"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

lunes, 23 de febrero de 2015

El francotirador

He sido admirador de Clint Eastwood desde hace muchos, muchísimos años. Hablo de los tiempos antes de que el estreno de Bird le pusiera en boca de todos los gafapastas y cinéfilos de pro, de cuando te miraban mal si decías que te gustaban las películas de Harry el Sucio. Desde aquella época en la que no era todavía un director reconocido, he seguido prácticamente todos sus trabajos delante y detrás de las cámaras, y he visionado también gran parte de lo que había hecho anteriormente. Pero, ¿qué queréis que os diga? El Eastwood de los últimos años me rechina. Me cuestiono si en su senectud su lucidez mental se podría poner en tela de juicio. Si no chochea. Y es que en muchos de sus últimos filmes parecen empeñado en aleccionarnos moral e ideológicamente con pequeños capítulos de la historia de su país –Banderas de nuestros padres, J. Edgar, Jersey Boys–, en ensalzar las excelencias de éste, eso cuando no se deja llevar por la vena sensiblera más fácil –Million Dollar Baby–, alguna que otra truculencia o la siempre infalible y vendible corrección política –Invictus–.

El francotirador se suma para mí al primer grupo de películas citadas: nuevas lecciones sobre personajes, episodios y hechos que parecen cimentar esa ingenua concepción de lo que hace grande y noble a un pueblo, esa falsa y pueril idea de la superioridad a todos los niveles que EE.UU. pretende difundir a nivel mundial creyendo que el resto del planeta va a coincidir con ellos y a aplaudirles. En este caso las andanzas de un militar estadounidense, Chris Kyle, cuyo dudoso mérito parece ser el de ostentar más muertes en combate que ningún otro homólogo de su país: 160 bajas confirmadas mientras servía en la Guerra de Irak.

El largometraje presenta a priori pocos atractivos para mí, más bien lo contrario. Acudo a verlo por mi respeto por Eastwood, pero salgo de su visionado confirmando todo lo que preveía en él incluso sin apenas haber visto imágenes ni saber casi nada sobre su historia –raramente me equivoco en estos juicios–. De primeras difícilmente me va a llamar una película que parece ensalzar la vida militar y los valores tradicionales y conservadores (“familia, patria y rey”, como dice un personaje en la cinta), plagada de banderas y que ya lleva en su título el incorrecto adjetivo de “american”. Me resulta absolutamente imposible que me conmueva en modo alguno el protagonista o sentir simpatía por él (en todo caso, compasión), y a esto no ayuda un actor, Bradley Cooper, que me resulta apático e inexpresivo y que tampoco me transmite nada. De ninguna manera logro entender que una persona abandone a su mujer y a sus hijos para irse a luchar a la otra punta del mundo porque nunca he asimilado esos ideales que parece ostentar el soldado de la película.

Al final, no consigo poder asumir El francotirador de ninguna otra forma que no sea un planfleto fascistoide poco disimulado, de tremenda irrespetuosidad política, producto de una nación egocéntrica y claro pasto de los comerciales Óscars. Y es que, por muy excelente que pueda ser un director, por muy impecable que una película pueda ser desde un punto de vista técnico o artístico, si me presenta un mensaje político, social o ideológico que es totalmente opuesto al mío, no va a conseguir conectar conmigo, ni entretenerme ni resultarme atractiva o interesante en modo alguno. El mito de Clint Eastwood se me desmorona…

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