Mi asistencia el pasado fin de semana al XVII Concurso-Feria de Modelismo de Torrent (Valencia), me da la perfecta excusa para traer a colación otra de los grandes aficiones de mi vida (aunque un tanto abandonada últimamente) y, siempre con vuestra paciencia e interés, de abrir de nuevo el “baúl de los recuerdos” y rememorar cómo me inicié en ella: hablo del modelismo, miniaturismo, maquetismo o como le queráis llamar; ese excéntrico hobby ya casi en desuso que consiste en montar pieza a pieza una réplica a pequeña escala de un vehículo, edificio, personaje, etc, para después pasar a pintarla armados de pincel o aerógrafo y, quizás, finalmente, integrarlo en el súmmum de este esforzado arte: un diorama, la representación en miniatura de una escena de la vida cotidiana, de una película, de una batalla o de cualquier otra cosas que cruce nuestra imaginación.
La Prehistoria
Sobres Montaplex: el origen de una afición |
Como cualquier otra afición, el modelismo no llegó a mi vida de la noche a la mañana ni en un día claramente señalado. Sí que tengo, sin embargo, dos recuerdos clave sobre el hobby que contaré enseguida, pero antes, un poco de prehistoria: la de un niño que en los años 70 encontraba en quioscos y jugueterías infinidad de tanquecitos, aviones militares, pequeños soldados en sobres de papel, y figuras articuladas como los añorados Geyperman o Madelman a los que se vestía con uniformes de diferentes ejércitos de la Historia (no olvidemos también los álbumes de cromos Maga, los Tente o los entrañables Kalkitos). En aquella época –hoy en día por lo visto ya no– parecía normal proporcionar a los pequeños muchos ratos de diversión con productos de este tipo, a pesar de su evidente morbo y violencia implícita. Aquel infante, obviamente, era yo y, aunque para decepción de muchos psicólogos, no acabé convertido en una persona agresiva ni en un psycho-killer pese a tales antecedentes (ni siquiera hice la “mili”), sí que crecí fascinado por todo aquel mundillo bélico cuyo verdadero significado y origen mi joven mente difícilmente podía discernir entonces. Aquellos antiguos sobres de papel de la marca Montaplex me familiarizaron muy pronto con los nombres de muchas batallas de la II Guerra Mundial –y de otras épocas– como El Alamein, Sidi-Barrani, Tobruk, Iwo Jima o Stalingrado. En ellos, y sobre todo en los rústicos tanques de plástico que aparecían en su interior, y que se montaban fácilmente encajando las piezas por presión, tenemos sin duda el germen de mi afición al modelismo y a la historia militar reciente. Si seguís leyendo, creo que me daréis la razón. Fin del capítulo sobre Paleontología…
La primera maqueta que tuve, que me regaló y montó mi abuelo |
El primer recuerdo clave que tengo sobre el modelismo se lo debo a una persona a la que quise mucho: mi abuelo materno. Durante, un tiempo, debido a la temprana pérdida de mi abuela, estuvo viviendo con nosotros. Una noche, estando en un banquete en un restaurante (una boda o algo así), me dijo: “Te he traído una cosa de Valencia que luego te enseñaré”, o algo similar. Efectivamente: mi abuelo había estado en la capital y me había comprado una maqueta de las de verdad, la primera que tuve en mi vida. La recuerdo perfectamente y, de hecho, todavía la conservo: era el tanque M36 Jackson a escala 1/35 de la marca Tamiya, que además incluía un motorcito en su interior que, una vez encajado, permitía al pequeño vehículo desplazarse sobre sus orugas al igual que sus equivalentes más grandes. Como yo era demasiado pequeño, fue mi abuelo el que montó la maqueta con gran acierto, con la salvedad de que no la pintó (esa tarea la acabaría yo años después). Posteriormente me compró un barco pesquero de madera, de esos con muchas poleas y cuerdas, pero este no llegó a acabarlo. Pasarían algunos años antes de que me decidiera a adquirir una maqueta por iniciativa propia...
Un kit decisivo
Con el Komet de Heller considero que empieza verdaderamente mi afición al modelismo |
El segundo recuerdo clave sucede a finales de 1982: en una librería de mi pueblo han traído varias maquetas de aviones de la marca Heller, y me decido a comprar una de ellas: se trata del Messerschmitt Me 163 Komet a escala 1/72, y es con esta referencia con la que considero que se inicia de una manera más clara y “oficial” mi pasión por el modelismo, aunque antes ya había adquirido algún que otro kit de manera casi casual (una de ellas el Messerschmitt Me 262 a 1/144 de Revell, que compré en una tienda ¡de labores! de Segorbe y que pinté, a falta de mejor material, con óleos que me dejaron mis vecinos). A partir de la compra del Komet, una “vorágine” modelista: empiezo a coleccionar catálogos, cuyas imágenes devoro una y otra vez (me embriagaba visualmente con los dioramas), me familiarizo con marcas como Airfix, Matchbox, Monogram, Esci, Nichimo, Italeri o las ya citadas Tamiya y Revell y, cuando mi escaso presupuesto me lo permite, voy comprando nuevas maquetas, normalmente vehículos y aviones militares, ya que en aquella época era lo más habitual. En mi pueblo no se podía encontrar una gran oferta de maquetas: algunas jugueterías como la clásica Clavel o la tienda que había al lado (¿cómo se llamaba?) tenían unas pocas, librerías como la antes citada (Géminis, pero también su vecina Ana Garzón) ofrecían alternativas, y hasta lugares tan atípicos como la ya desaparecida Casa Madurga –dedicada a la venta de botones, lanas y similares– almacenaba en sus viejos estantes algunas maquetas sobre las que se acumulaba el polvo.
Recuerdo con diversión mi absoluta virginidad modelística y mi casi total ignorancia sobre cómo debía abordar el montaje y la pintura de los modelos que adquiría. Por entonces no existían apenas publicaciones nacionales sobre el tema ni conocía a otros aficionados más aventajados que me pudieran instruir, aunque muchos otros amigos míos tontearon algún tiempo con el hobby y también se compraron los avioncitos y tanques de rigor. Mis primeras maquetas las cortaba con un burdo cúter estándar, las pegaba nada menos que con pegamento Supergen (que quema el plástico) y las pintaba con témperas La Pajarita, que se pelaban al menor roce… Aún con todo, disfrutaba enormemente la construcción y acabado de todas aquellas piezas –que, naturalmente, concluía con el añadido de las calcomanías de rigor– como posiblemente no lo he hecho en años posteriores con más conocimientos y habilidad para abordar este trabajo. Coleccionaba además sus instrucciones de montaje y las ilustraciones y fotos de sus cajas, que solía recortar para ahorrar espacio.
"Modelismo & Historia": un gran descubrimiento |
Paralelamente, crecía en mí un interés por los conflictos bélicos, principalmente por la I y II Guerras Mundiales y por la Guerra Civil Española, y una fascinación por los artilugios (tanques, blindados, aviones, armas de mano… los barcos siempre me llamaron menos) utilizados en estas contiendas y que, vaya, al fin y al cabo, y mirándolo seria y fríamente, no eran más que ingenios para matar… Siempre que podía me compraba algún libro, revista o fascículo sobre esta temática, y uno de mis grandes descubrimientos al respecto se produjo en 1984 cuando, en un viejo quiosco de mi localidad que ya no existe, descubro fascinado ¡una revista española de modelismo! Se trataba nada más y nada menos que del nº15 de la legendaria “Modelismo & Historia”. Aquella publicación abre para mí muchas perspectivas, y recuerdo con que ansiedad e impaciencia aguardé la salida de la siguiente entrega, que pedí que me reservaran en aquel establecimiento. La seguí coleccionando hasta su último número, y posteriormente compraría su publicación heredera (creada por los mismos editores), “Todo Modelismo” (después “Euro Modelismo”) durante bastantes años.
Avanzando
Ya más mayorcito, y al igual que he contado en entradas sobre otras aficiones, empiezo a aventurarme en la capital valenciana, primero ocasionalmente, luego ya con asiduidad, puesto que estudiaba en ella. Todo un montón de nuevas opciones y posibilidades modelísticas se abren entonces ante mí, y frecuento establecimientos como Maquetas Lara, la cercana Maquetas Altarriba, Maquetas Jiménez, 5ª Avenida y muchos otros comercios del hobby, algunos de ellos por desgracia ya cerrados. Empiezo a conocer los trucos, técnicas y materiales más habituales de esta afición, y ya hace tiempo que he sustituido las témperas por el clásico bote de esmaltes Humbrol y empezado a comprar herramientas y complementos propios del modelismo.
Los vehículos de la marca Matchbox me encantaban porque llevaban siempre un pequeño diorama |
Precisamente sobre mi primera “incursión” a una tienda de maquetas de Valencia tengo un recuerdo muy especial que me gustaría también relataros, ya que he dado rienda suelta a mi vena nostálgica: estando en 8º de EGB, nuestro curso realizó una visita cultural a la capital del Turia. Uno de nuestros profesores, también aficionado al modelismo y a los wargames, nos prometió llevarnos a alguno de estos comercios miniaturistas, y el elegido en primer lugar fue precisamente Maquetas Lara, una entrañable tiendecita fundada en los años 60 que en aquella época hacía esquina entre la calle del Mar y la calle Comedias, en pleno centro de Valencia. Lara era una tienda de reducidas dimensiones pero muy bien surtida, repleta de la más variada oferta modelística que se podía encontrar por entonces. Disponía además de un almacén cercano que complementaba su amplio stock. Pues bien: nuestro profesor nos llevó a ella. Personalmente, yo no cabía en mi gozo rodeado de tantas piececitas de plástico, y me embelesé revisándolas hasta que me decidí por una de las que se ajustaban a mi reducido capital: un Krupp Protz con cañón de 3.7 mm de la marca Matchbox que me dispuse a pagar. Algunos de mis compañeros no fueron tan honestos como yo y, aprovechando el caos y al confusión de toda la chiquillería que se había metido en la tienda, decidieron agenciarse gratuitamente algunos modelos y escabullirse con ellos. Resultó que un conocido de la tienda se percató y se lo hizo notar al dueño, cuyo enfado fue grande y comprensible. Aquel señor era el padre del propietario actual, Antonio Lara, y el suyo sería el comercio de modelismo que más frecuentaría en mi vida. Me alegra decir que sigue en activo después de varias décadas y trasladado a un local cercano mucho más grande en la calle del Mar, nº43. Últimamente no lo visito tanto porque estoy algo apartado del hobby, pero siempre que tengo ocasión paso a saludar a Toño, al que conozco ya muchos, muchos años. Aquí tenéis su web: http://modelismolara.com/ (no cobro comisión).
El Destructor Imperial de MPC, posiblemente mi primer kit fantástico |
¿Y la fantasía?
Llegados a este punto, aquellos que me conozcáis un poco quizá os estaréis preguntando si alguien tan aficionado al género fantástico como yo no se había interesado por las maquetas de ciencia ficción y similares. En realidad sí que lo había hecho: ya en mis primeros años, y con un grandísimo esfuerzo económico, conseguí hacerme con el ya clásico Destructor Imperial de MPC, distribuido por estos lares por la inglesa Airfix (tenía también su catálogo y alucinaba con los kits de La guerra de las galaxias). No obstante, a las maquetas de fantasía les costó mucho arrancar en España y ser aceptadas por sectores más tradicionales del hobby. Poco se podía encontrar en los primeros 80 en nuestras tiendas de maquetas aparte de los kits de la saga de George Lucas. En la transición entre aquella década y la siguiente ya fue más habitual ver en los comercios toda una serie de pequeñas figuras de metal inspiradas en los mundos de Tolkien, Lovecraft, Gygax y demás. Imprescindible volver a citar aquí de nuevo la labor de empresas como Joc Internacional o Juegos sin fronteras, ambas pioneras en la distribución de muchos juegos de mesa, rol y miniaturas. Se empezaron a hacer habituales marcas como Ral Partha, Grenadier, Mithril, West End Games o la todavía entonces modesta Games Workshop. Tampoco hay que olvidar la aparición en Valencia capital de la inolvidable tienda de juegos Ludómanos, que exhibía un importante stock de estas figuras. No obstante, yo seguía echando de menos a muchos personajes del cine fantástico que no parecían llegar aquí: monstruos, superhéroes, supervillanos, protagonistas de películas de culto… Los 90 iban a traer tímidamente a la vieja piel de toro un nuevo concepto de producto modelístico… el kit de garaje. Os seguiré contando en la próxima entrega. Por hoy creo que ya os he saturado bastante con “batallitas”…
(2ª parte aquí).
(2ª parte aquí).
Bonita historia, esta de maquetas.
ResponderEliminarNo dejas de sorprenderme, con la capacidad de rememorar detalles del pasado: fechas, marcas, modelos, etc. Supongo que uno si se para a pensar, e investiga un poco, también podría encajar ciertas piezas de historia personal, pero lo tuyo no tiene nombre... parece que lleves haciendo un diario personal desde que naciste, al cual puedas recurrir para tomar cualquier dato del pasado.
Como ya sabes, este tema es de mi interés, me alegra que lo incluyas en alguna mazmorra del castillo.
Estaré esperando nuevas entregas, escondido y en silencio, pero atento... en el pantano...
No, no llevo un diario personal. Hasta ahora no me había dado por redactar mis "memorias", y espero que la mente no me esté fallando en estos detalles, pero creo que no, que fueron más o menos así...
ResponderEliminarYa imaginaba que de diario no tirabas, lo decía por el lujo de detalles que describes en tus temas: fechas, nombres, modelos, etc. En las noticias generales me parece más fácil ya que puede hacerse a base de investigación pero en las que son mas personales, como te decía, me sorprende que conseves en la mente tantos datos.
ResponderEliminarYo no podría. Mi confusa mente no está para esos trotes, apenas doy para acordarme de lo del día siguiente...
BRAVO!!!!!!!!!!! Me alegra leer este "remembering" por aquí, que también me hace tener muy buenos y equiparables recuerdos de mis tiempos pretéritos. Espero que el artículo continue en próximas entregas. Hasta entonces...Un fuerte aplauso Lord Ruthwen!!!!!!!!!
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