"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 21 de junio de 2011

20 aniversario de Los Commitments

Tengo que empezar este artículo homenajeando a una de mis películas favoritas de todos los tiempos confesando una gran vergüenza: jamás la he visto en cine. El porqué se me escapó en pantalla grande no puedo recordarlo con exactitud: quizás no la proyectaran en el cine de mi pueblo, o no tuve noticia de ella cuando se estrenó, o puede que simplemente la desestimé pensando que no me interesaría (me parece más probable cualquiera de las dos primeras opciones). El caso es que no tengo un recuerdo claro de este trabajo de Alan Parker hasta 1993, cuando comencé a ensayar con el que acabaría siendo mi primer grupo y oí a mis compañeros hablar de ella tras haberla visto en Canal +. Sin embargo, seguía sin saber muy bien de qué iba aquella película y no me sentí motivado a verla todavía. No sería hasta mediados de 1996 cuando acabaría descubriendo una de las joyas de mi filmoteca, y fue también un poco de rebote: un domingo la hicieron en La noche temática y, aunque no la vi en ese momento, porque no estaba en casa, sí que la puse a grabar en el vídeo. Sabía sólo que iba de un grupo de música, pero me llamó la atención. Posteriormente, no recuerdo si fue al volver o algún que otro día después, vi el film de un tirón y quedé prendado de él para siempre.

Tres razones principales me convirtieron en fan de Los Commitments: me encanta la música soul (aunque no sabía que la película trataba sobre ella), estoy enamorado de Irlanda (pese a que quizás sea un amor idealizado), y muchas de las anécdotas y vivencias del grupo en la historia me habían ocurrido a mí como músico amateur o me ocurrirían después (también debuté con un concierto benéfico, y recientemente nos han querido acomodar en un pequeño escenario en el que no cabíamos cuatro y al que supuestamente habían subido diez personas, como ocurre en una escena de la cinta). Las referencias musicales del film –aparte del propio soul– me son también, y en general, muy queridas o, cuanto menos, conocidas: Elvis, Roy Orbison, Buddy Holly, Henry Mancini, Procol Harum… Conforme lo iba viendo la primera vez, me iba adelantando a muchas de las respuestas y diálogos de los protagonistas: la conversación de los famosos del rock muertos “por vómito”, cuando las coristas pronuncian mal el estribillo de Mustang Sally, cuando el sacerdote corrige a uno de los protagonistas el cantante de When a Man Loves a Woman, etc, etc.

Por otro lado, y aunque soy un gran aficionado al cine fantástico y me encanta visitar en la pantalla planetas y universos ricamente imaginativos y diferentes al nuestro, también me gustan mucho las películas “urbanas”, aquellas que tratan sobre barrios de gente normal o incluso de clase baja, de marginados y hasta de delincuentes, y no hay duda de que el cine de las Islas Británicas de las últimas décadas presta bastante atención a esta temática o ambientación (¿qué mejor ejemplo que Full Monty?)

Roddy Doyle
Roddy Doyle y la novela
Roddy Doyle (Dublín, 1958), era un modesto profesor de secundaria en los años 80 cuya primera novela, Your Granny Is A Hunger Striker, había sido totalmente ignorada por las editoriales. Decidió, pues, autofinanciarse su siguiente trabajo por medio de un préstamo, lanzando una modesta tirada de 3000 ejemplares en 1987. Se titulaba The Commmitments, y en un principio bien a punto estuvo de ir sobre un equipo de fútbol –una de las pasiones de Doyle–, pero finalmente acabo tratando sobre un grupo de jóvenes músicos amateurs, principalmente porque eso le daba la posibilidad de juntar a chicos y chicas e incorporar la inevitable tensión sexual, y en concreto sobre un grupo de soul porque propiciaba el incluir muchos más miembros en él. Para muchos de los personajes y diálogos se inspiró en sus propios alumnos, sólo que decidió hacer a los protagonistas de su breve novela (apenas 165 páginas) un poco más mayores.

La obra de Doyle consiguió cierto reconocimiento en su ciudad natal. Entonces, la editorial inglesa Heinemann compró los derechos y la lanzó a mayor nivel, consiguiendo un gran éxito de crítica y público. Pronto comenzaron las negociaciones para adaptarla a la gran pantalla. Iba a ser también la primera de las tres novelas conocidas como “la trilogía de Barrytown”: The Commitments, The Snapper y The Van, todas ellas con la familia Rabitte como protagonista y también con su respectiva versión en celuloide.

He leído el libro en un par de ocasiones ya hace años. Hasta donde yo sé, no se ha publicado en España (aunque recientemente he encontrado una edición argentina en internet), así que a mí me tocó abordarlo en versión original, lo cual me resultó bastante difícil por mis limitaciones con la lengua de Shakespeare, porque está lleno de slang, y además porque se trata, obviamente, de inglés irlandés. Algunas de las cosas que recuerdo de él es que el grupo es bastante más malo que en la película, que cantan otras canciones diferentes, que Imelda es morena y no rubia, y que muchos de los diálogos de Jimmy (como cuando le cuenta al periodista todo aquello de “la guerrilla del soul”) pertenecen en realidad a Joey, quien se erige en el texto en líder del grupo.

–De ahora en adelante no quiero que escuchéis otro tipo de música. Quiero que sigáis una dieta estricta de soul: James Brown para los gruñidos, Otis Redding para los gemidos, Smokey Robinson para los lamentos y Aretha Franklin para todo a la vez. (Jimmy Rabbitte)

Alan Parker y la película
El británico Alan Parker iba a ser finalmente el elegido para plasmar en imágenes la novelita de Doyle. Después de haber cimentado una destacable carrera en los Estados Unidos con películas como Birdy, El corazón del ángel o Arde Mississippi durante la década de los 80, Parker (cuya filmografía había despegado con la ya clásica El expreso de medianoche en 1978) decidió volver a Europa –y en concreto a Irlanda, claro– a rodar, y a un género cinematográfico que le era familiar: el musical, donde ya había destacado con Fama y The Wall (y al que regresaría después con Evita). Roddy Doyle se aseguró de que se respetaría el estilo y los diálogos de su libro (eliminando algunos de ellos más soeces) y de que participaría en el guión. Lo hizo amparado ni más ni menos que por los geniales Dick Clement e Ian La Frenais, guionistas que también tienen en su haber otras dos películas que me encantan, Siempre locos (Brian Gibson, 1999) y Across the Universe (Julie Taymor, 2007) y sobre los que espero hablar con más detenimiento en otra ocasión.

El argumento tanto del libro como del film es bien fácil de resumir: nos narra la formación, breve carrera y pronta disolución de un grupo amateur de música integrado por varios jóvenes de clase trabajadora de Dublín. El estilo que eligen para tocar es bastante atípico y original para la época y el lugar: como ya se ha adelantado, los chavales intentarán emular a los artistas clásicos del período dorado del soul: los años 60. Es en la variedad de personajes, las anécdotas, la simpatía y la ambientación de la película y texto original donde radica el interés de la historia: nuevamente volvemos a aquel dicho tan cierto de que “lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.”

Aburridos de tocar en un conjunto que ameniza bodas, el guitarrista Outspan Foster y el bajista Derek Scully hablan con su amigo Jimmy Rabbitte para formar un nuevo grupo. Jimmy no es propiamente músico, pero es un muchacho avispado que sabe moverse y que tiene ciertos conocimientos musicales. Les propone montar un grupo de soul, se constituye en manager, y rápidamente comienza a reclutar personal para la nueva banda, ya sea a través de conocidos, ya sea a por medio de anuncios en el periódico. Toda una serie de artistas y pro-artistas de lo más dispar pasean por su casa, hasta que la formación final queda consolidada: a Foster y Scully se les une el saxofonista Dean Fay, el batería Billy Mooney, el teclista Steven Clifford, las coristas Imelda, Natalie y Bernie, el peculiar trompetista Joey “El labios” Fagan –un cincuentón que dice haber tocado con muchos famosos– y, finalmente, el grosero y engreído Declan “Deco” Cuffe como voz principal. Otro personaje, el agresivo skin Mickah Wallace, se unirá a la banda en calidad de “seguridad”.

Por medio de sus contactos –algunos un tanto peligrosos– Jimmy pronto empezará a conseguir instrumentos y equipo para el grupo y un local de ensayo, coordinando los esfuerzos de todos los integrantes y, ayudado por la experiencia de Joey, consolidando un repertorio y, en fin, dando forma definitiva a la banda, que es bautizada como Los Commitments (palabra que podría traducirse de muchas formas: compromiso, obligación, entrega… personalmente siempre he preferido la primera). Pronto llegan los primeros bolos para nuestros amigos. Poco a poco, concierto a concierto, logran labrarse una modesta reputación dentro del circuito musical de la ciudad, hasta el punto de recibir varias reseñas positivas en los periódicos dublineses. Sin embargo, dentro del grupo han empezado las disputas, las diferencias y las rencillas, y las cosas se van poniendo feas. Billy acaba dejando su puesto a la batería, que es ocupado por el inexperto Mickah. Cuando todo parece ir sobre ruedas, cuando Los Commitments dan su más exitoso y popular concierto y hasta reciben una propuesta de una discográfica, el proyecto de Jimmy Rabbitte y sus amigos se hace trizas, y diferencias irreconciliables destrozan el grupo, que se separa. Hay una moraleja agridulce al final, explicada por Joey a Jimmy: y es que lo importante de la experiencia ha sido en realidad la ilusión y las pequeñas alegrías que la creación de la banda ha dado a sus integrantes durante un tiempo. Como la vida misma; os lo puedo asegurar yo, que he integrado bandas amateur durante veinte años con igual o peor suerte (y con anécdotas más ridículas e irrisorias, sólo que reales).

El Señor me dijo que los hermanos irlandeses necesitaban soul. Bueno, Ed Wimchell, un reverendo bautista de la avenida Lennox en Harlem me lo dijo, pero el Señor le dijo a él que me dijera que los hermanos irlandeses dejarían de darse mutuamente por el culo si tuviesen soul. (Joey "El Labios")

Dublín se revoluciona
Tras rodearse de actores consagrados como Gene Hackman, Willem Dafoe o Dennis Quaid, para este su décimo largometraje Alan Parker decidió trabajar principalmente con desconocidos: durante meses, él y sus colaboradores realizaron docenas de audiciones en Dublín, escuchando a muchísimos grupos, músicos y actores amateurs. De todo aquel exhaustivo casting salieron tanto los principales protagonistas como casi todos los demás participantes: si uno presta un poco de atención, puede descubrir a una jovencísima Andrea Corr interpretando a Sharon, la hermana de Jimmy, así como al hermano y hermanas reales de la hoy popular cantante de The Corrs en diversas escenas de la película. El chico del monopatín que no quiere cantar en la calle es Peter Rowen, el niño de las portadas de los discos Boy y War de U2, y el gerente del billar en donde ensaya el grupo protagonista es el músico y pintor Blaise Smith, quien estuvo a punto de conseguir el papel de Jimmy Rabbitte. Del reparto principal solamente el entrañable Colm Meaney (un actor habitual en el cine irlandés que interpreta al padre de Jimmy) y Johnny Murphy (Joey) tenían una experiencia cinematográfica destacable antes de rodar Los Commitments.

"Elige un pezón y empieza a tocar"
Ni qué decir tiene que Dublín anduvo revolucionada en aquellos días del casting y luego ya de la filmación de la película, que tuvo lugar en diversos exteriores de la ciudad durante cerca de dos meses. Los Commitments, cuyo presupuesto rondó los 12 millones de dólares, se estrenó primero en EE.UU. en agosto del 91, de manera limitada, con éxito moderado y escasa promoción (el astuto James Brown intentó sacar partido del film aduciendo que “se aprovechaba del trabajo de un hombre humilde”). Le siguió Francia en el mismo mes, y luego en la mayoría de países europeos a lo largo del otoño. Recibió el BAFTA a la mejor película, mejor director, mejor montaje y mejor guión adaptado, así como una nominación a la mejor película musical en los Globos de Oro y al mejor montaje en los Oscars. La coproducción británico-irlandesa-estadounidense ha acabado convirtiéndose con el tiempo en un film característico y representativo del cine de Irlanda, y de motivo de orgullo para muchos de sus habitantes. Por supuesto, catapultó las carreras de algunos de sus intérpretes (aunque otros volvieron al anonimato tras el estreno) y del novelista Roddy Doyle.

La banda sonora se vendió muy bien en todo el mundo, lo que dio pie a un segundo volumen que incluía hasta canciones que no aparecían en la película. Es habitual encontrar el film entre los primeros en guías y enciclopedias que nos hablan de la isla, y en varias encuestas ha sido votado como “la mejor película irlandesa de todos los tiempos”. Quizá pueda ser exagerado, pero sí que es, probablemente, una de las más conocidas del país y de las más vistas fuera de él.

De izq. a der., Bronagh Gallagher, Angeline Ball, Maria Doyle
Personalmente, en mi vida la película ha sido muy influyente. Como ya comentaba, yo ya había oído mucho soul cuando di con Los Commitments, pero el film quizá me reconfirmó este estilo y me hizo interesarme todavía más por él. Me descubrió, eso sí, una de mis grandes canciones favoritas, The Dark End of the Street, cantada originalmente por James Carr y a la que ya dediqué una entrada (véase) y que rápidamente incluimos en el repertorio del grupo en el que tocaba por entonces. Todo hay que decirlo: aunque la mayoría de las versiones de la película me gustan mucho, algunas no tienen, en mi opinión, ni comparación con las originales, sobre todas las del brutal Wilson Pickett (lo siento, Deco). A estas alturas de mi vida he visto la película por lo menos unas quince veces. Me la pongo siempre que necesito una inyección de moral y de motivación para seguir con la música. Hay gran parte de razón en su mensaje final: formar parte de un grupo, la ilusión de sacarlo adelante y ver cómo las cosas van tomando forma, es impagable. Lo que no tengo tan claro es si luego ver todo esa ilusión desvanecerse queda compensada por los buenos ratos. He tocado durante veinte años en formaciones amateur de rock y, ciertamente, he visto varias romperse tristemente, otras ni siquiera lograr despegar, y he “desperdiciado” muchos años ensayando, pero de momento la música sigue siendo una de las grandes motivaciones de mi vida. Habrá que darle la razón a Joey “El labios”.

Ah, por cierto: en 2004 pude cumplir mi sueño de visitar Dublín brevemente y conseguí acercarme a una de las localizaciones en donde se rodó Los Commitments: el barrio en el que vive Bernie, aquel de altas fincas en donde vemos a un muchacho intentar meter un caballo en el ascensor. Según me dijo la chófer que me llevaba al aeropuerto, aquellos edificios creados para gente con pocos recursos iban a ser demolidos en breve.

Secuelas y derivados
Pese a lo que pudiera esperarse, la película de Alan Parker no dio lugar a la formación de un grupo fijo entre sus protagonistas. Aunque sí que tocan en directo en el largometraje, ni siquiera todos los integrantes originales de la banda participaron en la grabación de los dos álbumes recopilatorios.

Andrew Strong (Deco) publicó al poco tiempo un disco bien promocionado (Strong, 1993) en un estilo bastante alejado del soul, y ha proseguido una relativamente exitosa carrera en solitario. Tres de sus compañeros, los baterías  Dick Massey (Billy Mooney), Dave Finnegan (Mickah Wallace, en calidad de cantante) y el bajista (ahora reconvertido en guitarrista) Kenneth McCluskey (Derek Scully) crearon la banda The Stars from The Commitments, con suerte desigual, a la que se han unido ocasionalmente otros actores de la película, y con la que han actuado por toda Europa, incluida España. Finnegan acabaría abandonando este grupo para formar su propia banda, Dave Finnegan´s Commitments.

Los rumores sobre una segunda parte de la película han ido y venido constantemente. Incluso surgió una inverosímil propuesta de hacerla con el grupo The Corrs como protagonista, lo que hubiera sido un absurdo, pues ni el estilo de la banda irlandesa se acerca al soul, ni el espíritu de la película original –realizada con absolutos desconocidos– se hubiese mantenido. El novelista Roddy Doyle propiamente no es partidario de una secuela y cree que el grupo debe acabar como queda en la película. Hay también un proyecto sobre un musical.

En cualquier caso, lo que sí ha sido una realidad este mismo año, y para celebrar el 20 aniversario del estreno del film, ha sido la reunión de casi todo la formación original –se echó de menos a Johnny Murphy y a Maria Doyle– para una serie de conciertos conmemorativos y de carácter benéfico que se han limitado a cuatro ciudades de Irlanda durante el pasado mes de marzo.

Como siempre, me he dejado llevar por mi pasión por el film y me he pasado escribiendo, así que, más sobre los miembros de los Commitments en el Apéndice, en unos días…
De izq. a der.,  Félim Gormley, Kennet McCluskey, Glen Hansard, Robert Arkins, Dave Finnegan (en cuclillas), Johnny Murphy,  Bronagh Gallagher, Angeline Ball, Maria Doyle, Dick Massey, Robert Aherne y Andrew Strong
No crees que…
¿Qué?
Pues que… quizá haya que ser negro para hacer esas cosas
¿No lo entendéis, chicos? Los irlandeses son los negros de Europa, y los dublineses son los negros de Irlanda, y los dublineses del sector norte son los negros de Dublín. Así que decidlo una vez y decirlo gustosos: “Soy negro y estoy orgulloso.” (Dean Fay a Jimmy Rabbitte)

1 comentario:

  1. Después de leer tus dos artículos, me has animado a volver a ver esta película. La tengo en DVD así que he aprovechado el calor abrasador de este recién estrenado verano para disfrutar con un nuevo visionado y además escribir algo sobre ella (ni de lejos tan completo como lo que tú nos has regalado).

    Por cierto, yo sí que la vi en cine, en pantalla grande, poco después de su estreno y recuerdo que la disfruté mucho.

    http://cdecine.blogspot.com/2011/06/commitments-los-commitments-1991-alan.html

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