"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 31 de julio de 2012

Amor inmortal

En 1994, el británico Bernard Rose dirige Inmortal Beloved, que en nuestro país se estrena como Amor inmortal. Se trata de una nueva aproximación al fascinante mito del compositor Ludwig van Beethoven. Para encarnar al genio de la música, Rose cuenta con un Gary Oldman en su momento de mayor popularidad después de triunfar con Drácula de Bram Stoker y El profesional. La película comienza con la muerte de Beethoven. Tras su entierro, su albacea, Felix Schindler (el siempre eficaz Jeroen Krabbé) revisa los documentos del maestro y encuentra una carta en la que el fallecido lega sus posesiones a la “amada inmortal” del título original, sin aportar más información. A lo largo del film, Schindler se entrevista con muchas de las personas que estuvieron relacionadas con el maestro con objeto de descubrir quién es esa heredera misteriosa. El director aprovecha estas pesquisas para ir contándonos, por partes, la vida de Beethoven: sus triunfos, sus fracasos, sus amores… Entre las candidatas a esa gran pasión del compositor desfilarán las condesas Giulietta Guicciardi (Valeria Golino), y Anna Marie Erdödy (Isabella Rossellini, por aquel entonces pareja de Oldman) y Johanna Reiss (Johanna ter Steege).

No llegué a ver esta película en cine, ya que, al menos en nuestro país, no tuvo mucha popularidad. La repesqué en VHS y, posteriormente, no ha faltado la versión en DVD en mi colección. Es para mí uno de los mejores trabajos de un actor, Oldman, que me había conquistado por aquellos años, y al que sigo teniéndole mucho aprecio. Algunos críticos tacharon su interpretación en el film de histriónica, pero a mí me gusta su estilo, sea exagerado o no. Recrea momentos sobrecogedores y magistrales que nos muestran el enorme sufrimiento del personaje debido a su sordera y a su difícil carácter, que le granjeó muchas enemistades, o a sus frustraciones sentimentales. La considero uno de las mejores películas de Gary. Además, aunque no soy especialmente fan de la música clásica, hay piezas de Beethoven (como el Claro de luna) que me embelesan. Y, por lo que he leído de él, esa carta a su “amada inmortal” es verídica, así como otras muchas anécdotas que se narran en el film… Y, por cierto, esto sí que es una película romántica, y ya basta de adjudicar ese adjetivo a los trabajos ñoños de Jennifer Aniston y compañía, rediez...

sábado, 21 de julio de 2012

El caballero oscuro, la leyenda renace

Con el estreno ayer de El caballero oscuro, la leyenda renace concluye la que es para mí una de las mejores sagas fílmicas de superhéroes de la historia del 7º Arte, si no claramente la mejor. Una trilogía que ha elevado esta variante del cine fantástico a nuevas alturas y que ha conseguido dignificar un género que, no por ser imaginativo y soñador, tiene que dejar de ser “serio” y consistente. Efectivamente: una de las cosas que más me gusta de estas películas es que su director y co-guionista, Christopher Nolan, junto con su hermano Jonathan, consigue aportar realismo y dar credibilidad a personajes y hechos que son, contradictoriamente, increíbles, por tratarse de temas y elementos propios del cine de ciencia ficción y de fantasía.

No me complicaré en “equilibrar” y comparar cada uno de los tres capítulos de la saga; creo que todos mantienen un nivel de calidad similar, y sólo romperé una lanza a favor del magnífico personaje que Liam Neeson compuso en la primera parte, que parece haber quedado eclipsado por el Joker del malogrado Heath Ledger, cuando creo que este último actor tenía todavía mucho que aprender en el momento en que nos dejó para llegar a la calidad interpretativa del primero (¿debería haber muerto Neeson para caer en mayor estima a los espectadores?). Así que, ni Joker, ni Bane, ni demás: Ra's Al Ghul es para mí el mejor villano de la saga; tan creíble y verosímil en sus propósitos y principios para acabar con la ciudad de Gotham City que llega a ser convincente y provocar simpatía.

La nueva película del personaje creado por Bob Kane en 1939 parece tardar un poco en despegar pero, cuando lo hace, no da respiro al espectador: es un cúmulo de emociones y secuencias de gran intensidad, no sólo por los combates, efectos especiales y “acción” en sí mismos, sino también por los sentimientos a veces exacerbados de sus protagonistas, por ese elemento casi melodramático que para mí engrandece y dignifica un film de superhéroes si se sabe dosificar. Imposible aburrirse durante las más de dos horas que dura el film, ni tener la sensación de que se hace largo.

Habitualmente afirmo que uno de los elementos que hacen buena una película de superhéroes es el supervillano, pero en el caso de La leyenda renace, acabé fascinado precisamente por lo contrario: por los héroes, por su arrojo y tesón a la hora de luchar por la libertad de sus conciudadanos y contra la violencia y el caos que aportan los malvados de la cinta (no sólo Bane, sino la persona que lo dirige, y cuya identidad no desvelaré para aquellos que aún no hayan visto la película). Es el caso, no sólo del propio Batman/Bruce Wayne, sino también de los personajes del gran Gary Oldman (Comisario Gordon)  o de Joseph Gordon-Levitt (Blake), entre otros, combatiendo valiente y desesperadamente, constituidos en una especie de 5ª columna dentro de una ciudad sitiada y dominada por un ejército de fanáticos y de criminales.

Y ahora, una afirmación (siempre a título personal) que contrariara a muchos: una de las pegas que para mí tiene la trilogía es que no me apasiona demasiado Christian Bale. Es un actor que me parece bastante inexpresivo, aunque en esta tercera película me resulta algo más convincente (¡sobre todo cuando lleva la máscara!). Creo que una de las grandes bazas que ha tenido la saga Batman ha sido sus secundarios, comenzando por el ya citado Liam Neeson o Rutger Hauer en la primera película, siguiendo por los habituales Morgan Freeman, de nuevo Oldman y Gordon-Levitt o el inconmensurable Michael Caine, la guapísima Marion Cotillard,  y terminando, por supuesto, por Heath Ledger. Anne Hathaway para mí salva el tipo, pero creo que hubiera podido elegirse a una Catwoman más apropiada. Algo parecido me ocurre con Katie Holmes, Aaron Eckhart o Maggie Gyllenhaal, a los que veo correctos, pero que no me llaman especialmente la atención. Más divertidas han sido las intervenciones en las tres partes de Cillian Murphy como Jonathan Crane/El Espantapájaros.

En resumen, y junto a las dos primeras películas de X-Men, de lo mejorcito del cine superheroico de los últimos tiempos. Lo siento por Spidermans, Iron Manes y algunos otros.... Ah, y además tengo una divertidísima anécdota que contar sobre la proyección ayer de El caballero oscuro, la leyenda renace en los cines de mi localidad: se coló en la sala... ¡un murciélago!

viernes, 20 de julio de 2012

Blancanieves vs. Blancanieves

Lo que son las cosas: rechacé ir a ver Blancanieves (Mirror, mirror) de Tarsem Singh cuando se estrenó en cine por (pre)juzgarla una película infantil y nimia, y sí que le di, sin embargo, una oportunidad a su “rival” Blancanieves y la leyenda del cazador, de cuyo pase no salí precisamente entusiasmado. Ahora que el primero de los dos títulos aparece en DVD y por lo fin veo, quedo totalmente sorprendido porque me parece una obra claramente superior a la de Rupert Sanders. ¿Nimia? Puede ser (quizá sea más apropiado, “liviana”), pero quizá por ser más sencilla y menos pretenciosa que la otra adaptación del clásico cuento popularizado por los hermanos Grimm acaba resultando para mí un producto más redondo y compactado. ¿Infantil? No más que la protagonizada por Kristen Stewart, y su tono me parece lo suficientemente adulto y divertido como para haberme hecho disfrutarla enteramente (frente a las muchas secuencias que me aburrieron en la otra). Contribuyen a reforzar en mí esta impresión de calidad los decorados, no tan lujosos ni imponentes como los de Blancanieves y la leyenda..., pero que aún así, debido a que están hechos en estudio, logran potenciar esa cualidad onírica y fantástica necesaria para una fairy tale y, en general, la destacable dirección artística (al terminar el film leo en los créditos que el vestuario fue el último trabajo de la exquisita Eiko Ishioka, que falleció en enero de este año).

Lily Collins (Blancanieves) con los peculiares enanitos y con la malvada madrastra (una magnífica Julia Roberts)

Mención especial me parece el trabajo de Julia Roberts. Es una mujer cuya carrera no suelo seguir, porque la mayoría de filmes en los que trabaja no son de mi interés pero que, a la que siempre que veo (la última vez creo que fue en Duplicity) me deja fascinado por su enorme fotogenia y por su gran profesionalidad. Lo siento por Charlize Theron, pero creo que no hay comparación entre los personajes de madrastra de una y de otra en las dos películas que estoy “enfrentando”. No conocía a la joven Lily Collins pero, ya desde el mismo póster de la película, observo en ella un look a lo Audrey Hepburn para nada casual, y con eso ya basta para tenerme medio ganado. Igual que la actriz no se limita a interpretar al típico personaje de damisela desvalida (creo que ya no tiene sentido hoy en día), el galán de turno, Armie Hammer, tampoco es simplemente el príncipe azul, valiente y varonil de siempre, y proporciona algunos momentos muy divertidos en el largometraje, como también lo hacen los peculiares y originales enanitos (algunos de sus diálogos son tremendos) y el sirviente de la reina Nathan Lane (Brighton). Por si fuera poco, hay una aparición sorpresa del siempre eficaz Sean Bean. En resumen, que he acabado pasando un verdadero buen rato con una película que casi he visto por casualidad. Y mira que es muy, muy difícil hacerme reir… En algunos momentos, el film logra hasta remitirme a clásicos de mi juventud como La princesa prometida o Dentro del laberinto. A ver qué nos reserva el español Pablo Berger en septiembre con la que será la tercera adaptación de Blancanieves al cine que se estrene este año…

miércoles, 18 de julio de 2012

Gainsbourg (Vida de un héroe)

Tenía bastante interés en ver esta película, no porque sea precisamente admirador de Serge Gainsbourg, sino porque me llaman mucho la atención las biopics sobre personajes como él, que me resultan curiosos o atractivos desde un punto de vista u otro. Me gusta conocer las vidas de gente insólita, extravagante, diferente o, simplemente, especial. Su paso por los cines fue visto y no visto, y la llegada a vídeo-clubes una utopía, así que por fin he recurrido a la controvertida opción de descargarla de internet, donde tampoco me ha sido fácil encontrarla.

Gainsbourg (Vida de un héroe) de Joann Sfar, no es una película biográfica al uso (al menos, al uso al que nos tiene acostumbrados el cine estadounidense). Atraviesa varias etapas de la vida de Lucien Ginsburg (nombre original del músico) desde que es un niño inquieto y peculiar en la Francia ocupada de la II Guerra Mundial hasta que conoce a su última esposa, Bambou, pasando por sus comienzos como pintor y pianista de cabaret, sus primeros pasos como compositor de éxito y, por supuesto, sus respectivas relaciones con Briggitte Bardot y Jane Birkin. Pero lo hace de un modo original, sin estar dando necesariamente fechas ni nombres cada vez que cambia de escenario y de época, y además con un divertido elemento pseudo-fantástico: un estrambótico personaje que, a modo de caricatura del propio Gainsbourg, le acompaña, alienta y aconseja a lo largo de toda la cinta. El protagonista se refiere a él como “su doble” o “su jeta” y, naturalmente, él es el único que lo ve, y lo podemos interpretar como su propio pensamiento, su otro yo, su creatividad o su conciencia, entre otras posibilidades.

Eric Elmosnino (Serge Gainsbourg) en inmejorable compañía: Lucy Gordon como Jane Birkin y Laetitia Casta como Briggitte Bardot

Es uno de los largometrajes más curiosos que he visto últimamente, y me gustan especialmente las secuencias que transcurren en los años 40, 50 y 60, antes de que Gainsbourg acabe convirtiéndose en un hombre un tanto abandonado y excesivamente extravagante. El papel principal recae sobre el actor también francés Eric Elmosnino, estupendamente caracterizado, y al que, como al Gainsbourg real, acompaña un envidiable elenco de bellezas femeninas que encabeza la malograda Lucy Gordon como Jane Birkin (el suicidio de la actriz antes del estreno del film conmocionó al mundo) y toda una debilidad personal mía como es Laetitia Casta interpretando a Briggitte Bardot. ¿Quién más apropiado para encarnar a un mito erótico francés de los 60 que uno de la actualidad?

martes, 17 de julio de 2012

El enigma del cuervo

No deja de sorprenderme lo mucho que el otrora imaginativo Hollywood es capaz de exprimir un mismo cliché cinematográfico, una estructura narrativa, un canon argumental, en las películas de las últimas décadas. Acaba uno cansado y asqueado de verlo repetidos en docenas de películas, de reconocer de inmediato su patrón simplista y predecible, de que las producciones que lo incluyen tengan la desvergüenza de llamar “autores” a los guionistas que básicamente se han limitado a copiar unas ideas estándares que inventó alguien que no era ellos mucho tiempo atrás… Con el nuevo largometraje de James McTeigue El enigma del cuervo (The Raven) volvemos a dar con la manida figura del psicópata que estructura una serie de crímenes basándose en una colección de hechos, sucesos, preceptos, episodios o fuentes concretas, en este caso las historias de Edgar Allan Poe. Con los asesinatos narrados por el escritor de Baltimore como pretexto, el antagonista de este film orquesta toda una retahíla de macabras muertes para retar a su inspirador a que las resuelva y le va llevando a él y a la policía de un punto a otro de la ciudad por medio de pistas un tanto forzadas y algo cogidas por los pelos… Una historia que ya he visto mil veces en el cine y que en el caso de este nuevo film logra entretenerme lo justito por inspirarse en una figura tan fascinante para mí como es Poe y por ambientarse en una época que siempre me cautiva como es el siglo XIX (me parecen destacables la fotografía y la dirección artística, que logran transmitir una atmósfera lúgubre y desasosegante que no transmiten otros elementos). Como siempre, el malo de turno es un personaje secundario que pulula por todo el metraje de la cinta y que suele ser más o menos reconocible en cuanto uno se cerciora de la fórmula que el director está usando en la película. Es algo que también llega a aburrir. ¿No puede haber un asesino que, simplemente, aparezca al final y ya está?

Dos momentos del film: John Cusack (Edgar A. Poe) con Luke Evans (Inspector Fields), y con Alice Eve (Emily Hamilton)

Esperaba esta película con muchas ganas, primero por girar en torno a la figura de quien gira, un escritor decisivo para todos los que admiramos la literatura romántica/gótica, segundo porque James McTeigue, me dejó muy buen sabor de boca con su opera prima, la adaptación del cómic V de Vendetta (no he visto su segundo trabajo). Por desgracia, no puedo decir que mantenga el tipo con este su tercer film. La figura de Edgar Allan Poe tampoco me parece que esté muy bien tratada y, en lugar del escritor triste y taciturno que siempre nos han contado que fue Poe en sus últimos tiempos, el actor John Cusack compone un personaje parlanchín, atrevido, aventurero y hasta fanfarrón. Solamente hacia el final de la historia empieza a verse un esperado aire trágico en él. El elemento amoroso, en forma de su relación con la adinerada y ficiticia Emily Hamilton (Alice Eve) también parece metido un poco a la fuerza, probablemente por imposición de la productora con la finalidad quizá de atraer y complacer a ciertos sectores del público. Aún así, todo hay que decirlo: el erotismo y el morbo de la actriz saliendo de un ataúd en ropa interior, ensangrentada y llena de tierra, es uno de los momentos que más me gustaron del film. Me remite tanto a los exuberantes personajes femeninos que Corman utilizó en sus películas de Poe como a las versiones ilustradas de las mismas de muchos cómics ochenteros de Richard Corben, Bernie Wrightson o similares. Lástima que sólo dure unos instantes. Entre el reparto de secundarios, me gustaría destacar al siempre efectivo Brendan Gleeson y a un Luke Evans cada vez más de moda que, para mí, le roba el protagonismo a Cusack en más de una ocasión.

sábado, 14 de julio de 2012

Teto

Norberto Lorenzo "el Teto" (der) junto a sus hermanos
en el Pub Lalola el 5-11-2011 (Foto: Javier Calvo)
Además de un juego de cartas y de un popular chiste de carácter erótico, “Teto” fue también el sobrenombre de Norberto Lorenzo Sanz, un destacado guitarrista de mi localidad, Puerto de Sagunto, Valencia,  al que hoy se le rinde un tributo musical (enlace a Facebook del evento). El Teto nunca fue ni posiblemente será un artista famoso como lo puedan ser otras personas a las que he homenajeado en este blog pero, para los músicos del pueblo y para los aficionados a la música rock, era una pequeña celebridad, un virtuoso que quizá pudo haber llegado más lejos en su campo, pero al que el demonio del alcohol y quizá las dificultades cotidianas se lo impidieron. Su vida transcurrió de manera sencilla, como cualquier ciudadano de a pie, trabajando en un puesto normal y corriente, como les ha podido pasar a muchos de sus colegas que no han tenido suerte en la música. Pese a ello, su fallecimiento el pasado año dejó un vacío en el corazón y en la memoria de muchos amigos y admiradores. A su manera, es ya una leyenda en su pueblo…

Hoy quiero unirme a esta celebración local alrededor de su figura contando unos pocos recuerdos del poco trato que tuve con él… No sé exactamente en qué momento oí por primera vez hablar del Teto. Supongo que fue a amigos y gente más mayor que lo habían conocido cuando estaba en su apogeo artístico, tocando en orquestas y grupos durante los años 70, y siendo telonero de Miguel Ríos en 1980, cuando el cantante andaluz tocó en el Teatro Romano de Sagunto. También me dijeron todos que, por desgracia, la bebida había malogrado la incipiente y prometedora carrera de Norberto. A raíz de mi vinculación con la Asociación Reencuentro Años 60 y de mi participación en varios grupos de rock amateurs locales, tengo algunos encuentros ocasionales con Teto. Uno de los primeros que recuerdo, creo que por el año 1997, es probando sonido una tarde en la terraza del Casino. Mi amigo Ramón estaba sonorizando su bajo. El instrumento dio algunos problemas técnicos. Teto estaba abajo, escuchándonos, y le dijo a Ramón algo así como “Eso, lo que vas a tener que hacer es comprarte otro”. La observación nos hizo mucha gracia, ya que Ramón acaba de gastarse todos sus ahorros en ese bajo de segunda mano que le había costado por entonces 150.000 pesetas…

El otro recuerdo más directo que tengo de Teto es sobre un par años después, cuando ensayaba con mi grupo en los bajos del Triángulo Umbral. Teto y su mujer aparecieron algunas noches a las tantas de la mañana. La primera vez que lo hicieron, yo me acababa de ir a casa porque me había puesto enfermo. El resto del grupo no conocía a Teto y, cuando este se presentó a través de la ventana, mis compañeros no le dejaron entrar. Me dio un poco de lástima, pero la mayoría de ellos no eran de la localidad ni sabían quién era. En otra ocasión, Teto bajó a vernos y nos felicitó, diciendo que lo hacíamos muy bien, lo cual no era cierto, pero fue muy amable de su parte. Ese mismo día, el otro guitarrista de mi grupo le dejó la guitarra a Teto y estuvo tocando un rato con nosotros.

Poco más puedo contar sobre este personaje ya emblemático en la música local. Lo volví a ver al menos una vez más tocando en directo con sus hermanos (a Tetín sí que lo conozco más) en la terraza del Casino, pero no puedo decir que llegara a conocerlo mucho. También nos separaba una generación. Siempre he recordado con cariño aquella noche en nuestro ensayo y siempre guardaré un simpático recuerdo de Norberto. D.E.P.

viernes, 13 de julio de 2012

Tío Harry...

No puedo dejar de felicitar su 70 cumpleaños a un actor que ha sido esencial en mi vida y que ha protagonizado ocho de las películas que más me gustan: las tres de la trilogía original de La guerra de las galaxias, las cuatro de Indiana Jones y Blade Runner. Harrison Ford nacía tal día como hoy de 1942 en Chicago, Illinois, EE.UU. Las puertas del cine tardaron en abrírsele ampliamente y, tras varios años interpretando pequeños papeles y compatibilizando la actuación con su oficio de carpintero, su relación con George Lucas y Steven Spielberg acabó finalmente dando su fruto y consagrándolo como uno de los actores más populares del cine moderno (yo diría que de toda la Historia del Cine). En 1985 fue incluso nominado al Óscar por su personaje de Único testigo. Ha tenido épocas oscuras interpretando filmes verdaderamente mediocres, pero para mí, Harrison está manteniendo el tipo en los últimos años en la pantalla y... ¡está hecho un chaval! ¡Felicidades, tío Harry!

martes, 10 de julio de 2012

La invención de Hugo

Entono avergonzado el mea culpa por no haber podido disfrutar de La invención de Hugo (Hugo) directamente en pantalla grande, como creo que se debe hacer con joyas como esta. A decir verdad, cuando se estrenó en cines hace pocos meses apenas la conocía. Después empezaron a hablarme de ella y a recomendármela varias personas pero, cuando me propuse ir a verla, ya era demasiado tarde. Por desgracia, mi apretada economía me obliga a cribar y escoger de entre la oferta cinematográfica semanal, y a veces acierto en esta elección, otras no. Por fin he podido ver el film de Martin Scorsese ahora que aparece en formato doméstico y he quedado embelesado por él. Me parece una historia mágica, de ensueño, con ese infalible París nocturno y embriagador lleno de luces, la estación de trenes populada por infinidad de entrañables personajes como el librero interpretado por Christopher Lee, el rígido y enamorado inspector (Sacha Baron Cohen), la florista (Emily Mortimer), el niño protagonista (Asa Butterfield) y su amiga, apasionada por los libros de aventuras (Chloe Grace Moretz) y, por supuesto, ese Georges Melies al que da vida con su habitual profesionalidad Ben Kingsley. La película te hace recuperar -o te afianza- el amor por el 7º Arte y por su capacidad para hacerte viajar y soñar, por la fantasía y el encanto que transmiten las imágenes proyectadas, y tiene un regustillo melancólico, romántico y optimista que dibuja una sonrisa en tu cara y en tu corazón más de una vez a lo largo de su metraje. Claramente la prefiero a todas esas películas del director en las que parece empeñado en ensalzar la vida de mafiosos y delincuentes…

lunes, 9 de julio de 2012

Ernest Borgnine

Ayer nos dejaba otro grande del Hollywood clásico, de los pocos que iban quedando: Ernest Borgnine. Precisamente el 24 enero de este mismo año incluía una breve entrada sobre su 95 cumpleaños (aquí), y poco más voy a añadir sobre el actor. Sin llegar a estar entre mis grandes favoritos, fue una presencia constante en mi vida cinéfila y siempre le recordaré por sus muchas grandes intervenciones como secundario. No hace mucho tiempo le volvía a ver en Gattaca, en un papel que al parecer no fue del todo de su agrado. Nacido en Handem, Conecticut, EE.UU., hijo de emigrantes italianos, la carrera de Ermes Effron Borgnine comenzó en el año 1951 y concluirá este mismo año con un largometraje todavía pendiente de estreno. Un total de más de doscientos filmes y  sesenta y un años de carrera. Envidiable. D.E.P.

sábado, 7 de julio de 2012

Hank Garland / Crazy

La doble temática de esta entrada –música y cine– me da pie a ubicarla en ambas secciones del blog y hablar, no sólo de la película, sino también del músico que la inspiró: se trata de Crazy, dirigida por Rick Bieber en 2008 y basada en parte de la vida de Hank Garland. Como muchos otros pioneros de la guitarra eléctrica, este oriundo de Cowpens, Carolina del Sur, EE.UU. nacido un 11 de noviembre de 1930, permanece todavía mayoritariamente desconocido para el gran público. Y es que, como ya comentaba en un pasado artículo sobre otro colega suyo, mi admirado Scotty Moore, la figura del guitar hero no existía en los tiempos en que estos músicos (y tantos otros genios como Grady Martin o Cliff Gallup, por citar sólo un par de ejemplos) legaban al mundo el grueso de sus grabaciones más importantes y seminales (años 40 y 50). Entonces casi nadie les reconocía como los virtuosos precursores que eran, y la mayor parte de ellos se malganaban la vida como músicos de sesión, productores o arreglistas. Sólo el tiempo y la perspectiva han conseguido ponerles en un lugar medianamente justo y parejo a su leyenda.

Walter Louis Garland fue un niño prodigio que ya desde bien pequeño tocaba la guitarra y que era profesional incluso antes de cumplir la mayoría de edad. Con 19 años graba el instrumental Sugarfoot Rag, de ventas millonarias y que le gana también su sobrenombre de “sugarfoot”. Los comienzos de Garland son en el country, pero pronto se interesa también por el jazz, donde logra igualmente destacar, y también se adapta fácilmente al rock and roll cuando emerge en los años 50. Toca y graba con gente como Eddy Arnold, “Cowboy” Copas, Patsy Cline, Roy Orbison y Elvis Presley y llega a publicar varios LPs entre 1960 y 1962. En 1961, un accidente de coche le deja en coma, y cuando se recupera, debe aprender a hablar, caminar y tocar de nuevo. Nunca vuelve a ser el mismo ni logra reanudar su carrera artística, y las terapias de electrochoque a las que le someten acaban mermando seriamente sus capacidades. Fallece el 27 de diciembre de 2004 a los 74 años de edad, mientras él y su familia estudiaban un segundo proyecto de llevar su vida al cine…

Tras esperar en vano que esta biopic se estrenará en salas españolas, y después que llegara al menos en formato doméstico, por fin consigo dar con ella en internet. La he encontrado sin ningún tipo de subtítulos, por lo que he tenido que verla en inglés “a pelo” y me ha resultado bastante difícil entenderla, sobre todo por el acento sureño de su actor protagonista, Waylon Pane, que por supuesto interpreta a Garland. Sin duda este handicap puede haber condicionado mi visionado del film de Bieber, pero lo cierto es que no he quedado especialmente fascinado por él. Me gusta la época en la que se ambienta, su estética, la mayoría de la música, las preciosas guitarras que aparecen, el reconocer a personajes históricos de la música como Kitty Wells, Patsy Cline, Hank Williams o Elvis Presley, pero la película me parece más un telefilm de sobremesa que otra cosa, con buena parte de ella centrada en la relación del guitarrista con su esposa Evelyn (Ali Larter). Los productores ni se han complicado en encontrar un actor con un mínimo parecido con el homenajeado o al menos en caracterizarlo, y al Garland físicamente vulgar y de prominentes entradas lo sustituye un Waylon Pane (quien, curiosamente, también interpretó a Jerry Lee Lewis en En la cuerda floja) apuesto, seductor y de flamante tupé rubio. El infortunado accidente del guitarrista y sus secuelas también parece que se pasan de forma muy rápida hacia el final de Crazy. En resumen, es un film que me alegro de haber visto, porque me gustan mucho este tipo de trabajos sobre músicos de aquella época, pero que no logra calarme demasiado. Espero poder verlo algún día en mejores condiciones, ya sea con subtítulos (incluso en inglés) o doblada.


miércoles, 4 de julio de 2012

Viaje pixelado: Chaos

Hoy damos un gran salto en el tiempo en esta sección sobre videojuegos para trasladarnos a los años 80 y reencontrarnos con un “viejo” título para el entrañable ZX Spectrum: se trata (o trataba) de Chaos, creado por Julian Gollop para la entonces todavía joven Games Workshop; efectivamente: mucho antes de ganar fama internacional con su célebre Warhammer, GW fue una humilde empresa británica muy imaginativa y original creada por un puñado de aficionados a los juegos, no sólo de mesa, sino también computerizados… Concretamente, Chaos era un remake virtual de un juego de cartas que la compañía había comercializado años atrás titulado Warlock.


Un encuentro casual
Pantalla de carga
Chaos apareció en el mercado en 1985, aunque yo no me haría con él hasta algo más tarde, probablemente un año o dos. Lo obtuve de una manera anecdótica: el hermano de un amigo me presentó a un amigo suyo que también tenía un Spectrum. Acordamos intercambiar juegos y nos pasamos sendas cintas de casete. La mía era virgen, pero la del otro chico ya estaba usada, aunque me dijo que grabara encima sin problemas. No presté mucha atención a los juegos que ya estaban en la cinta porque, o no me llamaban la atención, o ya los tenía. Comencé a sustituir las viejas grabaciones por otras nuevas y, cuando estaba a mitad de este proceso, se me ocurrió por casualidad echar un vistazo a uno de los juegos que venían originalmente en la casete y que aún no había borrado Me gustó de inmediato, decidí hacerme una copia, y aquel videojuego hallado tan fortuitamente acabaría convirtiéndose en uno de mis grandes favoritos de entre los muchísimos que tuve para el Spectrum, si no en mi claro preferido. Desde luego, hoy en día es uno de los primeros que recuerdo cuando pienso en aquella época y en aquel pequeño y arcaico ordenador.

Pero… ¡cómo me enrollo dejándome llevar por la nostalgia! ¿De qué iba, en fin, el tan añorado Chaos? Pues, como rezaba su subtítulo, The Battle of the Wizards, nos proponía un enfrentamiento entre hasta 8 posibles hechiceros. Cualquiera de ellos, incluso todos, podía ser manejado por el ordenador.

Menú inicial, menú principal de jugador y menú de hechizos (pinchar para ampliar)

Menús y turno
Al comenzar la partida se nos aparecía un menú en el que podíamos elegir el número de jugadores participantes, la “inteligencia” de los magos llevados por el Spectrum, y la silueta/figura y color de todos los participantes.

Comienzo de una partida con 8 magos. Abajo se indica el nombre del
mago activo, hechizo que va a lanzar y alcance de éste.
Tras esta selección, se puede decir que empezaba el juego propiamente. De manera alternativa, los jugadores iban eligiendo su posición inicial en el “tablero” o campo de batalla: un sencillo rectángulo negro con un borde de color que lo delimitaba. En función del número de participantes, existía una serie de posiciones posibles, siempre a cierta distancia de los demás magos. Cada jugador tenía un menú personal en el que podía examinar la pantalla de juego y ver los hechizos de los que disponía. Estos se recibían de manera totalmente aleatoria, y podían ser entre 12 y 20 más o menos. Efectivamente: el reparto de hechizos podía no estar del todo equilibrado entre jugadores, tanto en cantidad como en calidad, y esto era quizá la única pega importante que se le podía sacar al sistema de juego.

De nuevo alternativamente, cada jugador podía elegir uno de los hechizos disponibles. Cuando todos habían elegido uno –o decidido no hacerlo– comenzaba realmente la lucha: en una primera fase, todos lanzaban sus hechizos; a continuación, en orden, los jugadores podían hacer mover y disparar a sus criaturas, aunque esto último no lo podían hacer todas: la mayoría debían acercarse al enemigo y combatir en cuerpo a cuerpo.

Partida en curso en la que podemos ver un Bosque Sombrío
Hechizos
La variedad de hechizos de los que podían disponer los magos era inmensa, y podían ser:
-Criaturas: toda una suerte de seres fantásticos y mitológicos como elfos, orcos, trolls, fantasmas, zombies, wargos, dragones… Pero también animales “normales” como leones, águilas o murciélagos. Ciertas criaturas como los caballos, unicornios, centauros, grifos o mantícoras podían además ser cabalgadas por el mago propietario, lo que le daba mayor movilidad y protección. Las criaturas más terribles eran, por supuesto, los dragones, que además de volar, arrojaban fuego, aunque tampoco se podía despreciar al rey de los no muertos: el vampiro.
-Armas y armaduras para el mago: arcos mágicos, espadas, cuchillos, escudos… También diferentes tipos de rayos y ataques sobrenaturales que permitían fulminar criaturas de un mago enemigo o incluso a este mismo. Otros hechizos dotaban de mayor movilidad al mago, como las Alas Mágicas o la Forma de Sombra
-Elementos de “escenografía”: muros, fortalezas y castillos para proteger a tu hechicero, y toda una serie de “vegetación” de lo más curiosa: el Bosque Sombrío estaba compuesto por varios árboles inmóviles pero que podían atacar al enemigo, mientras que el Bosque Mágico proporcionaba nuevos hechizos. Por último, los Gooey Blobs (una especie de masas viscosas) se reproducían y extendían, asimilando todo aquello que encontraban a su paso. Este simpático elemento tenía doble filo, ya que, aunque no podía deglutir las criaturas del jugador que lo había sacado, sí que podía dejarlas acorraladas si se extendía demasiado. Un efecto similar era el del Fuego Mágico, que se iba reproduciendo y arrasaba todo aquello que encontraba a su paso excepto a las fuerzas del mago que lo había invocado.
-Otros hechizos variados, como la Subversión, que te permitía adueñarte de las criaturas de otro jugador, Reanimar muertos, que traía a la vida los cadáveres de seres derrotados, o la Confusión, un conjuro que sólo aparecía en los árboles del Bosque Mágico y que cambiaba de lugar todos los elementos de la pantalla.

La balanza cósmica
Un Bosque Mágico abajo a la derecha
Algo que no he mencionado es que cada criatura o hechizo tenía una especie de “ficha” en la que se detallaban sus características y valores: combate cuerpo a cuerpo, combate a distancia, resistencia mágica, maniobrabilidad… Estos datos se podían consultar desde el menú, o también urante la partida. Además, los hechizos tenían casi todos una alineación: caótica o legal –unos pocos eran neutrales– y existía en el juego una especie de “balanza cósmica” que se podía inclinar hacia un lado u otro –el caos o la ley– en función de los hechizos que los jugadores fueran sacando. Toda criatura y sortilegio tenían un porcentaje de probabilidad de éxito al ser invocado (se podía saber a simple vista en el menú por el color del hechizo), y éste se podía hacer subir o bajar en función a la posición de esa balanza imaginaria. Así, el temible Dragón Dorado, la criatura viva más poderosa del juego, sólo tenía un 10% de probabilidades de funcionar al principio de una partida pero, si la balanza se inclinaba, por medio de otros hechizos, hacia su bando –la ley–, se podían aumentar en gran medida las posibilidades de que la temible bestia apareciera en el campo de batalla. Claro que un mago siempre tenía la opción de invocar una criatura de su grimorio como una “ilusión”: estas siempre aparecían, y actuaban como si fueran reales a todos los efectos, pero todos los magos tenían un hechizo básico infalible e inagotable que era el Disbelieve (“no creer”): si este conjuro se echaba a una criatura ilusoria, esta desaparecía irremisiblemente. Naturalmente, si varios jugadores humanos jugaban en esta partida, la única forma de no saber qué criaturas de los oponentes eran reales era no mirar la pantalla cuando su propietario las elegía.

Combate
Al final de la partida, el fuego y los gooey blobs se han adueñado
de gran parte del tablero. Arriba podemos ver un muro.
Para combatir simplemente se acercaba una criatura a otra y se pulsaba la tecla en la dirección en la que estaba este objetivo. La máquina calculaba las probabilidades de daño en función de las características de ambos rivales y obtenía un resultado –supongo que a la manera de una tirada de dado– que podía destruir a la criatura atacada o no. En el caso del combate a distancia, se elegía el blanco, se situaba el cursor sobre él y se disparaba. Acercarse demasiado a un enemigo podía ser peligroso, ya que las criaturas se quedaban trabadas y normalmente no podían huir del combate hasta que una u otra hubiese vencido. A este respecto eran muy útiles las bestias y monstruos voladores, ya que podían atacar “a distancia” sin comprometer su posición (si no vencían, no ocupaban el lugar). Especial cuidado había que tener contra las criaturas no muertas, ya que sólo podían ser vencidas con armas mágicas o con otros no muertos. Un simple esqueleto o zombie podía convertirse en una pesadilla para un dragón o un gigante. La muerte de un mago propiamente era bastante traumática: se expandía en docenas de siluetas, desaparecía, y con él, todo lo que hubiera liberado en el mapa. Todos los movimientos, ataques, hechizos, etc, venían acompañados de simpáticos sonidos compuestos con el simplísimo sistema monofónico del Spectrum.

Legión de nostálgicos
Reedición de Firebird
Pasé muchísimos buenos ratos con Chaos. Hasta llegué a comprármelo original años después cuando fue reeditado por Firebird, a pesar de que ya lo tenía grabado. Tiempo más tarde, su autor Julian Gollop publicó Lords of Chaos, una continuación mucho más compleja y mejorada con diversos módulos de la que quizá hable en otra ocasión. Creo que no fui el único que quedó marcado en aquella época por los juegos de este diseñador inglés, pues hoy en día hay toda una serie de webs en las que se le rinde homenaje, muchas de las cuales ofrecen incluso variantes y versiones actualizadas de ellos.

-Aquí podéis jugar al Chaos original, tal y como era para Spectrum:
-Y esta es una versión modernizada para PC con más colorines, nuevos hechizos y un menú por iconos. Se maneja con ratón y es todo más intuitivo: http://www.allegro.cc/depot/ChaosFunk/
-El juego de cartas en que se inspiró Chaos:
http://www.boardgamegeek.com/boardgame/2146/warlock