"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 29 de junio de 2010

Ray Harryhausen: Legado

(Pincha para ver el Prólogo , la Parte I y la Parte II)

Hoy, 29 de junio, el Maestro Ray Harryhausen cumple la respetable edad de 90 años. Con esta cuarta entrega concluyo mi particular homenaje para él en un día tan señalado. A algunos os podrá haber parecido largo, pero para mí es a todas luces insuficiente para valorar debidamente una obra que creo inconmensurable. ¡Felicidades, Ray!

Ray Harryhausen se había retirado del cine en 1981 a los 61 años, después de más de cuatro décadas de esforzada labor en la que su magia había marcado a varias generaciones. No obstante, el Maestro estaba lejos de estar verdaderamente “jubilado”: en los casi treinta años que han pasado desde entonces, Ray ha hecho de todo menos quedarse en su casa y tomarse su bien merecido descanso. Durante el lapso acotado, el técnico ha vivido una segunda juventud –y una tercera, y una cuarta…– durante la que, por fortuna, ha podido ver su obra apreciada y revalorizada a lo largo de todo el mundo, ha realizado colaboraciones, conferencias y exposiciones por infinidad de países (en España ha estado muchas veces), ha escrito libros, ha intervenido en películas, ha conseguido por fin los derechos de muchas de sus creaciones para poder gestionar y aprovechar el merchandising él mismo, y no terceros, etc, etc...

También en 1992, por fin, la Academia reconoció su valía y aportación a la Historia del Cine concediéndole un Óscar honorífico (el premio Gordon E. Sawyer por sus contribuciones técnicas y los logros de toda una vida). En  2003 inauguraría también su propia estrella en el célebre Paseo de la Fama, en una ceremonia en la que le acompañaron sus eternos compinches Ray Bradbury y Forrest J. Ackermann (fotografía izq.), así como los directores Gordon Hessler y Frank Darabont y técnicos de efectos especiales del calibre de Rick Baker o Stan Wiston. La ciudad de Los Angeles también reconoció el 10 de junio de ese año como “Día de Ray Harryhausen”, simpático homenaje a uno de sus oriundos más destacables. La estrella está, curiosamente, muy cerca del Teatro Chino Grauman en donde Ray quedara deslumbrado por King Kong en su juventud.

Su importantísimo legado al cine, al arte y a la cultura en general se refleja en el enorme número de tributos que se le han rendido en diversos campos y disciplinas, algunos de los cuales repasamos a continuación…

Homenajes fílmicos
Son innumerables los homenajes que a la obra de Ray han aparecido en películas de las últimas décadas, y es que nuestro hombre es admirado e idolatrado por TODOS los más importantes cineastas del fantástico de los últimos tiempos: George Lucas, Steven Spielberg, Tim Burton, James Cameron, John Landis, Nick Park, Joe Dante, Wes Craven, Henry Selick, Sam Raimi, Guillermo del Toro o Peter Jackson son algunos de los directores de cine que se deshacen en halagos para con las películas y la persona de Harryhausen, por no mencionar a influyentes técnicos de F/X como Richard Edlund, Stan Wiston, Rick Baker, Dennis Murren o John Dykstra. Docenas de largometrajes rinden homenaje nuestro mago, y si se está un poco atento, se pueden ver fragmentos de películas de Ray en infinidad de títulos como Las chicas de la Tierra son fáciles (1988) o el remake de Godzilla (1998), aunque algunos autores han sido más originales y curiosos a la hora de rendirle tributo:

-Flesh Gordon (M. Benveniste / H. Ziehm, 1974): En esta disparatada comedia erótica del popular personaje de Raymond (y en concreto, del serial que de él se hizo en los años 30) aparece un dios al que adora el malvado Emperador Wang cuyo nombre es Nesuahyrrah… Leedlo al revés. Dicho personaje –animado por stop motion, como muchos otros en el film– remite claramente al Cíclope de Simbad y la princesa (las piernas) y a King Kong (cuando rapta a la chica y sube a lo alto de una torre).
-Espías como nosotros (John Landis, 1985): aunque Harryhausen ya había hecho de extra en algunas de sus propias películas (es el guardia del zoo en A 20 millones de millas de la Tierra), esta es su primera aparición “oficial” como actor, en una breve y disparatada escena que remite a otra similar de Un día en las carreras de los Hermanos Marx. La podéis ver aquí: http://www.youtube.com/watch?v=9Lge2_H_8IQ
-El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992): no hay que devanarse muchos los sesos para saber a qué película rinden tributo los esqueletos de la tercera parte de Posesión infernal...
-Súperdetective en Hollywood (John Landis, 1994): de nuevo es su amigo, el director John Landis, el que hace aparecer otra vez a nuestro genio en un pequeño cameo como dueño de un bar en la tercera parte de las aventuras del personaje de Eddie Murphy.
-Mars Attacks (Tim Burton, 1996): la escena en la que un platillo parte el Obelisco de Washington y empiezan a moverlo es una parodia de otra parecida de La Tierra contra los platillos volantes. Homenajes similares se pueden encontrar en infinidad de películas de invasiones y catástrofes recientes, como Independence Day (1996).
-Terminator (James Cameron, 1984): el afamado director de Avatar confiesa que de pequeño le aterraban los esqueletos de Jasón y los Argonautas, e intentó transmitir esa misma sensación de miedo y amenaza con el esqueleto del cyborg al final de la cinta.
-Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993): hay una escena en que los protagonistas contemplan a un pequeño dinosaurio, que de repente es brutalmente atrapado por las fauces de un triceratops. Está sacada directamente del momento en que aparece la bestia protagonista de El Valle de Gwangi.
-Mi gran amigo Joe (Ron Underwood, 1998): el primero de los largometrajes de Harryhausen fue también el primero en ser “víctima” de un remake, aún así, entretenido, aunque lógicamente el gorila estuvo animado esta vez por ordenador. En la escena de la fiesta, una simpática pareja de ancianos observa a los protagonistas, Charlize Theron y Bill Paxton. “¿A quién te recuerdan?”, le dice el señor mayor a su pareja. “A nosotros cuando éramos jóvenes.” Se trata nada menos que del mismísimo Harryhausen, acompañado por Terry Moore, la actriz del film original de 1949.
-La guerra de las galaxias: tanto George Lucas como todos los técnicos de la ILM son fans acérrimos de nuestro hombre, y así lo declaran en muchas de las entrevistas que se pueden ver en los extras de los DVDs de la saga. Téngase en cuenta que en la trilogía original todavía se utilizó profusamente el stop-motion para dar vida a criaturas como el Rancor o los taun-tauns (o a vehículos como los AT-ATs). El guiño más obvio al trabajo de Ray Harryhausen lo podemos ver en El ataque de los clones, cuando Obi-Wan se enfrenta al Acklay en la arena de Geonosis con una lanza en la mano, imitando la típica postura de los protagonistas de muchos filmes del Maestro cuando combatían al monstruo de turno. Parece ser que incluso los mismos droides de combate de la Federación de Comercio de la segunda trilogía se inspiran también en los esqueletos de Jasón y los Argonautas, aunque quizás esto sea más difícil de deducir.
-El Señor de los Anillos: Los movimientos y la animación del troll que los héroes del film combaten en Moria están claramente inspirados en los de las creaciones de Ray. Por cierto, que Peter Jackson cuenta que de pequeño se llevó una grabadora de sonido al cine y “pirateó” Simbad y la princesa, que escuchaba repetidamente en casa. El director, acompañado de Harryhausen, se entrevistó con la legendaria Fay Wray poco antes de que muriera para que interviniera en el remake de King Kong. La mítica actriz rechazó la invitación cortésmente.
-Monstruos, S.A (P. Docter/D. Silverman, 2001): el nombre del restaurante de moda de la ciudad de la película es Harryhausen´s.
-Elf (Jon Favreau, 2003): en esta comedia infantil, Ray se encargó de poner su voz a un cachorro de oso polar.
-La novia cadáver (Tim Burton, 2005): la marca del piano que toca el protagonista es… sí: Harryhausen.
-Wallace y Gromit: La maldición de las verduras (Nick Park, 2005): Nick Park, uno de los animadores más interesantes de la actualidad, optó por homenajear a Ray de igual modo que Burton en la anterior película: hizo del nombre “Harryhausen” una marca de pianos
-Alicia en el País de las Maravillas (Tim Burton, 2010): cuando la protagonista combate contra el monstruo final (el “Galimatazo” o Jabberwocky), lo hace en una escalera de caracol que remite claramente a la lucha entre Simbad y el esqueleto en Simbad y la princesa. Aunque no lo he visto confirmado, creo que la coincidencia no es casual, sabiendo de la admiración de Burton por Ray.
-Furia de titanes (Louis Leterrier, 2010): en el ameno pero quizás innecesario remake de la última película de Harryhausen, Perseo encuentra a Bubo, el búho mecánico del film original, perdido entre un montón de trastos en el armero de palacio. “¿Qué es esto?”, indaga a uno de los soldados. “Mejor no preguntes”, es la ambigua respuesta de éste.

Otros homenajes
Otros tributos a Ray han venido a través de diversos medios. Uno de los más curiosos es quizá el de la novela de su amigo y tocayo Ray Bradbury Cementerio para lunáticos (1990), ambientada en el Hollywood de los años 50 y en la que uno de los personajes es un técnico de efectos especiales llamado Roy Holdstrom. Además, la obra está dedicada a Harryhausen.

Algo similar encontramos en Dinosaur Summer de Greg Bear, de 1998, especie de continuación de El mundo perdido de Arthur C. Doyle en el que un personaje se llama Ray y aparecen los mismísimos Willis O’Brien y Merian C. Cooper.

En la televisión, hemos podido ver guiños a Ray en las series South Park, Veronica Mars (en la que aparece Harry Hamlin, Perseo en Furia de titanes), Malcolm in the Middle o Futurama, y los vídeo-juegos Crypt Killer y la saga God of War también contienen varias referencias a nuestro hombre.

La heterogénea editorial de Bluewater firmó recientemente un acuerdo con Ray para incluir en su catálogo la línea “Ray Harryhausen Presents”, en la que encontramos cómics basados directa o indirectamente en las películas del Maestro. http://www.bluewaterprod.com/

En el mundo del modelismo, por supuestísimo, la influencia de Harryhausen es enorme, y son docenas las figuras que han aparecido de sus personajes en los últimos treinta años, sobre todo en la escena del garage kit (ediciones limitadas hechas por pequeñas empresas). Ahora mismo buena parte del catálogo de Geometric Designs se inspira en las criaturas de Ray, y Monarch Models ha anunciado una figura de Simbad entre sus próximas novedades. Son sólo la punta del iceberg en un campo en el que Ray es una de las principales fuentes de inspiración. Él mismo también se ha encargado de dar forma a algunas figuras de modelismo, como el King Kong que Dark Horse Comics comercializó en 1993, y que podéis ver en la fotografía inferior.


En el campo de la action figure encontramos una amplia gama de miniaturas harryhausenianas, felizmente gestionadas por el propio Ray, por fin propietario legal de sus creaciones, entre ellas las de las marcas Furuta o X-Plus –estas últimas permiten incluso confeccionar un ajedrez–. Se trata de pequeñas figuras en PVC y prepintadas que naturalmente no exhiben la calidad de esculpido de las de modelismo ni por supuesto el apasionante desafío de tener que pintarlas, pero constituyen una buena alternativa para aquellos que no tengan la paciencia y el arte que conlleva este hobby, y son por supuesto más baratas y fáciles de localizar.


Los libros de Ray
Ray Harryhausen ya publicó el primer libro sobre su trabajo, Film Fantasy Scrapbook, allá por 1972 (editado por A.S. Barnes & Co.), y posteriormente lo actualizó en los 80 tras el estreno de Furia de titanes, pero el volumen constituye hoy en día todo un objeto de coleccionista largo tiempo descatalogado.

Por fortuna, Ray ha ofrecido muchas y variadas alternativas en los últimos años, normalmente acompañado por el escritor Tony Dalton: Ray Harryhausen: An Animated Life (Aurum Press, 2003) viene a ser como el hermano mayor de Film Fantasy Scrapbook y ofrece, lógicamente, una mayor perspectiva, al estar escrito muchos años después. En él, el Maestro repasa extensamente su carrera y nos desvela muchos de los trucos y técnicas que utilizó en sus películas, ilustrados con fotos, esquemas y dibujos de primera mano. Su éxito ha sido tal que ya ha aparecido una reedición revisada y con nueva portada.



The Art of Ray Harryhausen vuelve a estar escrito por nuestro dúo, y se centra en la concepción y creación de las criaturas de sus películas,  con especial énfasis en una faceta del Maestro que no todo el mundo conoce, y que es, sin embargo, interesantísima: sus ilustraciones. Ray se prodigó bastante en ellas a la hora de ayudarse a él mismo y a sus colaboradores a previsualizar sus secuencias, y esto lo hizo en forma de bellísimos dibujos –con una clara y declarada influencia de Gustav Doré­–. Apareció en 2005 publicado también por Aurum.

El último trabajo literario del tándem hasta la fecha (Aurum Press, 2008) ha sido A Century of Model Animation (A Century of Stop-Motion Animation en los EE.UU.), en el que ya no encontramos exclusivamente el trabajo de Ray, sino en el de muchos otros animadores del cine que le precedieron o siguieron.

Hace tan sólo tres días apareció la edición especial limitada Ray Harryhausen – A Life in Pictures, recopilación de Tony Dalton –suponemos que de los libros anteriores– como parte de las actividades para celebrar el 90 cumpleaños de Ray y cuyas ventas estarán destinadas a la restauración de algunos de sus modelos y a la preservación de su obra en general. Ray espera reeditar también de nuevo su primer libro, que ahora pasará a llamarse Ray Harryhausen´s Film Fantasy Scrapbook en otoño del próximo año.

Por último, mencionaremos la publicación de Ray Harryhausen – Master of the Majicks (Archive Editions, 2008), completísima biografía del Maestro obra de Mike Hankin (con la colaboración del propio Harryhausen) que constará de tres volúmenes, y que curiosamente se ha comenzado con el segundo, coincidiendo con el momento en que el técnico empieza su primer largometraje, El gran gorila y The Dinosaur Films of Ray Harryhausen (McFarland & Company, 2004), en el que el autor Roy P. Webber se centra, obviamente, en las películas de Ray en las que aparecen los temibles lagartos prehistóricos, con especial énfasis en algunos de sus primeros experimentos con ellos y proyectos inéditos.

Animando de nuevo
No hemos sido pocos los que hemos anhelado que Harryhausen volviera a hacer películas y, aunque el Maestro tiene claro que no encajaría en la forma de rodarlas de la actualidad, en una reciente ocasión nos ha concedido el deseo de animar de nuevo a algunas criaturas: The Tortoise and the Hare (La tortuga y la liebre), cortometraje que comenzó en 1952  como parte de los cuentos de la serie Fairy Tales y que quedó incluso. En el año 2000, dos animadores norteamericanos, Mark Caballero y Seamus Walsh, propusieron a Ray terminarlo, y tuvieron la suerte de que el Maestro se interesó. Por fortuna la figura original de la liebre estaba casi perfecta, y Ray volvió a esculpir el cuerpo de la tortuga, que se había perdido. Se retocaron ambos personajes, e incluso un especialista les arregló la ropa con tejido antiguo. Las escenas originales también se conservaban, y todo se rodó para que encajaran con ellas. ¡El mismo Ray se animó a realizar algunas tomas!

El proceso duró casi dos años, se utilizó la misma cámara de 16 mm que Ray usó en los 50, y se recrearon los fondos basándose en los que se veían en las escenas conservadas. Se intentó ser lo más fiel posible a la idea y a la estética de las Fairy Tales, y sólo se utilizó la edición digital para que no se notara el cambio entre las escenas antiguas (una tercera parte del film) y las nuevas.  Por fin, en 2002, cincuenta años después de que se empezara, el cuento veía la luz… (Más detalles en: http://www.screen-novelties.com/tnh/index.html )

La otra implicación del técnico con trabajos actuales ha sido menos directa, y se trata de Ray Harryhausen Presents: The Pit and the Pendulum, cortometraje de animación de Marc Lougee que adapta la historia de Poe para el que Harryhausen se reservó las labores de productor (http://www.thepitandthependulumshortfilm.com/). También participó en el documental de la BBC de 1999 Caminando entre dinosaurios.

Una colaboración muy original
Sin lugar a dudas uno de los encargos más originales que el incasable Ray ha realizado estando “retirado” ha sido diseñar la estatua del explorador Livingstone siendo atacado por leones que se puede encontrar en el David Livingstone Centre en Blantyre, Escocia, en 2004, así como supervisar su fundición. El personaje del mítico explorador tiene un significado especial para él, y es que era el bisabuelo de su esposa Diana. Todo queda en familia.

Harryhausen en digital (DVDs y Blu-Ray)
Por fortuna prácticamente toda la filmografía de nuestro hombre puede encontrarse hoy en día en DVD y ya hay varios títulos en Blu-Ray (¿Harryhausen?), en excelentes ediciones remasterizadas, limpiadas y con interesantes extras y complementos (una incluso regala una figura del Ymir), así que no hay excusa para no tenerla. Hasta los cuentos de Mother Goose Stories y las Fairy Tales han aparecido en Ray Harryhausen: The Early Years Collection. La única película de Ray que parece que nunca podremos ver al completo es The Animal World, ya que, por lo visto, intervinieron en ella un sinfín de técnicos y cada uno posee los derechos de su parte correspondiente. Por fortuna, el fragmento que corresponde a Ray y a Willis O´Brien está incluido en la edición americana en DVD de The Black Scorpion (Edward Ludwig, 1957), film que incluía efectos especiales del propio O´Brien.

(Recientemente ha aparecido el pack de Suevia Films “Cine Fantástico y Ciencia Ficción”, que incluye siete de las películas de Ray, además de otros trece interesantes títulos. La edición está limitada a 1000 unidades, lleva un libreto y una camiseta, y se vende a unos 80 euros.)


Como veis, Ray Harryhausen sigue muy, pero que muy activo a día de hoy, engrandeciendo la tremenda herencia que nos ha hecho a la humanidad. Ahora mismo están en marcha varias actividades para celebrar su 90 cumpleaños, que incluyen una exposición en el London Film Museum que seguirá abierta un año entero (Ray Harryhausen – Myths and Legends), mientras que el Stiftung Deutche Kinematheke (el Museo del Cine de Berlín) tiene desde hace años una exhibición permanente con muchos de los modelos de Ray (originales o reconstruidos). También está totalmente implicado en su propia organización, The Ray and Diana Harryhausen Foundation, cuyo propósito principal es preservar y difundir el legado y la obra de Ray y proteger sus derechos, y que el matrimonio gestiona con la ayuda de su hija. Con el beneplácito de los Dioses del Olimpo, el genio del stop-motion aún nos dará muchas alegrías.

¡FELICIDADES, RAY, Y QUE CUMPLAS MUCHOS MÁS!

-Web oficial de Ray: www.rayharryhausen.com 
-Documental de Canal Manía (2005): Parte 1 y Parte 2


jueves, 24 de junio de 2010

Ray Harryhausen: Corpus (II)

(Pincha para ver el Prólogo y la Parte I)

El siguiente trabajo de Ray (en 1964) parte de otro de los grandes de la ciencia ficción escrita, H.G. Wells, y adapta la novela Los primeros hombres en la luna –aunque en España el film se tituló La gran sorpresa–. Se trata de una divertida aventura en la que por una vez dejamos los mundos de épocas remotas más habituales en Harryhausen para participar en un viaje espacial en el que encontraremos selenitas, orugas de tamaño desmesurado, y una peculiar esfera voladora que hace las veces de vehículo lunar.

En 1966 las dos grandes “Hs” del cine fantástico unen sus fuerzas: nuestro hombre, y la Hammer Films, que para su película nº100 echa la casa por la ventana y decide abandonar sus habituales y lóbregos castillos para producir Hace un millón de años, una película prácticamente rodada en exteriores (Canarias) en la que dos clanes de hombres prehistóricos se enfrentan no sólo entre ellos, sino también con la temible fauna local y con terribles cataclismos. Ray sacrificó de buena gana sus conocimientos en Paleontología para poder unir temporalmente a seres humanos y dinosaurios en un buen número de secuencias de luchas entre unos y otros, y así, alosaurios, triceratops y pterodáctilos hubieron de conquistar el favor del público y rivalizar con la belleza y la exuberancia de Raquel Welch y Martine Beswick. El éxito del film hizo resurgir el interés por las aventuras prehistóricas y, durante los siguientes años, le seguirían títulos tan sugerentes como Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, Criaturas olvidadas del mundo, etc, etc.

Willis O´Brien había fallecido en 1962, mientras Ray estaba rodando Jasón y los Argonautas, y cuando este volvió a casa le entristeció mucho no haber podido despedirse de su amigo debidamente. Quizá como una deuda pendiente –y porque siempre había querido rodar alguna de las ideas de O´Brien que no se habían llevado a la pantalla, como la curiosa War Eagles–, a finales de los 60 Harryhausen retomó un viejo argumento de su maestro en el que unos vaqueros se enfrentaban a lazo a dinosaurios. La película acabó siendo El valle de Gwangi, en la que los componentes de un circo norteamericano descubrían un remoto paraje en México –en realidad, Cuenca– en el que, como en El mundo perdido de Arthur Conan Doyle, sobrevivían todavía especies prehistóricas. El grupo se obsesionaba con capturar vivo a un feroz alosaurio –Gwangi– y exponerlo en su espectáculo. En realidad era otra vuelta de tuerca a la vieja idea de King Kong y la película no funcionó muy bien en taquilla, parece ser que sobre todo por el desinterés en promocionarla por parte de Warner Bros. La cinta marcaría años después, sin embargo, la vida de cierto niño que ahora mismo está escribiendo este homenaje...


Las películas de Ray Harryhausen, como se ha visto, tuvieron una suerte dispar en taquilla: algunas fueron grandes éxitos, mientras otras pasaron ignoradas. La siguiente que Ray rodaría, en 1974, iba a ser una de sus más populares y provechosas, y volvía a retomar al antiguo héroe que ya en 1958 había protagonizado uno de los principales títulos de la filmografía de nuestro hombre: Simbad el marino surcaba de nuevo los mares en El viaje fantástico de Simbad. El argumento era de nuevo muy parecido al de muchas otras películas de Ray (¡mejor!), pero el catálogo de bestias amenazantes  era uno de los mejores de la obra harryhauseniana: los homúnculos, el mascarón de proa viviente o los protagonistas de dos escenas impagables: la estatua de la diosa Kali que se enfrentaba al grupo de Simbad, y la mítica lucha final entre el cíclope-centauro y el grifo (el combate entre criaturas se había convertido en clásico en casi todas las películas de Ray desde que el Ymir se enfrentara a un elefante en A 20 millones…). El propio Simbad, por cierto, había dejado de llevar el impecable tupé y el rostro afeitado de Kerwin Mathews (protagonista de Simbad y la princesa) para encarnarse en las formas de un más atlético, aguerrido y barbudo John Phillip Law, a quien acompañaba todo un icono erótico del fantástico como era Caroline Munro en el esplendor de su belleza. La cinta la dirigió además un clásico del género, Gordon Hessler.

Harryhausen y Schneer no se complicaron mucho para decidir cuál sería su próximo film: Simbad tendría una trilogía, y así, en 1977 estrenaron Simbad y el ojo del tigre que, a pesar de contar con un mayor presupuesto, no proporcionó las rentas de su antecesora, aunque tuvo un éxito destacable. El marino oriental adquiría en esta tercera parte un nuevo rostro: Patrick Wayne, el hijo del mítico John Wayne, aportaría su apuesto físico al personaje, secundado por una joven Jane Seymour y por otra hija de actor famoso, Taryn Power, cuyo padre era, por supuesto, Tyrone Power.

Pero hablemos de los “verdaderos” protagonistas del film (ja, ja…): los siempre encantadores personajillos de Harryhausen, que en este nuevo trabajo hicieron incesante aparición y fueron numerosos: tres diablillos invocados por la malvada hechicera de turno, una morsa y un avispón gigantes, un simpático mandril (animado, puesto que no se puede domesticar a estos simios), Minatón, el minotauro de latón, el impagable cavernícola Trog, y el dientes de sable que guarda el tesoro final, y que no está quizás  entre las mejores creaciones de nuestro ídolo, posiblemente por problemas de tiempo. Precisamente por esto último, Ray aceptaría por primera vez que alguien le ayudara con las miniaturas del proyecto: Janet Stevens y Tony McVey tuvieron el honor de esculpir algunas ellas para el film.

Por cierto, mucho antes que Spielberg en Indiana Jones y la Última Cruzada, Ray ya había decidido utilizar la centenaria ciudad de Petra como localización exótica y fantástica, aunque tuvo el buen gusto de disimularla un poco mejor que el director norteamericano por medio de fondos mate.


En 1981 Ray nos propone su último viaje a lugares remotos: recurriendo de nuevo a la siempre rica mitología griega, y en concreto a la historia de Perseo y Medusa, da forma a Furia de titanes, dirigida por Desmond Davis e interpretada por los prácticamente desconocidos Harry Hamlin y Judi Bowker, a los que apoyan un destacable elenco de secundarios que se llevó buena parte del presupuesto (16 millones de dólares, más que todas las anteriores películas de Ray juntas) y que encabezaban veteranos de la talla de Laurence Olivier, Claire Bloom o Burgess Meredith.

El catálogo de “hijos” de Ray fue notable, aunque sin duda los más destacable son los que aparecen en la magnífica secuencia de la Isla de los Muertos, guardada por el temible Dioskilos, el lobo de dos cabezas, y por la mortal Medusa, magistral momento de la película. No hay que olvidar tampoco la aparición de otras creaciones de Harryhausen como Pegaso, el caballo alado, los escorpiones y el buitre descomunales, el simpático búho mecánico Bubo, el malvado Calibos o el espantoso Kraken. Además, aparecen otros seres terroríficos representados por actores o por otros medios, como las Greas, el barquero Caronte o de nuevo Calibos, que en ocasiones es interpretado por Neil McArthy, espléndidamente maquillado por Colin Arthur.

El último largometraje de Ray Harryhausen fue recibido por los críticos contradictoriamente: mientras a algunos les gustó y alabaron el esforzado trabajo de Ray y sus colaboradores (Jim Danforth, Janet Stevens y Steve Archer –de nuevo el tiempo obligó al Maestro a buscar ayuda–), otros lo encontraron anticuado. Ciertamente, La guerra de las galaxias de George Lucas –irónicamente, un admirador de Harryhausen– había marcado un antes y un después en el cine fantástico y el modo de concebir y crear efectos especiales empezaba a cambiar. Tan sólo cuatro años después, la ILM introduciría el primer personaje creado por CGI en El secreto de la pirámide.

Después de considerar varios proyectos, principalmente la también mitológica Force of the Trojans y una nueva aventura de Simbad que le llevaría nada menos que a Marte –a lo largo de su carrera, Ray también barajó muchas ideas que acabarían llevándose a la pantalla como La guerra de los mundosEl alimento de los dioses, Conan, El Hobbit, El Señor de los Anillos, El Baron de Munchausen, Beowulf, etc, etc–, nuestro animador favorito decidió que había llegado el momento de retirarse del cine. Esto no iba a significar, precisamente, el final de su leyenda, como veremos en la próxima entrega

Las películas de Ray Harryhausen
1949- El gran gorila (Mighty Joe Young, Ernest B. Schoedsack)
1953- El monstruo de tiempos remotos (The Beast From 20.000 Fathoms, Bert I. Gordon)
1955- Surgió del fondo del mar (It Came From Beneath the Sea, Robert Gordon)
1956- The Animal World (Irwin Allen)
1956- La Tierra contra los platillos volantes (Earth vs. the Flying Saucers, Fred F. Sears)
1957- A 20 millones de millas de la Tierra (20 Millions Miles to Earth, Nathan Juran)
1958- Simbad y la princesa (The 7th Voyage of Sinbad, Nathan Juran)
1960- Los viajes de Gulliver (The Three Worlds of Gulliver, Jack Sher)
1961- La isla misteriosa (Mysterious Island, Cy Endfield)
1963- Jasón y los Argonautas (Jason and the Argonauts, Don Chaffey)
1964- La gran sorpresa (First Men in the Moon, Nathan Juran)
1966- Hace un millón de años (One Million Years B.C., Don Chaffey)
1969- El valle de Gwangi (The Valley of Gwangi, Jim O´Connolly)
1974- El viaje fantástico de Simbad (The Golden Voyage of Sinbad, Gordon Hessler)
1977- Simbad y el Ojo del Tigre (Sinbad and the Eye of the Tiger, Sam Wanamaker)
1981- Furia de titanes (Clash of the Titans, Desmond Davis)

lunes, 21 de junio de 2010

Tres canciones de amor de las que me enamoré

A lo largo de mi vida, supongo que como cualquier otro aficionado a la música, he escuchado miles de canciones. Unas me han gustado, otras no, muchas me han dejado indiferente; algunas han sido de “usar y tirar”, mientras que otras permanecerán para siempre como grandes favoritas en mi discoteca; otras han sido importantes durante un tiempo para pasar luego al limbo musical, pero ha habido muy pocas de las que me haya quedado prendado nada más empezar a oírlas. Hoy os presento tres de ese reducido grupo en Las cosas que se cantan por amor (o por desamor), y siguiendo el orden en que las descubrí (que, como veréis, no es cronológico con respecto a la fecha en que se grabaron). A ver si os gustan…

En el extremo oscuro de la calle…
James Carr (1942-2001) fue uno de los muchos cantantes negros de soul que proliferaron en los EE.UU. cuando este estilo alcanzó su apogeo a mediados de los 60, y aunque nunca consiguió la popularidad ni el estatus de leyendas como Sam Cooke, Otis Redding o Wilson Pickett, entre su modesta discografía figura, sin embargo, una de las grandes baladas del género: The Dark End of the Street. La canción, compuesta por los míticos Dan Penn y Chips Moman y grabada por Carr en 1967 para Goldwax, llegó al nº 10 de las listas de r´n´b ese año y ha sido versioneada por docenas de artistas desde entonces. Sin embargo, el cantante que nos ocupa no tuvo mucha suerte: adicciones y problemas psicológicos lo apartaron de los escenarios durante la mayor parte de los 70 y 80, y un cáncer de pulmón acabaría finalmente llevándoselo a los 58 años.

La composición se presenta como una típica balada soul, con la instrumentación habitual del estilo, aunque los vientos mantienen un papel más discreto hasta casi el final, momento climático en el que hay una subida de tono y los metales se hacen más presentes. Hasta entonces la canción se sostiene apoyada sobre todo por un elegante piano, un marcado bajo eléctrico, una guitarra con un evocador efecto de trémolo y un sugerente acompañamiento vocal.

Tradicionalmente se ha asumido la temática de esta grabación como relativa al adulterio: dos amantes que se encuentran a escondidas en el extremo oscuro de la calle, con el temor de ser descubiertos (en la última estrofa, el uno le pide al otro que, si se cruzan durante el día, le pase de largo), pero la homosexualidad de Carr puede dar sin lugar a dudas una nueva lectura a este clásico…

Por cierto, aunque he escuchado bastante soul desde mi adolescencia, he de confesar que no descubrí esta canción hasta que vi la película Los Commitments y, de hecho, era de las poquísimas que no conocía del repertorio del film. Algún día os hablaré de este largometraje del que soy un gran fan.

The Dark End of the Street (The Commitments, incluye letra)

Por favor, enciérrame…
Me avergüenza volver a confesar que, teniendo una extensa discoteca de música de los 60, conocí también esta canción a través de una versión más reciente. En concreto fue por medio de la tremenda voz de la cantante norteamericana Vonda Shepard, en la segunda recopilación de canciones de la serie de televisión que la dio a conocer al mundo, Heart and Soul, New Songs from Ally McBeal (1999). Lo primero que me sorprendió después de oírla fue que viniera firmada por Lennon y McCartney. Tengo todos los discos de los Beatles, rarezas, directos, pero nunca había escuchado esta canción por el cuarteto de Liverpool, aunque evidentemente tenía su sello sonoro. Me puse a investigar…

Tiempo más tarde acabé descubriendo que el tema había sido compuesto por Paul McCartney (recordad que él y John firmaban juntos las canciones de ambos aunque normalmente sólo uno de ellos las compusiera) y entregado al hermano de la que por entonces era su novia, la actriz Jane Asher. Peter Asher formó un duo musical con Gordon Waller en Inglaterra a mediados de los 60. Su nombre artístico era, por supuesto, Peter and Gordon, y su estilo era una mezcla de los Everly Brothers, Buddy Holly y la vertiente más melódica de los propios Beatles, de los que grabaron varias canciones. En 1964, McCartney les entregó la composición (A) World Without Love, probablemente porque ni él ni Lennon estaban muy interesados en ella. Contradictoriamente, acabó siendo nº 1 en las listas inglesas y americanas, y el mayor éxito del dúo, que se separó a principios de los 70, pasando sus integrantes a ocupar diversos puestos en la industria musical. Se volvieron a unir en 2005 para varias actuaciones hasta la muerte de Gordon Waller el pasado año.

El tema sigue la línea inicial de Paul McCartney en los Beatles, rico en acordes y con la siempre presente influencia de la música latina y el bolero que exhibía el bajista Beatle. La letra es muy sencilla y nada inusual, pero conforma una bellísima oda agridulce que habla sobre la soledad y la falta de amor, pero también sobre la esperanza de encontrarlo; todo un himno para los descorazonados.

World Without Love (Peter and Gordon en directo)
World Without Love (versión de Vonda Shepard)

París es una ciudad solitaria…
Lynn Miles es una cantante canadiense principalmente orientada hacia el country, pero que normalmente fusiona este estilo con pop y rock en sus discos; básicamente la podríamos enclavar en ese sonido tan rico y heterogéneo que se ha dado en llamar americana. El tema Sacre Coeur apareció en su segundo disco, Night in a Strange Town, en 1998. No esperéis la típica canción vaquera con instrumentación rústica y ambientada en el desierto...

Y es que, aunque el último de mis seleccionados es claramente un tema country, es una pieza bastante sofisticada, enriquecida con un montón de instrumentos entre los que sorprende un Hammond B3 que inicia la grabación y la arropa a lo largo de sus casi tres minutos, además de las más habituales guitarras, mandolina y steel. Pero lo más chocante y original de esta canción –compuesta por la propia Miles– es quizá que está ambientada ¡en Francia! Y así, la protagonista pasea y pasea a lo largo de sus estrofas bajo la luna parisina intentando olvidar un amor desgraciado del que no puede librarse a pesar de estar separada de él miles de kilómetros. En su pesaroso deambular, pasa por muchos de los lugares típicos de la ciudad gala, como Montmartre, Notre Dame, o la Basílica del Sagrado Corazón que da nombre a esta preciosa composición, sencilla en su presentación (los esperados tres acordes del country, con una breve intrusión de un cuarto casi al final) pero tan compleja –o tan simple– como ese sentimiento que llamamos amor, que todos hemos sentido alguna vez de una manera u otra, y que parece que nunca dejará de ser la principal inspiración para la mayoría de canciones del pop y del rock.

Sacre Coeur (Lynn Miles) 

viernes, 18 de junio de 2010

Ray Harryhausen: Corpus (I)

(Pincha en el enlace para el Prólogo)

Raymond Frederick Harryhausen nació en Los Angeles, California, EE.UU., el 29 de junio de 1920. Sus padres, Fred y Martha, descendían de emigrantes alemanes. Desde bien pequeño, Ray muestra inclinación y aptitudes para el arte, destacando sobre todo en dibujo y escultura, aunque también se interesa por la música, la historia, la paleontología y, por supuesto, el cine. Serán precisamente dos películas las que marcarán la vida del muchacho y decidirán su futuro profesional: El mundo perdido (1925) y, sobre todo,  la mítica King Kong (1933), ambas con efectos especiales del pionero de la animación fotograma a fotograma Willis O´Brien (1886-1962). Reproducir a las criaturas que ha visto en la pantalla y dotarlas de vida se convertirá en la obsesión del joven Harryhausen quien, con la ayuda económica y artística de sus padres, comienza a rodar sus primeros fragmentos animados durante la adolescencia de manera amateur, destacando en ese período Evolution of the World, ambicioso proyecto sobre los albores del mundo que deja inconcluso al incluir el film de la Disney Fantasía (1940) ideas similares que desaniman a Ray.

Por aquella época, el futuro técnico de efectos especiales ya ha hecho varias amistades de por vida con personajes que serán vitales en su trayectoria, como el coleccionista cinematográfico Forrest J. Ackermann (1916-2008), el legendario escritor de ciencia ficción Ray Bradbury (1920) e incluso el mismísimo Willis O´Brien (1886-1962), quien le aconseja y le orienta para iniciarse en el complicado camino de animador de stop-motion. Ray aprovecha también para estudiar diversas disciplinas cinematográficas en la universidad.

En 1940 le llega a nuestro hombre su primera oportunidad profesional, trabajando nada menos que con otro nombre clave del fantástico: el húngaro George Pal (1908-1980), quien por entonces y durante los dos siguientes años desarrollará una serie de animación orientada al público infantil bautizada como Puppetoons que emplea figuras animadas con un complicado método: se van cambiado cabeza y miembros al cuerpo de éstas para cada movimiento. Este tipo de animación desalienta a Ray, que ve limitada su creatividad, y abandona la serie tras trece episodios (el mismo Willis O´Brien participa y abandona los Puppetoons por idénticos motivos). Durante los siguientes años y hasta el final de la II Guerra Mundial, Ray sirve en la División de Servicios Especiales del ejército norteamericano a las órdenes del mismísimo Frank Capra y haciendo lo que mejor sabe: cine, en la forma de diversos cortometrajes instructivos y propagandísticos como How to Bridge a Gorge o Guadalcanal.

De vuelta a la vida civil, Harryhausen se embarca en un nuevo proyecto personal: una serie de cortometrajes en 16 mm que se inspiran en rimas populares infantiles y que engloba bajo el título genérico de Mother Goose Stories. Aunque utiliza algunas técnicas heredades de los Puppetoons –cabezas alternativas con las diferentes expresiones de los personajes– las figuras de la serie ya usan un esqueleto interior de metal que permite posarlas de múltiples maneras. Un par de años después (1950) Ray continuará con nuevos cuentos. Ambas colecciones le sirven como credencial para mostrar su trabajo en diversos sectores, no sólo cinematográficos, sino también educativos. Es curioso constatar el hecho de que la estética simpática e inocentona de los primeros personajes de Harryhausen permanecerá prácticamente en todas sus creaciones posteriores. No importa cuan terribles pretendan ser según el argumento: será imposible no encariñarse con “monstruos” como el Cíclope, el Ymir o Calibos…

En 1949 Ray tiene por fin la suerte de trabajar en un largometraje profesional, y lo hace nada menos que como ayudante de su ídolo y mentor Willis O´Brien en El gran gorila, una película que reúne al mismo equipo que había realizado King Kong (Ernest B. Schoedsack en la dirección y Merian C. Cooper en la producción), y que repite una historia similar con un simio enorme que es criado por una niña en África y años después llevado a los Estados Unidos como atracción por un ávido productor de espectáculos. Aunque la cosa se complica, esta vez el final es feliz, pues el animal salva a unos pequeños de un incendio y acaba regresando a salvo a su hogar. Según parece, la mayor parte de la animación del film corrió a cargo del novato Harryhausen, aunque el Óscar que posteriormente ganó la película fue a nombre de Willis O´Brien.

Cuatro años después, Ray debuta por fin en solitario, y lo hace en el campo de la ciencia ficción de serie B tan típica de los años 50. Continúan cuatro trabajos modestos, pero que ayudan a Ray a afianzarse en el negocio del cine y a consolidar su técnica, y que ya le adelantan cuán difícil y meticulosa habrá de ser su tarea en su futura carrera: si bien la parte de acción real, con actores, de muchos de estos films se rueda en pocos días, el trabajo de posproducción para Ray implicará semanas y semanas de solitaria y paciente labor en su estudio dando vida a sus miniaturas. A lo largo de esas largas sesiones, el artista irá desarrollando su particular visión del stop-motion, jugando con varios planos o “capas” que combinan acción real previamente filmada y miniaturas , y que posteriormente será bautizado como Dynamation, Super Dynamation y Dynarama según evoluciona el sistema.

Esquema de un rodaje de stop-motion, con un proyector trasero, la miniatura, y una pintura mate. La perspectiva de la cámara que graba el conjunto hace que todo parezca integrado en un mismo plano.

El mencionado cuarteto de filmes serán: El monstruo de tiempos remotos (1953), primera de las muchas películas que usarían el cliché del animal prehistórico despertado por una explosión atómica o similar para luego emprenderla a manotazos con cualquier ciudad que le venga al paso, Surgió del fondo el mar (1955), en la que Harryhausen animó a un pulpo también gigante (con tan sólo seis tentáculos debido al presupuesto y al tiempo), La Tierra contra los platillos volantes (1956), una de las poquísimas ocasiones en que Ray dio vida a objetos (las naves del título) en lugar de a seres vivos, y A 20 millones de millas de la Tierra (1957), que permitió al técnico cumplir su sueño de viajar al extranjero (se rodó en Italia) y que nos presenta quizá a la primera criatura verdaderamente “harryhauseniana”: el entrañable Ymir (fotog. superior), un pequeño extraterrestre de aspecto reptiloide que es traído a la tierra por unos astronautas y comienza a crecer desmesuradamente hasta que finalmente, y en un claro guiño a King Kong, ha de ser abatido en el mismísimo Coliseo.

En 1956 también se reúne por tercera y última vez con su admirado Willis O´Brien para participar en la película de carácter documental The Animal World, dirigida por Irwin Allen. Las diversas partes de la obra son rodadas por otros tantos técnicos, y nuestro dúo se ocupa, cómo no, de las escenas correspondientes a la Prehistoria.


Este “preludio” al que para mí es el verdadero cuerpo de la obra de Ray le da la suficiente experiencia para acometer una obra de mayor envergadura: Simbad y la princesa, de 1958, constituye probablemente la primera película 100% “Harryhausen”, y nos presenta el esquema general que seguirán muchos de sus trabajos más conocidos: un grupo de intrépidos héroes que se aventura en territorios misteriosos e inhóspitos en busca de algún fabuloso tesoro debiéndose enfrentar a innumerables criaturas y peligros. En esta ocasión, se trata del héroe oriental Simbad, y su primera entrega dará ocasión a Ray de exhibir un sinfín de sus ya clásicas creaciones, entre las que destacan la lamia bailarina, el roc, el dragón, el esqueleto reanimado y, por supuesto, los cíclopes. Se trata también de la primera película en la que nuestro hombre se enfrenta en solitario al reto del color y la primera de las muchas que rodará en España (el barco del mítico marino es la carabela de Colón de Barcelona). A día de hoy, Simbad y la princesa está considerada un clásico del fantástico y una de las obras capitales de Harryhausen.

No seguiremos adelante sin mencionar la presencia imprescindible en casi todas estas películas de Charles H. Schneer (1920-2009), un productor norteamericano amante del fantástico que se asociaría con Ray a partir de Surgió del fondo del mar, y que trabajaría con el técnico en todas sus obras desde entonces, con la excepción de The Animal World y Hace un millón de años.

La buena acogida de Simbad y la princesa anima precisamente a la pareja a buscar nuevos mundos de fantasía que explorar para sus próximas producciones, y lo hace recurriendo a la literatura clásica y a la siempre rica mitología griega: Los viajes de Gulliver (1960) parte, claro está, de la novela de Jonathan Swift, y es quizá una de las películas de Harryhausen menos apreciada por los fans, sin lugar a dudas por el hecho de que apenas aparecen sus populares criaturas (sólo un cocodrilo y una ardilla gigantes), y la labor del técnico en el largometraje se “limitó” a crear las perspectivas y dimensiones adecuadas para dar la ilusión del menor o mayor tamaño del protagonista con respecto a los demás personajes que va encontrando.



Mucho más interesante es La isla misteriosa (1961), inspirada libremente en la obra de Jules Verne, y en la que un grupo de soldados la Guerra Civil Americana evadidos y unas náufragas se las han de ver con el esperadísimo desfile de “bichos” harryhausenianos: un cangrejo gigante (primer trabajo de Ray con un animal real, posteriormente animado para otras secuencias), un Phororhacos (pájaro prehistórico) o una abeja y un cefalópodo también de tamaño descomunal. Por supuesto, se encontrarán además con el Capitán Nemo, su Nautilus, y hasta con la Atlántida.

Dos años después Ray decide llevar la leyenda de Jasón y el Vellocino de Oro al cine. Precisamente la mitología griega es un campo perfecto para que nuestro amigo se prodigue en seres y tierras fantásticos, y en Jasón y los Argonautas aparecen muchos de los primeros, como las arpías, la hidra o Tritón, aunque sin lugar a dudas las dos secuencias magistrales del film son el enfrentamiento de los Argonautas con Talos, el gigante de bronce que guarda el tesoro de los dioses, y el combate entre Jasón y sus hombres contra los esqueletos redivivos por el malo de turno. Considerada esta última como una de las mejores secuencias de stop-motion de la Historia del Cine, supuso muchos meses de trabajo para Ray, quien hubo de vérselas con la animación simultánea de siete figuras. “Curiosamente” (léase con sorna), la Academia de Hollywood la rechazó como candidata al Oscar por los mejores efectos especiales, prefiriendo otorgárselo a una gran súper-producción, Cleopatra de Mankiewicz. Raro, ¿verdad?

Pese a su fracaso inicial en taquilla, Jasón y los Argonautas está considerada casi unánimemente la mejor película de Ray Harryhausen. Él mismo la considera su “película más completa”, y era también la preferida de Charles Schneer de entre todas las que crearon juntos. Por cierto, poco después de su estreno Ray contrajo matrimonio con la inglesa Diana Bruce (1927) y se instaló en Londres, donde sigue viviendo en la actualidad. En 1964 nacería su única hija, Vanessa.

(Continúa aquí)

martes, 15 de junio de 2010

Ray Harryhausen: Prólogo

Parece mentira que a estas alturas aún haya que estar descubriéndole al mundo –al menos a ciertos sectores autoproclamados cinéfilos– quién es Ray Harryhausen, pero resulta que, respaldados unas veces por la ignorancia más lamentable, otras por el simple y descarado marketing promocional, otras por las dos cosas, no es infrecuente encontrarse los nombres de determinadas personalidades conocidas del ámbito artístico seguidos de etiquetas como “el mejor guitarrista del mundo”, “el más importante director de tal país”, “el actor más grande de todos los tiempos”... Ocurre así que, si bien en algunos casos se puede hacer justicia con estos calificativos, en otros muchos se resalta la trayectoria y la obra de personajes mediocres e incluso sin gusto ni talento a los que la suerte, el descaro, o una buena posición social y/o política han podido situar en lugares y puestos envidiables y han logrado dar una fama claramente inmerecida.

En el lado contrario, tenemos carreras y vidas dedicadas por completo a una pasión y a un arte que pasan total o casi totalmente ignoradas, gente que se labra una espléndida trayectoria y cuyos méritos sólo son reconocidos –si es que llegan a serlo- muchas veces demasiado tarde. Ray Harryhausen no es para nada un extraño para las personas que amamos el cine –fantástico o no–, pero parece que se resiste a ser más popular entre los aficionados en general.

Pues bien, ¿quién es, entonces, Ray Harryhausen? ¿Se puede etiquetar a un genio? ¿Cómo intentar clasificar a este hombre con uno o dos simples términos o categorías? Porque, de una manera muy elemental, diríamos que Ray Harryhausen es un “técnico de efectos especiales” cuyo principal campo es la animación de miniaturas fotograma a fotograma –lo que se conoce como stop-motion, técnica que llevó a su máxima expresión– pero, si tenemos en cuenta su extensa implicación en muchas de las obras en que participó, descubrimos que también realizó a menudo labores de dirección, producción, guión y hasta ocasionalmente lo podemos encontrar haciendo pequeños papeles en algunas películas. Y, además de sus dotes para la escultura, Ray es también un gran dibujante. Nos encontramos pues ante una suerte de Leonardo DaVinci del siglo XX y, más que nada, ante un mago y un creador de sueños, una personalidad única e irrepetible en la Historia del 7º Arte que ha influenciado enormemente a un gran sector de la industria cinematográfica de las últimas cinco décadas. Nos solemos referir a determinadas películas como “de” tal o cual director, o incluso actor o raramente productor, pero Ray es el único técnico de efectos especiales que se ha impuesto a las que normalmente son las figuras más importantes de una producción cinematográfica: los fans hablamos de películas “de Ray Harryhausen”.

Con 9 años vi en televisión El valle de Gwangi y me quedé encandilado con el simpático caballito prehistórico del film (“Diablo”), con los dinosaurios que aparecían en él, y por supuesto con el propio y terrible Gwangi. Creo recordar que vi la película en la televisión en B/N de casa de mis abuelos, y durante mucho tiempo pensaba que era sin color hasta que me enteré de lo contrario algo más tarde. Pasaron tres lustros antes de poder cumplir el sueño de volver a verla, pero desde aquel primer momento ya había quedado hechizado por la magia de Ray Harryhausen para siempre. Aunque por entonces era demasiado pequeño para interesarme por su nombre, no pasó mucho tiempo antes de que lo hiciera, y durante los siguientes años cobré conciencia del tremendo legado de este hombre y tuve ocasión de ver varias de sus últimas películas en el cine: Simbad y el Ojo del Tigre (1977), Furia de Titanes (1981), y Jasón y los Argonautas (en realidad de 1963, pero no estrenada en España hasta después de la anterior).

Es para mí, pues, un placer muy especial el poder dedicar esta nueva entrada del blog a una de las personas que más admiro en esta vida, además de ser el único de mis grandes ídolos al que he podido conocer: en mayo de 1994 visitó Valencia con motivo de un homenaje que le rindió la Filmoteca, y tuve la inmensa suerte de poder pasar un buen rato con él entrevistándole para una revista en la que participaba en el momento. Será para siempre uno de los momentos más memorables de mi vida y uno de los mejores recuerdos que guardaré mientras dure. Como me es imposible limitar este homenaje a uno de mis dioses particulares a tan sólo unos pocos párrafos, y a fin de no hacéroslo muy pesado, lo publicaré “por entregas”, concluyéndolo en la fecha en que inicialmente tenía previsto comenzarlo: el 29 de junio, un día muy especial en el que celebraremos el 90 cumpleaños del Maestro. Os espero...

(Continúa aquí)

(Imagen anterior: Ray Harryhausen en la Filmoteca de Valencia, mayo de 1994. Aunque no soy nada aficionado a salir en fotografías, accidentalmente aparecí junto a Ray en esta realizada por Antonio Busquets.)