"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 29 de abril de 2010

Los cines de mi vida (I)

En las salas de cine he pasado algunas de las horas más felices de mi vida y he encontrado mi gran pasión. Por el contrario, también me ha tocado vivir tiempos difíciles para estos locales, el triste cierre de muchos de ellos, y el terrible e incierto futuro que ahora contemplan. Este es un homenaje a los cines que he frecuentado o conocido a lo largo de más de tres décadas como aficionado, ilustrado con fotografías de muchos de ellos (o de los edificios que los sustituyen) realizadas en dos fechas distanciadas entre sí casi veinte años: las más antiguas fueron hechas en 1991 o 1992, y las últimas en abril de 2010.
(Atención: podéis ver las imágenes ampliadas pinchando sobre ellas.)

Primeros recuerdos
Exactamente no sé de dónde nació mi amor por el cine. No hay ningún antecedente claro en mi familia. Mi abuelo participó en obras de teatro amateur, y el marido de su hermana (que murió antes de que yo naciera) era taquillero del Cine Oma. Mis padres iban al cine de jóvenes, cosa que supongo sería muy típica y normal en los años 50 y 60, cuando no habían muchas más diversiones, pero con el tiempo, la familia, y la monotonía, dejaron de ir para sustituir la lujosa pantalla grande por la más cómoda y aburrida de la televisión.

Creo pues poder afirmar que, como en tantas otras cosas, al 7º Arte me aficioné por iniciativa propia. En los años de mi infancia (los 70) el cine era todavía una alternativa cultural importante y claramente presente en el país. Siendo además un niño propenso a fantasear (sigo siendo las dos cosas: niño y soñador) y a vivir aventuras ajenas, creo que era bastante normal que acabara dejándome embaucar por esa maravillosa Fábrica de Sueños que es el cine, entendido tanto como expresión artística, que como local de exhibición.

Algunos de los coloridos pósters con los que quedaba fascinado al entrar al Cine del Padre Jaime.

De ninguna manera puedo rastrear cuál fue la primera película que vi en una sala grande, ni la primera de estas a las que acudí, pero sí recuerdo uno de los primeros cines que empecé a frecuentar con regularidad. Se trataba del local conocido vulgarmente como “Cine del Padre Jaime”. Jamás he sabido si tenía algún nombre “oficial”, pero supongo que, dependiendo inicialmente de una parroquia, su nombre original iría por ahí. En cualquier caso, en el pueblo se le conocía con el nombre que he adelantado. Hacía referencia a un popular y –al parecer– benevolente clérigo que, en tiempos anteriores a mi nacimiento, fue toda una celebridad local y se encargó, entre otras bondadosas iniciativas, de proveer a la chavalería de un cine barato y divertido.

De dicho local recuerdo sobre todo que “echaba” películas de aventuras, cine fantástico, etc, muchas de ellas ya algo anticuadas cuando yo lo visitaba. Entraba al vestíbulo y me quedaba fascinado contemplando los pósters de las cintas que en él se exhibían: La rebelión de los simios (4ª entrega de la famosa saga), El Dr. Jekyll y el hombre lobo (con Paul Naschy) y una de las de Fantomas de Louis de Funès (creo que era Fantomas vuelve) son algunas de los títulos que recuerdo haber visto anunciados en dicho salón, aunque no vi esas películas por entonces (también era inevitable en aquella época encontrarse con los westerns de Terence Hill y Bud Spencer). Otras que sí que recuerdo haber visto allí fueron cosas como Los tres supermen en la selva, una de Robin Hood (muy probablemente la coproducción hispano-italiana El arquero de Sherwood), y poco más. También recuerdo haber estado al menos en una ocasión en este cine con mis padres.

El Cine del Padre Jaime aguantó en pie casi 30 años después de su cierre, la mayoría de ellos sirviendo como garaje. A finales de la primavera de 2009 fue finalmente derribado, y una obra en construcción ocupa en la actualidad su lugar.

No llegué a disfrutar mucho de esta sala de proyección: empecé a ir hacia el año 1979, y creo que cerró poco después, aunque no tengo claro el momento exacto. Tampoco puedo recordar cuánto costaba una entrada de entonces, pero sí recuerdo haber pagado en otros cines algo así como 25 o 35 ptas de la época (¡frente a las casi 1500 que cuesta hoy en día ver una película en 3D!).

Otro local del que presencié sus estertores fue el Cine Begoña. De este sólo me vienen a la memoria una o dos visitas, una de ellas con mi madre para ver El mago de Oz. Cerraría sus puertas también por la misma época que el anterior, hacia los primeros 80 y, al igual que con el otro, desconozco la fecha en que fue fundado.

El antiguo Cine Begoña sirvió como discoteca durante buena parte de los 80, y es 
desde entonces el bingo Sala Mónaco.

Años de plenitud
Hay un momento especial en mi vida que recuerdo con bastante claridad y es en el año 1980: caminando con mis primos descubrimos en el suelo unos folletos que anunciaban una nueva empresa que se hacía cargo del ya veterano Cine Oma (creo que se llamaba “Ferca” o algo así), y se estrenaba con dos películas recientes: Fuga de Alcatraz y Star Trek: la conquista del espacio. Optamos por ver la segunda, y esto marcó el comienzo de la década más prolífica de mi vida en cuanto a ir al cine: los 80 estarían presididos sobre todo por dos salas: la que acabo de mencionar, y el Cine Avenida, a las cuales acudiría con continuidad casi todos los fines de semana, a veces incluso a una el sábado y a otra el domingo. Creo recordar que durante algún tiempo llegaron a pertenecer al mismo propietario.

El Cine Oma con Días de trueno en cartel, y la finca que lo sustituye hoy en día, bautizada como Edificio Oma en dudoso homenaje.

Indeslindablemente vinculados a estos años acude a la memoria el “atrezzo” típico de los cines de la época, como la pizarra en la que con tiza de colores se anunciaban las películas que se exhibían (que luego se modernizaría), el acomodador y su linterna, la típica vitrina con fotogramas de los filmes y, por supuesto, los entrañables y a veces inverosímiles programas dobles (uno de los más chocantes que recuerdo es Dos en la carretera… ¡junto a la 1ª o 2ª parte de Mad Max!) Normalmente, la película inicial era la menos interesante o conocida, y la posterior la más esperada y actual, pero a veces sucedía al revés y disfrutabas más el “aperitivo” que el “plato fuerte”. En ocasiones, uno se lo pasaba bien con ambas películas y difícilmente concebía haber gastado mejor su dinero. (Ya en los 90, optaría muchas veces por acudir directamente a la segunda, y hoy en día no sé si sería capaz de aguantar cuatro horas en un cine.)

El Cine Avenida poco después de su cierre. Su antigua ubicación la ocupa ahora una finca de viviendas, comercios y oficinas.

Hay que señalar también que, en los primeros años en que comencé a visitar el cine con regularidad, los estrenos llegaban al pueblo con bastante retraso con respecto a la capital: al principio podían incluso tardar años (por ejemplo, La guerra de las galaxias no llegó al Oma hasta el 79), después esto se fue reduciendo gradualmente a simples meses o semanas, pero nada de estrenos simultáneos como tenemos ahora. Para un niño, el acudir a Valencia a ver una película era entonces un lujo casi inalcanzable (la madre de un amigo nos llevó a ver Superman II al Cine Serrano, mi primera incursión a una sala de la capital), y no sería hasta la segunda mitad de los 80 cuando una mayor adquisición económica y un mayor atrevimiento para viajar me permitirían acudir de vez en cuando a los cines de la susodicha ciudad del Turia.

El Parque Victoria (que en invierno anunciaba la programación del Oma), fue derribado para dar cabida a un Mercadona, cerrado en 2009, y un Más y más en la actualidad. 

Cuando llegaba el verano, y puesto que los dos locales habituales no contaban con la climatización adecuada, eran sustituidos por sendas terrazas estivales al aire libre –fórmula hoy casi desaparecida y difícilmente concebible, dado el crecimiento masivo y descerebrado de las urbes-: el Parque Victoria (regentado por la misma empresa que el Oma) y el Terraza Nit (creo que sin ninguna relación con las salas anteriores). Estos cuatro cines serían básicos en mi vida y en ellos acabaría de consolidarse totalmente mi cinefilia. Conservo entrañables recuerdos de muchas de las películas que vi durante la década mencionada. Algunas se han convertido en clásicos indispensables en mi filmoteca; otras prefiero no volver a verlas, pero en aquel momento, mi mente, menos formada, menos exigente, menos culta y menos selectiva (¡bendita ignorancia!) se embelesaba hasta con la película más mala y lamentable en la que pudiera recrearse. ¿Alguien se acuerda de todas aquellas cintas italianas que, tras la estela de Mad Max y Conan, se pusieron de moda por aquellos tiempos? Títulos como Nueva York, año 2020 o cosas parecidas….

El Terraza Nit, la otra alternativa veraniega local, ocupado hoy en día por el Colegio San Pedro.

He mencionado que mis padres no me inculcaron el amor por el cine, y en realidad así sucedió: no fueron nunca especialmente aficionados. No obstante, me llevaron algunas pocas veces, normalmente a ver películas “antiguas” que les gustaban a ellos. Una de esas ocasiones fue para ver Quo Vadis en el Cine Avenida, película que, por cierto, me traumatizó con todo ese sufrimiento de los protagonistas y de los pobrecitos cristianos en general. Y esa era otra cosa destacable de aquellos primeros y mediados 80: que todavía tenías la oportunidad de ver películas de décadas anteriores con todo lujo en una pantalla grande, algo también absolutamente impensable hoy en día en cines comerciales. Gracias a ello puede disfrutar clásicos como Ben-Hur, Lo que el viento se llevó, La guerra de los mundos, Senderos de gloria, Jasón y los Argonautas o La ventana indiscreta, entre otros que me vienen a la cabeza.

La parte posterior de la pantalla del Terraza Nit, y su sustituto actual.

Esta última anécdota me lleva a mencionar que, paralelamente a mi ritual de acudir a los cines cada fin de semana, se forjó otro bastante relacionado: gracias a la pequeña pantalla, pude reforzar y consolidar mi pasión por el 7º Arte al tener la posibilidad de contemplar en televisión muchísimas películas de otras épocas. En este sentido sí que influyeron algo mis padres, pero no porque fueran especialmente cinéfilos –como ya he dejado claro-, sino porque veían mucha televisión, y como por entonces hacían muchas y muy buenas películas, mi bagaje cultural se enriqueció enormemente y mi afición se extendió al Cine de todos los tiempos. Algunos de mis recuerdos de por entonces vienen de legendarios espacios como La Clave o Sábado Cine, en los que descubriría muchos de los largometrajes que se han convertido en indispensables para mí: El enigma de otro mundo, Ultimátum a la Tierra, El planeta de los simios –todavía continúo impactado por el final-, Casablanca o Vacaciones en Roma, la obra en general de Alfred Hitchcock o la de Ray Harryhausen, habitual de las películas de aventuras de los sábados por la tarde, por mencionar sólo unas pocas. (Por cierto: mis padres siguen viendo la TV, pero dada la calidad y el contenido de las emisiones actuales, hace tiempo que dejé de compartir esta práctica con ellos).

Fantaseo y aventuras en los 80... Algunas de las películas que disfruté durante la década. Unas se 
han convertido en clásicos en mi filmoteca; otras son siempre gratas de revisitar de vez en cuando; 
unas pocas no he vuelto a verlas y prefiero quedarme con el buen recuerdo que me dejaron entonces.

A estas alturas, el lector que haya aguantado hasta aquí ya habrá constatado que he destacado bastantes títulos de cine fantástico… Aunque me gusta todo el cine, como soñador que me he declarado al principio de este escrito, he de admitir que siempre sentí debilidad por este género. Me encantaba ver navecitas volar por el espacio estrellado o terribles monstruos amenazando a bravos guerreros o a indefensas víctimas. Es por eso que las películas que más recuerdo de aquellos años son  las de ciencia ficción y las de aventuras: las sagas de La guerra de las galaxias e Indiana Jones, la trilogía de Regreso al futuro, Blade Runner, La princesa prometida, El oso, Lady Halcón y otros títulos afines. No obstante, algunas de mis películas favoritas provienen de otras variantes muy diferentes como la comedia, el western, o el cine histórico y bélico.

(Una nota final sobre estos cines, y es que también albergaron obras teatrales, actividades infantiles, representaciones musicales y mítines políticos. Sin ir más lejos, Felipe González dio una conferencia en el Cine Avenida en 1982, y Joan Lerma protagonizó un dramático incidente cuando se presentó a conferenciar en el Cine Oma en abril del 83 -en plena crisis de la siderúrgica- y resultó interrumpido, rodeado y casi linchado por varios miles de personas, siendo sólo liberado tras una agresiva y brutal carga contra los manifestantes por parte de un destacado contingente de la Policía que acudió en su rescate. La crónica puede leerse aquí)

Continúa aquí...

sábado, 17 de abril de 2010

Eddie Cochran: 50 años de leyenda (III)

(Pincha en los enlaces para Parte I y Parte II)

Gira inglesa y accidente
El éxito de sus discos en Inglaterra y las recomendaciones de su amigo Gene Vincent –quien ya había estado en la isla– anima a Eddie a embarcarse en una gira de varios meses por el mencionado país junto con el rockero cojo de Norfolk. Antes de cruzar el Atlántico, Cochran nos lega a sus fans su destacable testamento discográfico: su última sesión de grabación, en enero de 1960 –y con los Crickets de Buddy Holly como acompañamiento de lujo–, la forman tres de sus mejores canciones, en las que ya se puede intuir que Cochran empieza a explorar nuevos sonidos y se aleja del rock and roll más estándar. Se trata de los temas Cherished Memories, Three Steps to Heaven y Cut Across Shorty, siendo estos dos últimos las dos caras del postrero single que Cochran lanzaría en vida.

Tras intensos meses de exitosas giras por todo el país, en las que se codea con músicos ingleses de moda como Joe Brown, Billy Fury, John Barry o Marty Wilde, incesantes apariciones en televisión y una prórroga del contrato inicial, Eddie decide volver en abril a Estados Unidos para tomarse un pequeño descanso y, posteriormente, regresar de nuevo a Inglaterra. Después de un agotador concierto en el Bristol Hippodrome, y junto con Gene Vincent, Sharon Sheeley y el manager Patrick Thompkins cogen un taxi para ir a Londres y después al aeropuerto de Heathrow. Por desgracia, al tomar una curva a la altura de Chippenham, el coche sufre un accidente y se estrella. Cochran no sobrevive al traumatismo craneal que le causa el golpe y fallece poco después en el St. Martin´s Hospital de Bath en las primeras horas del domingo 17 de abril de 1960, con tan sólo 21 años. Sus acompañantes salvan todos la vida, resultando con heridas de mayor o menor gravedad.

Hay pocos promotores mejores que la Muerte, y el trágico accidente catapulta las ventas de los discos de Cochran en el Reino Unido. Irónicamente, tras su fallecimiento se publica allí Three Steps to Heaven –el título no podía ser más morboso e insidiosamente oportuno- y Eddie logra su primer nº1, desgraciadamente a título póstumo.

A lo largo de los siguientes meses, la Liberty aprovecha para rescatar las docenas y docenas de canciones que Eddie había registrado en los últimos años y que nunca habían visto la luz ya fuera porque se trataba de simples “demos” o improvisaciones -sobre las que graban instrumentos-, porque el cantante no las consideraba adecuadas o preparadas, o porque estaban simplemente esperando el momento. Aunque una estrategia comercial totalmente oportunista y poco honesta, esto da a los fans la oportunidad de conocer tesoros como la ya citada Cherished Memories, Nervous Breakdown, el delicioso bolero I´ve Waited So Long –una joya absolutamente única en la discografía de Cochran-, Rock and Roll Blues, fabulosos instrumentales como Guybo o Eddie´s Blues, y el emblemático My Way, un rock and roll que Cochran había grabado en el 59, años antes de que Paul Anka convirtiera del francés la canción de idéntico título que popularizaría Frank Sinatra.

Durante los primeros 60 aparecen casi seguidos varios LPs de Eddie como el Memorial Album, Never to Be Forgotten, Cherished Memories o My Way, que durante mucho tiempo se han considerado el grueso de la discografía más o menos “oficial” del cantante en cuanto a discos de larga duración se refiere junto al ya mencionado Singin´ To My Baby. Las siguientes décadas verán aparecer más y más grabaciones de Eddie enterradas durante mucho tiempo en algún recóndito sótano, muestra de su extensísima labor como músico de sesión e incluso trabajos caseros cuya comercialización podría fácilmente cuestionarse. Hay que hacer notar, no obstante, que es en Inglaterra, y en menor medida Francia y Alemania, donde se rescata la mayoría de estos trabajos olvidados del rockero, mientras que en su país natal no parece haber el mismo interés por su obra y las reediciones de sus temas aparecen más espaciadas.

Influencia posterior
Es difícil no dejarse llevar por la especulación y preguntarse: ¿qué habría sido de Eddie Cochran si no hubiese tenido el trágico percance en el que perdió la vida? La respuesta creo que puede resumirse en una sencilla frase: “La punta del iceberg”. Cuando Eddie falleció tenía sólo 21 años, y llevaba alrededor de cinco como músico profesional. Es fácil imaginar que su carrera se habría extendido y habría traspasado los “límites” del rock and roll, que habría estado encantado de usar las grabadoras multi-pistas que aparecerían en los siguientes años y que habría experimentado con mil sonidos y estilos, quizá hasta el punto de disgustar a los fans de su música original. Eddie Cochran sería probablemente un gran y reputado músico a estas alturas, seguramente haciendo conciertos con “amigos” oportunistas y atrayendo sin duda a muchas personas a sus actuaciones. También en algunas entrevistas manifestaba estar interesado en sumergirse más en sus facetas de productor discográfico e incluso no desdeñaba desarrollarse en la interpretación.

En cualquier caso, de este artista ya legendario nos queda un indiscutible legado que ha repercutido en casi toda la música posterior a él. Ponerse a enumerar los estilos, modas, grupos y músicas que resultaron influenciados por Eddie Cochran es una larga labor, y la resumiremos haciendo notar que un entusiasta seguidor de sus conciertos en Inglaterra fue George Harrison, quien favoreció el uso de guitarras de caja Gretsch –el modelo que popularizó Eddie– durante casi toda su carrera. Y cuenta la leyenda que John Lennon admitió a McCartney en su grupo porque sabía tocar Twenty Flight Rock (un tema habitual en los conciertos del bajista de los Beatles, también versioneado por los Rolling Stones). El cantante alemán Heinz le dedicó su mayor éxito, Just Like Eddie, en 1963. Los Who también grabaron Summertime Blues en 1970, y uno de los primeros grupos de heavy metal, Blue Cheer, se dio a conocer precisamente con otra versión de este éxito de Cochran que llegaría al puesto nº 14 en las listas americanas de 1968. Y, por supuesto, el grupo veraniego y playero por excelencia, los Beach Boys, la incluyó en su primer álbum, Surfin´ Safari. Ya en los 70, en plena eclosión del punk, encontramos a Sid Vicious versioneando C´mon Everybody y Somethin´ Else; y lógicamente, Cochran fue una figura clave en el revival del rockabilly de los 70 y en el neo-rockabilly, y qué mejor muestra que los mismísimos Stray Cats y su líder, Brian Setzer, que siempre ha exhibido Gretschs como la de Cochran y es un fan incondicional (el grupo dedicó al cantante y a su amigo Vincent la canción Gene and Eddie). En España, aunque en su momento Cochran apenas fue conocido, ya en tiempos más recientes ha sido versioneado con mayor o menor acierto por Loquillo, Los Rebeldes y Más Birras, entre otros.

Durante más de dos décadas se ha hablado de una posible biopic sobre su vida, y al parecer se han barajado varios guiones, pero ninguno ha llegado a ser plasmado en celuloide. Eso sí: a Eddie lo podemos ver interpretado por Jerry Zaremba en La historia de Buddy Holly (Steve Rash, 1978) y por el mismísimo Brian Setzer en La Bamba (Luis Valdez. 1987), además de en el ya comentado anuncio de Levis del 88. Mención especial merece la película Radio On (Christopher Petit, 1980), donde el cantante Sting interpreta a un fan empedernido de Eddie Cochran.

Decía al comienzo de este sentido homenaje que Eddie es uno de mis “dioses”; en realidad sería más justo decir que toda esta gente del mundo de la música y del cine a la que he admirado desde siempre son en realidad como unos primos lejanos o unos grandes amigos en la distancia (física y temporal). Cuando empecé a escuchar al cantante, yo era más joven de lo que él era cuando murió. Ahora estoy cerca de doblarle en edad, y uno se para a pensar y a reflexionar sobre el paso del tiempo: hoy 17 de abril se cumple nada menos que medio siglo desde que nos dejó. Sin embargo, Eddie sigue vivo para mí; es alguien con el que he crecido, al que he escuchado durante años y al que puedo oír en cuanto me apetezca llegándome al tocadiscos y seleccionando cualquiera de sus muchas grabaciones. Y creo que ahí es donde se demuestra la trascendencia y la importancia de un artista: en la perduración de su legado, en la supervivencia de su trabajo, y está claro que Eddie siempre seguirá con nosotros, cincuenta años después, y también cien. De aquí otras cinco décadas, se almacene la música en el formato o medio en que se almacene, estoy seguro de que las grabaciones de Eddie Cochran seguirán interesando a los melómanos más inquietos. EDDIE COCHRAN FOREVER!

* Selección musical:

* Sus tres películas:
-The Girl Can´t Help It (Twenty Flight Rock)
-Untamed Youth (Cotton Picker)
-Go, Johnny, Go (Teenage Heaven)

* En televisión:

* Discos:
-Somethin´ Else (el recopilatorio más completo publicado sobre el artista: 8 CDs y libreto de 192 páginas. Editado por Bear Family Records en 2009)

* Más información sobre Eddie Cochran:
-http://www.eddiecochran.info/

* La guitarra de Eddie: protagonista esencial en la historia del rockero fue su modelo de guitarra Gretsch 6120, que él mismo modificó para darle ese sonido único. Si queréis saber más sobre ella, aquí tenéis algunos enlaces:
-http://www.gretschguitars.com/cochran/
-http://jose.gs/la-gretsch-6120-de-eddie-cochran/
-http://www.cutawayguitarmagazine.com/ar-gretsch-eddie-cochran-tribute
* Bobby Cochran: el hijo del hermano mayor de Eddie ha sido el encargado de continuar la tradición musical en la familia Cochran y, aunque no ha llegado a igualar a su famoso tío, ha conseguido una moderada reputación como guitarrista de rock y blues tanto en grupos como Steppenwolf y The Flying Burritos Brothers como en solitario. Dado su parecido, nos puede ayudar a tener una idea de cómo hubiese sido Eddie de mayor. También lo podéis ver actuando y hablando en el enlace que hay encima de la foto de la guitarra. Trágicamente, Bobby perdió a su hija Bree en un accidente de coche el mismo día que murió Eddie, 17 de abril (aunque de 1999), también a la edad de 21 años.
-http://www.bobbycochran.com/

viernes, 16 de abril de 2010

Los mejores albergues y refugios para corazones rotos

Es el gran topicazo de la música moderna. Se han escrito miles de canciones sobre él y se escribirán otras tantas en el futuro. Y es que el amor es el sentimiento más común en los seres humanos (e incluso en muchos animales), algo con quien casi todos se pueden identificar. Otra cosa ya bien distinta es cómo se han aproximado diferentes artistas a él. Con todos ustedes, una nueva entrega de Las cosas que se cantan por amor

No sé si fue un fenómeno exclusivo de la música de los 50 (supongo que no), pero en aquella época parecieron abundar las canciones que hablaban de lugares oscuros y recónditos donde los descorazonados acudían a llorar sus penas y a esconderse del mundo que tan cruelmente les había tratado…

La veda la abrió quizás Elvis Presley con el que fue su primer sencillo para la RCA y su primer nº1: Heartbreak Hotel, que apareció en enero de 1956. Escrita por Mae Boren Axton y Thomas Durden (aunque se acreditó también a Elvis porque cambió parte de la canción), en el tema intervienen los músicos habituales del cantante: el guitarrista Scotty Moore, el contrabajista Bill Black, el batería D.J. Fontana y el recién añadido Floyd Cramer al piano, además del propio Presley a la guitarra rítmica. El mismísimo Chet Atkins, por entonces productor en la RCA, también añadió su guitarra a la grabación.

Estructurada como un sencillo blues en Mi, la canción se compone de seis frases, con un breve solo de guitarra que imita más o menos los versos cantados (una vez más, un desaprovechado Scotty Moore), y nos habla del trágico Hotel de la Congoja, situado al final de la calle Solitaria, en donde el botones no para de llorar, el recepcionista viste de negro y, a pesar de estar lleno, siempre tiene sitio para los descorazonados, que estarán allí tan solos, baby, tan solos, que querrían morirse…

Como curiosidad, decir que Whitney Houston y C.C. Catch comercializaron en los 80 sendas canciones con idéntico nombre, y la última tituló su segundo album Welcome to the Heartbreak Hotel. También Chris Columbus dirigió una película del mismo título en 1988 basada en un ficticio momento de la vida del Rey del Rock, a quien dio vida David Keith.

Influido quizá por la grabación de Elvis Presley, otro titán del rock and roll, Eddie Cochran, compuso junto a su manager Jerry Capehart en 1956 Dark Lonely Street, presentándonos este lóbrego y oscuro callejón por el cual el protagonista pasea en busca de un amor imposible, encontrando en cada sombra con la que tropieza su propio reflejo. La segunda versión de esta balada apareció como cara B del primer single del cantante para Liberty Records, Sittin´ in the Balcony, en 1957 y en la grabación participaron, además del propio Cochran acompañándose a la guitarra, su inseparable Connie Smith al contrabajo y el mencionado Capehart en la percusión.

La canción Home of the Blues, un mid-tempo grabado por Johnny Cash en 1957, no nos habla tanto de desamores en concreto como de perdedores en general, y parece hasta cierto punto también inspirada en el omnipresente Heartbreak Hotel. En ella, para llegar al Hogar de la Tristeza, en cuyas habitaciones nunca entra el sol, y enclaustrarte allí a llorar y recordar tiempos mejores, primero has de vadear las lágrimas de los que la habitan, que parecen formar un río. Además del propio Cash, colaboraron en la composición Douglas L. McAlphin y Glenn Douglas Tubb, y la sesión de grabación, que contó naturalmente con The Tennessee Two (Marshall Grant al contrabajo y Luther Perkins a la guitarra en uno de sus más “sofisticados” solos, más batería y coros) fue producida por el mítico Jack Clement para Sun Records. Constituyó el quinto single del artista para el legendario sello, acompañado en su cara B por Give My Love To Rose, y llegó al puesto nº3 en las listas de country y al 88 en las de pop.

Ni con un edificio, ni con una calle se conformó Ricky Nelson en su séptimo single, aparecido en 1958: toda una ciudad necesitó el joven cantante de Nueva Jersey para sufrir sus penas y desamores; y así, en la Ciudad Solitaria, donde se quedan los corazones rotos y las calles están llenas de pesar, puedes comprar un par de sueños a cambio de unas pocas lágrimas y quizás en ella consigas olvidar…

Lonesome Town fue compuesta por Baker Knight, se presenta en forma de una sencilla balada con aire country e instrumentación acústica en la que destacan los míticos Jordanaires como acompañamiento vocal, y llegó al nº7 de las listas americanas cuando apareció a la venta.


¿Conocéis vosotros alguna otra casa sombría en la que puedan refugiarse los desgraciados? No dejéis de hacérmelo saber y ampliaremos esta guía (#)...


* Las canciones:
-Heartbreak Hotel
-Heartbreak Hotel en directo en TV, 1956
-Dark Lonely Street (¡a 78 rpm!)
-Home of the Blues
-Lonesome Town


# Adenda: a continuación listo algunos temas que me habéis enviado o que me han venido a la cabeza escritos a lo largo de toda la historia del rock y que tratan temática similar. Seguiremos ampliando:
-Lonely Avenue (Ray Charles, 1956)
-Blue Avenue (Roy Orbison, 1961)
-22 Acacia Avenue (Iron Maiden, 1982)
-Blue Hotel (Chris Isaak, 1986)
-Boulevard of Broken Dreams (Green Day, 2004)

jueves, 15 de abril de 2010

Adiós, Susie Q (o, ¿Un blog morboso?)

Soy consciente de la índole marcadamente necrófila de este blog, y he de decir que sólo hasta cierto punto es voluntaria. Veréis: yo me aficioné al cine desde muy pequeño (esto ya lo explicaré en una futura entrega). Por aquel entonces (o sea, los 70) muchos de los actores que hoy se consideran “clásicos” seguían todavía en activo y no eran demasiado mayores. Por otro lado, para mí todos ellos eran gente “actual”, a la que veía todos los días en televisión, y casi lo sigue siéndo. A veces se para uno a pensar y constata el hecho de que está viendo una película que tiene 50 años y cuyos protagonistas están todos bajo tumba, y es muy triste.

A la música llegué un poco más tarde, ya en la adolescencia, y mi elección allí fue algo más consciente. Aún así, también los artistas que me fascinaron por entonces, aunque ya llevaban 20 o 30 años en activo, eran razonablemente “jóvenes” y tenían todavía carrera por delante. Nunca elegí a mis ídolos con la perspectiva de que un día nos dejarían y, muy al contrario, daría lo que fuese por tener a algunos de ellos todavía con nosotros.

Sin embargo, hay una terrible realidad en esta vida: y es el paso del tiempo, inmisericorde, imparable y cada vez más rápido. Cuando uno se quiere dar cuenta, se ha hecho mayor, y con él ha envejecido toda esta gente a la que admiraba. Más de treinta años después, aquellos actores o bien han llegado a una avanzadísima edad o han pasado a mejor vida, y con los músicos ocurre otro tanto. Veamos: también me interesan artistas más recientes, pero encuentro más interesante recordar, reivindicar o rescatar las carreras de personajes cuyo momento de gloria ya pasó y que, a pesar de haber dejado una huella importante en las historia de la faceta artística que desarrollaron, no siempre son rememorados y apreciados como de verdad se merecen. Por otro lado,  pienso que otras personalidades de la música y del cine más actuales reciben la suficiente cobertura periodística en publicaciones, webs y programas televisivos y no encuentro el menor mérito ni desafío en hablar de alguien que todo el mundo conoce.

Además, ¿qué demonios? El ser humano es morbosillo por naturaleza. La muerte nos fascina a la vez que nos aterra, y no hay más que asomarse a un telediario si uno quiere ver necrofilia a raudales (¿qué harían estos programas si nadie falleciera?).

Expuesto esto, me gustaría ingresar en el panteón del blog a dos personalidades de la música de los 50 que nos abandonaron a principios de este año, y de cuya muerte me enteré tan sólo hace un par de semanas…

¿Cómo se mide la trascendencia de alguien en la historia (en este caso, de la música)? ¿Es necesaria una carrera larga, longeva y productiva, o puede ser suficiente un pequeño y puntual momento de gloria? Es una pregunta para la que no tengo una respuesta clara, pero un ejemplo a estudiar sería el del rockero Dale Hawkins, quien nos dejó el pasado 13 de febrero a los 73 años. Hawkins fue uno de los muchos jóvenes que quedó hechizado por el sonido de Elvis Presley y por la explosión del rock and roll y, aunque su carrera se extendió a lo largo de cinco décadas, en realidad sólo tuvo un éxito importante. Sin embargo, Susie Q está considerado uno de los temas más clásicos del rock de los 50 y ha conocido docenas de versiones. Esta composición del propio Dale fue grabada en 1957 con un jovencísimo James Burton a la guitarra imitando claramente los licks y figuras habituales en las grabaciones de blues típicas de Howlin´ Wolf y otras leyendas del género del sello Chess (que  editó la canción de Hawkins). El tema (nº 27 en las listas americanas del citado año) tiene pues clarísimas influencias de la música negra y, a camino entre el rockabilly y el rhythm and blues, está considerado como uno de los precursores del sonido "swamp" que harían famoso Creedence Clearwater Revival, quienes precisamente incluirían una versión de Susie Q en su primer LP, y la cual eclipsó tanto como redescubrió la original de Dale.

Con una carrera mucho más sólida y exitosa, aunque  más relacionada con el country que con el rockabilly (con el que también tuvo algún escarceo) Carl Smith triunfó en el género vaquero durante los 50, 60 y 70, hasta el punto de que llegó a ser llamado “Mr. Country”. También guitarrista y contrabajista, sus éxitos durante su época dorada son demasiados para enumerarlos aquí, y sirvan como ejemplos: Let's Live a Little, Let Old Mother Nature Have Her Way, Loose Talk, Wicked Lies, Hey Joe!, You Are The One o Ten Thousand Drums.
Estuvo casado con otra leyenda del country, Juner Carter, y era pues padre de la también cantante Carlene Carter.
Nos dejó es te pasado 16 de enero a los 82 años. 

De concierto… (Dick Dale en Sala Wah Wah, Valencia, 13-4-10)

 Una pequeña sala con un aforo de 200 personas (que por supuesto se completó) no parecía el lugar ideal para que tocara una de las leyendas que ayudaron a perfilar el sonido de la guitarra eléctrica tal y como se conoce hoy día pero, o la estrella de Dick Dale ya no brilla con tanta intensidad (cosa que cuesta de creer) o al mítico guitarrista no le importa tocar en sitios más pequeños (tan sólo hay que echar un vistazo a la larguísima gira europea que está realizando esta primavera para ver la infinidad de conciertos casi  diarios que tiene programados).

Le precedió la joven Rie Sinclair, una pelirroja menuda y coqueta con una destacable voz, si bien su repertorio fue corto y quizá demasiado moderado para lo que venía después. Con casi 73 años y varias décadas de carrera apareció entonces Dick Dale con su clásica stratocaster dorada zurda (pero con las cuerdas al revés), y como tantas otras veces, pude constatar lo impresionantes que pueden ser algunos de estos “abuelos” del rock and roll y que gran ejemplo de profesionalidad, arte y dedicación son. Apoyado por una formación sencilla pero compacta (bajo y batería), Dale deslumbró con sus famosos instrumentales y con otros ajenos, hizo gala de sus -limitadas- dotes cantoras, y demostró defenderse con la trompeta, la armónica, el bajo y la batería tan bien como con la guitarra. No fue un show épico, pero sí correcto y admirable, cuya única nota negativa fue la lamentable masificación típica de estos conciertos y la escasa educación de buena parte del respetable, que no entiende que en una sala en la que todos estamos apretadísimos no se puede estar bailando, saltando y agobiando con las camaritas…. Como en otras ocasiones, a uno le tocó estar a veces más pendiente de los codazos, pisotones y de su propia integridad física que del concierto en sí….

Escribiendo sobre esta última experiencia de música en vivo me ha entrado el capricho de rememorar las actuaciones de artistas más o menos importantes, conocidos o con cierta reputación que he visto a lo largo de mi vida. No han sido una barbaridad, porque la indisposición física o económica no me ha dejado a veces acudir a otros muchos que hubiese querido ver, pero aquí van todos los que me vienen a la memoria. Intentaré seguir añadiendo más conforme los recuerde, y confirmar algunas fechas que no tengo claras (las pongo con un interrogante, aunque no creo que me vaya más de un año arriba o abajo):

-JERRY LEE LEWIS (Valencia, 1990)
-JOHNNY COPELAND (Canet, Valencia, 1990)
-B.B. KING (Valencia, 1990)
-THE MODERN JAZZ QUARTET (Valencia, 1991?)
-LINDA GAIL LEWIS y otros (1º Weekend Internacional de Rock & Roll, Balaguer, Lleida, 1991)
-THE  BUGALOOS (Benejúzar, Alicante, 1991)
-SLEEPY LABEEF (Manises, Valencia, 1991)
-ROBERT GORDON con CHRIS SPEEDING (Manises, Valencia, 1991)
-LOS BLUE CAPS y otros (Rockin´ Pilar, Zaragoza, 1991)
-TAL FARLOW (Valencia, 1992?)
-LONNIE BROOKS (Sagunto, Valencia, 1992?)
-RONNIE DAWSON, JOHNNY CARROLL y otros (2º Weekend Internacional de Rock & Roll Balaguer, Lleida, 1992)
-CHUCK BERRY (Valencia, 1992)
-CHRIS ISAAK (Valencia, 1995)
-JAMES BROWN (Benicassim, Castellón, 1996)
-LOS RELÁMPAGOS (Pto. Sagunto, Valencia, 1996? Y 1997?)
-LOS SIREX (Pto. Sagunto, Valencia, 1997)
-MIKE KENNEDY (Pto. Sagunto, Valencia, 1998)
-VONDA SHEPARD (Valencia, 2001)
-THE DOORS OF THE 21 st CENTURY (Benidorm, Alicante, 2003)
-SHERYL CROW (Dublín, Irlanda, 2004)
-JAMES BROWN (Benidorm, Alicante, 2005)
-DAYNA KURTZ (Valencia, 2005)
-RIDERS ON THE STORM (Valencia, 2007)
-CHUCK BERRY (Castellón, 2008)
-MARLANGO (Valencia, 2008)
-JOHN FOGERTY (San Javier, Murcia, 2009)
-IMELDA MAY (Madrid, 2009)
-DICK DALE (Valencia, 2010)
-IMELDA MAY (Valencia, 2010)
-KIM LENZ & HER JAGUARS (Valencia, 2011)
-B.B. KING (Peníscola, Castellón, 2011)

En cuanto a conciertos “no profesionales”, la lista podría ser interminable, pero voy a intentar rememorar algunas de las muchas formaciones amateurs que he visto a lo largo de mi vida musiquera: Killbilly Trio, Vince y los Felinos, Heartless, Rock-a-Toms, los Swingers, Jack y los Daniels, Los Cobras, Los Drogas, Cuerdas Vibrantes, Dandy y la Banca, Mortimer, Mayonnese, Terremoto Joshua, 6ª Fase, Los Tramperos, Johnny Chufa & the Fartons, Los Dalton, Malos Humos, Acoustic Groove, Black Mamba, Mandrake Root, Felación, Los Tipos, Los Rustikanos, Los Capellanes, Special K, Mosex Band, Los Dalton, Los Creyentes, The Hawks, Revival, Abbey Road, Los Corsarios, Los Scuds, Heartless y, por supuesto, mis propios grupos, Outsiders, Long Road y Rockinflama. Gracias a todos por luchar por esta locura del rock and roll y, aunque nunca logremos llegar muy lejos, ¡ánimo y keep on rockin´!

(Gracias a Kucho por la foto de Dick Dale)

domingo, 11 de abril de 2010

Eddie Cochran: 50 años de leyenda (II)

(Parte I aquí)

Camino del estrellato
Eddie Cochran, siempre con sus inseparables Capehart y Guybo, ya ha encaminado su carrera hacia el rock and roll, y comienza a grabar éxitos del momento como Blue Suede Shoes o Long Tall Sally a modo de “demos” para que su mánager las pasee por las discográficas. En julio aparece el primer single en solitario de nuestro artista en Crest Records, con el ya clásico Skinny Jim (un claro guiño al tema de Little Richard citado en este mismo párrafo) y la balada Half Loved. A estas alturas, Eddie todavía se ve más como un guitarrista que como un cantante, y sigue participando en grabaciones de otros muchos músicos. El estudio habitual a lo largo de su carrera sería el mítico Goldstar.

Los últimos meses de 1956 van a ser clave para nuestro joven amigo: el éxito de Presley ha hecho que casi todos los mayores sellos discográficos se lancen a buscar sus “Elvises” particulares para así explotar el filón que ha resultado ser el naciente género del rock and roll. En una hábil maniobra comercial, Jerry Capehart consigue que la poderosa y recién nacida Liberty se interese por su pupilo y decida firmarle un contrato, no sólo discográfico, sino también cinematográfico: a finales de año se estrena The Girl Can´t Help It (titulada en España Una rubia en la cumbre y, posteriormente, La chica no puede evitarlo en TV). Se trata de una de las muchas películas rodadas por la época que se concebían sobre todo como un muestrario visual de las actuaciones de los músicos de moda del momento, normalmente hilvanadas por una historia nimia o sencilla.

La cinta la dirige el prestigioso Frank Tashlin –autor de muchas de las comedias de Jerry Lewis y Dean Martin- y la encabezan actores de renombre como Tom Ewell y Edmond O´Brien, acompañados por la curvácea Jayne Masnfield y, aunque paradójicamente parece estar pensada como una parodia que se burla del rock and roll, ha acabado convirtiéndose quizá en la película más importante de su época sobre el estilo musical. Entre las apariciones de otros clásicos del género como Little Richard, Gene Vincent, Fats Domino y artistas de otros estilos como Julie London, Ray Anthony o The Platters encontramos a Eddie caricaturizando –quizá inconscientemente- al mismísimo Elvis Presley, e interpretando uno de sus primeros clásicos: Twenty Flight Rock, mientras aparece en una televisión y Edmond O´Brien lo pone como ejemplo de que se puede triunfar sin tener una voz "educada" con tal de que se tenga gancho. Lamentablemente, el solo de guitarra está eliminado del montaje final del largometraje.

Lo curioso es que Liberty Records no aprovecha el éxito de la película para editar la mencionada canción en single, sino que hace grabar a Cochran la balada Sittin´ in the Balcony, primer tema de nuestro hombre que escala las listas (logra un puesto 18 a principios de 1957) y que constituye uno de los doce temas (quince en su versión inglesa) que compondrán el primer y único LP que Eddie publicó en vida.

Singin´ To My Baby, que contó con la inclusión de coros, una lujosa portada en color, y un importante apoyo promocional por parte de sus editores, es en realidad un disco que no hace justicia al artista, y que nos lo presenta básicamente como un cantante de baladas y temas blandos, del que sólo se pueden destacar las nuevas versiones de Completely Sweet y Twenty Flight Rock (este último únicamente en la edición del Reino Unido). Parece ser que tanto Eddie como Jerry estuvieron de acuerdo en este “cambio de dirección musical” como astuta estrategia para lograr una posición firme en la discográfica y en el mercado desde la cual poder lanzarse después más en la línea que ambos buscaban y disfrutaban.

El éxito
Afortunadamente el año 58 comenzará con un single mucho más interesante y significativo en cuanto al “estilo Cochran”, con la poderosa Jeannie, Jeannie, Jeannie que, aunque apenas logra triunfar en las listas, contiene uno de los mejores solos de guitarra que Eddie nos legó a sus fans. El tercer disco del cantante ese año va a ser trascendental en su vida y en la historia del rock and roll, ya que, en julio de 1958, Summertime Blues le catapulta al nº 8 del Top Ten americano y lo descubre finalmente a toda la nación y a buena parte del mundo. Hoy en día, la pieza es sin duda uno de los pilares del estilo y una especie de precursora de la “canción-protesta” tan de moda en la siguiente década, que nos habla de las tribulaciones de un adolescente para poder quedar con su novia, que sus padres le dejen el coche y que los políticos le hagan caso (efectivamente: los 50 habían traído consigo a la juventud como “clase” social a tener en cuenta, y el rock and roll no hizo sino confirmar y reforzar este hecho).

Cuenta la leyenda que el famoso y sencillo riff de guitarra que suena a lo largo de toda la canción nació de una forma casi casual, ya que Eddie lo tocaba nerviosamente una y otra vez mientras que él y su mánager intentaban dar forma a un nuevo tema.

La pareja de compositores no se durmió en los laureles de la fama: al poco tiempo ya estaban pensando en una especie de “secuela” para Summertime Blues, y ésta tomó forma en una composición parecida –aunque algo más rápida-, en el mismo tono (Mi) y con casi idéntica secuencia de acordes: en octubre aparecía en single C´mon Everybody, canción que, tratando una temática similar y buscando pues la implicación de los adolescentes rockeros, no logró emular el éxito de su predecesora y hubo de conformarse con un puesto 35 en las listas de éxito estadounidenses. Curiosamente, la fama de Eddie había empezado a extenderse a otros países de habla inglesa (ya había realizado una gira por Australia) y a otras partes del mundo, y en Inglaterra C´mon Everybody sí que superaría en las listas a Summertime Blues, quedando ambas canciones en los puestos 6 y 18 respectivamente en las islas británicas.

Puede pensarse quizá que la discografía de Eddie durante su vida fue corta, pero el hecho de lanzar “solamente” singles durante un año no era nada insignificante en la época y eran muchos los artistas que constituían su discografía a base de “discos pequeños”. El LP no se pondría verdaderamente de moda hasta los 60.

Además, la labor de Eddie no se limitó a estos cuatro singles durante el año 1958: el éxito de un disco debía reforzarse entonces por interminables y agotadoras giras a lo largo del país, muchas veces en hastiantes trayectos a lo largo de varios estados y en penosas condiciones de viaje. Por suerte para Eddie, todas estas interminables tournées le darían también la oportunidad de codearse con otros grandes del rock de la época, entre los que cabría destacar a Buddy Holly o a Gene Vincent (1935-1971), al que conocería en la mencionada gira por las Antípodas en 1957 y cuya amistad se haría legendaria (aunque ambos aparecían en la película Una rubia en la cumbre, nunca coincidieron durante su filmación). Es precisamente en una fiesta dada por otros de sus compinches, los Everly Brothers, cuando entra en escena un personaje tan controvertido como inevitable: la joven letrista Sharon Sheeley (1940-2002), que ha pasado a la historia como “novia oficial” de Eddie Cochran, a pesar de muchas contradicciones y de la aparente negación de este hecho por parte de la familia y amigos más cercanos del cantante. El caso es que, a partir de este momento, Sharon aparecerá en infinidad de fotos con Eddie, le seguirá a casi todas partes, compondrá varias canciones para él y, en el futuro, Mrs. Sheeley deleitará a los fans con historias bastante inverosímiles y difíciles de creer sobre su supuesto –o verdadero– prometido. El encuentro de la pareja llegaría a dar lugar a un anuncio de pantalones Levis 501 en 1988 que, naturalmente, catapultó de nuevo a las listas inglesas al tema que le acompañaba: C´mom Everybody (nº 18).

Mencionar también que, durante el poco tiempo que las giras dejaban al rockero de Minnesota, éste se enclaustraba a menudo en los estudios, donde grabaría muchísimos temas que no se comercializarían hasta después de su muerte, y donde experimentaría con pioneras técnicas de grabación sacando un increíble partido a las arcaicas grabadoras de dos pistas de entonces por medio de la sobregrabación y reducción. Cochran fue sin duda el músico de su época y de su estilo más interesado en este aspecto técnico de la música, y prueba de ello son algunos de sus instrumentales donde se grabó a sí mismo varias veces, o sus éxitos Summertime Blues y C´mon Everybody, en los cuales dobló el riff principal con una guitarra acústica.

Músico completo como pocos, además de cantar y tocar varios instrumentos y de componer la mayoría de sus propios temas, Eddie también se convirtió en cazatalentos musical e impulsó la carrera de otros colegas, como su amigo Bob Denton, Jerry Stone o the Four Dots, y colaboró en discos de artistas más conocidos como Johnny Burnette o el mismísimo Gene Vincent (le hizo coros en el LP A Gene Vincent Record Date). Efectivamente: el éxito de sus últimas grabaciones propició que la Liberty concediera a Eddie y a Jerry Capehart la creación de un sello filial, Freedom, para el que ambos se encargarían de encontrar y de producir a nuevos artistas.

A comienzos de 1959 Eddie Cochran interviene en su tercera película (la segunda había sido Untamed Youth en 1956, junto a la explosiva Mamie Van Doren, y en la que el músico tenía un pequeño papel): para su aparición en Go, Johnny, Go, Cochran y Capehart preparan lo que esperaban sería una continuación de sus éxitos anteriores. Teenage Heaven reincide, obviamente, en la temática adolescente, pero logra miserablemente quedar en el penúltimo puesto del Top 100 norteamericano. Mención especial merece su cara B, I Remember, quizá la mejor balada escrita por Eddie Cochran.

Mucha más suerte va a tener su siguiente single, con la poderosa Somethin´ Else, que, aunque sólo alcanza un 58º lugar en las listas USA (22º en Inglaterra), constituirá para muchos fans de Cochran la “Sagrada Trilogía” de éxitos esenciales del cantante junto a Summertime Blues y C´mon Everybody. Esta canción, totalmente adelantada a su tiempo, sería compuesta por Sharon Sheeley y Bob Cochran, el hermano mayor de Eddie.

Resulta curioso constatar que las canciones más conocidas de Eddie aparecidas en vida de este esconden al público su prematura habilidad como guitarrista, ya que solamente nos lo muestran haciendo acordes o acompañamientos sencillos, y Teenage Heaven, la única que tiene un solo, cede el puesto en esta parte del tema a un saxofón, instrumento que Cochran había empezado a utilizar en sus sesiones de grabación y en sus conciertos en vivo, para los que había formado una banda de acompañamiento a la que bautizaría como The Kelly Four.

El año 59 concluye para Eddie con un tercer sencillo que constituye uno de sus proyectos más ambiciosos: una versión del tema de Ray Charles Hallelujah! I Love Her So en la que él mismo toca el piano y que incluye también saxos y sección de cuerdas (sobregrabada por la Liberty), así como –por fin- un estupendo solo de guitarra.

Continúa en Parte III.

Fotografías (de arriba a abajo):
1. Eddie en The Girl Can´t Help It
2. Fotografía promocional para la Liberty
3. Con Little Richard y Allis Lesley durante la gira australiana.
4. Comprando discos con Sharon Sheeley
5. Eddie, pistolero
6. En directo en Chadron, Nebraska, el 3 de octubre de 1959 (su último cumpleaños)
7. En la película Go, Johnny, Go
8. Con The Kelly Four (¿o son "five"?)

miércoles, 7 de abril de 2010

Eddie Cochran: 50 años de leyenda (I)


(Del Diccionario de la Lengua Española de la RAE)

mitomanía.
(De mito y manía).
1. f. Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice.
2. f. Tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas.


He creído necesario iniciar esta entrada haciendo constar las dos diferentes definiciones con las que se puede entender este concepto porque, seguramente es innecesario aclararlo a estas alturas, pero me tengo por un consumado mitómano, aunque no en el sentido de alguien que padece un grave trastorno psicológico que le hace mentir constantemente o exagerar la realidad (definición 1), sino en el sentido de la segunda acepción: siempre he profesado gran admiración por una larga serie de personalidades de cuya obra y labor soy fiel seguidor, principalmente en los campos cinematográfico y musical (lo que probablemente quizá sea también un trastorno, pero quiero pensar que algo más leve).

Mi teoría sobre el origen de esta postura enraíza quizás con mi ateismo: pienso que las personas que no tenemos la suerte de profesar una religión y contar con el consuelo de ésta tendemos a buscar pequeños “dioses”, gente a la que idolatrar y mitificar, ejemplos a seguir; admito que la línea que separa la admiración y el respeto del irracional fanatismo puede a veces ser difusa y peligrosa, aunque creo que yo todavía no la he cruzado: por mucho que me guste un artista, tengo claro que sigue siendo un ser humano y no una divinidad, pero como no tengo la suerte de poder creer en entidades mayores, esto es para mí lo más parecido a un credo.

Todo este devaneo introductorio, a mitad entre la filosofía y la psicología, sirve para presentar al que es sin duda uno de los grandes mitos de mi vida y una de mis mayores influencias: repito que tengo muchos ídolos y no me gusta subirlos a podios ni establecer jerarquías entre ellos para decidir a quién admiro más o me parece mejor. ¿Para qué, si puedo disfrutarlos a todos? Sin embargo, no sería justo negar la trascendencia que el legado de Eddie Cochran ha tenido en mí.

A Eddie lo descubrí cuando iba al instituto. Hacía poco que acababa de constatar mi amor por el rock & roll de los 50; un compañero de clase me pasó una cinta TDK grabada con un disco del cantante del que ni siquiera aparecía el listado de canciones. Poco a poco iría descubriendo el nombre de cada uno de los 16 temas que componían el LP original (pertenecía a la colección “Pioneros del Rock”, de EMI/Liberty, 1984). Paralelamente, descubrí a un tipo original, con una voz no extraordinaria pero sí muy especial y característica y con un sonido de guitarra del que me quedé prendado desde el primer momento. No pasó mucho tiempo antes de que me decidiera a emular a Cochran e iniciarme en el mismo instrumento que él tocaba. Más de veinte años después, la guitarra y la música rock siguen siendo dos de los grandes amores de mi vida, y por eso siempre estaré agradecido a esta gran estrella que, desde luego, me marcó para siempre. Dicho esto, procedo a contaros un breve resumen de su biografía, que con toda seguridad encontraréis más interesante que la mía...


Primeros años
El quinto hijo de Frank y Alice Cochran, Edward Ray, llegó al mundo un 3 de octubre de 1938 en la pequeña localidad de Albert Lea, Minnesota, EE.UU. La familia –de obvia ascendencia irlandesa- provenía de Oklahoma, y Eddie siempre citó esta última como su ciudad natal durante sus entrevistas, lo que sumió durante mucho tiempo a sus biógrafos en la confusión.

A diferencia de otros tempranos ídolos del rock que parece que tuvieron una infancia difícil, ya fuera por sus paupérrimas condiciones económicas -Elvis Presley, Carl Perkins...-, por problemas delictivos –Chuck Berry-, o domésticos –Little Richard- los primeros años de vida de Eddie parece que transcurrieron con total normalidad, en el seno de una familia de clase humilde pero bien avenida y en la que no faltó el amor entre sus miembros. De aquella época le quedarían para siempre dos pasiones al muchacho: las armas, herencia de los componentes masculinos de la familia que a punto estuvo de costarle una pierna durante un accidente de caza fortuito, y la música. Aunque la señora Alice siempre afirmó orgullosa que el talento para la guitarra de Eddie era “un don de Dios”, los Cochran escuchaban a menudo la radio y el tocadiscos –recordemos que en aquellos tiempos la televisión aún no se había implantado en todos los hogares– e incluso sus dos hermanos tenían una guitarra a la que no le hacían mucho caso, y que el más joven de la familia acabaría rescatando.

De sus primeros años y pre-adolescencia se recuerda también a Eddie como un buen estudiante y un muchacho dado a las bromas y algo traviesillo, como bien recordaba su hermana Pat cuando contaba cómo el gamberrete utilizó un vestido de ella para hacerse un paracaídas.

Inicios musicales
En 1952, en busca de mejores perspectivas laborales, los Cochran en pleno se trasladan a Los Angeles, concretamente al barrio de Bell Gardens. Eddie, al que sus hermanos han enseñados los acordes básicos, ya se ha iniciado en el instrumento que le haría famoso, y se empeña en llevar la vieja guitarra familiar todo el trayecto desde Albert Lea a pesar de la oposición de su madre. No obstante, todavía flirteará con otros instrumentos antes de decidirse definitivamente por el que ya tenía en casa: intenta comenzar a tocar el trombón en la banda del instituto, y después iniciarse en la batería, pero ninguna de estas tentativas prospera. Con el tiempo, acaba formando una banda con otros dos estudiantes y los tres debutan en una fiesta del centro educativo. Uno de estos muchachos es Connie “Guybo” Smith, que se convertirá en contrabajista y bajista de la mayoría de las canciones grabadas por Cochran durante su carrera.

A mediados de los 50, Los Angeles está poblado por pequeños sellos musicales independientes en los que se graba todo tipo de música y a los que acuden cientos de artistas en busca de una oportunidad. A finales del año 54 Eddie, que ya ha empezado a moverse tímidamente por el mundillo musical de la ciudad, conoce a un joven cantante country llamado Hank Cochran (n. 1935). Aprovechando la coincidencia de apellidos, un cierto parecido, y la moda de los dúos de hermanos en la música vaquera, la pareja se bautiza como The Cochran Brothers. No pasa mucho tiempo antes de que se asocien con el letrista Jerry Capehart (1929-1998), también vocalista frustrado y empedernido melómano. Secundados musicalmente por Connie Smith y el propio Capehart (quien suple la falta de batería en las grabaciones con rudimentarios apaños como cajas de cartón con un micro dentro) empiezan la difícil aventura de abrirse paso en el mundillo de la música profesional.

De aquellos meses previos a la gran eclosión del rock and roll que traería en breve Elvis Presley a Eddie y sus amigos les queda una tremenda experiencia tanto en shows en vivo como en grabaciones de estudio, en las cuales Eddie se sumerge como músico de sesión para ganarse la vida o, a veces, simplemente para ayudar a sus muchos colegas. El legado que Cochran dejó en esa temporada aún se está desenterrando hoy en día y constituye docenas y docenas de grabaciones.

Finalmente, los muchachos consiguen que les editen un single en el pequeño sello Ekko compuesto por dos temas hillbilly, Two Blue Singin´ Stars / Mr. Fiddle, al que seguiría en breve otro más el mismo año, 1955, con las canciones Guilty Conscience / Your Tomorrows Never Come, ambos con Hank como voz principal y guitarra rítmica, y con Eddie como guitarra solista y segunda voz. También participan en algunas grabaciones de Jerry Capehart, ingenioso como letrista, pero olvidable como cantante, y que ya se ha convertido en manager de los Cochran. A estas alturas, Eddie ya ha abandonado los estudios para convertirse en profesional a la temprana edad de 16 años.

La pareja logra labrarse una modesta reputación en el circuito country regional y llega incluso a participar en una gira por Hawaii. Pero, en 1956, cierto cantante de Memphis va a marcar un antes y un después en la música. Como tantos otros jóvenes de la época, Eddie queda hechizado por el sonido de Elvis Presley. Tanto es así que las siguientes grabaciones de The Cochran Brothers sufren un claro giro hacia el estilo que Presley ha puesto de moda: el rockabilly. El tercer y último single de la pareja está ya claramente enmarcado en este sonido, y lo componen los temas Tired & Sleepy / Fool´s Paradise. Poco después, y de manera amistosa, los dos Cochran dejan de ser “hermanos”. A día de hoy, Hank es un reconocido letrista country que ha escrito éxitos para artistas como Patsy Cline, Ray Price, Eddy Arnold, Merle Haggard, etc, etc. Su carrera como cantante ha sido algo más modesta, logrando llegar a las listas en algunas ocasiones durante las décadas de los 60, 70 y 80.

Continúa en Parte II.

Fotografías (de arriba a abajo):
1: Autógrafo de Eddie Cochran. Siempre firmaba "Don´t forget me"
2: Pioneros del Rock: Eddie Cochran, un disco decisivo en mi vida
3: Eddie a los 14 años
4: Eddie con Connie Smith (con gafas), Bob Denton (derecha) y otros amigos
5: The Cochran Brothers
6: En directo en  El Monte Legion Stadium, 1956. El de la derecha es Jerry Capehart