"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 25 de marzo de 2015

16ª edición de El Juego de Cine

Transcurrido el semestre de rigor, llega la hora de una nueva convocatoria de El Juego de Cine, concurso online sin ánimo de lucro sobre el que ya he informado en varias ocasiones, y en el que participo, ya sea como concursante  u organizador, desde hace ya tres años. En esta ocasión, es desde “detrás de la cámara” desde donde me toca participar, ya que mi actual equipo, Cinco en la carretera, resultó responsable de la nueva edición. Durante cinco semanas desde el próximo 8 de abril, nuestra página se saturará de imágenes y sonidos de mil y una películas de todos los géneros y gustos, y los valientes concursantes tendrán que esforzarse para descubrir cuáles son éstas. Se trata de un juego por y para cinéfilos en el que la diversión está asegurada para los amantes del 7º Arte. Podéis echar un vistazo a las normas, ediciones anteriores y otra información en la web oficial 5 semanas en la carretera.

El terror del espacio exterior

El tremendo parecido del argumento de esta película con la posterior Alien, el 8º pasajero bien a punto estuvo de costarle un juicio a Ridley Scott cuando estrenó su clásico de la ciencia ficción en 1979. Y es que en It! The Terror from Beyond Space, dirigida por Edward L. Cahn en 1958 y estrenada en nuestro país muchísimos años después vía pequeña pantalla con títulos como El terror del más allá o El terror del espacio exterior, nos encontramos con la tripulación de una nave que aterriza en Marte para rescatar a un superviviente de otra expedición y se vuelve a la Tierra con una sorpresa: un brutal alienígena se ha introducido en el cohete y comienza a matar a sus tripulantes uno a uno hasta que es destruido mediante la apertura de una escotilla… que le deja sin aire. Por supuesto, no hay huevos ni facehuggers en este viejo clásico de la serie B: el marciano ya está bien crecidito y no se complica a la hora de atacar a los astronautas ni se comide a la hora de hacer ruido o de hacerse notar.

El culturista Ray Corrigan, actor habitual de westerns y películas de aventuras hollywodienses durante más de treinta años y habituado a enfundarse sofocantes trajes de gorilas y monstruos varios, puso fin a su carrera con este papel que, curiosamente, es quizá el más recordado de sus casi cien trabajos para la gran pantalla. Le acompañaban en el reparto, entre otros, Marshall Thompson, Shirley Patterson, Kim Spalding y Ann Doran.

Otro título menor de aquella rica mina que fue el cine de ciencia ficción norteamericano de los años 50, tan entrañable y divertido como casi todos los films similares de aquella época, y que tiene la particularidad de haber podido ser la inspiración para una de las más famosas sagas del género de finales del siglo XX… quizá, porque al final el litigio con Alien no llegó a los tribunales. Lo podemos dejar en que este terror del espacio fue al menos un tío abuelo lejano del monstruo espacial de Giger…

sábado, 21 de marzo de 2015

Anónimos populares: David Warner

Veterano y prolífico actor británico (Manchester 29-7-1941) tanto de cine y televisión como de teatro al que avala más de medio siglo frente a las cámaras y dos centenares largos de actuaciones para la pequeña y gran pantalla. No es de extrañar que los amantes del fantástico sintamos especial simpatía por él, ya que se ha prodigado en el género durante toda su carrera: cometió el error de comprarle un espejo maldito a Peter Cushing en la impagable Cuentos de ultratumba (1973), fue el fotógrafo condenado que ayudaba a Gregory Peck en La profecía (1976), el mismísimo Jack el Destripador en Los pasajeros del tiempo (1979), el villano de Los héroes del tiempo (1981) y de Tron (1982), el Profesor Summerlee en una de las muchísimas adaptaciones de El mundo perdido de Conan Doyle (la de 1992), un científico simio en el remake de El planeta de los simios (2001) y bien a punto estuvo de ser Freddy Krueger hasta que incompatibilidades con las fechas de rodaje hicieron que Robert Englund recibiera de rebote el papel de su vida.

En televisión le hemos podido ver en series tan míticas como Holocausto, La conquista del Oeste, Hart y Hart, Remington Steele, Twin Peaks, Historias de la cripta, Se ha escrito un crimen, Babylon V, Star Trek: La nueva generación o, más recientemente, Penny Dreadful, donde fue todo un placer reencontrarse con él encarnando al mismísimo Dr. Van Helsing. También ha puesto su voz a diversos personajes de cartoons de superhéroes de Marvel y DC como puedan ser Ra´s Al Ghul o Cráneo Rojo, entre otros, además de a vídeojuegos.

Por si aún no os he convencido sobre el admirable currículum de este actor, citar su aparición en largometrajes no fantásticos tan conocidos como Tom Jones, La balada de Cable Hogue, Perros de Paja, La cruz de hierro, La mujer del teniente francés o Titanic. Resulta curioso que su nombre todavía se le siga resistiendo al gran público después de tantísimas apariciones. Por cierto, tiene hasta web oficial, un hombre muy al día: http://www.davidwarnerfilm.co.uk/

lunes, 16 de marzo de 2015

Banshee

La pasada semana terminaba la tercera temporada de Banshee, una de las pocas series de televisión que sigo –siempre preferiré el largometraje– y, de entre ellas, claramente de las que más ha captado mi interés en los últimos años. El espacio televisivo fue creado por los guionistas estadounidenses Jonathan Tropper y David Schickler y se estrenó en la cadena Cinemax en enero del 2011. El éxito de la serie ha propiciado ya dos temporadas más que, como la original, han constado de 10 episodios cada una. Las dos primeras han sido emitidas en cadenas españolas, y es de esperar que la última lo haga en unos meses.


¿De qué va Banshee? Pues, a pesar de su nombre, no tiene nada que ver con el famoso espíritu irlandés ni con el género de terror. Es un thriller de acción acertadamente entremezclado con elementos dramáticos. El título hacer referencia al pequeño pueblo ficticio en donde transcurren la mayoría de capítulos de la serie, situado en algún lugar de Filadelfia. Allí acaba el protagonista, un antiguo ladrón traicionado por su antiguo jefe –un capo de la mafia ucraniana– después de pasar 15 años en prisión. Este personaje –del que nunca conocemos su verdadero nombre– llega a la localidad en busca de Anastasia, su antigua novia e hija del mafioso. Allí descubre que ella está ya casada y con dos hijos pero, cuando de manera casual logra asumir la identidad del nuevo sheriff de Banshee, decide quedarse en el pueblo, lo que dará lugar a mil y una situaciones peligrosas, algo a lo que contribuirán muchos de los pintorescos personajes de la, aparentemente, pacífica población, y otros tantos que la visitarán.

Porque, si hay dos reclamos tan básicos como infalibles en la serie, estos son el sexo y la violencia, y no necesariamente en este orden. El primero en ocasiones bastante explícito para lo que cabe esperar en un programa para la televisión estadounidense. El segundo, todavía más gráfico y abundante, con continuas peleas a puñetazos y tiroteos episodio sí, episodio también. Pero la serie no es tan basta y primordial como puede parecer por mi descripción, y encontraremos emocionantes tramas a lo largo de sus temporadas y personajes verdaderamente atractivos, como Kai Proctor, antiguo amish convertido en el mafioso local, Job, un divertidísimo travesti asiático americano que ocupa el característico papel de genio informático, los policías compañeros del protagonista, que continuamente dudan de su identidad, un grupo de nativos americanos que está dispuesto a reclamar su legado de una forma u otra (entre ellos Alex Longshadow, su letal hermana Nola o el aún más brutal Clayton Littlestone), neonazis sin escrúpulos y psicópatas de todas las formas y tamaños… Al final una de las cosas que más me gusta de Banshee es lo bien dibujados que están algunos de sus protagonistas, y que no hay claramente “buenos” y “malos”, pues los métodos poco ortodoxos del sheriff, la salud mental o la falta de ética de algunos de sus aliados o, por el contrario, la presencia de ciertos principios en varios de sus antagonistas perfilan claroscuros en todos los personajes que evitan que caigan en un tópico y aburrido maniqueísmo.

Ivana Milicevic y Anthony Starr: una pareja de armas tomar

Si se le puede hacer alguna crítica a Banshee es quizá el riesgo de rozar a menudo la exageración y la autoparodia, pues son tantos y tan continuos los enfrentamientos físicos de sus personajes que a veces se le antojan a uno superhombres indestructibles, ya que de las peleas seguidas y habituales que presenciamos en sus capítulos salen casi como si no les hubiera pasado nada cuando en la realidad deberían tener varios huesos del cuerpo rotos como mínimo.

Entre el reparto principal de la serie encontramos un elenco internacional que componen, entre otros, al neozelandés Anthony Starr como el sheriff Lucas Hood, a la actriz de origen yugoslavo Ivana Miličević como Anastasia, al danés Ulrich Tomsen como Kai Proctor, al estadounidense Hoon Lee como el mencionado Job, y a veteranos como el británico Ben Cross Frankie Faison.

La cuarta temporada de Banshee ya está anunciada para 2016, esta vez con sólo ocho episodios. Aunque desconfío de las series que se prolongan demasiado, de momento seguiré viendo esta, pues me parece que se va desarrollando de una manera creíble y atractiva.

lunes, 9 de marzo de 2015

Heinz: Tras la estela de Eddie Cochran

La estrella de Eddie Cochran brilló con tal intensidad durante la breve carrera profesional de cinco años del cantante y guitarrista que su fulgor sigue llegándonos aún con fuerza después de más de medio siglo de su desaparición. No sólo eso, sino que ese potente resplandor ha iluminado las vidas y carreras de otros artistas que probablemente habrían permanecido en una perpetua penumbra de no haber sido por su relación directa o indirecta con el músico de Minnessota. Uno de los casos más evidentes es sin duda el de Heinz Burt o, simplemente, Heinz, como fue conocido durante los años 60. Gran admirador de Cochran, Heinz es hoy en día recordado más que nada por las canciones que le dedicó a su ídolo, que también resulta ser el mío. Es gracias a muchas biografías de Eddie Cochran que uno acaba conociendo a su “pupilo” indirecto, cuya impronta musical fue bastante menor y mucho menos recordada que la de su maestro.

Heinz Henry George Schwarz –parece ser que su verdadero apellido– nace en 1942 en Detmold, Alemania, donde la II Guerra Mundial le deja huérfano de padre siendo niño. Su madre se casa con un inglés tras el conflicto bélico y la nueva familia fija su residencia en Eastleigh, Inglaterra. Es allí donde el adolescente Heinz comienza a interesarse por la música y donde esa inquietud le lleva a formar parte de varios grupos noveles como los Stormers o los Falcons a principios de los 60. Estando en esta última formación, llama la atención del tan legendario como estrafalario productor discográfico Joe Meek, que se encapricha del joven y lo ficha para su escudería no sin antes hacerle teñirse de rubio platino. Un primer intento de integrarlo en los Outlaws fracasa debido a las limitaciones musicales de Heinz, pero en los Tornados, el novel artista encuentra un hueco como bajista, y con ellos participa en el mítico instrumental Telstar, número 1 en varios países incluyendo EE.UU.

Heinz con los Tornados y Joe Meek (de pie en el centro)
El siguiente paso que Meek tiene reservado para Heinz es una carrera independiente para él, cantando al frente de The Saints –en donde figura un joven Ritchie Blackmore–, presentado ya únicamente con su nombre de pila. Es entonces cuando el recién estrenado cantante conoce un corto momento de éxito entre 1963 y 1966, participa en un par de películas y publica varios singles y EPs y un único LP, precisamente Tribute to Eddie. De hecho, esa breve trayectoria está marcada por los homenajes a Eddie Cochran que, como ya se ha adelantado, le ganarán a la larga más fama y perduración que el resto de su carrera. Además de varias versiones del cantante americano, Heinz también graba la canción que da título a su LP y, sobre todo, Just Like Eddie, que llega a nº5 en las listas inglesas y constituye el mayor éxito de su carrera. Hay que matizar, no obstante, que el sonido del cantante está muy lejos del potente rock and roll de su mentor, y que el grueso de su discografía se presenta en forma de rock blando –cuando no directamente pop–, edulcorado con violines, arcaicos sonidos sintetizados y coros.

Pero han llegado los tiempos de los Beatles y de los Rolling Stones, y el merseybeat y otros sonidos más modernos arrasan con todo en medio mundo. La trayectoria de Heinz no está llamada a durar y su fama va a ser efímera. Rompe relaciones con Joe Meek –que se suicida poco después–, fracasa a la hora de remontar su carrera, y acaba sentando cabeza y dedicándose a labores más cotidianas, aunque también ocasionalmente a tareas artísticas –incluso actor teatral–, y sin renunciar nunca a su pasión por la música, pues hasta el final de sus días seguirá apareciendo en conciertos de mayor o menor entidad, a menudo en circuitos nostálgicos. En marzo de 2000 se le puede ver en público por última vez en un show en Hampshire, aquejado de una enfermedad neuromotora que le había relegado a una silla de ruedas. Tan sólo un mes después, un derrame acaba con él a la edad de 57 años.

La película de Nick Moran de 2008 Telstar: The Joe Meek Story (reseñada aquí) relata los años de éxito de Heinz y Joe Meek, y propone una relación homosexual entre ambos que la familia del cantante ha negado.

La estrella de Heinz nunca llegó a aproximarse en tamaño a la de su adorado Eddie y generalmente se le considera un capítulo muy pequeño del pop-rock británico de los 60, pero algunos de sus temas son recordados por los aficionados a la música de aquella época y, cómo no, por los muchos fans de Cochran, que de una u otra forma, siempre acaban llegando al que fuera su emulador anglo-germano.


viernes, 6 de marzo de 2015

Único testigo

En 1985 Harrison Ford recibe su –hasta el momento– única nominación a los Oscars por su papel de John Book en Único testigo (Witness), que dirige el australiano Peter Weir. Book es un policía de Filadelfia que se hace cargo del caso del asesinato de un compañero y debe proteger a ese “único testigo” que ha presenciado el hecho, un niño (Lukas Haas) que pertenece a la hermética secta de los amish. Cuando Book descubre que su propio jefe está implicado en el crimen, su vida correrá grave peligro y deberá esconderse en la colonia amish, lo que le servirá para conocer mejor a sus integrantes y, cómo no, enamorarse de la joven y viuda madre del muchacho (Kelly McGillis).

Hacía muchísimo tiempo que no volvía a ver esta película de la que tenía muy buenos recuerdos ya que, en la época en que se estrenó, yo era un incondicional de su actor principal. Todavía sigo sintiendo un gran cariño por Harrison Ford a pesar de que su carrera en estas tres décadas transcurridas desde el estreno del film reseñado no ha pasado de mediocre. Es imposible no admirar a este hombre siendo un fan de  Star Wars, Indiana Jones y Blade Runner, como es mi caso. Había muchas cosas que había olvidado de Único testigo, como la presencia de Danny Glover, que era un actor al que por entonces no conocía. Menos conocido aún era el mismísimo Viggo Mortensen, quien debutó en este film y cuya aparición me llamó la atención en el último visionado de la cinta al ser en la actualidad un intérprete muy popular.

La música principalmente a base de sonidos sintetizados del –por otro lado– gran Maurice Jarré ha sido una de las pocas notas negativas que le he encontrado al largometraje, ya que no soy precisamente partidario de la electrónica en las bandas sonoras. Por otro lado, decir que Único testigo me descubrió también en su momento a uno de mis cantantes favoritos, Sam Cooke, cuyo Wonderful World suena en una escena de la cinta, aunque interpretado por otro artista.

Se ha comparado la secuencia climática de Único testigo –y el argumento en general– con Solo ante el peligro, pero lo que sí que es cierto es que hay un guiño innegable al Vampyr de Dreyer en la última parte del film.

La parte que más me gusta de la película la que transcurre en la comunidad amish, en la que el personaje de Ford debe integrarse en ella y asimilar sus curiosas costumbres. Tanto él como Kelly McGillis (que está magnífica en esta cinta) tienen algunas escenas espléndidas. Con sus miradas transmiten sus sentimientos y viven su complicada relación sentimental sin la necesidad de un contacto físico que sin duda habría estropeado la bonita historia de amor de la cinta. Es una pena que se haya sabido tan poco de la actriz durante lo que va prácticamente de siglo.

Por cierto, para finalizar, decir que Único testigo sólo recibió 2 de los 10 Oscars a los que estaba nominada (guión y montaje). William Hurt le “quitó” la estatuilla a Harrison Ford y a mí –que era un crío entonces– me dio mucha rabia. Hoy día tengo que admitir que el primero es probablemente mucho mejor actor que el segundo, lo que no quiere decir que a mí me guste más.