"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 8 de junio de 2016

Adiós a mi Playstation 2

Invariable e inevitablemente tiendo a encariñarme con los objetos y artefactos que permanecen mucho tiempo en mi vida, especialmente si se trata de aquellos que me han proporcionado innumerables ratos de diversión y entretenimiento, como puede ser el caso de reproductores de vídeo, tocadiscos, ordenadores, consolas o juguetes de mi infancia (de estos ya casi no me quedan). Por esta razón, separarme o deshacerme de ellos siempre me supone un momento sentimentalmente traumático. Es así de sencillo y de ridículo; a muchos les puede hacer gracia esta situación, pero para mí es a menudo como perder a un amigo o familiar, o como abandonar a una mascota en mitad de la carretera.


Ayer me despedí de mi vieja Playstation 2. Llevaba conmigo desde 2002, si bien es cierto que en los últimos años ya no la usaba y había sido sustituida por sus más modernas sucesoras (en 2008 me compré la Play 3 y ya sólo usé la más antigua muy puntualmente). Así pues, por desuso tanto como por razones de espacio, llegó el momento de decirle adiós a esta pequeña amiga con aspecto de cajita negra, hacer un poco de tripas corazón y mirar hacia adelante, intentando no dejarse amargar por sentimentalismos poco racionales. En la memoria quedan muchas partidas a infinidad de juegos, de entre los que recuerdo diversas entregas de algunas de mis sagas favoritas (Silent Hill, Tomb Raider, Medal of Honor, Resident Evil…) y, sobre todo, una modalidad computerizada que prácticamente descubrí con la PS2, la del –discutiblemente llamado– juego de rol o de “mazmorreo”, como a mí me gusta llamarles, de entre los que me calaron bien hondo las dos entregas de Baldur´s Gate: Dark Alliance y Champions of Norrath pero, sobre todo, el que creo que fue mi primer sandbox, Drakan, posiblemente el título que más disfruté con la consola de la que ahora me desprendo no del todo de buena gana.


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