaje inesperado (2012), La desolación de Smaug, que veremos en diciembre del año que viene, y Partida y regreso, que concluirá la trilogía en julio de 2014. Para extender el metraje de de los tres capítulos, el director neozelandés ha acudido a los Apéndices de El Señor de los Anillos y a otro material tolkieniano, además de a su propia imaginación. Es por ello que, en Un viaje inesperado, nos reencontramos con Frodo, Galadriel, Elrond o Saruman, que no aparecen en la novela original y cuya presencia en el film resulta simpática, si bien algo forzada. De igual manera conocemos el final de Erebor, al mago Radagast, y vemos cobrar mayor protagonismo al orco Azog en varias escenas creadas ex profeso para el film.

Del libro que ha dado lugar a la película se mantiene, por supuesto, casi toda la historia original: la de un afable y tranquilo hobbit llamado Bilbo Bolsón (Martin Freeman), que un buen día es reclutado por el mago Gandalf (Ian McKellen) y trece enanos para que les ayude a derrotar al temible dragón Smaug y recuperar su ciudad natal y el tesoro en ella guardado. Entre ambos puntos, principio y final de la historia, por descontado mil aventuras con orcos, trasgos, trolls y un sinfín de personajes amigos y enemigos, entre los que destaca el sin par Gollum en el momento en que pierde el famoso anillo que tantos quebraderos de cabeza dará al sobrino de Bilbo, Frodo, sesenta años después de los sucesos narrados en esta película y su libro original.

Si he de ponerla alguna pega a la cinta –en realidad, no muy importante– es su tono algo más ligero que el de El Señor de los Anillos, en donde en todo momento pesa la ominosa, sombría y apocalíptica presencia de Sauron que aquí sólo se toca de refilón, así como algún elemento o momento más cómico o infantil como las escenas del trineo de Radagast (y el personaje en sí), o secuencias algo exageradas como la huída de la guarida orca o la aparición de los gigantes pétreos. También he echado de menos al personaje –concebido expresamente para el largometraje– interpretado por la bellísima Evangeline Lilly, que imagino aparecerá en la próxima entrega, y al que estaba deseando ver, dado mi embeleso por la actriz.

Por lo demás, esperando ansioso la llegada de las continuaciones. ¡Un año todavía!...

martes, 18 de diciembre de 2012

Ne te retourne pas / Don't Look Back

Interesante drama psicológico en el que una mujer que ha olvidado su infancia por completo y escribe un libro con el fin de intentar recordarla comienza a ver cómo todo su entorno cambia: primero son pequeñas alteraciones en los muebles y habitaciones de su hogar, después deja de reconocer la casa, a su propia familia y, finalmente, a si misma. Un viaje a Italia, a un pueblo que aparece en una fotografía que encuentra, acabará revelando el origen de este extraño trauma.

Lo más original de esta película de 2009 de la directora francesa Marina de Van es cómo se representa ante el espectador el trastorno de la protagonista, ya que la vemos a ella y a sus familiares mutar poco a poco (en un momento dado, tiene media cara de una mujer y la mitad de otra), deformarse, empequeñecerse, convertirse en su versión joven… La explicación final está resuelta con elegancia y sutileza, dejando parcialmente al público la labor de unir las piezas del rompecabezas sin tener que desmenuzárnoslo todo como si fuéramos tontos, tal y como hacen muchas películas estadounidenses.

Lo mejor del film, sin duda, el poder disfrutar de dos grandes damas del cine europeo (e internacional) como son la francesa Sophie Marceau y la italiana Monica Bellucci, ambas interpretando al mismo personaje en las dos etapas de su “transformación”.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Golpe de efecto

Tras varias semanas alejado forzosamente de mis amadas pantallas cinematográficas –algo inaudito en mí–, vuelvo a ellas para ver Golpe de efecto (Trouble with the Curve) de Robert Lorenz atraído, obviamente, por la presencia de su protagonista principal: el inmenso Clint Eastwood, y eso a pesar de lo poco que me atraen en general las películas sobre deportes. El actor interpreta aquí a un veterano ojeador de béisbol cuya vista empieza a fallar, lo que le puede suponer el fin de su carrera. En busca de nuevos fichajes para la temporada, acaba siendo acompañado algo a disgusto por su hija (Amy Adams), una abogada de éxito de la que ha estado distanciada muchos años y con la que tiene una relación más bien tirante. Y es precisamente sobre este vínculo padre-hija sobre el que se centra el film, más que sobre el popular deporte estadounidense en sí, que sirve más bien como excusa. A la pareja se les unirá otro joven ojeador interpretado por Justin Timberlake que, naturalmente, pronto quedará embelesado por la muchacha e intentará conquistarla. Entre el reparto secundario destacaría al siempre agradable John Goodman como amigo y jefe del personaje principal.

Lo mejor de este película –por lo demás, no especialmente original o destacable– se resume en dos palabras: Clint Eastwood. Es una gozada ver de nuevo en pantalla a toda una leyenda viviente como es él y se disfruta cada minuto en el que aparece. La atractiva Amy Adams me parece correcta y una digna comparsa del malhumorado ojeador; mucho más me cansa la presencia de Timberlake, que me parece un actorcillo que siempre reincide en su papel de guapito simpático y cuya relación amorosa con el personaje de Adams me rechina por lo forzada y facilona que se me antoja.

El renegado

Fiel a mi propósito de completar poco a poco la filmografía de la exquisita Gene Tierney, continúo ahora con el que fue su segundo trabajo para Hollywood, El renegado (Hudson´s Bay), dirigida por Irving Pichel en 1941 y que nos sitúa en el Canadá del siglo XVII, entre indios, tramperos y colonizadores del país en ciernes. El protagonismo masculino lo comparten Paul Muni y John Sutton, aunque es el primero y más veterano actor el que lidera el reparto. Muni es un visionario explorador francés que concibe todo un imperio comercial en torno al negocio de las pieles de castor y al que acompaña el gigantesco Gooseberry (el simpático Laird Gregar); Sutton es el noble inglés “renegado” al que han expulsado de su país que entablará amistad con los anteriores. Los tres acabarán proponiéndole una fructífera empresa peletera al rey Carlos II, al que interpreta nada menos que mi admiradísimo Vincent Price en la primera de las cuatro ocasiones en que compartiría cartel con Gene Tierney. Ella es la prometida de Sutton, y su intervención en la cinta es más bien breve. El mejor momento artístico de la actriz estaba por venir en los años inmediatos…

domingo, 9 de diciembre de 2012

¡Kirk!

Aunque tengo el blog prácticamente en hibernación y en espera de mi decisión de seguir o no con él el próximo 2013, no puedo dejar de incluir al menos unas pocas líneas para celebrar, un año más, la felizmente extremada longevidad del que considero el más grande mito viviente del cine: Mr. Kirk Douglas alcanza hoy los 96 añazos, que ahí es nada. Aunque lejos de ser aquel apuesto galán que deslumbró en las pantallas de las décadas de los años 40 y 50, su estatus, trascendencia y valía como leyenda de Hollywood lo hacen absolutamente único e imcomparable: no hay nadie como él en este planeta. Puedo pensar en algunos de sus compañeros de época y casi de quinta como Eli Wallach, Jerry Lewis, Mickey Rooney o Louis Jourdan (los primeros que me vienen a la cabeza), pero, admirables como me parecen todos ellos, ninguno se me antoja al nivel y a  la altura de Kirk. Señor Douglas: ¡muchísimas gracias por tantas y tan buenas películas y espero verle cumplir los 100 años!

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La venganza de Frank James

Llevaba ya un tiempo sin ver películas de un género que me gusta tanto como el western. Vuelvo, pues, a él, con The Return of Frank James, dirigida por el gran Fritz Lang en 1940, aunque he de admitir que ha sido la presencia de la exquisita Gene Tierney el principal aliciente para mí a la hora de decidirme por ver el film. De hecho, me he propuesto poco a poco acabar de completar toda la filmografía de la actriz. Este que revisamos fue, por cierto, su primer largometraje, cuando sólo contaba con 19 años.

Los hermanos Ford asesinan cobardemente a Jesse James. Su hermano Frank (Henry Fonda), que vive pacíficamente dedicado a las labores de la granja, no está dispuesto a dejar pasar por alto el crimen, que queda impune ante la ley, y vuelve a empuñar el revolver. Acompañado por el joven Clem (un simpático y adolescente Jackie Cooper) y ayudado por su ex-oficial en la guerra (Henry Hull) y una bella y decidida periodista (Tierney), deberá enfrentarse al corrupto entramado que ha urdido la muerte de Jesse, tras el cual se encuentra el dueño del ferrocarril local (Donald Meek, un secundario tan clásico como entrañable).

Estamos ante uno de esos filmes del Hollywood dorado que, más que por realismo o veracidad, destaca y deleita por esa cualidad encantadora y ese tono de candidez tan típicos en las cintas de la época y que hacen aflorar una sonrisa en el rostro del espectador durante buena parte de su metraje: Frank James es todo un caballero elegante, educado y con principios antes que un ladrón y un asesino, y hasta los malos se te hacen casi simpáticos o inofensivos (a destacar la presencia de John Carradine como Bob Ford). Esa agradable sensación es reforzada también por la bonita y pionera fotografía en Technicolor. Impagable la secuencia del juicio...

Triangle

Entretenido thriller fantástico coproducido entre el Reino Unido y Australia en 2009 y dirigido por Christopher Smith que cuenta con la siempre atractiva presencia de Melissa George como principal protagonista. Le acompaña todo un elenco proveniente, como ella, de Oceanía: Liam Hemsworth, Michael Dorman, Henry Nixon, Rachael Carpani y Emma Lung. Los seis amigos se embarcan en una travesía en yate que acaba en desastre al volcar éste debido a una tormenta. Los supervivientes abordan entonces un misterioso transatlántico que aparece de la nada. Parece un barco antiguo, pero todo está nuevo y aparentemente en uso, aunque no encuentran a bordo a nadie a excepción de una elusiva figura. Repentinamente, alguien empieza a asesinar a todos los náufragos hasta que sólo queda el personaje de Melissa George. Hasta aquí, la película no tendría nada de original, sino fuera porque a continuación presenciamos como ella es testigo de que absolutamente todos los hechos comienzan a suceder una y otra vez pese a los intentos de la chica por impedirlos: ve de nuevo el yate con ella y sus amigos a la deriva, vuelven a subir, mueren otra vez… Hay una explicación para la pesadilla aparentemente interminable, por supuesto, pero no la desvelaré porque precisamente eso es lo que mantiene el interés de esta película que os invito a que veáis. Inevitable por su estructura e idea compararla con la española Los cronocrímenes

sábado, 17 de noviembre de 2012

¡Más galaxias!

Hace ya muchos días que la noticia está en la red y en boca de todos los fans; la conozco desde que se anunció, y no puedo resistirme a incluir un pequeño comentario sobre ella en el blog: Lucasfilm ha sido adquirida por Disney y… ¡la saga de La guerra de las galaxias va a continuar! Su creador, George Lucas, siempre dijo que la había concebido como tres trilogías de otros tantos capítulos cada una, y que había comenzado con las entregas centrales en los años 70-80. Mucho tiempo después, entre 1999 y 2005, el director nos ofreció la trilogía inicial, afirmando después que, si había una nueva, no se ocuparía él personalmente de sus episodios. Yo siempre supe que la haría, aunque me temía que acabara gestándola entera por ordenador. Ahora, va a ser la poderosa multinacional estadounidense creada por Walt y Roy Disney la que se hará cargo de las nuevas entregas, la primera de las cuales ya ha anunciado para el 2015 (incluso se rumorea que el proyecto se extienda hasta a seis películas). Las demás partes se estrenarán con dos o tres años de diferencia cada una, aunque también se ha comentado por Internet si se llegarían a estrenar hasta dos en el mismo año.

Los nombres de Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford comienzan a sonar. Ninguno de ellos se ha negado en principio a participar y, en el caso de los dos primeros, podría ser el resurgir de sus olvidadas carreras actorales (y el tercero podría ver al fin cumplido su sueño de matar a Han Solo, aunque fuera de viejo). No hay todavía director; muchos se han negado a asumir el compromiso. Sí hay ya un guionista seguro: Michael Arndt. ¿Cuál será su argumento? ¿A qué habrán de enfrentarse esta vez los héroes galácticos? Todo es pura especulación y expectación de momento (y es divertido). Si el trío original participa y los creadores se atienen a la verdadera edad de sus componentes, la acción debería situarse unos treinta años después de El retorno del Jedi.

¿Qué puedo decir? Como enamorado que soy de la saga de Lucas desde que, de pequeño, vi su primera entrega en los cines, estoy ilusionado y emocionado porque continúe. Me han gustado todas sus entregas, hasta sigo la serie de animación The Clone Wars y me encanta ese universo fantástico poblado por cientos de variopintos seres, planetas, vehículos y artilugios varios. Eso sí, como dije con la segunda trilogía, tengo claro que no caeré en el error de comparar esta tercera con la original, que apareció y descubrí en la edad en que es más fácil encandilar e influenciar a una persona: mi infancia y adolescencia. Sólo espero que no se retrasen demasiado con los estrenos de estas nuevas entregas, o me tocará escaparme del asilo para acabar de verlas…

lunes, 5 de noviembre de 2012

V de vendetta

Remember, remember, the fifth of November… Tal día como hoy de 1605 era apresado el conspirador Guy Fawkes cuando intentaba volar el Parlamento inglés detonando una gran cantidad de barriles de pólvora. Este personaje real sirvió al guionista de cómics Alan Moore como inspiración para su novela gráfica V for Vendetta, dibujada por David Lloyd, y que sería adaptada al cine más de 20 años después de su aparición, exactamente en 2005. Se trataba de la ópera prima del australiano James McTeigue, al cual avalaba su experiencia previa como ayudante de dirección en algunas de las entregas de las sagas de Matrix y Star Wars. De hecho, los hermanos Wachowski produjeron la película y se encargaron del guión. Fue algo que en principio me asustó, temiéndome que el film fuera poco más que una serie de peleas y disparos a cámara lenta y con un sinfín de acrobacias, pero, por fortuna, mis prejuicios fueron infundados y el producto final me gustó mucho.

Como era de esperar, al tratarse de una adaptación que por fuerza debe condensarse al pasar a formato cinematográfico, no satisfizo a todo el mundo. El propio Alan Moore renegó de ella (como de tantas otras versiones en celuloide de sus historias), objetando sobre todo que el mensaje anarquista original se perdía en la película, lo cual para mí no es cierto, y es además uno de los aspectos que más me gustan del film. El otro ingrediente que me acaba de conquistar es, por supuesto, la presencia de Natalie Portman como actriz principal…

V de vendetta nos transporta a un futuro inmediato en el que un régimen totalitario se ha apoderado de Inglaterra tras una cruenta guerra. En ese momento y situación, y en concreto en la ciudad de Londres, se nos presenta a los dos personajes principales del drama: la frágil y asustada Evey, una chica que trabaja en una cadena televisiva y que vio desaparecer a sus padres por sus ideas contestatarias, y V, un misterioso enmascarado que provoca varios atentados contra el gobierno y amenaza con destruir el Parlamento el próximo 5 de noviembre, alentando al pueblo a rebelarse y a unírsele ese día contra la tiranía. Entre los dos, por supuesto, se establecerá una apasionante relación en la que estarán mezclados el odio, el miedo y el amor…

Sobre Hugo Weaving recayó la complicada tarea de encarnar a este personaje vengador que oculta un doloroso pasado, y digo complicada porque en todo momento V se esconde tras una máscara de Guy Fawkes, ya que su rostro está quemado. La labor del actor (que sustituyó a James Purefoy tras unos pocos días de rodaje) se centra por fuerza, y destaca sobre todo, por los diálogos y por su cuidadísima dicción: esta sí que es una de esas películas que vale la pena ver en versión original… si se entiende lo suficiente el idioma inglés. En papeles secundarios encontramos a actores de la talla de Stephen Fry, Stephen Rea o John Hurt, un buen elenco para respaldar a una estupenda pareja de actores principales. Porque Natalie Portman tampoco se queda manca a la hora de igualar el nivel del resto del reparto y, de hecho, el de Evey es para mí uno de los mejores papeles de su carrera: la actriz se entregó tanto para encarnarla que no sólo aprendió a imitar el acento inglés, sino que, en un momento dado, no dudó en raparse el pelo al cero para una escena que así lo requería.

V de vendetta es para mí el perfecto ejemplo de que se puede hacer cine comercial de calidad, con miga, con personajes “con fondo” y hasta con mensaje ideológico. Un mensaje que muchos espectadores deberían sopesar y considerar tras el visionado de la cinta, más aún en los tiempos tan deplorables que estamos viviendo, y que no están tan lejos de ese futuro distópico que presenta el film y que puede parecer extremo y exagerado, pero que es en realidad inquietantemente cercano y familiar. No he visto la segunda película de McTeigue –Ninja Assassin–, pero sí su siguiente y última de momento, El enigma del cuervo, y siento decir que para mí el director no ha continuado con el destacable nivel del que fuera su bautizo cinematográfico.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La reina de la guerra

Una película que tenía ganas de ver por dos razones principales: la presencia de Emily Blunt (fue su primer papel en el cine) y el propio tema que trata, ya que me gustan casi todas las películas históricas: la rebelión de la reina icena Boudica contra el yugo del invasor romano en el siglo I. Los icenos fueron un pueblo que vivió en el este de Britania, en lo que hoy en día es Norfolk. Tras una serie de abusos e injusticias por parte del Emperador Nerón, Boudica y sus aliados se enfrentaron contra las legiones del tirano, inicialmente con éxito, pero finalmente sucumbiendo ante la superioridad del enemigo. Aún con todo, hoy en día la figura de esta mujer guerrera es reivindicada en Inglaterra como una de las primeras heroínas épicas británicas, aunque su historia no ha sido llevada en demasiadas ocasiones a la pantalla.

La reina de la guerra (Boudica) fue dirigida por el televisivo Bill Anderson en 2003 y, de hecho, tiene todo el aspecto de un telefilm, aunque me consta que se rodó para pantalla grande: una producción sencilla, pocos extras y nada de batallas espectaculares ni vistosas tomas de ejércitos y muchedumbres. Lo más resaltable del largometraje es la pequeña lección de historia que ofrece a los que, aún interesados por ella, no somos muy duchos en la materia.

Los intérpretes principales son Alex Kingston como la propia reina, la veterana Francis Barber como Agripina, Jack Shepherd como Claudio, Hugo Speer y Gary Lewis como los hombres de confianza de Boudica, el guerrero Dervalloc y el druida Magior, Andrew Lee Potts como Nerón, y Leanne Rowe y Emily Blunt como las hijas de la líder de los icenos, Siora e Isolda. Lo de Emily puede parecer una obsesión después de reseñar Looper hace pocos días, pero no lo es tanto; las películas han coincidido más bien fruto de la casualidad. Pero, de todas maneras, sí: me gusta Emily Blunt ;)

lunes, 22 de octubre de 2012

Viaje pixelado: Medal of Honor

Es que los juegos tipo Doom no me gustan”. Fue mi primera reacción cuando un amigo me quiso enseñar, hacia finales de 1999 o principios de 2000, el videojuego para Playstation Medal of Honor. Lo publicaba Electronic Arts y había sido diseñado por la Dreamworks de Spielberg. El mismísimo “Rey Midas” de Hollywood había concebido el argumento, sin lugar a dudas inspirado por el éxito de su más reciente largometraje en aquel momento: Salvar al soldado Ryan. Curiosamente, la serie a la que dio origen este título infográfico iba a convertirse en una de mis favoritas y esenciales en esta mi “segunda juventud” con los juegos electrónicos, que precisamente había comenzado por aquellas fechas con la adquisición de la consola citada unas líneas atrás.

Un juego a contracorriente
Desde entonces, he tenido prácticamente todas las continuaciones de este en su tiempo original videojuego, y fue tal porque, en un momento en que los shooters en primera persona nos trasladaban casi invariablemente a ambientes futuristas y de ciencia ficción –como el ya citado Doom–, Medal of Honor nos transportaba, por el contrario, al pasado, a la siempre evocadora y fascinante época de la II Guerra Mundial. Nos metía en la piel de un oficial estadounidense que trabajaba para la OSS (futura CIA) que debía cumplir varias misiones de infiltración y sabotaje tras las líneas enemigas y enfrentarse a los soldados del III Reich. En algunos momentos, debíamos simplemente liarnos a tiros con el ejército alemán, en otros, teníamos que disfrazarnos e intentar pasar entre los nazis como uno de ellos. La perspectiva, como ya he adelantado, era en primera persona: sólo veíamos las manos del personaje, ya fuese empuñando un arma u otra o enseñando pases. En pantalla se nos mostraban cosas como la munición disponible, una brújula para orientarnos o la salud, representada por un círculo que se iba vaciando y que debíamos rellenar mediante cantimploras y botiquines que íbamos encontrando.

Imágenes de Medal of Honor (izq.) y su primera secuela, Underground (centro y der.), de 1999 y 2000 respectivamente.

En el juego recorríamos bosques, cuarteles, instalaciones industriales, etc, etc, en general estructuradas en “pasillos” que limitaban y encauzaban nuestro movimiento. De hecho, el personaje no podía siquiera saltar pequeños obstáculos. Existía también un modo con pantalla dividida para que pudieran enfrentarse entre sí dos jugadores. A la originalidad de su ambientación –en aquellos años, toda una rareza–, a Medal of Honor hay que reconocerle otros aciertos como una banda sonora creada enteramente con orquesta, como si de una película se tratara; algo que fue también verdaderamente novedoso en unos tiempos en que casi todos los videojuegos estaban musicados electrónicamente. Por reprocharle algo, de este título me quejaré de cierto regustillo “patriótico” (¡estamos hablando de un producto de Steven Spieberg!), ilustrado a menudo con una serie de mensajes y citas ensalzando el valor del soldado e ideas similares. Medal of Honor tuvo un gran éxito y abrió el camino para los muchos juegos ambientados en la II Guerra Mundial que luego le seguirían, como las series Call of Duty, Brothers in Arms, Battlefield y tantos más…

Las –muchísimas– secuelas
Tan sólo un año después, en 2000, aparecía la continuación del título que destacamos: Medal of Honor: Underground, en mi opinión, incluso todavía mejor que el primero. Seguía una línea parecida, pero tenía dos importantes diferencias con su antecesor y con todo el resto de la serie: era la única entrega de esta en la que llevábamos a un personaje que no era estadounidense y que, además, era femenino: una luchadora de la resistencia francesa (ningún protagonista se repetirá en las sucesivas secuelas de la franquicia y todos menos el de la segunda serán militares de EE.UU.) En realidad, es obvio que es algo que apenas se puede apreciar en un shooter en primera persona, si exceptuamos alguna misión como aquella en la que la chica se hacía pasar por fotógrafa y los soldados alemanes estaban lanzándole piropos continuamente.

Las continuaciones de la franquicia para Playstation 1, 2 y 3.

A destacar en esta segunda parte de la serie dos escenarios impresionantes: aquel en el que te infiltrabas en el mismísimo Castillo de Wewelsburg, y una misión extra compuesta por tres episodios a la que podías acceder tras acabarte el juego, y en los que te enfrentabas a un científico loco que liberaba contra ti perros bípedos, armaduras animadas, zombies explosivos y muñecos gigantes de hojalata…. ¡Divertidísima!

El siguiente capítulo de la serie que yo tuve (luego hablaremos de los de PC) aparece ya para la siguiente generación de consolas: Xbox, GameCube y, en mi caso, Playstation 2. De hecho, fue uno de los primeros juegos que tuve para esta consola, allá por junio de 2002. Su título era esta vez Frontline, y se centraba en la Operación Market-Garden (aunque nos transportaba desde Francia a Alemania). Aunque impresionado por las nuevas posibilidades gráficas de la máquina de Sony, y en general agradado por el videojuego, he de decir que me frustró un poco el difícil manejo del punto de mira que se usaba para disparar a los objetivos enemigos, bastante complicado de cuadrar con precisión. Por fortuna, esta deficiencia técnica se solventó en posteriores entregas de la saga.

Las ediciones para PC a partir de 2002 empiezan a incorporar a la saga opciones como manejar vehículos o formar parte de un pelotón.

Hasta principios de 2003 no había podido tener aún mi propio ordenador personal. Cuando lo hago para esas fechas adquiero, por supuesto, la entrega para PC –Allied Assault,  que ya había aparecido el año anterior– en un pack que lleva también su primera expansión, Spearhead, y la banda sonora. Poco después me hago con otro módulo para la versión de PC: Breakthrough, y todos ellos confirman mi admiración por la saga llevándome a nuevos escenarios del conflicto bélico que asoló al mundo entre 1939 y 1945: el Paso de Kasserine, las Ardenas, Monte Cassino y Monte Battaglia y muchos otras batallas clásicas de la II Guerra Mundial. Por desgracia, y seguramente debido a mi ineptitud informática, no consigo jugar a una expansión descargable realizada en nuestro país que utiliza el motor y el juego base de PC para ambientarnos en la propia Guerra Civil Española. Es una asignatura que aún tengo pendiente. También a partir de estas versiones para ordenadores domésticos se empiezan a introducir en la serie otras modalidades de juego que nos permiten viajar en vehículos de combate, ya sea en calidad de conductor, de artillero, o de ambos, y hasta formar parte de un pelotón.

Arena y cal
La saga creada por Spielberg continúa en Playstation 2 con tres juegos más: Rising Sun (2003) nos traslada por primera vez al teatro de operaciones asiático y nos enfrenta a las temibles topas japonesas. Es indiscutiblemente el peor título de la franquicia, con terribles deficiencias técnicas y tan decepcionante que es el único de todos los Medal of Honor que sólo he jugado una vez. Ni misiones tan sugerentes como Pearl Harbor, Manila o Guadalcanal consiguen cautivarme. El batacazo de esta entrega es tan grande que una secuela que se había concebido acaba siendo anulada. Por fortuna, Electronic Arts se redime de su desatino con el estupendo Allied Assault, el segundo título para PS2 de los tres que habíamos adelantado, y que llega a las tiendas en 2005. Dos años más tarde aparece Vanguard, algo inferior en calidad al anterior pero que, a pesar de un comienzo un tanto flojo, ofrece algunas misiones interesantes hacia su segunda mitad.
Títulos para PC y otras consolas

Por supuesto, como hemos visto, la gama no se limita sólo a la consola de Sony: en 2004 aparece para PC Pacific Assault, que también adquiero, aunque me encuentro con que mi ordenador no puede reproducirlo en condiciones debido a sus prestaciones. El juego queda aparcado durante años y lo cierto es que aún lo tengo pendiente por ahí. Otros títulos para otros soportes que aparecen en la primera década del siglo XXI son Medal of Honor: Infiltrator (Game Boy Advance, 2003), Medal of Honor: Heroes (PlayStation Portable, 2006) y Medal of Honor: Heroes 2 (Wii y PlayStation Portable, 2007). Por supuesto, muchos de los productos previamente citados para Playtastion aparecen también para otros aparatos de la competencia.

Entre los primeros juegos que se publican para la recién comercializada Playstation 3 en 2007 está Medal of Honor: Airborne, con el que la saga salta a la que, de momento, es la última generación de consolas. Yo lo adquiero al año siguiente de segunda mano. Es exactamente mi segundo juego para la nueva máquina, y para mí mantiene el nivel en general de esta serie de la que soy gran entusiasta. Una novedad específica de esta entrega es que llegas a los escenarios saltando en paracaídas desde un avión, y que puedes elegir el punto en el que caes. Hace tiempo que se acabaron en Medal of Honor los encorsetados mapas “pasilleros” en los que prácticamente tenías que seguir un camino lineal y exacto impuesto por las limitaciones técnicas de las anteriores consolas: en las últimas entregas de la serie, hay mucha mayor flexibilidad y libertad a la hora de mover a nuestro personaje y no debes necesariamente seguir los objetivos de cada misión en un orden estricto. El título incorpora algunas novedades como la posibilidad de mejorar las armas y, como manda la moda, la opción de jugar online. Además, las nuevas posibilidades gráficas de la PS3 mejoran obviamente el apartado visual. ¡Qué diferencia con aquellos primeros Medal de 1999 y 2000!

Cambio de tercio y resumen
Hace ahora dos años aparecía la primera entrega de la serie que no me iba a comprar; la razón es sencilla: debido al éxito de otros títulos de compañías rivales como Call of Duty: Modern Warfare, la franquicia de Electronic Arts decide por primera vez en la trayectoria de Medal of Honor cambiar su ambientación histórica, trasladándola a la más reciente y todavía activa Guerra de Afganistán. Para mí supone toda una decepción, ya que no me interesan demasiado los videojuegos que se ambientan en conflictos modernos. Me parece, además, una renuncia un tanto deshonesta por parte de los creadores de MoH al espíritu e ideas originales de la saga, aunque entiendo que se adapten a lo que vende y está de moda. En cualquier caso, por estos motivos, decido no adquirir esta nueva entrega de la serie, que por cierto no lleva más título que el genérico de toda ella: Medal of Honor. La secuela está prevista para estas mismas fechas (finales de octubre de 2012) y se llama Warfighter, pero, en principio, no llevo idea de jugar a estos juegos, a no ser que los llegue a alquilar o los encuentre a precios irrisorios. Ha sido todo un golpe para un seguidor de la franquicia desde sus comienzos y lamento que no nos devuelvan a su entorno original en los primeros años 40 del siglo XX. Batallas y escenarios hay muchos si no se limitan a aquellos protagonizados por tropas estadounidenses. ¡Y tampoco estaría mal alguno en la Guerra Civil Española o incluso en la I Guerra Mundial!

Pantallas de algunos de los últimos Medal of Honor (Vanguard, Airborne y MoH 2010), en los que se pueden apreciar  claramente los
 obvios avances infográficos con respecto a sus antecesores

Los Medal of Honor, próximos a cumplir, si habéis llevado la cuenta, trece años de historia y catorce entregas, han sido de gran relevancia en mi faceta de videojugador desde que volví a este divertimento hacia 1999. Aunque han aparecido otros productos claramente inspirados en ellos y los he probado casi todos, no me han marcado tanto ni me han gustado como ellos. Por ejemplo, he jugado a casi todos los Call of Duty y, a pesar de que nos trasladan a ambientes mucho más variados que los Medal dentro de la II Guerra Mundial (por ejemplo, un escenario que me fascina tanto como Stalingrado), no me han acabado de cuajar del todo porque tienen mecánicas y elementos muy diferentes a los de sus competidores de EA, y quizá estoy demasiado acostumbrados a los de estos últimos: por ejemplo, me agobia visualmente el exceso de iconos mostrando las posibles acciones que el personaje puede realizar y que para mí le quitan realismo al juego, o el sistema de salud en el que, si te escondes cuando te están hiriendo, te recuperas completamente. Tampoco me gusta el hecho de tener que jugar dentro de una escuadra de soldados a los que tienes que seguir (¡incluso cuando tú estás al mando!) y que a menudo arruinan las misiones de sigilo o ataques ventajosos. Es cierto que algunos de estos elementos también fueron introducidos –temporal o definitivamente– en la saga Medal of Honor. La verdad es que echa uno de menos los tiempos en que iba él solo a lo largo de toda la aventura enfrentándose a todos los enemigos y sin compañeros a los que acompañar o liderar, aunque esto se hiciera por restricciones técnicas y sea, en este caso, más verídico que un soldado no combata sin ayuda. Otra impresión negativa que tengo de los Call of Duty es la de que muchas veces estás limitándote a ver un largo vídeo en el que apenas tienes iniciativa ni independencia. Es lo que pasó con el último de ellos al que jugué, el ya citado Modern Warfare, en el que prácticamente me limitaba a seguir a mi grupo, a obedecer sus órdenes, y a acabar con los pocos enemigos que me dejaban.

El tirón que tuvo la II Guerra Mundial en los videojuegos parece que ha cesado por el momento. La versión remozada de Sniper Elite que salió este año –y que espero poder adquirir pronto– es uno de los pocos títulos que nos devuelven a la guerra de Hitler y compañía. Pero, como todo es cíclico, no me extrañaría que pronto se volviera a poner de moda el conflicto en el mundo infográfico y comenzaran a aparecer nuevos títulos que nos permitan manejar otra vez la clásica MP-40 y demás viejas armas de aquella época que la seguridad de la distancia nos permite ver hasta con un cierto halo de romanticismo…

domingo, 21 de octubre de 2012

Looper

Voy a tener que plantearme esto de prendarme de actrices tan prolíficas como lo es Emliy Blunt porque terminaré arruinándome intentando seguir fielmente sus trabajos: nada menos que cinco largometrajes ha estrenado la londinense en nuestro país este año: La pesca del salmón en Yemen, que pudimos ver el pasado mayo, El amigo de mi hermana y Eternamente comprometidos (ambas en septiembre ) y Looper este mismo mes, además de su pequeña intervención en Los Muppets, único de estos títulos que no he visto en pantalla grande y que destiné finalmente para formato doméstico. La chica está viviendo desde luego un gran momento profesional y no parece faltarle trabajo, más aún teniendo en cuenta que se compromete por igual a participar en grandes superproducciones de Hollywood que en películas independientes, abarcando por ello una amplia gama de posibilidades artísticas.

Tras una serie de comedias más íntimas y sencillas, Emily se traslada con esta Looper de Rian Johnson al terreno de la ciencia ficción: en el año 2074, el hombre ha descubierto como viajar en el tiempo, pero este proceso está prohibido. Sin embargo, las bandas mafiosas lo utilizan para enviar a personas que quieren ejecutar hasta tres décadas atrás –el presente de la película– donde secuaces especializados –los loopers del título– las eliminan con impunidad. Joe (Joseph Gordon-Levitt) es uno de estos matones que un mal día descubre que le han enviado a su propio yo futuro (Bruce Willis) para que acabe con él, cosa que no hace, iniciándose por ello toda una serie de peripecias que pondrán en peligro las dos épocas en las que vive el protagonista, presente y futuro.

El personaje de Emily Blunt (Sara) tarda un poco en aparecer en la cinta, pero se impone más que relevante en el devenir de la historia al ser la madre de un niño muy especial con el que querrá acabar el Joe mayor y al que se empeñará en proteger el Joe joven. Con ello, una inevitable ristra de conflictos, dudas y cuestiones habituales en las películas que tratan el tema del viaje en el tiempo: ¿cómo afectará el comportamiento de uno u otro Joe a su versión de otra época? ¿Podemos cambiar el pasado o modificar un futuro que, en realidad, ya ha ocurrido? ¿Es el tiempo cíclico? ¿Se puede romper o alterar ese ciclo? La película se desarrolla con una trama que, sin ser especialmente original, tampoco es por ello aburrida, y que tiene un ritmo algo contrapuesto que combina escenas más sosegadas, digamos “de conversación”, con otras de tensión y tiroteos, por fortuna, no demasiadas y más o menos bien repartidas para equilibrar la narración y dotarla de cierta y agradecible carga dramática. El trío protagonista me parece lo suficientemente efectivo y correcto, siendo el personaje de Bruce Willis el menos atractivo de los tres sobre todo en algunos momentos en que parece estar recorriendo de nuevo sus habituales “junglas de cristal”. Aún con todo, su presencia es indispensable en la trama y sirve como contrapunto a la pareja protagonista, Gordon-Levitt y Blunt, ganando el personaje de esta última interés conforme avanza la historia.

Por cierto, la película es futurista y tiene algunos modernos gadgets y máquinas, pero no esperéis algo en la línea de Desafío total, con avanzados robots, artefactos prodigiosos y kilométricos rascacielos: buena parte de ella transcurre en un sencillo ambiente rural, en la granja en la que trabaja el personaje de Emily Blunt a la que, alejada de sus más habituales chicas elegantes y sofisticadas, encontramos aquí haciendo de redneck rubia, de manos callosas y tostada por el sol. Sigo prefiriéndola morena.

martes, 16 de octubre de 2012

Frankenweenie

Sin lugar a dudas, una de las más simpáticas adaptaciones que ha tenido la inmortal novela de Mary Shelley; o, más concretamente, debiera decir la legendaria película de James Whale, ya que este Frankenweenie de Tim Burton se basa más directamente en el clásico de 1931 que inmortalizó a Boris Karloff. Es a la vez, como sabrá casi todo el mundo, un remake de un cortometraje que el mismo Burton realizara en 1984, cuando aún se intentaba abrir camino en el panorama fílmico internacional. De aquella primera versión el director sigue conservando, además de la idea principal, la audaz fotografía en blanco y negro (toda una osadía hoy en día), pero decide cambiar la acción real por la impagable animación con marionetas.

En esta ocasión, Víctor Frankenstein es un niño que vive en una entrañable ciudad con un claro aire fifties que pierde a su querido perro en una accidente y que, inspirado por las lecciones de su profesor de ciencias, decide resucitar a su mascota valiéndose de la electricidad. El experimento no podrá permanecer oculto durante mucho tiempo: otros compañeros de clase de Víctor acabarán enterándose y querrán ser partícipes del secreto del precoz científico, lo que, naturalmente, acabará provocando una serie de catastróficas a la vez que risibles situaciones en la localidad.

Me apena decir que no ha sido un largometraje que haya disfrutado enormemente. Quizá tengo ya demasiada edad para hacerlo con productos que, como este, van destinados claramente a un público infantil. Y eso a pesar de que éste difícilmente podrá apreciar los muchísimos, muchísimos guiños que Burton hace a todos los mitos del fantástico literario, cinematográfico y televisivo con los que él y yo hemos crecido y que hacen que, al contrario que lo que les pasa a otras personas, para mí este director nunca deje de ser interesante: a lo largo de la escasa hora y media de Frankenweenie encontramos referencias a Edgar Allan Poe, Ray Harryhausen, las películas de la Hammer y de la Tojo, y a todos nuestros queridos actores, personajes y monstruos de la Universal y de otras producciones del fantástico. Impagables los compañeros y amigos del muchacho protagonista, como su vecinita Elsa Van Helsing, el jorobado Edgar, la niña zombie, el chico que parece Boris Karloff, la perra caniche con el  peinado de Elsa Lanchester en La novia de Frankenstein y, sobre todo, ese maestro de escuela que es claramente un homenaje al gran Vincent Price.

jueves, 11 de octubre de 2012

Leningrado

Tengo que admitir que nunca he sido muy ducho en cine ruso, ni antiguo, ni moderno. Por un lado, tiendo a pensar que la sensibilidad y temáticas de las películas de esta nacionalidad no son las que más se adaptan a mis gustos; por otro, simplemente, no tengo demasiadas ocasiones de “arriesgarme” ni siquiera a ver cintas de aquel país, ya que muchas de ellas no se acercan ni remotamente a los circuitos cinematográficos, ni siquiera domésticos, habituales en España. Sin embargo, de vez en cuando se lleva uno sorpresas como este largometraje de 2009, Leningrado, que descubrí directamente en alquiler y me gustó tanto que hasta acabé finalmente adquiriéndola en DVD. También es cierto que es un producto con clara proyección internacional, con un destacable presupuesto y un elenco de actores principales de reconocida fama mundial; probablemente, no una película rusa más estándar.

El film toma como base, por supuesto, el terrible asedio al que estuvo sometida esta localidad soviética durante dos años y medio entre 1941 y 1944: para evitar tener que capturar la ciudad y hacerse cargo de su extensa población de tres millones de habitantes, el ejército alemán –con la ayuda del finlandés– decidió simplemente sitiarla y dejar a sus pobladores morir de hambre y de frío. Las gentes de Leningrado resistieron sin apenas alimentos durante 900 días valiéndose de todos los recursos que pudieron sacar: desde comerse a los animales de la ciudad hasta recurrir a la antropofagia, pasando por la ingestión de maderas, papeles y cuantas sustancias pseudo-alimenticias tenían a mano. Se calcula que cerca de la mitad de la población de la ciudad pereció durante el largo asedio, aunque el número reconocido oficialmente fue menor.

En este contexto histórico, el director Aleksandr Buravsky nos presenta una película dura, verídica, que muestra la tragedia que fue el cerco de la urbe sin caer en el sentimentalismo facilón a lo Spielberg. Se trata de una coproducción con el Reino Unido que no se centra en las secuencias de acción bélica (hay muy pocas) sino en el drama humano protagonizado por una serie de personajes que quedan encerrados en la ciudad, principalmente el de la periodista británica a la que encarna Mira Sorvino, el de la joven miliciana  interpretada por Olga Sutulova y el del muchacho enfermo al que da vida Vadim Loginov. El reparto lo completan Gabriel Byrne como el colega y amigo de la periodista y el impecable Armin Mueller-Stahl, habitual en cintas de la II Guerra Mundial, aunque normalmente en el bando contrario (aquí hace de general alemán).

Siento una enorme admiración por el pueblo soviético de la época que retrata la película, que tuvo que soportar a dos de los monstruos más grades del siglo XX: Hitler y Stalin.

Enlaces de interés:
Impresionante montaje fotográfico de imágenes de Leningrado durante el asedio y en 2009 partiendo de los mismos lugares y perspectivas.

sábado, 6 de octubre de 2012

El jinete del tiempo

Años antes de que Michael J. Fox retrocediera al lejano oeste con su famoso Delorean, ya lo había hecho el bueno de Fred Ward con una sencilla motocicleta customizada; eso sí: su viaje, al contrario que el de Marty McFly, no fue voluntario: participando en unas pruebas de motocross, el experto piloto interpretado por Ward cruza accidentalmente una zona en la que están probando un dispositivo experimental de viaje en el tiempo. Sin ser consciente de ello, se encuentra de repente en un pequeño pueblecito mexicano en el que todos visten “a la antigua”, en el que residen un peculiar sacerdote (Ed Lauter) y una bella pistolera (Belinda Bauer) y al que acosa la inevitable banda de forajidos liderada por el malo de turno (un simpático Peter Coyote), que ahora se empeña en apoderarse de la extraña máquina rodante en la que ha llegado el desprevenido viajero temporal.

Efectivamente: El jinete del tiempo (Timerider: The Adventure of Lyle Swann) es la película que motivó mi anterior entrada-homenaje a la actriz Belinda Bauer, y que revisité esta semana después de muchos, muchos años. Recuerdo haberla visto en mi adolescencia –creo que en la desaparecida Terraza Nit de mi localidad– pero ni siquiera me acordaba ya ni de quiénes eran sus intérpretes. Aunque luego he visto muchas otras películas de Ward y de Coyote, este fue posiblemente mi primer encuentro cinematográfico con ambos. No recuerdo la impresión que este film de William Dear me produjo en su momento; es posible que para alguien de la edad que yo tenía entonces pudiera ser emocionante, pero a día de hoy me parece una película nimia y bastante simple a la que no ayuda precisamente la horrible banda sonora (sintetizadores a mansalva: ¡eran los 80!), la escasa trama, y la mayoría de interpretaciones un tanto superficiales. Si algo salva el largometraje es el habitual filtro nostálgico con que se vuelven a ver todas aquellas cintas que, en mayor o menor medida, forjaron en los cimientos de nuestro amor por el Cine.

Oh, por cierto: hay en Timerider una divertidísima anécdota de esas sobre “paradojas temporales” tan habituales en películas de viajes en el tiempo que fue incluso parodiada en la serie Futurama: el protagonista tiene una relación íntima con la chica en la cinta y acaba descubriendo que es... ¡su propio tatarabuelo!

viernes, 5 de octubre de 2012

Anónimos populares: Belinda Bauer

Revisitando una vieja película del género fantástico que vi en mis años mozos –El jinete del tiempo– me he reencontrado con una actriz que me era bastante familiar en aquella época, los 80, y que, sin embargo, había prácticamente desaparecido de mi banco de datos fílmicos cerebral. El olvido parece bastante justificado, ya que la chica en cuestión, Belinda Bauer, abandonó la interpretación hace ya dieciséis años. Quiero aprovechar la excusa de esta reunión cinematográfica para recordar un poco la no muy larga carrera artística de esta australiana…

Nace como Belinda Jane Taubman un 13 de junio de 1950, en una familia acomodada dueña de la empresa nacional Taubman Paints. Su atractivo físico pronto la encamina a flirtear con diversos concursos de belleza de Sydney y a la inevitable carrera de modelo –también estudia ballet–. Finalmente, acaba abandonando su país para buscar fortuna en EE.UU. como actriz.

En su época de modelo, portada
de la revista Esquire en 1977
Se inicia en el cine ya cerca de la treintena con muy buen pie, ya que en Muertes de invierno, de 1979, le acompañan nombres de la talla de John Huston, Eli Wallach, Sterling Hayden, Toshiro Mifune o Anthony Perkins, además del actor principal, Jeff Bridges. Con él repetirá en su segundo trabajo The American Success Company.

Los ochenta serán la mejor época de Belinda –quien ya ha adoptado el apellido artístico Bauer– en lo que a cine y televisión se refiere, ya que alterna durante toda la década ambos medios. Curiosamente, va a ser una habitual de las producciones fantásticas, género que me gusta mucho y que es la principal razón de que la actriz me llamara la atención en su momento: prueba de ello son los telefilmes El arquero de fuego, Mi querida extraterrestre y hasta una curiosa adaptación de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde (Sins of Dorian Gray) en la que ella misma interpreta al personaje del título. Para la gran pantalla interviene en la ya clásica Flashdance, compitiendo en sensualidad con la protagonista Jennifer Beals, en la ya citada El jinete del tiempo y, hacia finales de la década, en los que probablemente sean sus dos películas más populares e interesantes: Robocop 2  y el thriller Los crímenes del rosario.

En Robocop 2, uno de sus trabajos más populares
No obstante, para ser sinceros, a posteriori da la impresión de que el momento de Belinda no le acaba de llegar, sea por falta de suerte o de talento. En los 90 interviene en episodios de algunas series clásicas como Diagnóstico asesinato, Se ha escrito un crimen o Medias de seda y en películas fantásticas y de acción como Acto de piratería, Necronomicón o Los sirvientes del crepúsculo, pero nuestra homenajeada no logra hacerse con un hueco destacable entre la fauna hollywoodiense. En 1996 participa en el film erótico Fuego de pasión y deja la interpretación para dedicarse a la psicología profesional, carrera que ejerce desde entonces. Por cierto: ¡no debe confundírsele con la escritora británica del mismo nombre!

domingo, 30 de septiembre de 2012

También adiós a Herbert Lom

Y nos va a tocar terminar el mes con otra noticia triste, ya que me acabo de enterar de la muerte del actor Herbert Lom. Su larga carrera comenzó en su Checoslovaquia natal en 1937, aunque muy pronto se trasladó a Inglaterra, donde pasaría el resto de su vida. En el aún cercano 2004 trabajó por última vez para la (pequeña) pantalla en un telefilm de la serie sobre Miss Marple interpretada por Geraldine McEwan.

Fue eminentemente un actor secundario, y actuó a menudo en filmes de misterio y fantasía. Es por eso que yo le recuerdo sobre todo en películas como la versión de la Hammer de El fantasma de la Ópera (¡de niño me aterró!), La isla misteriosa de Ray Harryhausen (era el mismísimo Capitán Nemo), Refugio Macabro, una de aquellas cintas multi-historias tan habituales en la Amicus, y otros títulos como Ahora empiezan los gritos o hasta la más moderna La zona muerta. Pero Lom no se amedrentaba ante ningún tipo de personaje y así, los amantes del cine histórico-épico (entre los que también me encuentro) nunca le olvidaremos como Napoleón Bonaparte en Guerra y Paz de King Vidor, como el malvado Ben Yussuf en El Cid, ni en su intervención en la mítica Espartaco. En el apartado de la comedia será siempre recordado como el Inspector Dreyfus en la saga de la Pantera Rosa. También coincidió con Peter Sellers en la clásica El quintento de la muerte.

Herbert Lom fallecía el pasado jueves 27 a la avanzada edad de 95 años: los había cumplido el día 11 de este mismo mes. Por cierto, el nombre que le pusieron cuando nació en Praga (en aquel entonces, parte del Imperio Austro-Húngaro) fue Herbert Charles Angelo Kuchacevich ze Schluderpacheru. ¡Menos mal que se le ocurrió abreviarlo!

jueves, 27 de septiembre de 2012

Andy Williams

El pasado martes nos dejaba a los 84 años uno de los grandes crooners del siglo XX, Andy Williams. No he sido nunca un gran seguidor de él, pero sí admirador de algunas de sus versiones, como las que hizo de los respectivos temas principales de las películas Desayuno con diamantes y En una isla tranquila al sur (Theme From A Summer Place, que ya seleccioné en un artículo anterior). Quiero rendirle homenaje, por lo tanto, con este maravilloso Moon River que siempre consigue ponerme la carne de gallina y que evidentemente me remite de manera indeslindable a mi actriz favorita, la exquisita Audrey Hepburn.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Jane Eyre

Michael Fassbender y Mia Wasikowska protagonizan esta nueva versión
A pesar de mi predilección por la literatura inglesa del siglo XIX, nunca he leído a Charlotte Brontë (sí a su hermana Emily). Sí que he visto, sin embargo, varias adaptaciones de su novela más conocida, Jane Eyre, entre ellas el clásico de Robert Stevenson de 1941 interpretado por Joan Fontaine (y que aquí conocimos como Alma rebelde), o la protagonizada por Charlotte Gainsbourg y dirigida por Franco Zeffirelli en 1996. Esta nueva versión del año pasado se me escapó en su estreno cinematográfico, y ahora me hago con ella y la veo, al fin, aunque sea en el más pobre formato televisivo.

Es el segundo largometraje del director estadounidense de origen sueco-japonés Cary Fukunaga, y sin duda la ascendencia asiática de éste se adivina en la delicadeza y el lirismo -elementos muy habituales en el cine chino y nipón-, con que está fotografiado y narrado el film y en muchos otros aspectos. Transmite con acierto ese aire melancólico y algo trágico, a veces hasta fantástico, que parece inherente a la obra de las hermanas Brönte, a juzgar por lo que conozco de ellas (encuentro ciertas similitudes con Cumbres Borrascosas). El cada vez más de moda Michael Fassbender es el encargado de poner rostro esta vez al señor Rochester, y en papeles secundarios destacan Jamie Bell y la veterana e infalible Judi Dench (también aparece brevemente una debilidad mía como es Sophie Ward), pero la película está sin duda al servicio del lucimiento de la joven australiana Mia Wasikowska, una actriz en la que no había reparado hasta Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton (después la he visto también en Albert Nobbs) y a la que predigo un gran futuro en el cine porque apunta claramente maneras de convertirse en una gran profesional. Me ha fascinado su fotogenia y la fuerza que transmite en pantalla simplemente con esa mirada tan absorbente que tiene. Entre ella, y esa ambientación decimonónica y victoriana que tanto me gustan, he pasado dos horas de casi total embeleso viendo una historia que en realidad ya conocía y que, a priori, podría resultar aburrida y predecible cual comedia sentimental hollywoodiense (aunque, en este caso, se trate de un melodrama) ya que, como éstas, gira en torno a la dificultosa relación de dos personas (una modesta institutriz y su rico señor) que sabemos en todo momento que van a acabar juntas (una línea argumental, por cierto, muy típica también de la colega y precursora de Charlotte Brönte Jane Austen).