Ayer me decidí a desintoxicarme de una semana bastante lamentable y desmoralizadora en uno de mis refugios favoritos: el cine. Acudí por la noche a ver un tanto a ciegas La trampa del mal, una película que acabé disfrutando bastante pese a no conocer casi nada de ella. Pero no fue el visionado de este film lo que ha dado origen a esta entrada, sino la alegría que me llevé en la taquilla cuando se me hizo entrega de una octavilla que anunciaba, no sólo que los cines de mi localidad recuperaban el miércoles –día que se había perdido desde la primavera pasada con la excepción de temporadas vacacionales–, sino que, además, las salas reducían sus precios desde la próxima semana. Por si fuera poco, encontré ayer el complejo con bastante más gente de lo habitual un jueves de invierno por la noche (recuerdo el mes pasado haber estado solo en una sala y no haberme tropezado más que con dos personas en el descansillo). La iniciativa de la empresa me parece estupenda y sólo espero que mis conciudadanos –a los que una vez más insto a apoyar el cine local– la reciban con la misma alegría que yo. Entiendo lo tentador que resulta dejarse seducir por las hipnóticas luces y colores de los grandes complejos, y por acudir a los lugares de moda “donde va Vicente”, pero tener cerca de casa un cine barato y decente (recordemos, al fin y al cabo, que el de nuestro pueblo es un edificio de mini-salas, con la excepción de las dos más grandes), me parece impagable. Personalmente, no concibo el tener que viajar 30 kilómetros y pagar una entrada más cara, además de la gasolina, cuando puedo ver una película en condiciones más que aceptables tan sólo llegándome a un sitio que está a quince minutos de mi casa dando un paseo.
Hay también una segunda oferta cinéfila del complejo Alucine, y es que si se va seis veces a sus salas en un mes, la séptima se entra gratis. Esta idea me parece algo más complicada, y creo que no se debería limitar a un mismo mes: simplemente regalar la séptima entrada a una persona que presente seis entradas recientes (para ellos sugiero quizá un cartoncito en el que se vaya estampando el sello del cine cada vez que se compre una entrada, como hacían el Oma y otros locales).
En fin, como he titulado la entrada, una pequeña alegría dentro de una época marcada por constantes problemas económicos y de otra índole, que recupera cinco días de cine en esta localidad, que en otros tiempos llegó a tener la semana completa con proyecciones diarias. Cuatro eran quizá demasiado pocos…
Mis reiteradas felicitaciones a Alucine, y lo dicho, mi ruego a los cinéfilos locales para que apoyen la iniciativa. Por cierto, no pertenezco a la empresa ni recibo ningún tipo de pago por este artículo, aparte del placer que para mí representa ver sobrevivir el cine en mi pueblo, una opción sin la que, como ya dije en una entrada anterior (véase), mi vida sería mucho más triste y vacía.
Desde la distancia me alegro de lo que comentas, comparto tu alegría, aunque yo me fui de tu pueblo (del nuestro) antes de que empezaran a funcionar los cines Alucine, pero a los que me he sentido unido sobre todo porque mis padres han tenido una buena relación con su propietario a raíz del equipo de balonmano femenino de Sagunto.
ResponderEliminarHe ido muy pocas veces a los Alucine, tres o cuatro escasas veces. Voy poco por Sagunto y cuando lo hago no tengo tiempo para ir al cine (aparte de mi obsesión contra el doblaje) pero mi hija si que va ver películas cuando vamos.
Así que desde aquí me alegro de la iniciativa cinematográfica tomada allí. Yo me he criado con los cines de Sagunto y El Puerto, eso no lo olvidaré nunca, además de que también conocí tu blog por tu artículo sobre esos cines saguntinos que desaparecieron.
Un saludo.
Esperemos que la gente apoye la iniciativa y este cine nos dure. Por desgracia cuenta con terribles enemigos...
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